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Otras voces

La nueva ley prevé con justeza la participación de los padres de origen. Apunta a un registro único de postulantes, pero no está reglamentada. La autonomía de los juzgados provinciales, la ideología de los jueces y la inexistencia de espacios para cobijar a los bebés que esperan ser otorgados en guarda favorecieron las irregularidades que culminaron con las destitución de la jueza de Oberá y desencadenaron la angustia entre padres adoptivos que aspiraban a agilizar la ley.

Por María Moreno

La destitución de la jueza de Oberá, Aída Vásquez de Moreira, acusada de la adulteración de 237 expedientes de adopción; el escrache que Telenoche hizo a su marido, el abogado Claudio Moreira, al filmarlo en lo que parecía ser el discurso de oferta de un bebé, y las abruptas maniobras de jueces que habían otorgado apresuradamente menores en guarda fueron el detonante para poner en evidencia una nueva institución de la pobreza: No sólo el tráfico de chicos sino situaciones más ambiguas, adopciones por izquierda que, sin dejar de ser legales, evadían las listas rigurosas de postulantes a padres adoptivos que se encuentra en el Consejo Nacional del Menor y la Familia. Y con esas prácticas toda una picaresca de la miseria que dio de comer a remiseros, dueños de hotel, abogados y compañías telefónicas (los juzgados que aún tienen abiertas sus listas a la adopción suelen quedar en lugares alejados del domicilio de los aspirantes a padres). La adopción, esa institución que antaño se asociaba a la filantropía y hoy se comprende mejor como lo que realmente es –el acceso a la paternidad para quienes no pueden o no quieren engendrar pero que tienen no sólo el deseo de tener un hijo sino el de hacerse cargo de él– quedó bajo sospecha.

De mujer a mujer
Una mujer baja del monte en Jujuy. No tiene documentos. Para que dé su hijo en adopción es preciso darle una identidad. Una vecina le ofrece un contacto y le saca los documentos. Otra mujer, que acaba de dar a su bebé, manda a la abogada a que traiga del rancho a sus dos hijos para que se despidan del hermanito. Y otra entra a un baño y ve a una señora que le dice que es madre de ocho hijos. “Vos tantos y yo ninguno.” “Acompañame. Tengo una amiga que está embarazada y quiere dar a su bebé.” La mujer la acompaña, conoce a la chica. Cuando va a parir la acompaña al hospital. Al ver al bebé le dice “dale la teta”. “No porque si se la doy me lo quedo”. ¿Son legítimos estos “de mujer a mujer”.
Eva Giberti, psicoanalista y psicoterapeuta, una investigadora de larga data en temas de familia, es directora del Foro de Adopción que funciona en la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. Amén de una maestra para muchas mujeres, es también una de las pocas líderes que no ha fundado su relevancia en renunciar a la pregunta por el género.
“En general –explica Giberti–, el juez se encuentra con una abogada que le dice ‘esta señora ha elegido entregar esta criatura a esta familia porque la conoce y el juez, que de idiota no tiene nada, cuenta con dos chances: o le dice lo que los andróginos le dictan y es "esta señora al chico lo va a dejar acá, a la asistente social del tribunal porque le corresponde a la primera familia que a mí me está pidiendo un chico". Entonces la mujer, contesta: "ah, no, pensándolo bien ahora que estoy acá no quiero entregarlo". Pero el juez no hace eso, hace la función de un escribano. Me han llamado jueces que me han dicho: "mirá, Eva, a mí no me gusta que me tomen por estúpido pero yo tengo gente que dirigida por abogados le han entregado su chico a una pareja. A los seis meses vienen y dicen: nosotros queremos adoptar a este niñito porque lo tenemos hace seis meses. Esta señora nos eligió". El juez, vos y yo sabemos que no eligió nada, pero venimos los psicólogos y le comemos el hígado. Una familia lo tuvo en guarda. El juez dice: Yo tengo aquí una familia que hace dos años que está esperando por lista. Este nene va a ir a ese hogar. Peritaje. ¿ Qué decimos los psicólogos? ¡No saquen a un chico de seis meses!. Entonces el juez pasa por pelotudo, les deja al chico y se están burlando de la ley. Trabajamos seis meses para la