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Cómo
funciona la mente
POR
FERNANDO MOLEDO
Hay una sentencia de Confucio,
según la cual un hombre corriente se maravilla de cosas insólitas
y un hombre sabio se maravilla de las cosas más triviales,
que va muy bien para comenzar a entender qué es la mente humana.
Porque detrás del decorado, la mente puede ocuparse de asuntos
que a primera vista resultan triviales, pero que mirados con un poco de
atención parecen casi un milagro; por ejemplo, coordinar los dedos
para dar en las teclas de una computadora o acertar con el encendedor
cuando se quiere prender un cigarrillo. Además, mantiene el equilibrio
al andar y logra que una serie de fotogramas de un hombre con pelo azul
hagan saltar las lágrimas de los admiradores del rey del cuartetazo.
En 1997, el mercado editorial norteamericano se sacudió con el
nuevo libro de Steven Pinker, Cómo funciona la mente. Editado en
castellano en este año, se trata de un ambicioso intento por dar
una respuesta a preguntas que van desde cómo y qué hace
que seamos capaces de ver, hasta determinar cuál es el origen de
las creencias, los deseos los sentimientos y los actos humanos, en términos
de la ciencia cognitiva y, fundamentalmente, de la teoría de la
evolución por selección natural. La mente funciona del modo
en que lo hace, sostiene el autor de El instinto del lenguaje y Reglas
y palabras, debido a que su diseño corrió a cargo del estudio
más prestigioso: la selección natural darwiniana. Si hasta
ahora una esquiva y dudosa teoría del todo era la piedra
filosofal de las ciencias duras la física en especial,
Steven Pinker se propone competir por el premio mayor y llevárselo
para el equipo de la biología evolutiva, capaz sostiene
de explicar el funcionamiento de la mente tanto como de dar el gran salto
que abarque la filosofía, el arte y la religión.
Psicologia evolutiva, ingenieria
inversa y selección natural
El punto de partida de Steven Pinker director del Centro para
la Neurociencia Cognitiva en el Instituto Tecnológico de Massachussets
(MIT)- está en la psicología evolutiva tomada como ingeniería
inversa: si la ingeniería trata de diseñar una máquina
para hacer algo, la ingeniería inversa la desarma para entender
para qué fue hecha. Si se entiende la estructura del cerebro, se
puede entender por qué piensa. Y Pinker establece qué tipo
de máquina es para él la mente: una computadora.
La mente es un sistema de órganos de computación,
diseñado por la selección natural para resolver aquellos
tipos de problemas con los que se enfrentaron nuestros antepasados en
su modo de vida como cazadoresrecolectores; en particular, el conocimiento
y el manejo de objetos, Por Fernando Moledo
Hay una sentencia de Confucio,
según la cual un hombre corriente se maravilla de cosas insólitas
y un hombre sabio se maravilla de las cosas más triviales,
que va muy bien para comenzar a entender qué es la mente humana.
Porque detrás del decorado, la mente puede ocuparse de asuntos
que a primera vista resultan triviales, pero que mirados con un poco de
atención parecen casi un milagro; por ejemplo, coordinar los dedos
para dar en las teclas de una computadora o acertar con el encendedor
cuando se quiere prender un cigarrillo. Además, mantiene el equilibrio
al andar y logra que una serie de fotogramas de un hombre con pelo azul
hagan saltar las lágrimas de los admiradores del rey del cuartetazo.
En 1997, el mercado editorial norteamericano se sacudió con el
nuevo libro de Steven Pinker, Cómo funciona la mente. Editado en
castellano en este año, se trata de un ambicioso intento por dar
una respuesta a preguntas que van desde cómo y qué hace
que seamos capaces de ver, hasta determinar cuál es el origen de
las creencias, los deseos los sentimientos y los actos humanos, en términos
de la ciencia cognitiva y, fundamentalmente, de la teoría de la
evolución por selección natural. La mente funciona del modo
en que lo hace, sostiene el autor de El instinto del lenguaje y Reglas
y palabras, debido a que su diseño corrió a cargo del estudio
más prestigioso: la selección natural darwiniana. Si hasta
ahora una esquiva y dudosa teoría del todo era la piedra
filosofal de las ciencias duras la física en especial,
Steven Pinker se propone competir por el premio mayor y llevárselo
para el equipo de la biología evolutiva, capaz sostiene
de explicar el funcionamiento de la mente tanto como de dar el gran salto
que abarque la filosofía, el arte y la religión.
