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Jueves 8 de Noviembre de 2001

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DIEGO ARMANDO MARADO, LA MAS GRANDE ESTRELLA DE ROCK ARGENTINA

Nacido para ser salvaje

Ahora que llega el momento del “partido homenaje” y que todos vuelven la mirada sobre el petiso más grande de la historia del fútbol, es bueno repasar sus diez grandes exitos, frases, modos y conductas propias del hombre que nos hizo felices, el dueño de todos los excesos, el talento que fluye, el dueño de la mano de Dios. Diego... suficiente.

PRODUCCION Y TEXTOS JAVIER AGUIRRE,
PABLO PLOTKIN, ROQUE CASCIERO
Y ESTEBAN PINTOS

La amenaza a Toresani
El Huevo y el Gallito
100Partido caliente en la Bombonera: es el cuarto regreso de Diego al fútbol, y juega el dream team xeneize de Bilardo (Caniggia, Kily González, Navarro Montoya, Fabbri, Márcico, Mac Allister y el Diez con mechón rubio) frente al aguerrido Colón, con el arbitraje siempre libre de Pancho Lamolina. Es octubre del ‘95. Cani mete una terrible patada, todos protestan, hay amontonamientos, forcejeos entre el Huevo Toresani y el Diego y llega la Justicia divina: todos amonestados, pero como Toresani ya tenía amarilla, lo echan. El Huevo, caliente, declara en los vestuarios que a él lo echó Maradona. Cuando el Diez se entera de la acusación, estalla. Es un desafío público del tipo “le tomó la leche al gato”, que formaliza frente a las cámaras de “Fútbol de Primera”, con Charly García a su lado: “En este país somos todos guapos. Le digo a Toresani que vivo en Segurola 4310, séptimo piso. No creo que me dure 30 segundos. Toresani no existe”. Le faltó decir que iría a dormir con los peces. Esa imagen televisada, la versión tyc-mainstream del “que me venga a buscar”, rankea alto en la épica maradoniana.

Los tiros a la prensa (literalmente)
Polvorita
9El paso de Diego por Newell’s duró lo que un caño bien tirado, y poco después de haberse desvinculado del club rosarino, en febrero del ‘94, el Diez estaba bastante caliente. Tan caliente que casi se quema mal. Celoso de la intimidad, se encerró en su quinta en Moreno, que enseguida fue rodeada por fotógrafos, cronistas y fans que buscaban la primera imagen del Diego after–lepra. Alteradísimo por descubrir a unos camarógrafos subidos al techo de una camioneta, sobre la que intentaban elevarse para espiar, el Diez encaró la lucha armada: atrincherado detrás de un coche, ahuyentó a los hombres de prensa disparándoles con un rifle de aire comprimido. La decisión gangsteril, que hirió a cinco periodistas, le costó juicios por “lesiones leves y daños” y una merecida reprobación universal. Pero a esa foto del Diego de trinchera, quién te la quita, ¿eh?
Años después, Attaque 77 publicó “El Francotirador”, una alegoría sobre aquel momento (“el mataperiodistas carga el rifle una vez más”).

La grabación con Calamaro
En bolas y a los gritos
8El alucinado tiempo de grabación del doble Honestidad brutal –meses y meses sin dormir entre los estudios El Pie y La Diosa Salvaje, en Villa Urquiza– trajo consigo, en medio de la locura, la presencia del mismísimo Diez. Existe “Maradona” (ver recuadro canciones), pero la voz divina en los coros se deja oír verdaderamente en “Hacer el tonto”, una ranchera ala-mexicana compuesta y registrada durante el denominado “Fin de semana perdido” (imaginen de qué se trató). Diego llegó, participó a pleno del happening de excesos organizado en el estudio y cantó. Cuenta Calamaro que él grabó aquella canción desnudo, lo mismo que el resto de sus amigos y asistentes. Días después llegó Maradona, cartón lleno. Los relatos de aquella larga noche difieren según el ánimo calamaresco: un día cuenta que el Diez también dejó su ropa en el suelo, al otro dice que no. Aunque brinda una explicación contundente: “La verdad es que no me atrevería a desnudarme delante de Diego”. Clarito...