reglamentación de la ley que estaba unida al registro único en provincia para no sacar a los chicos de la región. La reglamentación es buena , pero nunca se firmó. Puedo entender que los profesionales, de hecho las varias instituciones privadas que trabajan con familias que quieren adoptar, tengan contactos en las provincias y se ocupen de vincular a los padres. Pero esto entonces se transforma en la privatización de la adopción’”. Para Marisa Graham, titular del Consejo Nacional del Menor y la Familia, en el área de adopción, esta práctica no debería ser una política pública para resolver problemas sociales. Aurora Martínez, coordinadora del Foro de Adopción, es menos dura aunque comparta con Eva Giberti el rechazo al método Oberá: “Hay caminos que son legales pero no legítimos. La adopción es una institución de la pobreza y negar eso es ponerse más papista que el papa. En Oberá trabajaba el remisero, el hotel, los abogados, los médicos. Es algo que un lugar ha logrado en la pobreza y ¿quién soy yo para decir si es legítimo o ilegítimo? Que de eso se hacen especulaciones a todo lo ancho y lo largo del país no se puede negar. Una cosa es el tráfico y otra esto que se hace cuando no se puede hacer nada. Porque están los abogados fashion que son los que viene con la 4x4, y que son los que especulan con la pareja y le dan el chico al mejor postor. Y están los abogados que simplemente tienen honorarios profesionales. Y, por otro lado, está la madre que está criando un chico de meses, que tiene que llevar al fin un embarazo, y estos padres adoptivos, cuando se van con el chico le dejan chapas para el techo. Cada lugar ha ido creando ciertas situaciones de resolución. Después hay guardas de hecho ¿Qué hace el juez?. ¿Se lo saca y lo entrega a alguien de la lista?. En una sociedad injusta ser justos con la adopción no es tarea sencilla. Ellos buscan el camino legal y tienen un argumento: la madre tiene derecho a elegir con quién va a ir. Después hay abuso y un montón de irregularidades. Bueno, veamos cómo se maneja todo. ¿Por qué la institución adopción es tan costosa, tan difícil?. ¿Con qué está ligada?. ¿Por qué las políticas del gobierno no solucionan?. La justicia también se tiene que hacer cargo de que éstas son las irregularidades que promueve el mismo país. El chico de Oberá pasa de mano en mano. No pasa por instituciones, por amas externas. Viene una pareja y le da a la madre una heladera. ¿Cambian un chico por una heladera?.
–Quizás la heladera permita que los otros no mueran de diarrea estival.
–Yo soy muy ética con cómo trabajo y cómo vivo. Lo que describo no es deseable pero es así.
Silvia Salom y Marcelino Fernández adoptaron a Francisco en la provincia de Corrientes, hace poco más de cuarenta días. Ella es abogada, por eso pudo armar sola la carpeta de informes que se le pide en el juzgado para iniciar un pedido de adopción. El es cocinero, por eso puede cebar mate y, al mismo tiempo, cargar a Francisco, quien no sabe su origen biológico pero sí cómo manipular a sus padres adoptivos para que lo mantengan siempre en brazos. Marcelino se hizo ducho en tareas múltiples desde que preparó un catering que incluía 400 empanadas que fueron cuidadosamente repulgadas sobre la puerta de un placard apoyada entre dos sillas. Ellos no respetaron las listas del Consejo del Menor y la Familia, y amén de mandar carpetas a diversas provincias, lograron una guarda legal, a través del contacto con una madre que quería dar a su bebe.
–Estas prácticas no son consecuencia de la ley porque la ley no es mala –dice Silvia–. Un registro único permitiría que ,anotándote en un solo lugar ,vos estés anotado en todo el país. Nosotros mandamos carpeta a Posadas. Un matrimonio amigo viajó a esa ciudad y le dijimos fijate si estamos en la base de datos. ¿Qué base de datos?. Es un cuaderno Gloria de tapa dura. La provincia de Buenos Aires ,con todo lo grande que es ,está cerrada, solamente se pueden anotar los que viven allí. El sur está cerrado. El norte, en cambio, está abierto. Para mí acortar el trámite fue una cuestión de principios pero es algo muy personal. Llevan a los adoptantes, después de años de frustraciones, a tomar medidas para que la espera no sea tan larga.

