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Jueves 20 de Diciembre de 2001

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LA MURGUERATO, ARGENURUGUAYOS

Celeste y blanca y celeste

”Cuando me pinto la cara para subir al tablado, dibujo en un cachete la bandera argentina y en el otro, la del protectorado de los pueblos libres de Artigas. Si San Martín fue el padre de la patria, Artigas fue el abuelo.” Guillermo, guitarrista y uno de los 13 integrantes de La Murguerato, una murga que bien podría encontrar su lugar en el mundo en la isla Martín García, el único pedazo de tierra entre ambas orillas rioplatenses. “No sabemos qué demonio somos. Si nos definimos como murga uruguaya, quedamos colgados porque si bien tenemos el esquema de voces abierto en tres cuerdas y bombo, platillo y redoblante, no poseemos el formato clásico de presentación-couplé-popurrí-retirada. Nuestras influencias más bien pasan por Jaime Roos, Mauricio Ubal y el rock argentino”, dice.
La Murguerato ensaya habitualmente en el Parque Lezama, con un repertorio que incluye canciones de Roos, pero que no se remite exclusivamente a eso. “Si bien hacemos muchas canciones de Jaime, no agotamos nuestro repertorio ahí. La gente se copa cuando hacemos ‘La retirada de los Diablos Verdes’, una vieja composición de 1961, y ‘Los Asaltantes con patente’. También tenemos canciones propias como ‘Si vos querés’ o ‘La bella tierra’, que conservan nuestra esencia.” La Murguerato nació en 1999, después de una presentación de Falta y Resto en La Trastienda. Guillermo dio con un folleto que lo alertó acerca de clases de canto coral murguero por Alejandro Balbis, director escénico de la murga uruguaya: “Llevé al curso a mis cuatro hermanas, una abuela y una periodista y arrancamos. Yo era un vendedor de valijas y me identificaba con esos hombres de corbata que quieren ser murguistas y no van a ensayar, como uno de los personajes que describe la letra de ‘Que el letrista no se olvide’. Era la mía”. CRISTIAN VITALE


EL HORREO EXISTE Y PERSEVERA

Culto o nada

”A esta altura ya perdimos cualquier esperanza de llegar a ser popstars, en cambio, vemos el programa de TV... Y seguimos grabando discos y pagando la producción de nuestros bolsillos, y bueno, quizás con el tiempo seremos artistas de culto. O no seremos nada, y listo.” El Horreo editó recientemente un notable tercer disco, Siga siguiendo (se consigue a diez pesos en www.dvdmovies.com.ar/horreo), que mezcla un origen pop con una psicodelia matinal que bien podría pegotearse con el “Wild Honey Pie” del Album Blanco, pero también con la banda de sonido de un imaginario y retorcido programa infantil. Dos discos y cuatro años atrás, Manuel Onis, Franco Luzzi, Abeluchis Waisman y Leandro Stein vivieron el dudoso privilegio de ser vistos como “promesa”. Ahora están en paz: “Nuestra prioridad es hacer buenos discos y aprender. Está bueno, ya que no vamos a ganar guita, hacemos lo que se nos canta las bolas hasta las últimas consecuencias”. Esa reflexión propia del entretiempo de un partido que se va perdiendo, y la predilección artística por lo insólito que tiene El Horreo, suenan a un respetable (anti)manifiesto. Mientras tanto, sus canciones viajan del cuelgue sonoro a la acidez lírica, y generan la impresión de que el humor te tocó el hombro, te diste vuelta para mirarlo, pero ya no está. “Para una banda independiente, aspirar a entrar a un ranking latinoamericano de diez bandas en el que está primera Shakira y todos los millones de Emilio Estefan... es ingenuo –dicen–. Nos encantaría, pero es como imposible, si hoy hasta Spinetta y Charly venden poco. Sacar un disco para intentar entrar al sistema, es sentir que no existís, cuando en realidad, dentro de otra escala, sí existís. Por un lado, El Horreo marcó nuestras vidas. Y por otro, hay gente que te va a ver cuando tocás, que te pregunta cuándo sale el nuevo disco, que te lo compra, que sabe cómo te rompés el orto a pesar de todo, que te dice algo sobre tus canciones... Todo eso existe y hay que legitimarlo, darle valor. Haber generado eso es muy reconfortante. Quizás alguien algún día se dé cuenta de que existimos.” JAVIER AGUIRRE


¡LOS REDONDOS LLEGARON A MEDRANO!

Subte línea B...

La foto lo prueba: no todos los murales de las estaciones de subte tienen motivos históricos, como dibujos de los gauchos de Güemes o del pueblo queriendo saber de qué se trataba frente al Cabildo. También el rock se ha ganado su lugar (en este caso, en la estación Medrano de la línea B). Se trata de una pintura que incluye, entre rayas y manchas rojas, un fragmento de la letra del himno ricotero “Ñam fri frufi fali fru”, con dos perlitas. La primera es que aparece un error en uno de los versos reproducidos, ya que el mural reza “...voy a cuidar de mi amorcito/ que mordió el vidrio por de más otra vez/ me llamaré de sifón...”, mientras que la canción original dice “...me llaman nene sifón...”. La segunda curiosidad es que junto a la firma, los autores Juan Pablo Renzi y Arturo Holzer agregaron la leyenda: “Realizado en 1991 durante la criminal Guerra del Golfo”. Más allá de que en este suplemento no logramos advertir la conexión entre esos versos del Indio Solari y los entonces bombardeos contra Irak en el nombre de Saddam Hussein, sí resulta curioso que, diez años después y coincidiendo con esta nota, otras bombas caen a pasitos de aquéllas, esta vez sobre Afganistán y con Bin Laden como archivillano invitado. “Yo no los cambio por nada, cuando empiezan a bombardear...” J.A.


LA NUEVA SENSACION DE LOS VIDEOJUEGOS

Bailemos

La gente ya no necesita recluirse en ghettos específicos como discotecas o clubes para bailar –por no hablar de la intimidad que brinda el siempre discreto y comprensivo espejo– sino que, de a poco, la danza aflora hacia otras áreas y es normal ver a chicos y chicas bailando en shoppings y locales de videojuegos. El fenómeno responde a la última sensación del siempre en revolución mundo de los videogames: el Dance Dance Revolution, un reciente fichín en el que los jugadores no usan palanquitas ni botoncitos sino que bailan de acuerdo con el ritmo y con los pasos que la máquina les marca. Hay distintos niveles de dificultad y un menú de unas cincuenta canciones de géneros como disco, soul, reggae, funk, jungle, rock, hip hop y house, entre otros. El objetivo es, claro, no errar el paso. El DDR –que en su versión Konami está en el Neverland del shopping Abasto– ya tiene varias secuelas, tanto para Playstation como para PC, casos en los que viene con unos paneles para colocar en el suelo, que forman la superficie sobre la que se baila. El detalle de color lo dan los cancheros que ya se saben los pasos de memoria y por lo tanto bailan de espaldas a la guía que va apareciendo en la pantalla. Ahora, viendo cuán transpirados quedan los participantes después de jugar/bailar, el interrogante es: ¿quién te cree que estuviste en los videos? J.A.