Con el tío Fidel

La puteada a los italianos
Yo contra todos
7Argentina había dejado fuera del Mundial a Italia, el país organizador, y los tanos no se la bancaron. Ya habían chiflado el Himno antes –salvo en Nápoles, la segunda patria de Diego– y volvieron a hacerlo ante Alemania, el día de la final. El 10 les devolvió la atención. Cuando lo enfocó la cámara, dijo bien clarito: “Hijos de puta”, imagen y sonido mudodifundido a todo el planeta vía televisión y en el estadio Olímpico de Roma por las pantallas de video. Después, el referí Codesal y aquella historia del penal a favor de Alemania. El rey lloró. Pero aquel gesto, el primero, quedó para siempre. “Lo hice a propósito, para que todos se dieran cuenta”, dijo en el libro Yo soy el Diego. “No podía creer, no podía aceptar que hubiera gente que se alegrara con mis derrotas. Pero lo que más me jodía era que mezclaran a mi país y a mis compañeros. Por eso dije lo que dije, antes de la final, durante los himnos.” Escribió el periodista Guillermo Quintana en la edición de Clarín del día siguiente: “A veces no da el ejemplo como debería darlo (y nos duele adivinarle un insulto por el movimiento de los labios, como ayer durante el Himno)”. Perdón?

Cebollita

El grito de gol contra Grecia
¡Tomá!
69El martes 21 de junio de 1994, Diego volvía a pisar la cancha en un Mundial. Estaba de nuevo sobre “el verde césped” y su sola presencia generaba la ilusión de los hinchas argentinos. El partido contra Grecia fue fácil desde el comienzo: a los 2 minutos la embocó Bati, que volvió a meterla a los 44. El gran momento, sin embargo, ocurrió a los 14 del segundo tiempo. Una pared a gran velocidad con Redondo y Caniggia culminó con un zurdazo de Diego al ángulo derecho del arquero griego, que voló sólo para salir en la foto. El 10 se fue para un costado del campo, a gritarle su golazo a una cámara de televisión, en un gesto único en la historia de los mundiales. Había tanto de alegría como de revancha en su rostro. “Yo sabía que del otro lado estaban los ojos de la Tota y sólo pensé en eso. Este gol es para ellos”, dijo después. Tras el partido con Nigeria llegó el positivo en el control antidoping y a Diego le “cortaron las piernas”. Entonces, Bernardo Neustadt (ver “Atájense ésta”) armó un compilado de festejos de otros jugadores y lo comparó con el de Maradona. Una forma de acusarlo de jugar drogado. “Se lo grité a la cámara, sí, pero no por estar zarpado como dijeron algunos giles”, contraatacó el héroe en Yo soy el Diego. Se lo grité a la cámara para que todos se enteraran de que había vuelto, de que estaba ahí.” Estaba ahí.

La furia

El casamiento
El hombre llega al Luna
57 de noviembre de 1989: 1100 invitados, 84 mesas, 144 metros cuadrados de pista de baile, 80 chicas en minifalda como comité de bienvenida, 120 mozos, muchos, pero muchos langostinos, una torta de 150 kilos y el Diego y la Claudia saliendo a las luces del Luna Park, ahí donde pelearon Bonavena, Monzón y Gatica, y donde más tarde brillarían Rodrigo, Morrissey y los Chili Peppers. Eran los tiempos en que la curva de la vida de Maradona se inclinaba hacia abajo, cuando ya había pasado lo mejor y todo empezaba a desmoronarse bajo el peso del desgaste físico, la histeria y la cocaína. A bordo de un Dodge Brother 37 –beige, descapotable–, el matrimonio generó un raid de periodistas, fanáticos y curiosos durante todo ese martes de primavera en Buenos Aires. Del registro civil al Sheraton, del Sheraton a la fiesta (pasando por Güerrin ¡para comer una porción de muzzarella!), todos querían tocar al novio, al capitán del Napoli y de la Selección. En las fotos de la juerga se puede ver al Diego sacudiendo los zapatos, de madrugada, o trepado hasta la cima de un pastel de más de dos metros y medio de alto. Asistieron, entre otros, Susana Giménez, Alejandro Romay, Yuyito González, Carlín Calvo. La bacanal costó unos 2 millones de dólares. Entre otros regalos, Maradona recibió un Mercedes Cabriolet y un reloj de diamantes. Así se hace, maestro.

