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El Presupuesto 2002 viene pobre
de recursos y con mayor ajuste

Entre las desagradables novedades que podría incluir figura el pago de la PBU jubilatoria con bonos. En el papel, la recaudación impositiva sería 3000 millones inferior de lo que imaginó el proyecto de Cavallo, pero esa caída suena hoy como muy optimista.

Noche de cristales rotos por la furia desatada contra los bancos por culpa del corralito.

Por Cledis Candelaresi

La crisis institucional que sacude al gobierno de Adolfo Rodríguez Saá complicó la discusión de grandes temas económicos, no menos urgentes que la conformación de un gabinete definitivo. El abortado proyecto del argentino y la emisión adicional de lecop parece haber eclipsado el diseño de un nuevo proyecto de Presupuesto para el 2002, que el renunciante titular de la cartera laboral, Oraldo Britos, prometió se presentaría hoy. Sin embargo, los legisladores oficialistas ya saben que uno de los principales escollos para pulir esa iniciativa será determinar cómo hacer un ajuste adicional al que había previsto el ex ministro Domingo Cavallo, ya que la hipótesis de recaudación sobre la que trabaja el peronismo es de casi 3000 millones menos. Para enfrentar esa situación dramática, los parlamentarios del PJ analizan hasta la posibilidad de pagar la PBU, contenida en las jubilaciones públicas y privadas, con un nuevo bono de la deuda.
La agenda económica está encabezada por la necesidad de solucionar el problema de liquidez, que pone a la economía al borde de la cesación de pagos interna. Ayer los principales referentes económicos del PJ se abocaron a discutir cómo colocar una lápida sobre la tercer moneda y retormar la idea de incrementar en poco más de 3000 millones la emisión de las lecops, que gozan de buena aceptación en el interior y cuyo aumento no necesita ser avalado por una ley.
En el duhaldismo no hay dudas. El propio Eduardo Duhalde, tanto como el diputado Jorge Remes Lenicov, se manifestaron públicamente partidarios de imprimir más bonos antes que impulsar una nueva moneda, condenada a depreciarse a la velocidad de la luz. De ese modo, este segmento del justicialismo reflotó la idea que había sido considerada por economistas y legisladores del partido poco antes de que el primer cacerolazo expulsara a Fernando de la Rúa de la Rosada.
La semana anterior al estallido social, el PJ intentó definir su estrategia parlamentaria, unificando criterios acerca de los temas económicos fundamentales. Fue en esa reunión del miércoles 12 de diciembre, que diputados, senadores y técnicos por entonces de la oposición coincidieron en la necesidad de que se amplíe la emisión de aquellas letras. Rodolfo Frigeri, uno de los asistentes, no amagó siquiera oponerse a esta alternativa que, sorpresivamente abandonaría días después para abrazar desde la secretaría de Hacienda la propuesta del argentino. Resuelto un plan monetario todavía en discusión, los legisladores oficialistas deben abocarse urgentemente al debate del presupuesto, que funcionarios de Economía ya empezaron a bosquejar junto a algunos legisladores del PJ, sobre una hipótesis de recaudación mucho menos optimista aún que la contenida en la última iniciativa girada al Congreso por Cavallo. En ésta se estimaban ingresos por poco más de 39 mil millones que, según las estimaciones del PJ, difícilmente lleguen a 36,5 mil millones, lo que obligaría a hacer un esfuerzo adicional para contener el déficit.
La iniciativa cavallista contemplaba 4.500 millones de pesos en “economías a lograr durante el ejercicio anual”, dejando en manos del jefe de gabinete definir cuándo y de dónde se conseguiría aquel ahorro. Si la gestión saadista persistiera con el déficit cero, habría que recortar 2500 millones de pesos más para que las cuentas medianamente cierren.
Según especulan los técnicos oficialistas, parte de ese ahorro resultaría de no pagar a los acreedores externos un solo dólar durante el año próximo, en el mejor de los casos, después de “negociar” con ellos esa gracia, más una quita sobre intereses y capital. En el justicialismo no hay un criterio unificado acerca de qué hacer con el tramo local de la deuda, pero sí especulaciones sobre las posibles ventajas de reducir del 7 al 5 por ciento el interés renegociado por la gestión anterior: esta baja significaría un ahorro de 1000 millones de pesos anuales para el erario. Los legisladores justicialistas saben que el otro gran agujeropresupuestario es el sistema previsional, que insume la mitad de los recursos y ahora está jaqueado por el derrumbe de la recaudación. Aunque a sabiendas de que la medida puede resultar antipática, senadores oficialistas como el sanjuanino José Luis Gioja impulsan la idea de pagar con un bono los 200 pesos de la Prestación Básica Universal, que el Estado paga a los beneficiarios del reparto como a los de la capitalización.
La idea está ganando consenso en ambas bancadas del oficialismo, no por simpática sino como un recurso desesperado para poder pagar jubilaciones aun sin tener fondos. La recaudación de diciembre habría retrocedido un 26 por ciento, clausurando el 2001 con un déficit cercano a los 10 mil millones, y no hay nada en el horizonte que haga presumir que ese declive esté por terminar. Así las cosas, cualquier proyección sobre los recursos del año próximo parece exageradamente optimista.

 

Rebelión de funcionarios

La decisión de imponer un tope de 3000 pesos brutos mensuales para las remuneraciones de los funcionarios políticos promovió un estado de indisciplina general en la administración pública central. En esa categoría también fueron incluidos los directores generales y los jefes departamentales, contingente de siete mil funcionarios, en su mayoría con largos años de carrera en la gestión pública o seleccionados por concurso, que en virtud de aquella rebaja ganan ahora menos que algunos de sus subordinados, excluidos de la poda. Semejante despropósito generó un virtual estado de insurrección entre los afectados, que se niegan a firmar los expedientes que habitualmente rubricaban con el aliento de un sueldo que duplicaba al que quedó después de los recortes. Todo por muy poco: con aquella poda salarial, la Nación ahorraría alrededor de 140 millones de pesos al año, cifra casi exigua en relación con los grandes números del presupuesto. No hay un cálculo sobre cuánto perderá.

 

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