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Matar en serie

Por Juan Pablo Bermúdez

Yo no quería hacerles daño, sólo quería matarlos.” La confesión de David Berkowitz (alias “El hijo de Sam”), uno de los asesinos seriales más famosos, produjo estupor en la sala en la que se desarrollaba el juicio. La frase evidenciaba, a su brutal manera, aquello que los investigadores del crimen parecían no querer ver hasta ese momento: que los homicidas en serie tienen una lógica propia, que nada tiene que ver con la lógica del sentido común, y actúan en consecuencia.
Aunque el “género” reconoce antecedentes lejanos (Jack el Destripador es el más conocido, pero también se puede mencionar, más remoto todavía, el caso de Elizabeth Batory, la “Condesa sangrienta”, que en el siglo XVI asesinó a más de cuarenta adolescentes para tomar baños de sangre y sentirse siempre joven), el problema es propio de los dos últimos decenios del siglo pasado, el siglo XX. En 1984, el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, había anunciado la creación de la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI explicando que era para perseguir a “los asesinos recurrentes”. Es que nadie sabía muy bien cómo encarar a este tipo de criminales.
Precisamente, fue para describir la carrera criminal de Berkowitz que Robert Ressler, agente especial del FBI, acuñó el nombre “serial killer” para catalogarlo. Fue hace quince años, cuando los investigadores todavía los buscaban siguiendo los métodos convencionales: búsqueda de huellas digitales, de manchas de sangre, de semen y de cualquier elemento que ayudara a identificarlos. Ressler cambió las leyes de la criminología para introducir un concepto hasta entonces desconocido. Intuía que en estos casos no alcanzaba con los métodos tradicionales. La investigación criminal debía abrirse a otros campos de la ciencia si quería avanzar en la investigación de los serial killers. Así nació la variante más moderna de la criminología: el estudio del perfil psicológico de los asesinos, un recurso que les sirvió –además de para atrapar a algunos– para conocer un poco más sobre la lógica de su funcionamiento.
De hecho, una de las primeras conclusiones resultó la más inquietante: los asesinos seriales son además gente amable, confiable, respetuosa y querible. Como su buen vecino del departamento de al lado.

De la TV a la realidad
Cuando Robert Ressler, psicólogo y criminólogo, inventó el mote serial killer, que se suele traducir al castellano como asesino en serie o, erróneamente, asesino múltiple, hacía referencia a “los seriales de aventuras que solíamos ver los sábados en el cine”, según dice en su libro El que lucha con monstruos: “Cada semana te veías obligado a ir a ver otro episodio porque al final del anterior había un momento de gran suspenso. No era un final satisfactorio porque aumentaba la tensión. La misma insatisfacción se produce en los serial killers”.
Ressler se encontró al principio con una fuerte resistencia a su propuesta de introducir la psicología en el terreno de la investigación, porque sus superiores consideraban que los agentes del FBI no eran psicólogos ni sociólogos y su misión consistía únicamente en perseguir alos delincuentes. El los convenció de la necesidad de comprender las motivaciones psicológicas del criminal. Esto les permitiría prevenir estos crímenes sin motivo, tarea imprescindible en un país donde se dan anualmente 20.000 asesinatos, y la tercera parte de ellos es cometida por serial killers.
Según cuentan, Robert Ressler profundizó tanto en el tema que con solo una inspección ocular de la escena del crimen podía saber la edad, el sexo, la raza, la profesión y los estudios del asesino, llegando a aventurar la zona en la que vivía el sospechoso. A él se debe la creación del Proyecto de Investigación de la Personalidad Criminal en el FBI y, en 1982, el Centro Nacional de Análisis Violentos en Virginia.
“El acto de matar deja al asesino en serie descontento y en tensión porque no es tan perfecto como su fantasía” -.explicó en una conferencia-. “Después de un homicidio, piensa en cómo podría haberlo mejorado. Cuando sigue este hilo de pensamiento, su mente se proyecta hacia adelante para ver cómo podría asesinar con mayor perfección la próxima vez; hay un perfeccionamiento continuo.”