En el origen
“Mi madre y mi padre me apartan de sí, la piedad divina me recoge aquí”, rezaba una placa de bronce instalada, a fines del siglo pasado, en el llamado “torno” de la Casa de Niños Expósitos. El origen se perdía en una puerta vaivén y el rostro de la “pecadora” permanecía en las sombras. La ley 19.134 , que rigió en la Argentina durante 26 años, a la manera del torno anulaba en el proceso de adopción toda participación de los progenitores. En Uruguay llegaban a quemarse la documentación sobre la madre biológica. La década del 90 mientras la identidad ocupaba el escenario de los medios tanto en el espacio de los derechos humanos como de los mitos fundantes (El Padre de la Patria como hijo ilegítimo. “El Viejo” como padre secreto), también lo hacían narraciones a la Dickens: bebés encontrados en andenes del ferrocarril, en cuevas de comadrejas, en tachos de basura, amordazados con algodones, envueltos en la placenta y sujetos al cordón umbilical. A la apología de portada del cariño prêt à porter de algunos participantes del rescate –enfermeras, policías, empleados de Manliba– se oponía la criminalización de la “madre desnaturalizada”. Hoy es el relativo reconocimiento de la mujer que da su hijos en adopción como sujeto de ese acto el que ha hecho en parte que la institución de adoptar haya adquirido las complejidades que dieron lugar al caso Oberá. Esas mujeres, como se señala en Madres Excluidas, no constituyen un grupo homogéneo, algo así como una tribu que el antropólogo aborda con peidad progresista.
–Hay mujeres que entregan chicos a los que aman –explica Giberti– porque son el producto de una historia de amor, pero que no lo pueden criar y lo desmaternan porque son pobres; hay otras que lo entregan porque no consiguen ahijarlo o sea transformar a esa criatura en un hijo. A veces tienen varios hijos a los que siguen criando. Es el último al que entregan. Otros son productos de violaciones y donde la mujer no pudo hacer nada por amarlos. Entonces ¿qué me cuentan del amor maternal?. Estas madres excluidas, en nuestra cultura, son vientres para procrear, producir chicos para gente en buena posición. Una pobre de trece años debería tener acceso a saber que el cuerpo no es eso, y que es ella la que necesita que la cuiden, que la protejan y que le enseñen. Y hay toda una cultura de adoptantes que está esperando eso porque si no ¿cómo se producen chicos?
–Un hijo adoptivo es siempre producto de la violencia social.
–Yo estoy esperando que los padres adoptivos se aviven de eso. Una madre tiene una hija de doce, trece años, ese vientre es una usina, productora de mano de obra que se va a colocar en familias pudientes. La sociedad entera le dice “seguí haciéndolos que de acá a nueve meses te mando una amiga para que se los des” Porque a título de qué vas a pensar en esa menor entre comillas para que use un DIU? Y luego está la Iglesia pidiendo nuevos hijos para mayor gloria de Dios. ¿Qué es esto de hacerse cargo de chicos que las madres entregan?. No nos hagamos cargo de esas madres para que no engendren. Se piensa: “Total a ellas, ¿qué les importa?. Tienen hijos como conejos”. Y este prejuicio arranca de la universidad. Cuando trabajamos en psicología, la educación no pasa por las madres excluidas, pasa por los adoptantes. ¡El psicoanálisis es para losadoptantes!. Pero una política social para preservar a esas muchachas. Esto al país no sólo no le interesa, no te diré que lo promueve pero la familia de algún modo tiene que hacerse. Si no se pueden tener hijos, de algún lado hay que sacarlos, entonces que los produzcan.
Una pareja se va de acá a Oberá o a cualquier otro lugar porque un amigo le avisó que se conectó con la abogada o se van en crudo a El Dorado, no tienen datos y en el hotel empiezan a hablar y le dicen ¿por qué no van a la librería de Fulana, ella conoce a una abogada? Ya está. La abogada dice “yo tengo contacto con el juzgado tal, y con gente del campo de la provincia”. Esos contactos pueden venir por las trabajadoras sociales del hospital que, cuando acompañan a una mujer que va a entregar, se enteran de que tiene una hermana que está esperando para tal fecha. Y como los trabajadores sociales no quieren chicos muertos de hambre ni chicos tirados por la calle entonces más vale que los adopten, pero nunca se les ocurre más vale pongamos un DIU. Acá hay una connivencia y una complacencia porque la gente se siente Dios repartiendo chicos. Nicolás Casullo, cuando presentó el libro Madres Excluidas (Eva Giberti, Silvia Chavanneau de Gore y Beatriz Taborda, ediciones Norma) habló de las góndolas donde están los chicos. O bien la abogada sabe que tal chica está de tres meses o cuatro y que lo quiere dar. Entonces agarra su auto y se va a ver a la chica. Son las abogadas las que tienen la producción, van llevando los cómputos de acuerdo con los casos que van apareciendo. ¿Cómo? Como la familia también suele querer que la mujer entregue el chico en adopción, a lo mejor llega, por ejemplo, la madrina hasta el despacho de la abogada y le pregunta “¿usted no conoce gente, porque la Zulema va a tener su chico y no lo quiere tener en el mes de marzo”.
