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Jueves 3 de Mayo de 2001

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Paseo virtual por la vida y obra de William Gibson

 

El hombre que vio el futuro

Cual Julio Verne after-punk, escribió sobre lo que ahora estás curtiendo (de oídas o no). Inventó la palabra “cyberespacio” (¿te suena?), nada menos. Sus novelas fueron inspiración principal, aunque nadie lo admita, para una tremenda película como The Matrix. Es el favorito de Bono, The Edge y otros varias estrellas del primer mundo. Ahora tiene su propio documental y prepara –por fin– una versión cinematográfica para Neuromancer, su obra cumbre. Suficiente para contar.

POR MARIANA ENRIQUEZ

En 1984, un escritor canadiense criado en Virginia, Estados Unidos, escribió una novela de ciencia ficción titulada Neuromancer, que definió un término básico para comprender el mundo, y que es usado y abusado: cyberespacio. El escritor es William Gibson. Claro, el cyberespacio -según Gibson– no existe: es una alucinación consensuada de espacio y superficie. Nuestro cerebro percibe espacios cuando navegamos por Internet y nos comunicamos con otros usuarios, pero lo que percibimos como espacio son en realidad códigos binarios, enterrados en vastos corredores mundiales de información. Cuando Gibson “inventó” el término y empezó a hablar de Internet y realidad virtual, poca gente sabía que eso siquiera existía. Gibson escribió Neuromancer en una máquina de escribir. En ese momento, pocos tenían acceso a una PC.
El protagonista de Neuromancer es un ladrón de datos (¿un hacker?) del siglo XXII, que combate contra una corporación que pretende dominar cibernéticamente al mundo, y para lograrlo entra a la “matriz” de la computadora global. Si esto se parece demasiado a The Matrix es porque, bueno, se parece mucho. Desde ese mismo momento, los conceptos de Gibson inundaron toda la ciencia ficción de hoy y lo citan, aunque no reconozcan con nombre y apellido su influencia. A Gibson le gustó mucho The Matrix, sin embargo, y otros films que de alguna manera “robaron” sus conceptos, como New Rose Hotel, de Abel Ferrara, o Johnny Mnemonic, con Keanu Reeves. Y su influencia no termina allí: Gibson escribió guiones para algunos capítulos de Los Expedientes Secretos X y hay una estrella pop japonesa virtual, Kyoko Date, que está basada en el personaje principal de su novela de 1996, Idoru.
Para Gibson, haber acuñado el término “cyberespacio” es “como un tatuaje. La idea del cyberespacio surgió en 1981, cuando vi un walkman Sony, que en ese momento era una pieza tecnológica nueva y radical. También había visto las propagandas de Apple, que mostraban las máquinas sin los monitores grandes. Me parecieron muy futuristas. Puse a ambas cosas juntas y me sugirieron algo. También me la pasaba mirando a los chicos jugar en los videogames, en las casas de juegos que existían a montones en aquel tiempo, y los veía tan intensamente metidos en la experiencia que me sugirieron: Bueno, sería bárbaro para ellos poder pasar al otro lado de la pantalla. Y, por supuesto, en esa época yo trataba de hacer ciencia ficción. La sci-fi con la que había crecido estaba toda relacionada con el espacio exterior, pero eso no me conmovía emocionalmente. Necesitaba otra cosa”.