Psicologia evolutiva, ingenieria
inversa y selección natural
El punto de partida de Steven Pinker director del Centro para
la Neurociencia Cognitiva en el Instituto Tecnológico de Massachussets
(MIT)- está en la psicología evolutiva tomada como ingeniería
inversa: si la ingeniería trata de diseñar una máquina
para hacer algo, la ingeniería inversa la desarma para entender
para qué fue hecha. Si se entiende la estructura del cerebro, se
puede entender por qué piensa. Y Pinker establece qué tipo
de máquina es para él la mente: una computadora.
La mente es un sistema de órganos de computación,
diseñado por la selección natural para resolver aquellos
tipos de problemas con los que se enfrentaron nuestros antepasados en
su modo de vida como cazadoresrecolectores; en particular, el conocimiento
y el manejo de objetos, animales, plantas y otros individuos de la misma
especie. Es decir, la mente es lo que el cerebro hace, y lo que
el cerebro hace es procesar información. Sócrates es hombre,
toanimales, plantas y otros individuos de la misma especie. Es decir,
la mente es lo que el cerebro hace, y lo que el cerebro hace es procesar
información. Sócrates es hombre, todos los hombres son mortales,
y pensar es computar. La perfección y la complejidad de los órganos
naturales son el resultado del diseño biológico tras millones
de años de trabajo evolutivo, la única fuente conocida capaz
de llevar adelante un plan arquitectónico en la naturaleza (especialmente,
cuando es necesario separar otra alternativa famosa, Dios). Entonces,
también la mente, que parece estar seriamente relacionada con un
órgano, el cerebro, debe ser un producto evolutivo de una especie
determinada: el homo sapiens.
Pinker tiene sus fobias, los intelectuales de café,
las feministas, Freud. Y, si hay alguien que puede dejar de vender libros
si se toman en serio las posiciones del autor de Cómo funciona
la mente, es justamente el maestro de Viena. La psicología evolutiva
manda al inconsciente, los deseos, a Edipo y a Electra al tacho. En cambio,
conjuga la psicología cognitiva de las décadas del 50 y
del 60 que explican los mecanismos de la emoción y el pensamiento
en términos de información y posterior computación,
junto a la biología evolutiva de los años 60 y 70 que explica
el diseño adaptativo de plantas, animales y todo ser viviente,
basado pura y exclusivamente en los genes. La ciencia cognitiva
nos ayuda a comprender cómo es posible la mente y de qué
clase es la que tenemos. La biología evolutiva nos ayuda a entender
por qué tenemos la clase de mente que tenemos.
El gen egoista
La mente se divide y se organiza alrededor de una estructura de órganos,
cada uno experto en un ámbito concreto de la interacción
con el mundo. Su funcionamiento fue diseñado por selección
natural para resolver la mayor parte de los problemas de nuestros antepasados
cuando pasaban el tiempo cazando y juntando naranjas.
Para aplicar la ingeniería inversa a la mente, lo primero que hay
que hacer es ordenarla e identificar cuál es la meta última
de su diseño. La respuesta, Pinker se la debe al Richard Dawkins,
el famoso biólogo inglés, autor de la teoría del
gen egoísta. Dawkins afirma que somos máquinas
de supervivencia, robots programados con un único fin: perpetuar
la existencia de los genes egoístas que llevamos en nuestras células.
Como Egbert Elvesham en El caso del difunto Mister Elvesham
de H.G. Wells, los genes son inmortales: saltan de un cuerpo a otro replicándose
a través de las generaciones y la evolución es una lucha
entre pedazos de ADN, donde gana aquel que consigue hacer más copias
de sí mismo. La meta última del diseño de la mente
consiste en producir el mayor número posible de copias de los genes
que la crearon, nuestras metas son submetas de la meta última
que tienen los genes: replicarse a sí mismos.
La mente, el cuerpo y la
computadora natural
La frase tiene la cadencia de un grito de guerra: pensar es computar.
La organización de los módulos mentales está escrita
en el programa genético. Pero, después de todo, la mente
es aquello que el cerebro hace: ver, pensar, sentir, elegir y actuar.