–En las versiones de la adopción de 1950 los fantasmas se centraban en la herencia alcohólica o sifilítica o de conductas promiscuas.
Cuando yo empecé a trabajar en adopción los pediatras les hacían encefalogramas a los chicos porque eran adoptados. Hoy los fantasmas viene del lado del padre biológico, porque de la madre hay datos. Salvo que sea una pareja que hayamos conocido que, por ejemplo, están criando dos hijos y entregan al tercero. Pie de página: los otros dos lo vieron en la panza de la mamá y luego un hermanito de cuatro o cinco meses. Esos son los primeros desaparecidos. A los otros dos yo no sé qué les dicen porque no he podido seguir esa historia. ¿Donde está el cuerpo?. Seguramente les dicen que lo han dado en adopción. ¿Te imaginás el susto de los otros chicos? Porque la pregunta puede ser ¿cuándo me van a dar a mí.
–Hoy la ley da el derecho de conocer a la madre de origen. ¿En qué medida los hijos adoptivos emprenden esa búsqueda?
–En el Consejo del Menor le dicen “leé esta página y nada más”. Si encuentran a su madre de origen ella puede no reconocerlos. Hubo un chico en Santiago que se mandó por la propia, tocó el timbre de la casa donde había averiguado que vivía su madre de origen. Era la mujer de un funcionario que se negó a atenderlo. Otro caso: una chica había heredado fortunas de sus padres adoptivos que murieron en un accidente. La madre de origen trabajaba como servicio doméstico en la maternidad de un hospital. La chica fue con una amiga. La dejó en la puerta y preguntó por Fulanita. Vino, la abordó. Y Fulanita se puso a gritar que le saquen esa loca. Lo que he podido comprobar es que a los hijos adoptivos les interesa mucho menos la madre de origen que si tienen hermanos consanguíneos. Y por lo general los tienen, así como antepasados. (Cada vez que digo la palabra antepasados la gente me mira. ¿Cómo antepasados si son pobres? Escucheme, el gato tiene antepasados. No se torna linaje si vos no lo defendés, dicen los antropólogos.) El encuentro se produce con acuerdo de ambas partes. ¿Cual es el riesgo? Y esto lo vi varias veces. A un lugar en el campo, a un rancho viene un chico muy bien vestido. Y que vive en una linda casa.La familia que vive en el rancho descubre que tiene un pariente rico. Entonces le piden dinero.
–Cuál es la interpelación a la madre de origen?
–¿Por qué me diste? ¿Qué te pasó? No es que ellos quisieran volver porque están muy bien viviendo como viven. Pero lo que no consiguen es tener conciencia social. Pero los adolescentes tienen algo que se llama lealtad al origen. Cada vez que hay una inundación quieren ir a llevar cosas a algo, a alguien. Eso yo lo llamo lealtad al origen pero no es que quieran volver a vivir al rancho.
–¿Lo social está pegado a su novela personal?
–Yo creo que tiene que ver con el deseo de los adoptantes. Esa conciencia social a lo mejor llevaría a los chicos a tomar como enemigos a los adoptantes. El punto de inflexión sería la gratitud hacia sus padres. El temor a ser injustos. La militancia que sí encuentro encubierta es cuando se les dice “mirá la muchacha que te tuvo tenía doce, trece años . Entonces la pregunta es ¿por qué no la adoptaron a ella?”
–Tampoco existe conciencia de género.
