ESPECTACULOS
        
           
            | La 
                bella tarea de Claire |   | 
        
        Claire 
          Denis es una directora cinematográfica francesa con una docena de trabajos 
          en su haber, cuya Bella tarea se acaba de estrenar en Buenos Aires. 
          En ella, Denis ubica en la Legión Extranjera a una personaje de Melville, 
          y se interna en un clima poco frecuentado por directoras mujeres. 
        Por Moira 
          Soto
        Superando los 
          azares y arbitrariedades de la distribución y exhibición 
          cinematográfica, cada tanto se produce algún acontecimiento 
          imperdible, una suerte de milagro inesperado que nos saca pasajera pero 
          felizmente de la orfandad respecto de determinadas creaciones fílmicas. 
          Por ejemplo, de las recientes realizaciones de directoras francesas 
          que en la década anterior se han multiplicado tanto en número 
          como en calidad y diversidad. Y que si no fuese por los ciclos de la 
          Cinemateca en la Sala Lugones y por festivales locales de cine, resultarían 
          aún más inalcanzables para el público argentino 
          que, gracias a esos eventos, ha tenido acotado acceso a obras de Laetitia 
          Masson, Solveig Anspach, Laurence Ferreira Barbosa, Marion Vernoux, 
          même Virginie (Baise-moi) Despentes, para no hablar de la maestra 
          Agnès Varda que nos embelesó en el último Festival 
          de Cine Independiente con Les glaneurs et la glaneuse.
          La singularísma Claire Denis autora ya de una docena de 
          trabajos, que incluyen un par de colaboraciones con otros cineastas 
          y telefilms recién fue presentada localmente en los cines 
          el anteaño, a través de la exquisita Nenette y Bonis (de 
          1996 y bastante maltratada por los críticos aborígenes), 
          y quienes tuvieron la fortuna de atraparla por cable pudieron ver, por 
          caso, Jai pas de sommeil (1993). La penúltima realización 
          de Denis, Bella tarea (Beau Travail, 1999), que se acaba de estrenar, 
          se apreció en una semana de preestrenos europeos, y en los recientes 
          festivales de Mar del Plata y Buenos Aires. Después de este film 
          excepcional en el que confluyen y culminan rasgos estéticos y 
          conceptuales que caracterizan su obra, la cineasta hizo Trouble Every 
          Day, una de horror, pero no de género, según 
          declaró a Cahiers du Cinéma. Me habría gustado 
          ser capaz de dirigir Scream 3. Esta es una película realista, 
          sobre el horror, pero no una aproximación lúdica. La idea 
          de herida, de carne desgarrada, es algo que siempre me ha interesado 
          en el cine de horror. (...) En el cine, la nobleza es el revólver, 
          los bajos fondos, el cuchillo. Tengo deseos del revólver, me 
          gustaría mucho hacer un policial, pero procedo por etapas. Retraso 
          el proyecto del revólver para ir primero al sótano.
        
