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Personajes Fidel Nadal, del punk a Jah

Africa mía

Se fue de Todos Tus Muertos cuando el grupo por fin tenía su propio sello y había logrado proyección internacional. Dejó atrás su espíritu anarco para llevar el mensaje rastafari en las letras de sus canciones. Dice que su sueño es irse a vivir al Africa. Mientras tanto, el próximo 31, Fidel Nadal sigue presentándose en vivo con su grupo, Anbessa (que significa León), presentando el material de su disco Selassie I Dios Todopoderoso.

Por Fernando D’Addario

Cuando Fidel Nadal se apropia de la escena (y en este caso la escena transcurre en un bar de Villa Urquiza), las posibilidades de entablar una conversación convencional se someten a sinuosas coordenadas. Ante la alternativa de proponer un debate, es más saludable dejarse invadir por su extraña cosmogonía, que para una visión racionalista revelaría una suerte de delirio místico. En ese bar de Avenida de los Incas y Triunvirato, frente a la previsibilidad de parroquianos que hablan de lavado de dinero, de la selección de Bielsa y de la morocha que bajó del colectivo 87, escuchar decir, así como así, que “Somos el pueblo de Israel en Egipto, Selassie nos va a liberar, como liberó a nuestros hermanos de Etiopía”, abre las puertas a un universo paralelo, tan absurdo como fascinante, cuyo territorio no depende de parámetros lógicos sino del grado de permeabilidad de quien se deja sumergir en él.
Más tarde, caminando por esa zona de Buenos Aires que se abre a las apacibles callecitas de Parque Chas, se escucharán otras frases semejantes: “A Bob Marley lo mató la CIA”, por ejemplo, o “Ahora los punks dominan el mundo”. Pero antes de sumergirse en ellas es preciso desandar un largo y accidentado camino de rebeliones libertarias, represiones e identidades raciales, que explican, o intentan explicar, el itinerario de este rastafari. Empezar por otra fe (el materialismo histórico) y decir que el nombre completo del entrevistado es Ernesto Fidel Nadal: Ernesto, por el Che Guevara, Fidel, por Fidel Castro. Su padre, un cineasta negro, marxista-leninista, bosquejó para su hijo, ya desde la cédula de identidad, un sendero doctrinario que tendría derivaciones inesperadas. De esa rebeldía germinal, casi impuesta desde el nombre, Fidel canalizó su costado más nihilista a través de un grupo de rock emblemático de los 80: Todos Tus Muertos (TTM). Esa banda que representó el costado más oscuro del punk argentino y, a través de canciones como “El féretro”, “El chupadero” y fundamentalmente “Gente que no”, se ubicó en los sótanos de la flamante democracia cuando buena parte del rock argentino se sumaba a la primavera alfonsinista. De aquella etapa quedan anécdotas ya folklóricas, como el robo nocturno de cruces en los cementerios con el loable fin de enriquecer la escenografía durante los shows, las peleas con los skinheads, o las “visitas” periódicas a las seccionales policiales, cuyos burócratas, más que preservar a la comunidad de ideologías ajenas al ser nacional se escandalizaban con esas crestas, esas ropas, y ese muchacho negro y alto que cantaba como un poseso.

ARGENTINO LAS PELOTAS “Tomé conciencia de que soy africano cuando me dijeron por primera vez negro de mierda. Fue cuando era chiquito, en la escuela, así que no se esperaron mucho para marcarme. La discriminación la sentí en carne propia, estando en un país donde ya no hay casi negros, porque los mataron. Por eso no puedo decir que soy argentino. No lo soy. ¿Cómo voy a cambiar un continente (el africano) y una civilización por un país que nos trajo en esclavitud y luego nos exterminó?”. Fidel era punk en los 80. Hoy es rasta. Ser rasta, antes que aludir a una estética derivativa de un género musical (el reggae), implica una toma de conciencia y una política frente a la vida, cuya historia se puede resumir así: en las primeras décadas del siglo XX, un jamaiquino llamado Marcus Garvey pronunció una profecía que se extendió por la isla caribeña, poblada desde siempre por una inmensa mayoría de negros, y gobernada desde siempre por una minoría de blancos: “Mirad al Africa, donde coronarán a un Rey Negro”. Proponía, como instrumento de lucha para los negros descendientes de esclavos, el regreso al Africa. De hecho, y aunque fuese mínimamente, lo llevó a la práctica: compró un barco y llevó cientos de hombres y mujeres a Liberia, pero el intento no prosperó por problemas con el gobierno liberiano. Finalmente, aquel ansiado Rey Negro apareció unos cuantos kilómetros al este, en Etiopía. En 1930, Ras Tafari Makonnen se coronó emperador de ese país, se hizo llamar Haile Selassie I y logróconvertirse en objeto de adoración para miles de rastas. Bob Marley fue el más famoso de ellos, y universalizó una prédica que, de no haber sido por la música, difícilmente hubiese llegado a negros de todas partes del mundo, Fidel incluido.
La alianza táctica entre el reggae y el punk (los unía el odio al sistema imperante, que los punks ingleses centralizaban en la reina y los rastas en un concepto más vago y abarcativo, al que bautizaron “Babylon”) se manifestó en TTM, al principio tímidamente, con temas como “No más apartheid”, luego con “Mandela” y, ya en los 90 –previo contacto con la banda francesa Mano Negra–, con un vuelco evidente hacia los ritmos negros exportados a América latina. Este paulatino alejamiento de la ortodoxia punk –un movimiento básicamente blanco y del Primer Mundo–, al tiempo que consolidaba una especie de internacional-rockera-combativa (integrada por Negu Gorriak, Mano Negra, Tijuana No, Rage Against the Machine y otras), comenzó a fisurar el basamento ideológico-musical de la banda. TTM trabajaba como un caleidoscopio que, al girar, le daba significados diversos a códigos que parecían inmutables y ajenos entre sí (el punk, la marihuana, el Che, etc). Fidel se fue a tocar con Mano Negra, giró por el mundo, y volvió para grabar con los Muertos Dale aborigen, el mejor disco del grupo, que disparó tours por Europa, América latina e inclusive Japón (donde tocaron en un festival con Blur, Limp Bizkit y Rage Against the Machine). TTM formó su propio sello discográfico, sacó más CDs, empezó a editar a grupos afines y cuando todo parecía ir bien...