–Siempre se piensa en la “pobre muchacha” pero no en el desgraciado que probó su hombría embarazándola porque es un valor del patriarcado. Por eso no va usar un preservativo. No se piensa en los derechos reproductivos ni en que el varón de una vez por todas comparta la responsabilidad en la reproducción. Pero no sólo están excluidas las madres de origen. A las mujeres “solas” se las persuade para que adopten chicos grandes o enfermos o dos hermanitos. Esto no lo estoy inventando. Es la confidencia y la evidencia de 40 años en el foro. Después la gente que maneja el Consejo del Menor dice que es una mala interpretación. No es una mala interpretación, es lo que piensan. Y hasta ahora yo no tengo una argumentación teórica válida –a partir de la familia como referente actual que no es la familia patriarcal, porque ahora son muchos los modelos de familia– que a mí me justifique por qué una mujer mal llamada “sola” porque tiene primos, tíos, etc. no pueda adoptar un bebé. Ojo, no es que esté mal que adopte un chico grande si ella quiere. Pero si te lo imponen eso se llama discriminación. Y hay que denunciarlo en el Inadi. Y cuando le doy a una madre “sola” la dirección del Inadi me dice “así no voy a conseguir nunca un chico”.
Marisa Graham dice que de lo que se trata es de cambiar la cultura de la adopción. “No es que se le imponga a la mujer sola el chico grande o enfermo sino que ella suele parecer más maleable a modificar su exigencia. Muchas mujeres que desean adoptar aspiran a hacerse madre cambiando los pañales pero también pueden hacerse planchando el guardapolvo. Parecen olvidar que el bebé también va a crecer. Pero no existe tal presión sobre las madres solas.”

Niño y dinero
Antaño se decía que los niños venían con un pan bajo el brazo pero no que era lícito cambiar un pan por un niño. La relación entre niño y dinero es tabú. Que el niño no pueda disponer de él es el signo de su dependencia. Según filósofos progresistas, si se le permitiera poseerlo, esto significaría su libertad. En los cuentos para niños el dinero aparece encubierto bajo las sombras del rapto, del abandono a cambio de un jornal, de desposeciones que se restituyen cuando un niño protagonista recupera su identidad de príncipe. Niños vendidos a un circo que pasa y que actúan disfrazados junto a monos, perros y organitos, niños dejados en el bosque porque sus padres no pueden alimentarlos y quedan a merced de un ogro palaciego y voraz: literatura infantil. En la realidad de 2001 se lostrafica como prostitutos, mendigos o esclavos. Aurora Martínez tiene su opinión sobre una práctica que se extiende a lo largo del país y que parece sólo un síntoma y una oportunidad para la prensa amarilla: “Está el tabú del dinero, es cierto. Pero, ¿sabés lo que están ganando los médicos por fecundación asistida? Cuando un padre entra en adopción por ahí invirtió diez mil, quince mil dólares. Allí es el sistema el que lo vende. Y muy a menudo los quince mil dólares se van por el water. Porque la mujer despidió el embrión y con ellos los quince mil dólares. Porque la gente llega a la adopción después de diversos tratamientos donde ya invirtió mucho dinero. Vienen al foro diciendo: “Hicimos tres intentos de fertilización asistida. Llevamos tres años y vamos por el cuarto intento. Entonces, la pregunta es, ¿cuánto vale un chico en el mercado? Yo con esto no te estoy diciendo que del mismo modo podés ir a comprar un chico en adopción porque no estoy de acuerdo. Lo que pasa es que el supermercado está instalado en todo. Podés cambiarte la cara, ponerte las lolas, hacerte travesti y la adopción está inmersa en esa realidad.
Hay una ley que aún no se reglamentó y una vía práctica donde se hace lo que se puede. Entonces reglamentemos la ley, hagamos políticas de cambio”.
Mientras Francisco se impacienta detrás de su chupete, Silvia Salom cuenta a Las 12 el precio de lo que no tiene precio. (Dice que va a comprar varios ejemplares del suplemento para documentar el relato del origen cuando llegue el momento.) “Plata en una adopción siempre hay. Gastos, los de las costas, los honorarios de los abogados, los de hotel porque a veces hay que estar en una ciudad un mes. Y esto tiene que ver con la perversidad del sistema. En las instituciones privadas adonde te hacen la carpeta cobran por lo menos 1000 dólares. La carpeta incluye análisis de VIH, informe socioambiental, psicológico, de salud, antecedentes médicos, antecedentes penales. Son trámites personales porque no podés cortarte una mano para poner los deditos. Hay una persona en el foro que ha mandado cien carpetas. ¿Por qué se horrorizan de que haya honorarios de abogados si ellos participan?. Claro que en este caso la carpeta la hice yo porque sino en casa de herrero cuchillo de palo. Y a pesar de que nosotros fuimos con sello y logo de un organismo no gubernamental y profesionales conocidos en el área al llegar a Corrientes tuvimos que ir a una entrevista paga con una psicóloga particular. También a pesar de que llevábamos reseña de historia clínica de hospital y obra social, allá tuvimos que ir a ver al director del hospital para que nos mire y diga que gozamos de buena salud. El informe socioambiental nos lo había hecho una asistente social que trabaja en el Consejo del Menor y que era jefa de departamento de Pequeños Hogares, pero lo hizo en forma privada. Cuando salimos con el nene, lo llevamos a una neonatóloga de una clínica privada. Craso error. Tuvimos que volver al hospital para que lo vea el jefe de pediatría. Como no se encontraba y estaba en su consultorio privado, fuimos hasta ahí, pagamos la consulta y el informe lo hizo con papel membretado del hospital. Siempre hay plata. En la Casa del Chaco nos pidieron sobres y estampillas para comunicarnos algo, porque en el juzgado no hay ni eso. Entonces si querés adoptar, preparate un trailer y andá a recorre el país.”

