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Jueves 9 de Agosto de 2001

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CRISTIAN ALDANA, HEROE ALTERNATIVO, PREDICADOR HARDCORE O...

“Sí,
soy un pendejo tonto
¿y?”

El Otro Yo asoma como banda dominante de la década que comienza: llenan Obras como pocos, sus discos se venden aún en tiempos de crisis, sus canciones han tomado un formato contundente que combina el amor y la furia, y los chicos y chicas que los van a ver quieren ser como ellos. Todo eso a partir del muchacho que retoza entre espuma de jabón y amigas desinhibidas.

POR ROQUE CASCIERO

Está en una bañera con agua caliente y, por un rato, ya tiene a su chica razonablemente culona. Bueno, en realidad son dos chicas bien dispuestas. El las llamó por teléfono y llegaron enseguida, gustosas de prestarse a imágenes como las que ilustran la tapa de este suplemento. A Cristian Aldana se le hizo realidad aquello que pedía al final de “La tetona”, derroche de testosterona con forma de canción que integraba primer demo de El Otro Yo a comienzos de los ‘90 y que siempre resulta infalible en cada una de las combustibles performances de El Otro Yo. Pero él ya no es el mismo, por más que sostenga que persiste en sus ideas y en su forma de encarar el trabajo con su banda. A los 30 años, se ha convertido en el único sobreviviente exitoso y fiel representante de una probable Nación Alternativa Argentina. O algo así. Sus canciones suenan en la radio, cientos de chicos adoptan su vestuario, estilo y hasta su postura contraria al alcohol y las drogas, actualmente está de gira por Estados Unidos y México con su banda, el cuarteto ya tocó dos veces en Obras.
Después de la bañera, la espuma y la producción fotográfica, mientras las chicas esperan por él, Cristian se acomoda en la oficina de Besótico, el sello indie de El Otro Yo. El lugar es, en realidad, una de las habitaciones de un luminoso departamento en el barrio de Once, adonde se mudó hace menos de un mes. En otro cuarto funciona una distribuidora de discos independientes. Por la ventana se ve la cancha de tenis de un complejo deportivo bastante coqueto, pero adentro suena My Bloody Valentine. Y Cristian habla. “El Otro Yo representa una generación que no tuvo demasiadas oportunidades, que es la de los ‘90. Somos un caso especial en la Argentina, porque en la última década si no eras parte de un rock establecido, no podías conseguirte un lugar. Creo que somos sobrevivientes de esa época, porque pudimos salir adelante a pesar de todo. Hubo muchos grupos impresionantes, como Los Brujos, que quedaron en el camino. Pero nosotros pudimos inventar un lugar dentro de la escena del rock nacional y se creó algo que fue creciendo cada vez más, con chicos que se sienten identificados con nuestra música, con la actitud arriba del escenario, con lo que decimos, con nuestra forma de hacer las cosas, con el sexo, el amor, la diversión...”
–O sea que sí te sentís representante de una porción del público rockero.
–(Hace una pausa.) Sí. Qué bueno es hacerse cargo, ¿no?, cuando un montón de rockeros miran para otro lado. Si muchos de grupos hablaran, varias cosas podrían cambiar. Pero a mí me sale, así que me hago cargo.
–¿Eso te genera una carga extra de responsabilidad?
–Sí, a veces sí. Pero soy humano, me puedo equivocar, aunque trato de no hacerlo. Me parece que está bien poder decir lo que uno piensa sin preocuparse por si va a venir menos gente porque no está de acuerdo. De hecho, son muchos los que nos apoyan y gracias a eso pudimos crecer.
–¿Qué visión creés que tiene la gente de vos?
–No sé, pero me gustaría que fuera buena. Para mí, a la gente hay que darle amor. Cuando un pibe me pide que le firme un autógrafo o quiere sacarse una foto, está todo bien. Antes me pasaba horas explicándole que yo era igual que él, que para qué le iba a firmar, pero me di cuenta que es bueno generar una sonrisa firmándole. La gente necesita de esas cosas. Aunque a veces me supera el no poder hablar en paz con la gente después de un concierto. A mí me gusta estar más cerca de la gente que de salir corriendo porque te hinchan las bolas.
–Pero ahora que tu banda toca para miles, debe ser más difícil poder establecer ese contacto personal.
–De todos modos, uno puede abrazar a la gente desde arriba del escenario cuando le da lo mejor que tiene a través de las canciones. Me gustaría poder manejar las relaciones personales desde un lugar bueno y tranquilo, de paz. A veces llaman chicos que me dicen: “Yo iba antes, pero ahora está lleno de minitas que gritan ‘Cristian, te amo’ y de chabones que se te tiran encima para que les firmes. A mí esa onda no me cabe”. Entonces les digo que yo no puedo meterme en la cabeza de cada pibe paraexplicarle. Ese entusiasmo por la figura... No sé, a mí me gusta The Cure y sentía un amor especial por la banda, pero no era como para tirarme encima de los tipos. Igual, no todos reaccionamos igual.
–Entonces, ¿si te dicen que te la pasás bajando línea, qué decís?
–Leí que decían algo de eso en la Inrockuptibles, relacionado con la letra de una canción nueva. “Ey, todos ustedes que quieren cambiar el mundo, no se detengan, no se detengan. Te voy a ayudar, hasta el final.” Y después dice: “Porque uno se muere y eso nada lo detiene. ¿De qué sirve todo esto de ser sólo un hombre totalmente tonto?”. No sé, capaz que interpretaron la letra de una forma diferente. Para mí, la canción habla de seguir poniendo la energía para que las cosas mejoren, aunque sea con granitos de arena. A veces es más difícil transmitir un mensaje positivo que uno negativo, pero nosotros creemos que la base de todo es el amor. Me parece muy bueno poder tocar en una banda de rock y hacerse cargo del amor, no tener miedo de decir las cosas que uno siente. Está bueno hablar de querer cambiar el mundo, aunque puedan decirme que parezco un pendejo tonto. Bueno, sí, soy un pendejo tonto ¿y? Pero prefiero ser eso antes que un viejo aburrido.

