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MUSICA

Hoy sigue siendo mañana

Mariana Cincunegui sabe de música y sabe de chicos. Participó del legendario “Piojos y piojitos” y hoy, obstinadamente, sigue trabajando para que la oferta de música infantil incluya buenas canciones. Su nuevo disco, “Hoy es mañana”, en el que siguen acompañándola voces infantiles, es otro intento de unir calidad y diversión.

Por Sandra Russo

Tiene la cara lavada y los ojos empañados. Los recientes acontecimientos políticos la han sumido, igual que a todos, en una profunda conmoción, y duda al sentarse en el bar para hablar de Hoy es mañana, el mini CD que, producido por Mario Pergolini, ya está circulando por muchos locales de Palermo y algunas disquerías. “Venía preguntándome: ¿de qué voy a hablar con esta mina?”, dice al llegar. Mariana Cincunegui se pregunta y se contesta: “Los chicos siguen cantando, por suerte siguen cantando, aunque ahora pienso que debería investigar cómo expresan los chicos su bronca”. Mariana tiene treinta años, pero a pesar de su juventud tiene una larguísima experiencia musical, atada por vocación y por destino al universo infantil. Hija de la directora del Jardín de la Esquina, el colegio que impulsó la gestación y grabación del mítico Piojos y piojitos, la Cincunegui, al frente de “Mariana y sus Pandiya”, hace mucho que viene internándose junto a niños de dos a ocho años en los caminos de la música destinada a ellos: porque es de ellos que va tomando elementos, inspirándose en sus sonidos, en los ruidos que hacen, en los objetos con los que conviven, en sus risas, en sus voces, en sus charlas.
Mariana trabaja con chicos desde sus quince años. “Tenía 18 cuando se grabó Piojos..., ya hacía tiempo que daba clases en el jardín, y música estudié desde los seis. Pero ese disco me marcó, porque unió mi pasión personal, la música, con lo heredado, con lo que me venía de familia, que era el contacto con los chicos, la educación”. En ese disco hizo arreglos y cantó: “Me interesa mucho la canción, las posibilidades de la canción. Ya en aquel principio, cuando empecé a trabajar con chicos, advertí que ellos, igual que ahora, se enganchan con la rítmica, con la energía de la música, pero que las letras no hablaban de cosas que a ellos les evocaran algo. Así que comenzamos a mezclar la música que generacionalmente a mí me conmovía, que era el rock, con letras que significaran algo para ellos”.
Este mini CD de tres temas es un ejemplo claro de las metas trazadas por Mariana y sus numerosos acompañantes menores de edad, que son quienes hacen mucho más que seguirla en los coros: tiñen los temas con el eco límpido de sus voces, desalineadas, desparejas, de colores tibios, logran que sea Mariana la que los acompañe. Los chicos son algunos de sus alumnos en el Taller Experimental de Música para Chicos que fundó hace tres años. En “Casi lo digo”, “Chiriguaré” y “Un lugar para viajar” hay, además, músicos profesionales al servicio de un producto impecable.
–Ahora intento trabajar con ingredientes sonoros que traen los nenes. Tengo mi propia colección de juguetes antiguos, y ahora andamos explorándolos, combinándolos con el sonido de juguetes nuevos, viendo qué pasa.
–Cuando pensás en chicos, ¿en qué edades pensás?
–De dos a ocho, porque los chicos están cambiando, cada vez más temprano cambian sus intereses, también en materia musical. Queman etapas, aunque creo profundamente que este fenómeno tiene que ver con la oferta. Porque vas a ver Harry Potter y tengas cinco o tengas treinta y cinco salís creyendo en escobas voladoras. Lo que pasa es que las nenas, por ejemplo, todas quieren ser Britney Spears y quieren serlo ya, no cuando sean más grandes.