Un lugar y una espera en acción
En el país no existen espacios organizados para recibir a los niños que van a ser dados en adopción. La misma funcionaria destituida argumenta esta carencia como sustento de sus prácticas: “El Estado tampoco prevé un lugar para alojar a los recién nacidos que no tienen quién los cuide. Incluso en el hospital de Oberá los sacan a los pocos días porque necesitan las camas. En los últimos años nacieron 7000 chicos en hogares marginales, de los cuales 500 pesaban menos de dos kilos por desnutrición de sus madres. Yo actué ante esta falencia”, declaró. Silvia Salom esgrime el mismo argumento: “No hay una estructura que sostenga eso. En el interior no hay lugares donde un chico que fue abandonado pueda estar protegido. Porque ni siquiera los hospitales tienen lo mínimo para cuidarlo. Vos no podés dejar una criatura en un hospital porque se muere de inanición o de afección hospitalaria. Nuestra patrocinante en Corrientes antes era juez. Un día la llamaron para decirle que había un chico abandonado. Y se encontró con que el chiquito tenía ocho meses y parecía de dos. Estaba abandonado no sé dónde. Cubierto de caca, muerto de hambre. Lo internaron hasta que ella decidió que se lo quería quedar. Y tuvieron que apurar el tema porque si ese chiquito seguía quedando hospitalizado se moría”.
Tampoco existen espacios que como el Foro de Adopción “adopten” a padres adoptivos potenciales, padres de niños pequeños y de adolescentes. Hasta una enfermera de setenta años decidió que “ya estaba para adoptar” porque ella y su marido tenían una buena jubilación. El Foro es el lugar de la identificación mutua, de la solidaridad y de hacerse padres aún en espera. Sobre todo de ir aprendiendo las diferencias entre la maternidad de origen y la adoptiva.
Aurora Martínez orienta a los padres adoptantes a poner el cuerpo a una maternidad donde el hijo se engendró fuera de él.
“Un momento de crisis es el del relato. Cuando ven las panzas, generalmente en el jardín, la pregunta de dónde viene los chicos tiene en los hijos adoptivos una resonancia especial. Luego del relato el chico suele hacer regresiones al cuerpo de la madre y ella debe tener un cuerpo que pueda acompañar lo que yo llamo el juego renacimiento. Ya no está triste porque estuvo en otra panza, está triste porque quiere estar en esa panza, y la madre, si ya siente el hijo como propio, está de duelo porque no estuvo en su panza sino en la panza de otra mujer. Cuando hacen el relato los padres saben que están abriendo un surco de dolor no sólo en el chico sino en ellos también. Porque significa reconocer que ellos nopudieron, en un acto sexual hacer ese hijo. Allí los padres tienen que hacerse cargo de esa escena donde ellos no estuvieron. Esto, según como lo elabore la familia, es clave. Es el momento en donde se nombran como familia adoptante que es diferente a la familia biológica. Y si ellos pueden nombrarse como familia adoptiva pueden aceptar la diferencia. Y el relato permite marcar en esa familia nuevas resignificaciones”.
De un lado, mujeres que no conocen el propio cuerpo sino como propiedad del otro, ya sea como fuerza de trabajo o de reproducción; del otro mujeres que cuentan con la posibilidad de hacer de su maternidad adoptiva un trabajo de simbolización, dinero y premura. La pregunta es si el Estado debe arbitrar exclusivamente en la adopción mientras descobija a madres de origen, a adoptantes y a niños no elegidos.