El origen del infierno
En un capítulo de “Los Simpsons”, Bart y Lisa miraban por televisión un especial del payaso Krusty en la cárcel de Springfield. Viendo cómo los presos festejaban y aplaudían al payaso, Lisa comenta: “En el fondo, todo criminal tiene un corazón de niño”, a lo cual Bart responde: “Y viceversa”.
Todos los estudiosos del tema coinciden en este punto: la mente de un asesino serial no se desarrolla de golpe, sino que es el producto de un proceso que invariablemente comienza en la niñez. “Los asesinos no empiezan cuando cumplen los 25 años y dicen ‘bueno, me parece que voy a empezar a atacar sexualmente a las mujeres y quemarles los pechos’. Se trata de algo que se inicia muchos, muchísimos años antes y va desarrollándose dentro de un ciclo”, escribió el sociólogo Max Hunter en el Behavioural Science Unit del FBI.
“Hay una constante que se llama triángulo homicida. Los especialistas han encontrado que casi todos los asesinos en serie tienen estas cosas en su adolescencia. Abuso o torturas de animalitos o de chicos de menor edad; enuresis, o sea orinarse en la cama en los mismos años, y provocar incendios durante esa etapa... Pueden comenzar a los diez u once años, desmembrando la muñeca de su hermanita. Es posible que el chico no pase de ahí y entonces zafa.”
Para ejemplificar la teoría utilizan el caso de Berkowitz, que en su infancia provocó más de cien incendios; pero también el de Ed Gein, un serial killer cuya característica era la confección de prendas de vestir con piel humana (los investigadores encontraron en su casa, entre otras cosas, un chaleco de piel y un cinturón de pezones). Antes de morir, su madre le dijo una y otra vez que el sexo antes y sin matrimonio era una cosa realmente terrible, y la masturbación mucho peor. En el interrogatorio, doce años después, Gein explicó que su madre se seguía comunicando con él mientras dormía.

Esquizofrenia al cuadrado
Este es otro punto en el que coinciden todos los estudiosos del comportamiento de los serial killers. Ellos escuchan voces que les dicen lo que tienen que hacer. Pero además, desarrollan una personalidad múltiple y de hecho se fascinan con sus propios crímenes una vez que los cometieron. Por eso es que la inmensa mayoría colecciona los recortes de la prensa, o un porcentaje menor se presenta como voluntario en la búsqueda del asesino. “Hay que considerar con mucho escepticismo a la gente que se ofrece voluntariamente para colaborar con la búsqueda. Muchasveces el asesino decide formar parte del grupo. Brindará su ayuda. Es algo que le provoca una mayor emoción. Está impulsando las cosas hasta el límite. Seguramente piensa: miren a esos estúpidos policías. Yo lo hice y ellos no tienen ni la menor idea”, escribió John Missef, agente especial del FBI, en el Behavioural Science Unit.
La cuestión de la personalidad múltiple resulta inquietante, porque es uno de los principales motivos por los cuales es tan difícil atraparlos. Los asesinos seriales suelen ser personas muy formadas, muy lúcidas, que cometen sus crímenes siguiendo un patrón determinado por la particular lógica de la que, en algún punto, son víctimas. Pero en su “conducta pública” son seres humanos completamente normales, al menos en los aspectos que se ven. Justamente este elemento genera en el imaginario colectivo una presunción macabra: cuando ven las fotos del autor de decenas de crímenes horrorosos esperando encontrarse con un sujeto de cara “lombrosiana” pero se encuentran con un amable señor de lentes y afeitado, la sensación es que cualquiera puede ser un asesino serial. Y cualquiera, además, puede ser víctima de uno de ellos.
“Los criminales en serie son sujetos queribles, agradables –dice Missef-. Resulta muy difícil que no nos caigan simpáticos. Los otros no lo son, tienen alguna alteración mental y el día menos pensado estallan. De modo que en el caso de los asesinos en serie no se trata de algo que tengan, sino de lo que son.”
Para peor, muchos de ellos no demuestran locura cuando se los descubre sino apenas (nada más ni nada menos) otro registro de la realidad, diferente al que la mayoría de la sociedad tiene. Por eso hasta se pueden permitir muestras de un humor negro raramente comprensible dadas las circunstancias. En el juicio en el que lo condenaron por el asesinato de más de veinte personas, John Wayne Gacy dijo después de escuchar la sentencia: “Realmente, nunca debió acusárseme de algo más que de regentear un cementerio sin licencia”.

Republicano y violador
“No hay nada más inmoral que la intimidad de un moralista”, suelen decir algunos estudiosos del comportamiento humano. Como todas las conclusiones a las que arriban los investigadores están precedidas por un caso testigo, ejemplifican la característica de la doble personalidad con Ted Bundy, que durante cinco años cometió más de treinta crímenes en seis estados diferentes.
Bundy fue el autor de varios folletos del Partido Republicano –del cual era un activo militante– condenando la violación y la supuesta liviandad con que el estado norteamericano trataba a estos delincuentes. Por otro lado, elegía a sus víctimas entre adolescentes, las seducía y luego las golpeaba para desvanecerlas y así, recién ahí, mantener relaciones sexuales con ellas. Pero luego era peor: las mutilaba para volver a los dos o tres días a continuar el acto de necrofilia.
Bundy finalmente murió en la silla eléctrica luego de haber confesado algunos de sus crímenes y de haber alegado que en realidad lo había pervertido la pornografía. Los psicólogos que estudiaron su caso concluyeron en que Bundy asesinaba en cada mujer a aquella novia que lo había rechazado en su adolescencia. La marca del pasado era el motivo. Por supuesto, Bundy lo desconocía.