¿Puede explicarse todo esto? Definitivamente, dice Pinker: hay
una explicación para todo. Lo que hace tan especial al cerebro
es el procesamiento de información. La teoría computacional
de la mente sostiene que las creencias y los deseos explican la conducta
y actúan como causas de sucesos físicos. ¿Por qué
María sale corriendo del edificio? Respuesta: porque cree que se
está incendiando. ¿El verbo encarnado?, sí: la información
reside en datos que son independientes del medio que las transporta, pero
encuentra un soporte físico para viajar del mundo hacia estados
mentales correspondientes. Bueno, después de todo parece que no
es tan malo tener una computadora en la cabeza. Steven Pinker sostiene
que no tenerla sería quedar totalmente al margen del género
humano porque la conducta proviene de la evolución que nos dotó
de una computadora, un procesador de información capaz demanejar
datos. El pensamiento y el comportamiento humanos, por muy sutiles
y flexibles que sean, podrían ser el producto de un programa muy
complejo, y ese programa puede muy bien haber sido la dotación
con la que nos ha equipado la selección natural. En la era
de la información, nada mejor que sostener que la inteligencia
proviene de la información y aquello que la hace tan especial es
el procesamiento.
La metáfora de la computadora es en realidad una puesta al día,
un upgrade de una metáfora muy exitosa en la filosofía,
la literatura y la ciencia a la hora de explicar el funcionamiento de
la mente, tanto como el del universo mismo: la máquina. Descartes
fijó la agenda de la filosofía moderna dividiendo las aguas
del río Jordán de la existencia en sustancia pensante (los
pensamientos, que no ocupan lugar en el espacio, ni tienen materialidad
alguna) y la sustancia extensa (todo lo demás). El inventor de
los ejes de coordenadas cartesianos se confiesa a su público
desde las páginas de las Meditaciones Metafísicas: Soy
una cosa que piensa, el resto del universo es materia extensa, el
cuerpo, un mecanismo. La pregunta, entonces, es cómo pueden una
y otra cosa estar unidas: el problema mente-cuerpo.
Cómo hace la mente, que es inmaterial, para mover el brazo y tomar
ese pedazo de ananá. Ya no se trata sólo de decir por qué
lo hace tan bien, a lo que Pinker responde con su piedra de toque: la
evolución (de la mente, claro). Se trata de decir sencillamente
cómo es posible que lo haga. Y aquí Pinker se anota un porotito.
La teoría computacional de la mente, sostiene, hace de la información
marcas físicas que se relacionan de forma causal con estados objetivos
del mundo. Las creencias son inscripciones en la memoria, los deseos
son inscripciones de objetivos, el pensamiento es computación.
Era rubia y sus genes celestes...
La deriva de la filosofía y la marea de la literatura llevaron
la metáfora de la máquina a la forma del autómata.
E.T.A. Hoffmann, en El hombre de la Arena suspende la certeza del lector
y del personaje alrededor de la posibilidad de que aquello que parece
una persona, sea en realidad una máquina. Freud se basó
en el cuento de Hoffmann para analizar el sentimiento de lo siniestro
y aquellas cosas que lo producen en nuestra mente.
Pinker explica las emociones combinando la teoría computacional
de la mente con la teoría de la evolución, que reclama ingeniería
inversa aplicada sobre la complejidad de los sistemas biológicos.
Las emociones son adaptaciones, módulos de software bien
diseñados desde el punto de vista de su ingeniería para
actuar de forma armónica con el intelecto y que son indispensables
para el funcionamiento de la mente en su conjunto. E insiste, las
emociones estuvieron tramadas para propagar copias de genes que las constituyeron
y no para fomentar la felicidad, la sabiduría, o los valores morales.
La inteligencia es la prosecución de metas, a las que se debe llegar
enfrentando y superando obstáculos. ¿De dónde proviene
la meta máxima, aquella que el resto del programa intenta alcanzar?
En el caso de los organismos, de la selección natural. El cerebro
se esfuerza en colocar al que es su propietario en circunstancias semejantes
a aquellas que permitieron a sus antepasados cazadores-recolectores reproducirse.
Las emociones, en el esquema mental de Pinker, son mecanismos que plantean
las metas más elevadas del cerebro. Una emoción, cuando
ha sido desencadenada por un momento propicio, activa a su vez la cascada
de submetas y subsubmetas a las que denominamos pensar y actuar.
En estos términos, prepara el gran salto omniexplicativo. Y entonces
el asco se convierte en una artimaña de los genes para defenderse,
una adaptación que disuadía anuestros antepasados de comer
sustancias peligrosas que podían acabar con los genes de la persona
que las ingiera.
Genes sabios, se defienden así de las cosas feas. En suma, la fealdad
misma termina siendo un sentimiento adaptativo, cuya función consistía
en transmitir cuándo una persona no está del todo saludable
y evitando un mal partido a la hora de replicar genes. Finalmente, el
modo que tiene un gen para hacer que sus copias sean más viables
es en un animal dotado de cerebro, de modo que las experiencias placenteras
y dolorosas que siente el animal hagan que actúe de modos que conduzcan
a hacer más copias del gen. A menudo esto significa hacer que un
animal disfrute con estados que lo hacen sobrevivir y reproducirse. Una
barriga llena es satisfactoria porque permite que los animales vivan,
se muevan y reproduzcan, conduciendo a la realización de más
copias de los genes.