A los tiros

En Obras con Los Piojos
La noche soñada
4“Dicen que escapó de un sueño, en casi su mejor gambeta...” Cuando Andrés Ciro escribió la letra de “Maradó”, seguramente ni siquiera imaginaba que un día el mismísimo Diego Armando subiría al escenario de Los Piojos y le agradecería por la canción ante una multitud. Pero sucedió. Dos veces. El 8 y el 9 de mayo de 1999, el 10 provocó el delirio de los piojosos que llenaban Obras. El cantante de la banda, además, recibió como obsequio el último par de botines que usó Maradona en su carrera profesional. Otra historia: el domingo jugaban Boca-River en la Bombonera (ganó Boca 2-1) y Andrés vio el partido desde el palco de Maradona. Desde allí se fueron hacia Obras, esta vez con un regalo para la gente: pelotas de fútbol con las que Diego jugó un buen rato durante su canción. “La admiración de la gente va más allá del Mundial de México, de todo. Lo quieren, lo queremos porque Diego es el chico que se niega a pertenecer al mundo careta de los adultos. Es un tipo que se puede equivocar de tan espontáneo que es. Y que no se banca la careteada, la formalidad, el poder, porque los conoce bien de adentro. Cuando conocés todo eso de adentro, es mucho más difícil pelear”, le dijo entonces Andrés Ciro al No. Tenía (tiene) razón.

El graduado

El Che, Fidel, Cuba
Comandante Diego
3La primera reunión entre Diego y Fidel ocurrió el martes 28 de julio de 1987, casi a medianoche, mucho antes que los Manic Street Preachers pisaran La Habana. En el despacho de Castro, frente a la Plaza de la Revolución, el capitán y el Comandante hablaron de cómo patear penales, las posibilidades del fútbol cubano, la vida en Nápoles. Fidel le regaló una gorra verde oliva autografiada, y comieron algunas ostras. “Yo me bajé cinco copas y él se puso a hablar de cocina con la Tota”, recuerda Maradona en Yo soy el Diego. Volvieron a encontrarse en la Navidad del ‘94. “Ya entré al Consejo del Estado como a mi casa, me estaba esperando”, contaría orgulloso. Entonces recibió otra gorra y él le regaló una camiseta firmada, que terminó en el museo del deporte cubano. Maradona, que suele referirse a Dios como “el Barba”, encontró una especie de mesías a imagen y semejanza en este otro Barba, tal vez el único ser humano del mundo al que le rinde pleitesía, frente al que se siente inferior. En el último tiempo, Diego se tatuó al Che Guevara en el brazo, lo proclamó “el gran prócer argentino” y se refugió en Cuba para desintoxicarse cuando su corazón estuvo a punto de estallar. Fumando habanos, alejado del asedio mediático, haciendo la que quiere, mirando de reojo a “los muñecos de enfrente” (Estados Unidos), y agregó a su lista de tatuajes el rostro de Fidel. En la zurda, por supuesto.