La cumbia drogona
El año pasado, cuando El Otro Yo grabó en Cemento su disco en vivo Contagiándose la energía del otro, Cristian inmortalizó una frase: “¡La cumbia es una mierda!”. La Polémica en el Rock se armó en Cosquín, donde el cantante la repitió y Bersuit le contestó que la cumbia era “una masa”. “Me parece bien que cada uno pueda decir lo que quiere y que ambos respetemos la opinión del otro”, dice Cristian. “Bersuit tiene letras que están muy buenas, que son bien directas, más allá que la música que hacen no sea la que yo escucho.”
–¿Cómo suponés que le cae tu frase el que escucha cumbia?
–Al escuchar algo tan directo, seguramente va a entender que estoy atacándolo a él o al género, pero no pasa por ahí. Para mí, la cumbia representa la ignorancia. Lo digo de otra forma: la ignorancia es una mierda.
–¿No es muy elitista pensar que porque sos rockero tenés la posta?
–Bueno, no siento que tengamos la posta. Esa frase fue el sentimiento de un momento, ya no lo digo más. A veces digo: “La cumbia es una...” y todos gritan “¡mierda!” En Salta me pedían por favor que lo dijera, porque los pibes no tienen ningún lugar para escuchar rock y terminan tomando cerveza en la plaza para no ir a los bailes de cumbia.
–¿Alguna vez bailaste cumbia?
–Cuando era chico, sí. Vengo de un barrio medio villa. El Triángulo de Temperley sigue siendo de calles de tierra, al lado de mi casa escuchan cumbia todo el día. En las fiestas en el Fobal Club de Burzaco pasaban cumbia, pero también Creedence. El Fobal Club fue el primer boliche adonde fui a bailar, cuando tenía 13 años. Ahí iban todos rockeros de verdad, con chupines bien apretados, y se cagaban a palos. Las minas, un par sin dientes, todo así. Y yo bailaba con cualquiera, con la más gorda, me chupaba un huevo. Ahí aprendí a patear rock. Pasaban un rato de cumbia, un rato de Chuck Berry... Pero la cumbia era la de Los Wawancó, que estaba bien. Yo bailé Los Wawancó, sí. Y en un par de casamientos me he cagado de risa bailando cumbia. No estoy en contra de la gente que se divierte bailando cumbia, aunque no me compraría un disco de cumbia. Y la cumbia villera, que se la pasa pidiendo drogas... Eso que se decía que las drogas son para dormir a la juventud es la pura verdad, es lo que está pasando. Igual, es coherente que pase, porque hay gente que no ve futuro y quiere diversión ya.