Gibson escribió siete novelas y las últimas forman una trilogía: Virtual Light, Idoru y All Tomorrow’s Parties (el título está inspirado en una canción de Velvet Underground). En este libro, Gibson vaticinó otra cosa: que el Y2K no existiría, que las computadoras del mundo no iban a colapsar con la llegada del 2000, como efectivamente sucedió. Pero no le gusta considerarse un futurista ni un visionario, y de hecho su enorme prestigio y status de culto en los últimos años lo pone tan incómodo que sólo da notas cuando publica un libro, y el resto del tiempo permanece recluido. Es que William Gibson no es sólo el hombre que acuñó uno de los términos más importantes del mundo actual; es también el pionero de un sub-género de la literatura de ciencia ficción, el cyberpunk, que aunque algo pasado de moda en estos días no deja de ser un hito en el género. El cyberpunk (cuyo otro gurú es el escritor Bruce Sterling) nació en los ‘80 y planteaba una visión pesimista del futuro al predecir el emerger de las grandes multinacionales corporativas capitalistas, y mostrando los efectos negativos de las nuevas tecnologías cuando empiezan a formar parte de la vida cotidiana de los humanos, e incluso de sus cuerpos. El cyberpunk siempre tiene un héroe justamente “punk” que se enfrenta a esta dominación, a veces de una forma cínica y comprendiendo su derrota. A pesar de su casi desaparición pública, William Gibson decidió, hace cinco años, ponerse en contacto con el director inglés Mark Neale para que hiciera un documental sobre su vida y su trabajo. El documental ya se estrenó en Inglaterra, y se llama No Maps For These Territories (“No hay Mapas para estos territorios”). Se hizo con sólo 250 mil dólares, es parte autobiografía y parte road movie y, además de más de 50 horas de entrevistas grabadas, incluye música de Bono y The Edge (ellos dos contribuyendo temas solistas). Los irlandeses, fans de Gibson sobre todo desde su “descubrimiento” del futurismo desde Achtung Baby –y sobre todo en Zooropa–, además aparecen en el film leyendo fragmentos de las novelas de Gibson. En la película, filmada casi toda en un auto, el director y Gibson viajan desde Vancouver hasta Texas, pasando por Nueva York, Detroit y Los Angeles. Neale está con él en el auto, pero da la impresión de que lo estuviera entrevistando una computadora instalada en el coche. Entre otras cosas, Gibson habla por primera vez de drogas: Neale dice que le costó bastante sacarle estas declaraciones, “pero la cultura de las drogas fue una parte importante de su vida que influenció su trabajo, y necesitaba que hablara de eso en la película. Me dijo que sí, finalmente”. A Neale le llama la atención que, a pesar de que Gibson es un pionero reconocido por todos, ninguna de sus novelas fue llevada al cine. “Me molesta un poco que la gente piense que The Matrix originó todo este tipo de sensibilidad. Creo que decidí hacer el film para recordarles a todos que Gibson es el verdadero iniciador de este estilo de ciencia ficción.” Además, el director tiene planeado poner en Internet las 50 horas completas de entrevista, porque obviamente sólo una pequeña parte de las conversaciones terminó en el film, que dura 90 minutos. Y ya están hablando de una secuela, que se rodaría en Tokyo y Londres.
El propio Gibson tiene ganas hoy, por fin, de llevar al cine Neuromancer. Está escribiendo el guión con el director Chris Cunningham, pero, se ríe, “vamos a tener que re-escribir y re-inventar todo, por eso el proyecto está un poco parado. Es que mis ideas originales van a parecer refritos: todos los films de ciencia ficción cibernética me han ‘citado’ de alguna manera. Es un poco extraño: recuerdo que cuando leí partes de Neuromancer en una convención de ciencia ficción en Texas, la gente estaba asombrada, y un poco enojada. Era como cuando Dylan se volvió eléctrico. Era nuevo, y fantástico. Y ahora casi estoy pasado de moda”.