Che, hasta la victoria

La mano de Dios
El vivo
2Nunca un episodio debió apelar tantas veces al dudoso mérito de la picardía criolla para justificarse. Argentina e Inglaterra están cero a cero en el Mundial ‘86, Diego elude a tres rivales, tira una pared con Valdano (“me devolvió un adoquín”, recordaría después), la pelota vuela hacia el centro del área y allí el Diez salta a dividir con el arquero inglés y... Para los hinchas de fútbol más venenosos, éste es el Gran Gol de Maradona, porque representa el summum de la mojada de oreja al rival histórico. Responde a esa máxima de tribuna que asegura que “la mejor manera de ganar un clásico es medio a cero, con un gol hecho con la mano en el último minuto”. Aquel cortito de zurda, que se amparó en la coartada perfecta del brazo derecho elevándose más tarde –un verdadero cazabobos, o mejor, un caza-árbitros– es la encarnación de esa forma ratona de triunfo. Pero, quizás, la explicación de la jugada post-partido en boca de Diego (“fue la mano de Dios”) quizás sea todavía más grande que el gol, una mezcla perfecta de su megalomanía y su chamuyo de potrero. Los ingleses todavía se quejan. Allá ellos.

El pibe azul y oro

El segundo gol a los ingleses
Dios gambetee a la Reina
1“¿Saben qué quería hacer yo con ese gol? Quería poner toda la secuencia de fotos bien grandes encima de la cabecera de la cama... Le agregaba una foto de Dalmita (en aquel tiempo todavía no había nacido Giannina) y le metía una inscripción abajo: Lo mejor de mi vida. Nada más.” Lo habrás visto un par de cientos de veces, al menos, pero, ¿serías capaz de desviar la vista de un televisor que está reproduciendo ese gol, esa jugada? Imposible. Sería como taparte los oídos al escuchar “Help”, “Rapsodia bohemia” o “Regtest”. Siempre está bien una vez más, siempre te detenés en detalles que no habías percibido, la reacción de un plateísta o la manera en que Diego mira de reojo a Valdano mientras desparrama camisetas blancas y acelera como suspendido a veinte centímetros del pasto. Todo empieza con un pase corto de Héctor Enrique en mitad de cancha (“con el pase que le di, si no lo hacía, era para matarlo”, bromearía después el Negro), una pirueta alucinante de Maradona para deshacerse de Beardsley y Reid, y después lo que todos sabemos. “Si lo cuenta algún pariente mío, siempre aparece un inglés más; si lo cuenta Coppola, Bilardo me había dado la noche libre el día anterior y yo volví para el partido, al mediodía”, cuenta el autor. Como sea, puede decirse que la tarde del 22 de junio de 1986, con los dioses aztecas gravitando a la par del smog del Distrito Federal, Diego Armando Maradona se ganó definitivamente un lugar entre los inmortales.

PARA ENTENDER A DIEGO
Expresiones y usos

Cabeza de termo. Expresión ofensiva, imprecisa, aplicable a cualquiera de los que figuran en la lista de enemigos incluida en esta producción. Más respetuosa que la censurable cabeza de poronga.
Le tomó la leche al gato. Exquisita y gangsteril. Una traducción posible sería: se metió con la persona equivocada (el intocable suele ser él mismo).
Se le escapó la tortuga. Cometer una estupidez, “dormir”, una versión fortificada del espontáneo “mandó o hizo cualquiera”.
Me cortaron las piernas. Declaración histórica formulada por El 10 luego de que el doping diera positivo en el Mundial de Estados Unidos ‘94 y la FIFA resolviera dejarlo afuera. Una adaptación específica del giro poético “cortar las alas”.
Más solo que Kung–Fu. Modo en que Diego supo definir su situación en ciertos momentos de adversidad. Revela su instintivo apego a la cultura pop de los ‘70.
¡Encima es arquero! Dato que esgrime para descalificar a ciertos adversarios, como por ejemplo el papa Juan Pablo II. Habida cuenta de su oscura posición en el terreno de juego, queda fuera de toda discusión.
Meábamos por el culo. Metáfora hardcore con que Diego describió la situación intestinal de los jugadores de la Selección Argentina antes de México ‘86, cuando Passarella –en confuso episodio– quedó afuera por una presunta diarrea.