Sexo, sexo y punk rock
–En el primer Obras de El Otro Yo, después de decir “La cumbia es una mierda”, agregaste: “Y la droga también”. ¿A veces no te parecés demasiado a un predicador?
–Nah, es un pensamiento. Toco para decir lo que se me canta el orto, al que le gusta, bien, y al que no, me chupa un huevo. Y digo lo que pienso, aunque no quiere decir que eso sea la verdad. Siempre fui a la escuela de noche, todos mis compañeros se la pasaban fumando porro y tomando Rohypnol. Y estaba ahí, me la banqué, viví ese quilombo a full.
–¿Haber visto y vivido eso hizo que las drogas te provoquen rechazo?
–Creo que las drogas sacan afuera lo peor de la gente. Hay algunas, como la cocaína, que sacan afuera el egoísmo. Y eso es una mierda. Todos los grupos que me gustaban se separaban porque estaban todos requemados. Y también está el tema del alcohol, que tampoco me cabe porque destruyó mucho de lo mío. Vengo de una familia donde se tomaba mucho alcohol y sé que eso es una mierda, que destruye. Entonces digo lo que pienso, aunque eso no significa que María (Fernanda Aldana, bajista), Ray (Fajardo, baterista) o Ezequiel (Araujo, tecladista), o la gente que va a vernos tenga que estar de acuerdo. Ray es mi amigo aunque fuma y le gusta chupar. Que yo no tome, no fume, ni me drogue y solamente me interese garchar no quiere decir que yo tenga la posta.
–¿Nunca tomaste alcohol?
–No, jamás. Siempre digo que tengo la saliva virgen. Sé que la cerveza tiene gusto amargo, pero me da asco. Una vez me equivoqué de vaso en casa, pero lo escupí. Me parece una mierda, es destructiva y muy peligrosa.
–¿El sexo es tu droga, entonces?
–Sí, aunque no sé si llamarlo droga, porque es sano. Creo que todas las cosas en extremo son malas, aunque pasé por una etapa bastante extremista con el sexo. No sé, está bueno el amor, está bueno el sexo.
–Pero tenés fama de tener un harén.
–Es raro pensarlo de esa manera. ¿Qué es tener un harén, que las chicas del público te griten que te aman? ¿Si me las garcho o no? ¿Si son esclavas mías? Creo que es positivo encontrar a alguien que te haga bien, porque estar todo el tiempo garchando con una chica diferente puede hacer que te sientas solo. Está bueno haber pasado por esa etapa, pero es más sano estar con alguien que te acompañe, a pesar de que uno sepa que hay montones de chicas por todos lados que pueden gustarte.
–Desde que El Otro Yo se hizo más popular, ¿te resulta más fácil conseguir chicas?
–Es más fácil y es más difícil. Antes, cuando terminaba un recital me iba directamente a hablar con la gente, pero ahora es un quilombo. Hay situaciones de histeria que no me gustan. Ahora es más fácil que alguien te llame por teléfono, pero también es cierto que las chicas importantes son las que no se animan a llamar. Estaría bueno que se animen las que no se animan: ahí es donde quiero llegar. A mí siempre me gustaron las chicas... No sé, vos ves cantantes como Luis Miguel y son inalcanzables para sus seguidoras. Yo soy alcanzable: me tiro en el medio y que me violen (risas). Mientras esté soltero... No sé, el otro extremo sería quedarme encerrado, no atender a nadie. Lógicamente, hay chicas que se acercan sólo porque canto en una banda, pero uno aprende a discriminar. Hay quienes buscan eso, pero también hay quienes tienen cosas muy buenas para darte. Y, de última, sí, canto en una banda y me buscás por eso, entonces lo voy a tomar como una perversión y me van a dar ganas de hacerte cualquier cosa. Puede llegar a ser una fantasía sexual tanto para ella como para mí.
–¿Qué te pasa si la chica con la que estás quiere tomarse una cerveza?
–La verdad es que soy medio represor (se ríe). Muchas de mis amigas no fuman ni toman cuando salen conmigo porque saben que no me gusta. No sé, es una cuestión de respeto: yo no me pondría a mearlas, a pesar de que me gusta mear chicas (risas). “¿Vos no querés que te mee? Bueno, no me fumes en la cara.”
–¿Y si a la chica le gusta que la meen?
–Está todo bien, pero que igual no fume. Se le va a mojar el cigarrillo...