I love Ebay

¿Sabías que a Mr. Gibson no le interesa Internet? Mejor dicho, recién se interesó en estos últimos años. En 1996, cuando publicó la súper futurista Idoru (la de la celebridad virtual), Gibson ni siquiera tenía dirección de e-mail. Más recientemente, accedió a conectarse porque tiene hijos adolescentes... Y ellos lo consideraban un “psicópata” por negarse a la red. Gibson explica que la red no le interesaba en absoluto cuando “todavía era un asunto de hobbistas, cuando tenías que saber un montón de cuestiones técnicas para poder navegar o moverte en la red. Era demasiado complicado. Pero cuando empezó a surgir la Web, la vi como un entretenimiento global, un nuevo medio peculiar y diferente. Le empecé a prestar más atención y entró en mi casa, por mis hijos. No se puede tener hijos y no tener Internet. Y yo me enganché, un poco. Y después me enganché más cuando un amigo de Vancouver me diseñó un website. Esto era 1997, y créase o no, yo no tenía mucha idea en aquel momento”.
Lo que terminó de engancharlo fue ver que en Internet no toda la información que circulaba era pesada y técnica y casi “clandestina”, sino que la gente intercambiaba muchas más recetas de cocina que secretos de Estado. Y entonces conoció Ebay, la empresa de remates más grande de la red. Y se hizo adicto. Es que Gibson siempre fue un coleccionista de objetos raros, no de antigüedades exactamente, sino de toda esa basura que puede conseguirse en remates, en mercados de pulgas, en ferias americanas. “Esto tiene que ver con un culto a la nostalgia. Tengo más de 50, y los juguetes de cuando era chico eran frágiles, y raramente podrían sobrevivir el paso del tiempo. Otra razón por la que me gusta eso es la idea de la democratización de los connoisseurs. Los privilegios de los curadores están en todos los niveles de la sociedad hoy. Que coleccionemos obras de Warhol o Barbies es nada más que una cuestión de gusto. Y a otro nivel, creo que la idea de coleccionar está impresa en todos hoy, y la veo como un instinto desesperado de reconfigurar el flujo industrial, una respuesta básica a toda esta cantidad de cosas que producimos. Es como si estuviéramos catalogando y ordenando el altillo del mundo. Es tecnología informativa.” Lo cierto es que se enganchó con Ebay. “Básicamente tiene esa cantidad de porquerías. Una vez casi me meto en problemas, porque por un pelo me salvé de comprarme un reloj Zenith enorme que estaba en Uruguay. Como siempre que regateaba un precio alguien ponía una oferta mejor que la mía, no me preocupé cuando lo que yo había ofrecido, 500 dólares, estuvo primero un montón de tiempo. En realidad estaba jugando: no quería ese reloj. Afortunadamente, alguien ofreció más dinero que yo, en el último minuto”. Gibson se volvió compulsivo, un tiempo, y compró muchos relojes (es lo que más le interesa). Pero lo que más le gusta es que Ebay es un lugar que le recuerda a los bazares, que permite “que las cosas puedan pasar de las manos de unos a otros, aun aquí, en este mapa en el que se ha convertido nuestro territorio”. l

 

El cine es una deuda

Es curioso que el cine no tenga grandes marcas del universo Gibson. En general, siempre son mejores aquellas películas que lo citan y no las que realmente se basan en sus textos. Entonces, éstas son:

Johnny Mnemonic. Dirigida por Robert Longo y protagonizada por Keanu Reeves, es la única película que tiene guión del propio Gibson. Pero, según afirman él y el director, fue tergiversada por Hollywood, y cambiada, cuando trataron de convertirla en un gran film de estudio. WG le guarda cariño y culpa a la industria por la deformación industrial de su cuento “Johnny Mnemonic” del libro Burning Chrome. Aparecen, además, Takeshi Kitano, Henry Rollins y Ice-T, todos admiradores de su obra.

New Rose Hotel. Otro intento fallido, pero de Abel Ferrara, con Willhem Dafoe, Christopher Walken y la bellísima Asia Argento (hija del director Dario Argento). Pero ni el talento de los tres actores puede salvar el film, con un guión mediocre (no lo escribió Gibson). Está basado en el cuento del mismo nombre, también de Burning Chrome.

Neuromancer. El eterno proyecto que vería la luz el año que viene, si Gibson termina el guión (o si al final termina escribiéndolo otro). Lo dirigiría Chris Cunningham, director de videos excelentes como el aterrador “Come to Daddy” de Aphex Twin y “Frozen”, de Madonna.
The Zen Diferential. Otro proyecto pospuesto (o cancelado), basado en la novela Count Zero. Iba a dirigirla Michael Mann (El Informante), pero por ahora quedó en la nada.