La inspiracion cinematográfica
El trabajo de Ressler tuvo pronta aceptación entre las filas de los principales investigadores de asesinos seriales, pero su mejor alumno resultó un agente especial del FBI: John Douglas, quien, a su manera, perfeccionó la metodología de búsqueda impulsada por el psicólogo y hasta inspiró a uno de los personajes de la película El silencio de losinocentes (Jack Crawford, el jefe de la agente interpretado por Jodie Foster).
Creador –y su director durante poco menos de veinte años– de la Unidad de Apoyo Investigativo del FBI, Douglas aportó ideas más que interesantes. Su lema era “si quieren entender al artista deben analizar su trabajo”, e inventó una rama del estudio psicológico llamada victimología (en rigor de verdad, mejoró las ideas de estudiosos del crimen como Von Hentig y Ellenberger). “Uno debe preguntarse por qué esta persona terminó de este modo –explicó en uno de sus tantos libros–. A diferencia de lo que ocurre en el crimen clásico, donde por lo general el motivo está fuera del cuerpo de la víctima, en los asesinatos seriales el motivo es el cuerpo. Más de una vez he dicho que lo que hago a la hora de analizar un crimen es muy parecido a lo que hace un buen actor a la hora de prepararse para un determinado papel. Los dos arribamos a una escena (en el caso del actor al guión, en mi caso a la del crimen) y entonces nos concentramos en la superficie de las cosas y de las palabras, e intentamos ver qué es lo que quieren contarnos.”
Douglas persiguió durante mucho tiempo a varios serial killers. A algunos los descubrió y a otros no. De todos modos, no pudo continuar: de tanto intentar pensar como ellos terminó por sufrir algunas disfunciones de conducta que lo llevaron a comprender que lo mejor era dejarlo ahí. De cualquier manera, continúa escribiendo libros y dando conferencias. Sus teorías sirvieron de mucho a los investigadores, que lo señalan como uno de los principales referentes del tema.

Diferentes asesinos
Ahora bien. ¿Cuándo un criminal común y corriente sube de categoría para convertirse en un asesino serial? Según Steven Egger, especialista en la materia (es el autor de Los asesinos están entre nosotros, un estudio que los agentes especiales consideran clave), cuando el asesino no conoce a las víctimas y el patrón no es fácilmente perceptible. “Para un serial killer la víctima tiene un valor simbólico que puede interpretarse a partir de la forma en que fue asesinada”.
Concentrados en su mayor parte en Estados Unidos (y en los últimos veinte años), los asesinos seriales son una “especie” relativamente nueva. En Argentina, el “Loco de la ruta” que asesina trabajadoras sexuales en Mar del Plata parece lo más cercano a uno por estas tierras, pero no hay muchos otros antecedentes. Los especialistas sostienen que es necesaria la diferenciación entre asesinos seriales y asesinos múltiples: mientras que los múltiples matan por motivos emocionales y de una vez, los seriales juegan una especie de juego macabro siguiendo un determinado patrón.

Zonas oscuras
La innovación de Ressler, al fin y al cabo, trajo consigo tantos avances como dudas. Puestos a buscar en las zonas más oscuras de los seres humanos en función no sólo del esclarecimiento de casos sino también -.y esto lo consideran todavía más importante-. en la prevención de nuevos crímenes, hurgan no sólo las bibliotecas especializadas sino también en clásicos literarios como Crimen y castigo, de Dostoievsky. Mientras que algunos, como Colin Wilson, autor de Casta de asesinos, encuentran en la destrucción como condición inherente al ser humano uno de los motivos, otros impulsan la teoría de que en definitiva los serial killers vienen a descubrir el lado oculto de todo mortal. Robert Simon, autor de un extenso estudio (llamado Los hombres malos hacen lo que los buenos sueñan) sostiene que “los asesinos seriales están en el extremo del lado oscuro de lo humano. Ponen en acto los impulsos que las personas normales mantienen contenidos en los oscuros recovecos de sus mentes”. Tal vez sea cierto. Tal vez en el fondo no hagan otra cosa que representar ese lugar que todos conocen pero al que nadie quiere ir. Cuando Ted Bundy finalmente se confesó culpable de sus crímenes ante una Corte, y luego de entender que lo trataban como un serial killer, no pudo evitar decir algo que sólo él entendía y que provocó escalofríos a todos los presentes: “Nosotros, los asesinos seriales, somos sus hijos, somos sus maridos, somos los que están en todas partes... Y claro, mañana muchos de ustedes van a despertarse muertos”.