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Jueves 23 de Agosto de 2001

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CONOCIENDO A DEEP TABOO, FANTASMAGORIA Y LAS TROLAS

Eso vive
 

Mientras las vacas sagradas del rock argentino... (a propósito ¿qué hacen, eh?) De nuevo: debajo de la línea ofensiva del momento, esa que integran Catupecu Machu y El Otro Yo, una escena siempre activa, a veces contradictoria y otras repetitiva, pero siempre viva, se mueve. Tocan, sacan discos, tocan. Tres muestras de aquello que no decae.

POR PABLO PLOTKIN

1El hecho de que a Gori se le rompieran dos Gibson eléctricas en poco tiempo no fue lo que lo empujó a decidirse por la guitarra acústica, pero bien pudo haber sido una señal. “Con los años fui deshaciéndome de la distorsión y el delay. Tiendo al minimalismo, y esta vez quería tocar bien crudo, lo más natural posible. Ahora hay pibes que tienen terribles pedales y cosas, pero tocan con muy poco rock en la mano. Yo quería hacer lo contrario.” Así es como la escurridiza guitarra del ex Fun People le da melodía y vértigo a Fantasmagoria, su proyecto solista en formato trío. Acompañado de su hermano Gustavo (bajo) e Ignacio (batería), Gori modela canciones pequeñas y vivaces, que prefieren las sensaciones a los sentimientos, el ingenio autocompasivo antes que el sarcasmo. Inaugura el disco “Yo nunca tengo razón”, un tema que reivindica la evasión y la pasividad (“no escucho y no discuto/ ¿Para qué? Yo nunca tengo razón”). Lo que sigue es “Gori llamando a Río”, la historia autobiográfica de un conflictivo romance internacional. “Bananas” es rock de Prozac y televisión, pero no hay una gota de dramatismo en la poética desinfectada del autor. “Es bien simple”, resume. “Quería probarme que podía hacer algo así, porque yo me enroscaba mucho componiendo. En cambio éstas son canciones hippies, de iglesia, bien rasgueadas, con mucha melodía. Y las letras... cuento las cosas que nos pasan a mí y a mis amigos, pero me río de los problemas. O los esquivo.” La tapa –un avejentado y respetable Chevrolet a contramano por una avenida de Buenos Aires– sugiere más romanticismo anacrónico que caballos de fuerza. Gori no sabe manejar, le daría pánico aprender, y sólo lo sedujo la idea del coche viejo a contramano, una especie de símbolo de su resolución artesanal. “Con Fun People, en la última parte, ya no lo estaba disfrutando tanto. En el 2000 se habían ido Gato y Chuly y empecé a rozarme con Nekro en las giras. Le dije que no quería tocar mas con él, porque iba a terminar peleado, como todos los demás. Me fui.” Pertrechado con discos de Love, The Birthday Party, MC5, Ultra Vivid Scene, The Residents y la caja de Syd Barrett, Gori mira para adelante y sonríe. Ya tiene su propia banda.

2”¿Se escucha bien? Joya, porque lo grabamos con dos mangos.” Pecho, trompeta y voz de Las Trolas, se alegra de que su desquiciado primer disco suene aceptablemente bien. Más que una banda de rock, Las Trolas es un pequeño movimiento de agitación estética y cultural, sin premisas definidas, con más ideas que nociones musicales, aunque saben procesar el hardcore, el ska y el heavy metal. “El otro día terminamos de tocar, estaba meando y se me acercó un chabón a preguntarme cómo se llamaba la banda. ‘Las Trolas. ¿Te gustó?’. ‘No. Mucho show y poca música’, me dijo. ‘Si querés música andá a ver a un virtuoso’, le dije. ‘Nosotros somos punks. Sabemos cuatro notas, y con eso nos alcanza para divertirnos’.” Lo más poderoso de Las Trolas son sus shows. Los cinco salen travestidos, y preparan escenografías entre cartoneras y vanguardistas: selvas diseñadas con un montón de ramas y maleza urbana, peceras gigantes construidas con planchas de acrílico encontradas en la calle, basurales armados con decenas de bolsas de consorcio. El fin de semana pasado, en el Salón Pueyrredón, Las Trolas montaron cuatro horcas al frente del escenario y salieron a tocar sobre banquitos, con la soga al cuello. “Ni humor ni ironía: hablamos de lo que vemos todos los días, que es extraño, pero real”, se definen. Recolectores de toda clase de chatarra de la cultura pop, el quinteto se fija en invenciones como el chupetín a motor y las camisas Polo rosa de los rugbiers, como fuente de inspiración para sus nuevas creaciones. El tema que cierra el disco, “Donovan”, parecería un homenaje al cantautor folk, pero en realidad es la historia jamás contada del traumático romance entre Donovan y Diana, humano valeroso y morocha alienígena de “V Invasión Extraterrestre”. “No tenemos influencias. Es más, casi no escuchamos música”, asegura Pecho, y confirma que sus letras “no son sociales”. “Pero el sonido es como de incomprensión. Que se note que estamos en contra de todo y a favor de nadie. Ni nihilistas ni fundamentalistas. Nada.” Ah, ¿por qué Las Trolas? “Sonaba lindo, era chocante”, contesta. “Teníamos muchas, muchas amigas lesbianas, elegimos el nombre y a partir de ahí armamos la banda. Ninguno de nosotros es gay, por ahora, pero ¿acaso hay algo más lindo que las trolas?.”

3”¿Quién hubiera creído que en los últimos años del siglo diecinueve, desde los mundos infinitos del espacio, nos estaban vigilando? ¿Quién hubiera soñado que nos estudiaban bajo microscopio, como organismos en una gota de agua? Poca gente consideraba posible la vida en otros planetas. Y sin embargo, a través del abismo espacial, mentes muy superiores a las nuestras observaban este mundo con ojos envidiosos. Lentamente. Con certeza.” El terror que segregaba Orson Welles en La Guerra de los Mundos es el que abre –en tenebroso castellano neutro– Fishbowl, la ópera prima del dúo Deep Taboo. El rap se titula “Espejo reflejo”, y acecha con sus ilusiones galácticas en medio de una base de ciencia ficción soñolienta, medio marciana, medio shaolín. Es el único tema cantado de un disco esencialmente instrumental, editado por el sello especialista Eh! Discos. La química de Mysterio y DJ Tortuga (ex líder de la agrupación Tumbas, afiliada a la Nación Hip Hop) consiste en la conjuración de bases heladas, lentas, aceleraciones rítmicas, sonidos que entran en escena y se diluyen como azúcar en agua tibia. Samplers de la cultura bizarra introducidos con elegancia, sin caer en abstracciones de jugador de rol perdido en su mazo de cartas. En Fishbowl confluyen la música negra (los artistas más finos del rap de la costa oeste yanqui), el manga, los “Expedientes X”, el humor argentino, un poco (sólo un poco, no se asusten) de electrónica étnica, los documentales televisivos sobre fenómenos paranormales y gritos orgásmicos de una centroamericana en medio del “Sabroso Dub”. Al final, “Insider” aporta el momento bailable, con una base rápida y entrecortada que acelera al calor de un pianito electrónico, fugaces exclamaciones humanas y secuencias de scratching. Hablando de eso, las citas a los graduados Beastie Boys y Lee Perry certifican la pasión de los autores por el rasguño de vinilos. Próximamente, un álbum de remezclas y nuevos temas, más rapero que éste, saldrá firmado por DJ Tortuga. Si bien el hip hop argentino parece todavía lejos de construir una identidad nacional propia, al menos brotan, siempre aisladas, algunas producciones de alta calidad. Como ésta.