–¿Qué es lo que te atrae tanto de los chicos?
–¡Hoy justo estuve pensando en eso! ¿Sabés qué creo que es? Tiene que ver con el título de este disco, Hoy es mañana: los chicos son los que tienen algo por hacer, y trabajando con ellos uno siente que tiene algo por hacer, que lo que hace está más que justificado, que tiene sentido, uno se carga con la energía de sus hijos. Ellos son dadores de energía.
–¿Y cómo hacés para que ellos se entusiasmen con vos? ¿Qué es? ¿Angel?
–Hay que desenroscar mucho la oreja para ver que traen, para ver por dónde quieren ir, qué puede gustarles escuchar. No quiero caer en lo del gatito que se rompió la patita, no quiero hablarles así, pero hay que saber cómo dirigirse a ellos, porque que sean chicos no los hace a todos iguales. Si te soy completamente sincera, debo decirte que esto último me preocupa, que me pregunto por los chicos sin oportunidades, que estoy habituada a trabajar con chicos contenidos, con padres y madres que se ocupan de acercarles propuestas, pero sé perfectamente que hay otro montón de chicos diferentes a éstos.
–¿Trabajaste alguna vez con chicos así?
–Sí, claro, y fue espectacular. Con Gustavo Mozzi, por ejemplo, hace un tiempo llevamos adelante un programa que se llamó “El tango en la escuela”, y lo hicimos en escuelas públicas en las nosotros presentamos la historia del tango, lo hicimos escuchar, pedimos que los chicos trabajaran ese tema en sus casas, y aparecieron increíbles historias familiares, el abuelo de uno que había tocado con Magaldi, la bisabuela de otro que había sido la novia de no sé quién... Esas anécdotas familiares hasta entonces sin valor se convirtieron en tesoros para ellos y para nosotros. Un día vino una nenita y me dice: anoche escribí un tango con mi papá. Ah, ¿sí? ¿Y cómo es? Y se largó a cantar (Y Mariana canta recanyengue.): “El gran Gardel/ el gran cantor de tango/ vengan conmigo, changos/ a cantar esta canción./La canción de la pasión/ donde Gardel era un grande/ era blanquito como el pan/ e iluminado de emoción”. (N. de la R.: A Mariana se le humedecen los ojos, debe ser porque en estos días estamos todos muy sensibles.) Me la sé de memoria porque me impresionó mucho. Nenita boliviana, padre albañil. Los dos, de noche, escribiendo la letra de ese tango. Me dicen: qué metejón tenés con esto, y yo digo: ¿cómo no voy a tener este metejón? La tengo grabada en la computadora y la escucho, la escucho.
–En tu Taller, ¿los chicos juegan con música o aprenden música?
–Depende las edades. Hay nenes de cuatro que juegan mientras profundizan sus conocimientos de música, y nenes de ocho que tocan instrumentos.
–¿Charlás mucho con ellos?
–Siempre me dicen: me gusta venir acá porque vos me escuchás. Para mí es importante lo que tocan, los que dicen, lo que dibujan. Cuando dibujan los chicos hacen trazos, y cuando cantan o tocan hacen trazos sonoros. Yo no puedo evitar emocionarme con esos trazos sonoros, un chico de cuatro años cantando Spinetta. Yo escucho eso y me erizo, hay algo de eso que me emociona mucho, y que no puedo explicar muy bien.
–¿Por qué elegiste hacer este disco chiquito?
–Porque no quise sacrificar calidad por cantidad. Me di el lujo de contratar músicos de primera para que me acompañen.
–El formato ahora se puso de moda.
–Sí, está el de María Gabriela Epumer, el de Erica García, pero el mío es un disco para chicos, o sea que es un disco a su escala. Y el título salió de Alicia en el País de las Maravillas, que ni siquiera leí, pero donde encontré la frase “Hoy es mañana”. Es una frase que yo le decía a mi mamá cuando era chiquita: “Mamá, ¿hoy es mañana que íbamos de paseo?”. Ese es gran secreto de la infancia, son hoy, pero son mañana.