Nuestro amor estaba escrito
El derrotero del determinismo y del reduccionismo genético
desemboca, en algún momento extático, con la esencia
del amor que consiste en sentir placer por el bienestar de los demás
y dolor cuando sufren daño. Sentimientos que motivan actos beneficiosos
para el amado, al igual que para la cría y la procuración
de alimentos. Las personas que ayudan a sus parientes equivalen
a genes que se ayudan a sí mismos. Los programas mentales del amor
familiar fueron calibrados en el curso de la evolución de tal modo
que el amor estuviera correlacionado con la probabilidad de que, en el
entorno ancestral, un acto de afecto beneficiara a las copias de genes
que favorecerían actos de amor. Y así el amor llegó
a nosotros... ¿es una buena historia?
Pinker intenta, al menos, probarla, y ponerla sobre la mesa de la discusión
científica. Pero la mayoría de las pruebas son dudosas.
A veces simplemente una intuición del autor, a veces un test psicológico
realizado entre individuos que seleccionan de entre una serie de diapositivas,
aquellas que muestran paisajes de una sabana, cuando se les pregunta cuál
de los paisajes es el más bello.
A lo largo de las casi mil páginas de Cómo funciona la mente,
Pinker se hace fuerte o mejor, se atrinchera desarmando y
poniendo delante de los ojos del lector los mecanismos del cerebro a partir
de las cosas que puede y que no puede hacer. Pero luego cruza la frontera
y más allá encuentra a la selección natural agazapada
detrás de deseos y creencias. El golpe es fundacional: el tabú
del incesto, considerado uno de los puntos de partida de la sociedad por
el psicoanálisis, también se puede explicar a partir de
un origen como adaptación selectiva, una estrategia darwiniana
para evitar nacimientos defectuosos desde el punto de vista genético.
Y ahí, el hombre y la sociedad quedan entrampados en los dictámenes
más voraces del reduccionismo genético.
La médula espinal que atraviesa cada una de las páginas
de Cómo funciona la mente está emparentada con la sociobiología
que resuena, justificadamente, a darwinismo social y a posiciones como
las del tristemente célebre Lombroso, pero actualizadas y sustentadas
con toda la artillería de la biología evolutiva y la genética.
La belleza de una mujer proviene de una mandíbula corta,
delicada y suavemente curvada, un mentón pequeño, una nariz
pequeña y una frente lisa y sin cejas salidas [...] ¿Por
qué las mujeres de aspecto masculino son menos atractivas? Si el
rostro está masculinizado, probablemente tendrá mucha testosterona
en su sangre (un síntoma de muchas enfermedades); si tiene demasiada
testosterona, es probable que sea estéril. Una ingeniería
similar podría explicar por qué los hombres con rostros
sin rasgos femeninos son más atractivos. Un hombre con una gran
mandíbula angular, un mentón fuerte y unas cejas prominentes
corresponde sin duda a un macho adulto con hormonasmasculinas normales.
Y por último, el arte, la filosofía y la religión
caen en la volada, ya sea por acción u omisión evolutiva.
¿Pero puede rechazarse una teoría sólo porque sus
consecuencias son desagradables (y aún, como en este caso, peligrosas)?
Pinker se hace la misma pregunta, responde que no y es taxativo: las
emociones morales están diseñadas por la selección
natural para fomentar los intereses a largo plazo de los individuos, y
en última instancia de sus genes.
Spandrels
Pinker se toma las cosas muy a pecho. A lo largo de todo el libro, sostiene
una guerra encarnizada contra uno de sus críticos más sagaces
e importantes, el gran paleontólogo y famoso divulgador de
la ciencia Stephen Jay Gould. Gould, que ha entrado en el Simpsons
hall of fame cuando ayudó a Lisa en uno de los capítulos
de la familia amarilla a demostrar la falsedad de un ángel fosilizado,
quizás haya dado con la kriptonita en el caso Pinker.