        Tres hombres 
          en pugna
           ¿Qué tema aparentemente más ajeno al cine 
          hecho por una mujer que el de los legionarios, ese cuerpo de élite 
          formado por hombres de ninguna parte dedicados a los juegos del entrenamiento 
          y la guerra? Es más fácil encontrar un film policial o 
          de terror realizado por una directora que uno bélico (si exceptuamos 
          la glorificación de las formaciones del ejército nazi 
          por parte de Leni Riefensthal, cuya estética, vale señalarlo, 
          ha sido comparada superficialmente con la de Denis). Bella tarea no 
          es, claro está viniendo de quien viene, una de guerra, ni siquiera 
          una de guerreros. La Legión Extranjera la legendaria, la 
          que inspiró films como La Bandera o Marruecos es hoy la 
          comunidad ideal para que Denis trasvase el BillyBudd de Herman Melville 
          (que ya fue adaptado, más literalmente, en 1962 por Peter Ustinov). 
          Es decir la historia del Bello Marinero, uno de esos ejemplares humanos 
          que, según Melville, solían descollar en las tripulaciones 
          de los barcos del siglo XIX por su fuerza y su hermosura, unidas 
          a unas condición moral que rara vez deja de coincidir con el 
          aspecto físico. Cuando Billy es elegido para ser trasladado 
          a otro navío, el Bellipotent, su anterior capitán se lamenta 
          ante el nuevo superior del marinero: Se lleva usted a mi mejor 
          hombre, la joya de la tripulación. Billy, según 
          el narrador en tercera persona de su lado, está cegado por su 
          propia inocencia, desconoce la ironía, los dobles sentidos o 
          las insinuaciones de cualquier clase que resultan extrañas 
          a su naturaleza. Billy es un pura sangre querido por todos menos 
          por John Claggart, maestro en armas que no tolera la simpatía 
          que el joven despierta en el capitán Vere, distinguido marino 
          fogueado en muchos combates, preocupado por el bienestar de sus hombres, 
          pero inflexible en el cumplimiento de la disciplina. Los celos carcomen 
          a Claggart, también la envidia que, como se aloja en el 
          corazón y no en la cabeza, ninguna forma de inteligencia proporciona 
          garantía contra ella. El maestro de armas intenta primero, 
          vanamente, desprestigiar a Billy ante su superior y más tarde, 
          directamente destruirlo mediante calumnias. El marinero, atacado por 
          repentina mudez en situaciones de gran tensión, ante la injusta 
          acusación, sólo atina rápido como la 
          llama de un cañón disparado, su brazo se precipitó 
          a golpear a Claggart causándole sin alevosía la muerte. 
          Un destino trágico lleva a Billy a ser condenado por el tribunal 
          militar, si bien el capitán Vere lo aprecia y perdona. Más 
          aun: Vere morirá poco después, herido en combate, murmurando 
          otra vez: Billy Budd....
          Convocada por la cadena Arte para participar en una serie de films bajo 
          el título de Terres Etrangères, Claire Denis pensó 
          que quizás había llegado el momento de realizar un viejo 
          proyecto cuyo punto de partida era ir a un país desconocido 
          con una idea de ficción y, durante el rodaje, sentirse extranjera. 
          Luego la idea se volvió más personal, ligada a mis recuerdos 
          en Djibouti, donde viví de niña. Enseguida, evocar el 
          tema de la Legión Extranjera era casi como un juego de palabras, 
          dice Denis que ya en Chocolat, su primer film de sesgo autobiográfico, 
          planteó una temática 
          ligada a la extranjería, el desarraigo, lo que ella llama las 
          relaciones interétnicas (en las cuales el racismo es sólo 
          un aspecto) en un paisaje africano, en los todavía coloniales 
          años 50. La protagonista, ya adulta, regresa al sitio donde 
          pasó parte de su infancia en busca de su pasado -que resurge 
          en un largo flashback y se encuentra con un presente que la supera 
          por su complejidad y sus vueltas de tuerca. La Claire niña se 
          llama France y espontáneamente trata de conocer la lengua del 
          lugar, probar sus comidas, aceptar ciertos rituales. En oportunidad 
          del estreno de Jai pas de Sommeil, declaraba la directora a Première: 
          Desde muy chica advertí que había una genuina belleza 
          en las etnias diferentes. Mi primera inquietud sexual fue el japonés 
          de Hiroshima, mon amour, para el hombre más hermoso del mundo 
          durante bastante tiempo, hasta que vi a Jean Gabin en La bestia humana. 
          (...) Todo cuerpo filmado es fascinante, porque la imagen cinematográfica 
          erotiza los cuerpos....
          A los de la Legión Extranjera no les gustó la idea de 
          Claire Denis, pese a que ella estaba muy dispuesta a reivindicar el 
          mito del legionario, incluso algunos de sus clichés. En verdad, 
          lo que le interesaba era el espíritu de cuerpo que afloraba en 
          ese cuerpo militar que ella transformaría en un cuerpo de baile, 
          con la música de Billy Budd, la ópera de Benjamin Britten. 
          Porque, a esta altura del proyecto, Denis ya sabía que su fuente 
          principal de inspiración iba a ser el relato de Herman Melville. 
          Pero los de la Legión temían que el film se centrara en 
          la homosexualidad. En este punto, fui fiel al escritor: las mujeres 
          están para ejercer la sexualidad, pero no forman parte de su 
          mundo. Galoup(Denis Lavant) no puede vivir sin su regimiento ni sin 
          su comandante Bruno Forestier (Michel Subor). Me importaba que no se 
          supiera a ciencia cierta si realmente el comandante se sentía 
          atraído por el joven Gilles (Grégoire Colin). El temor 
          de la Legión hacia Bella tarea demuestra su temor a la homosexualidad. 
          Por otra parte, cualquiera sabe que esta institución, como la 
          marina, alimenta fantasías de ese orden.
          Claire Denis, con la colaboración de su habitual guionista Jean-Paul 
          Fargeau, traspone la tragedia de Billy Budd al universo de la Legión 
          Extranjera francesa en Africa, y modifica el final, aunque la belleza 
          y la inocencia acaso más misteriosas en el film de 
          Billy perviven en Gilles, y el espíritu de iniquidad 
          de Claggart esté presente en Galoup. Bella tarea altera la ubicación 
          de algunas escenas respecto del original literario: Gilles llevado en 
          andas alude a una imagen que Melville describe al comenzar su historia; 
          el diálogo del joven con Forestier acerca de su origen, Billy 
          lo mantiene casi textual con un oficial anónimo; 
          el episodio temprano de Billy horrorizado ante el castigo que sufre 
          un compañero se convierte, cerca del final del film, en el desencadenante 
          de la indignación de Gilles ante el sadismo de Galoup.
          Bello es lo que hace el bello, decía Claggart con 
          una maligna ironía que Billy no podía pescar. Bella muy 
          bella es Bella tarea, pero de verdad, sin chiste. Una vez más, 
          Claire Denis rompe esquemas usuales, tranquilizadores de representación 
          cinematográfica. Lo hace con libertad, originalidad y un sentido 
          estético riguroso, infalible, apelando como en otras oportunidades 
          a las sensaciones táctiles, auditivas, visuales para conmover 
          y fascinar. Un auténtico poema visual en comunión con 
          la naturaleza y a la vez sumamente estilizado, donde los ejercicios 
          militares de entrenamiento se transforman en una insólita danza 
          de varones simbióticos, que se amalgaman bajo el rasante sol 
          africano.
        
        