Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


Barra sufrió un escrache espontáneo en el shopping

El ex ministro tomaba el té con su familia en el Paseo Alcorta cuando lo reconoció una persona. En minutos se juntaron cientos que lo insultaban.

Barra no se quería ir, pero
los guardias del shopping terminaron acompañándolo
al estacionamiento.

–...
–¿Qué dijiste? –le preguntó el amigo.
–Que por culpa de éstos estamos como estamos –murmuró el hombre.
–¿De quién? –quiso saber el amigo, pero ya no lo escuchaban.
–Ladrones –dijo el hombre, ya en voz alta.
La gente sentada en las mesas cercanas lo miró, curiosa. El hombre señaló a un señor bajito y elegantemente vestido, que se obstinaba en no mirarlo.
–Sí, de vos estoy hablando, no te hagás el boludo, ladrón ¿Qué hacés acá en medio de gente decente? Ladrón, ¡hijo de puta! –repitió.
El hombre estaba sentado con su amigo en una mesa del Café Valentino, en el último piso del shopping Paseo Alcorta, en Salguero y Alcorta, y fue el primero en reparar en la presencia del ex ministro de Justicia del menemismo, Rodolfo Barra.
Sentado junto a su mujer y su hijo, Barra sorbía su taza de té y, mientras pudo, se hacía el que no pasaba nada. Pero su descubridor, cada vez más indignado, se acercó a la mesa del ex funcionario.
Se paró a diez centímetros de su cara y le escupió:
–Por culpa de personajes como Menem y como vos estamos así. Andate de acá.
De a poco iba llegando gente.
–Che, parece que están puteando a alguien –dijo una señora, mientras subía la escalera mecánica.
Se habían juntado muchos, que llegaban al shopping para comprar regalos de fin de año y que sintonizaban con el espíritu antipolítico que se plasmó en los últimos cacerolazos.
Inmune a todo, Barra seguía sentado.
–No, soy libre de circular por donde quiera –le contestó a la segura sugerencia de su familia.
La gente le exigía que se fuera. “Chorro”, “ladrón”, “hijo de puta”, le decían. Algunos golpeaban las mesas del café. Otros se paraban y aplaudían.
Los empleados de seguridad que habían subido corriendo se miraban desconcertados, sin saber qué hacer. El hombre que lo descubrió estaba a punto de molerlo a trompadas. Le llevaba al menos veinte centímetros. Su amigo lo agarraba con fuerza.
–Andate, hijo de puta –repetía.
Seguían llegando personas, que subían curiosas y se unían al resto después de averiguar de qué se trataba.
–Que se vaya, que se vaya –cantaba el coro de señores vestidos de fin de semana y señoras cargadas de bolsas.
El escrache, un día después del primer cacerolazo del Gobierno de Adolfo Rodríguez Saá, fue totalmente espontáneo. Se desarrolló sin que nadie lo planeara y en un shopping, un lugar poco habitual para este tipo de cuestiones. El dato, lejos de ser casual, demuestra que la indignación popular que comenzó hace sólo dos semanas con saqueos en Rosario y el conurbano, se ha ido expandiendo a toda la sociedad.
La situación era cada vez más tensa. Al final, los guardias recibieron una instrucción a través de walkie talkie. Uno de ellos e acercó a Barra y le susurró algo al oído: el gesto desafiante que el ex ministro exhibía al principio había dejado espacio a una mueca de preocupación.
Despacio, como quien no quiere la cosa, Barra se levantó de la mesa. Se fue caminando, acompañado por los guardias que lo escoltaron hasta el estacionamiento, mientras algunos lo seguían gritándole “hijo de puta”.

 

Dos amagues de cacerolazo

Tras el breve discurso de Adolfo Rodríguez Saá, al menos en dos puntos de la ciudad de Buenos Aires hubo intensos cacerolazos y gente que bajó a la calle empuñando los enseres de cocina. “Nos toman el pelo. En lugar de decir que van a tomar medidas de fondo para cambiar las cosas, nos hablan de que van a abrir los bancos de 8 a 20 este lunes. No queremos ver más chorros en el Gobierno”, decía Rodolfo en la esquina de Santa Fe y Coronel Díaz. En Caballito también hubo movida, aunque una media hora más tarde las cosas se aplacaron en ambas zonas. Eso sí, por las computadoras circula intensamente un correo electrónico convocando a otro cacerolazo de fin de año, para ser precisos el lunes a las 23.58.
El conato de anoche es otra demostración de que hay vastos sectores porteños más que furiosos y con la cacerola lista para salir otra vez ante cualquier cosa que les caiga mal. Ayer fueron las palabras de Rodríguez Saá desde Olivos: “fue como el discurso de De la Rúa. No se da cuenta de que estamos pasando el peor fin de año de nuestra vida”, argumentaba Liliana en Palermo. “No terminan de entender que lo de la semana pasada no fue contra De la Rúa y Cavallo solamente, fue contra todos”, insistía la mujer.
Según parece, el cacerolazo empezó ni bien terminó de hablar el primer mandatario y se extendió principalmente por Palermo en la zona que está entre Santa Fe y Las Heras, a la altura de Coronel Díaz. A diferencia de lo ocurrido el viernes, el cacerolazo no se alargó ni derivó en una marcha a Plaza de Mayo. Tal vez por tratarse de la noche del último sábado del año, con mucha gente saliendo en pareja o con amigos, no se creó el ambiente de protesta.
El otro punto donde hubo cacerolazos fue Caballito, ya muy susceptible también por el asesinato de tres jóvenes por un custodio. Fue allí que la televisión pudo registrar a gente golpeando las cacerolas después de las palabras del Presidente desde Olivos. Cerca de las 22.30 la ciudad pareció volver a una tensa normalidad.

 

PRINCIPAL