Y la palabra mágica parece no tener una buena traducción
en castellano, Spandrels: espacio entre las molduras exteriores
de un arco y la línea horizontal por encima de él;
subproductos arquitectónicos, que perforan las puertas de la mente
amurallada de Pinker. Cuando se construye una catedral, algunos espacios
quedan vacíos y sin uso. Más tarde, pueden ser aprovechados,
o no, para hacer un tragaluz o algún fresco que no estaba en los
planes originales. Un espacio que en un principio no cumple ninguna función
y que puede ser o no ser cooptado más adelante para ser usado de
forma adaptativa, por ejemplo, como el fondo de un cuadrito: el spandrel
no se hizo para eso, pero una vez que está, puede ser aprovechado.
La selección natural fija las líneas maestras, las vigas
y el modo de construcción, sostiene Stephen Jay Gould, pero eso
no quiere decir que cada una de las partes de la construcción deba
ser necesariamente una adaptación. Gould, que también discutió
en su momento la teoría del gen egoísta, muestra que, como
en la arquitectura, en la evolución algunas cosas no tienen un
origen adaptativo. Son spandrels que pueden ser modificados de forma secundaria
para alguna utilidad, pero siempre de forma secundaria. El término
spandrel tomado de la arquitectura, resultó al final
una buena metáfora para demarcar la distinción crucial entre
origen no adaptativo y posible utilidad posterior,
una lanza en la mirada de cíclope de la sociobiología, que
expone la falacia evolucionista de argumentos como el de Pinker, que
maltratan y manipulan utilidades actuales para inferir de ellas un origen
adaptativo (Gould). Muchos de los rasgos de la cognición
humana que constituyen el dato primario para la psicología
evolutiva probablemente surgieron en forma de spandrels de una conciencia
mucho más general.
Cómo funciona la mente ha sido muy bien recibido por el mercado
editorial y parte de la crítica. También anduvo cerca del
Pulitzer. Todos los seres humanos actuales deben su existencia al
hecho de haber tenido a ganadores como antepasados y todos y cada uno
de ellos en el presente están diseñados, al menos en ciertas
circunstancias, para competir. El reduccionismo genético,
no sólo es falaz, como sostiene Stephen Jay Gould. Se parece demasiado
al pensamiento único de los ganadores de hoy en día.
El lingüista Noam Chomsky cita Steven Pinker sugirió
que nuestra ignorancia se podía dividir en problemas y misterios.
Cuando abordamos un problema, puede que no sepamos su solución,
pero tenemos intuición, un conocimiento cada vez mayor y ciertas
ideas de qué andamos buscando. Cuando nos enfrentamos a un misterio,
sin embargo, sólo podemos quedarnos mirando fijamente, maravillados
y desconcertados, sin siquiera saber qué aspecto tendría
una explicación. El funcionamiento de la mente, por ahora,
sigue siendo un misterio.
¿Quien es Steven
Pinker?
Steven Pinker es un canadiense
de Montreal nacido en 1954. Hacia 1982, ya recibido de doctor en
Psicología, ingresó al archifamoso MIT (el Instituto
de Tecnología de Massachussets) en el que aún es profesor
de Psicología del Departamento de Neurología y Ciencias
Cognitivas, y dirige el Centro de Neurociencia Cognitiva. En términos
de influencias, él mismo reconoce como una de
las más importantes a la lectura de El gen egoísta,
la obra del teórico de la biología Richard Dawkins,
entre otras páginas de la biología evolutiva.
A partir de esos estudios, dejó un tanto al margen a la lingüística
(campo en el que incluso llegó a discutir con Noam Chomsky
sobre la naturaleza innata o no del lenguaje), para intentar explicar
con los términos y el marco conceptual de la teoría
evolutiva un amplio rango de fenómenos que van desde el disgusto
del hombre por la ingestión de gusanos hasta el porqué
de los enamoramientos.
Chomsky no fue el único adversario notable que se agenció
Pinker. También se trenzó con Stephen Jay Gould, autor
de la teoría evolutiva del equilibrio puntuado y gran divulgador
de las ciencias. Gould lo acusó, junto a otros fundamentalistas
darwinianos, de haber exagerado el rol de la selección
natural en los procesos y de haber dejado de lado otras consideraciones,
como los cambios genéticos que se dan por azar. La defensa
de Pinker fue, de alguna forma, una respuesta de sentido común:
Comprendo esa clase de factores, pero un sistema funcional
tan complejo como la mente humana debe necesariamente basarse en
la selección natural. Entre los libros más importantes
de Pinker, antes de Cómo funciona la mente, se encuentran
El lenguaje instintivo y Aprendizaje y Cognición: la adquisición
de la estructura argumentativa; además, suele colaborar frecuentemente
con lo que Estados Unidos llama prensa popular como
el New York Times, Time y el New Yorker, entre otros medios masivos.
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