Qué grande sos
Después la picardía, la risotada de Cristian se hace escuchar en el ambiente. A un costado de donde está sentado hay un poster de El Otro Yo, otro de Atari Teenage Riot y sendas fotos de Perón y Evita. En el cuarto del cantante hay un par de videos de Perón, sinfonía de un sentimiento, la película de Leonardo Favio. ¿Se hizo peronista el líder de una banda que nunca habló de política ni en sus letras ni en los reportajes? “Mi abuelo era peronista y siempre se lo pasaba hablando de Perón. Y a mí me gustaba, me provocaba simpatía, pero nunca había leído algo serio. Había gente que me decía que Perón era un nazi, otros que pensaban que era buenísimo. Entonces, me compré la película de Favio y la verdad es que me emocionó.”
–Bueno, Favio es peronista...
–Sí, pero ahí hay discursos en los que Perón decía cosas que ningún político dice hoy en día. Cosas súper rockeras, como hablar en contra de la Iglesia. Están muy buenas todas las ideas de Perón, como las cosas que hizo Evita. Como músico, me siento identificado con la historia de Evita, porque me parece que le daba amor a la gente. Desde nuestro lugar, nosotros hacemos lo mismo. Alguna gente critica a Evita, pero yo la admiro. Y en el video hay otra cosa: se ve cómo sucedió todo como para que seamos un país como el de ahora, totalmente dominado... O sea, nos ganaron (se ríe). Lo han logrado, nos tienen dominados.
–Menem...
–(Interrumpe.) Menem es un traidor. En el video se ven cómo deberían ser las cosas desde una visión justicialista, como le dicen: se debería ayudar al obrero, conseguirle trabajo, y hacer que las cosas funcionen. La base de todo eso es la educación, que hoy es lo que menos hay. Mezclan la falta de educación con drogas y cumbia, y destruyen las mentes de los jóvenes. Acá hay vidas en juego, las de quienes que cantan “yo quiero tomar cocaína”. Esa gente tendría que tener otras posibilidades, para poder decidir si se quiere hacer mierda o no. Pero desde un lugar de decisión propia, no porque no le queda otra. No estoy alejado de esa realidad, salí de ahí. Sólo que tomé otro camino porque me salvó la música.

De qué hablamos cuando hablamos de...

El Otro Yo

Un concierto en Obras, una gira (que ya pasó) por todo el país y otra (que está sucediendo) de 27 fechas por Estados Unidos y México, la publicación en mayo de Abrecaminos en esos países, la edición de discos de otras bandas en su sello, un nuevo álbum propio que podría salir antes de fin de año... ¿Qué hizo El Otro Yo para merecer un 2001 así?
Ante todo, confió en su música, una mezcla de punk y grunge que en los últimos tiempos recibió una necesaria inyección de pop. Siempre luchó por abrirse paso en un panorama rockero que le resultaba adverso a las bandas de su generación, la de los ‘90, la que explotó con Nirvana, pero que acá nunca terminó de pasar de promesa a realidad (salvo por el caso –tardío– de ellos mismos, claro). Las letras de la banda siempre le huyeron al panfletarismo, a las historias lineales y a la promoción del reviente rockero: hablan de amor, de sexo, de alegría, de más sexo, de sueños, de dibujitos animados, de divertirse o de no poder hacerlo, de ciudades brillantes, del sida, de chicos que aspiran pegamento y de otros que se sienten analfabetos...
Desde 1992, cuando empezaron a circular los casetes de Los hijos de Alien (Cristian los llevaba en su mochila a cada disquería que quería recibirlos), la banda comenzó su lento crecimiento. Si habían grabado esa primera producción con dos decks, les fue mejor con Traka–traka, publicado por el sello Random. Les devolvieron el contrato y se fue el baterista, pero no se achicaron. Los hermanos Aldana refundaron Besótico, recibieron a Ray Fajardo y registraron Mundo en la cabina de un Dodge Polara desvencijado. Luego aumentaron la apuesta: cada integrante del trío hizo un álbum solista y se publicaron en edición triple como El Otro Yo del Otro Yo. Al poco tiempo se incorporó Ezequiel Araujo. Ya como cuarteto, se grabó Abrecaminos. Y ese disco le hizo honor al título, porque le generó a la banda un abanico de posibilidades, desde que Gustavo Santaolalla les propusiera la edición en Estados Unidos y México a través de su sello Surco hasta grabar un álbum en vivo y presentarlo en Obras. La Nación Alternativa Argentina encontró, más tarde que temprano, a sus mejores representantes.