TODOS PUEDEN SER RASTAS Fidel lanza una carcajada que logra distraer a los clientes del bar. Sólo se le ha dicho: “Dejaste el grupo cuando mayor proyección internacional parecía tener...”. Las dos cosas son ciertas: 1) Fidel estableció una impasse en su relación con TTM y formó Anbessa, una agrupación dedicada exclusivamente al reggae; y 2) es raro que un grupo de rock se separe cuando le va bien. Fidel vuelve a reírse, y jura que no se está burlando: “Hace poco estuve tocando en Venezuela y me preguntaban lo mismo. Lo que pasa es que hablamos distintos idiomas. ¿De qué me sirve el éxito si no estoy al lado de Selassie I, el más grande? Mi misión en la tierra es llevar su mensaje en las letras de mis canciones”. Nadie podrá negarle que cumple su cometido en este mundo.
Aunque Anbessa es un grupo (muy sólido instrumentalmente, con Perikles en guitarra, Germán en teclados, Baltasar en bajo, Mariano en batería, Hugo en trompeta y Martina en trombón), el flamante disco Selassie I Dios Todopoderoso está firmado como FIDEL, lo cual, según el firmante, obedece a una intención clarificadora: en los últimos shows de TTM se habían producido “situaciones incómodas”. Una vez, llegó a decir arriba del escenario: “El que esté borracho, o drogado, o no crea en Dios, que se vaya”. Hoy, Fidel cree que es momento de aclarar el exabrupto: “Fue una época de confusión. Por eso preferí no estar más en TTM. De repente, de arriba del escenario se tiraban distintas ondas. Yo hablaba de Selassie, de repente se tocaba un punk, abajo había pogo, descontrol, y entonces yo dije eso. Ahora no lo diría. Las cosas están claras. Y ahora digo: que vengan todos. No hace falta ser negro para ser rasta. Podés ser hindú rasta, chino rasta, indio rasta”.

EL GRAN ENGAÑO Fidel, no obstante, sigue con fervor militante los preceptos del rastafarismo: no come carne, no toma drogas (la marihuana, según su visión, compartida por muchos, no es una droga) ni alcohol. “Pero no discrimino. Digo solamente que es doloroso ver a alguien drogado, dado vuelta. Jah (Dios) nos dio la vida, lo más precioso: no lo destruyas. Yo antes comía carne, y también tomaba alcohol. Pero la Biblia lo dice: Dejad que los tristes de espíritu beban. No necesito tomar, porque mi alegría está en Selassie”. No es necesario agregar más condimentos a un coctel que, con estos ingredientes, ya se ubica en las antípodas de la cultura rock. Claro que Fidel escucha la frase cultura rock y lanza otra de esascarcajadas que someten al destinatario a un estado de perplejidad sólo superable mediante la devolución de la carcajada. “¿Qué es el rock?”, pregunta, y no tarda en contestarse: “En algún momento nos dijeron que el rock iba a cambiar el mundo. Y fue un gran engaño. Entramparon a varias generaciones de jóvenes. Y yo me incluyo entre los engañados. Nos hicieron pensar que, haciendo música rock o música punk, nos oponíamos al sistema. ¿Y dónde está el punk? Hoy los punks son los líderes del mundo: el Papa, Bush, Clinton, son los que nos decretaron el No Future del que hablaban los punks. Lo estamos viviendo, nos están llevando a la autodestrucción tan pregonada. Fue una hábil treta política: nos pusieron el rock, y lo tomamos. Me costó desengañarme, darme cuenta de que había muchos punks que se vestían de tercermundistas para lavar la culpa de sus antepasados piratas, colonizadores y asesinos”.
Su amplia mirada geopolítica se sumerge en terrenos controvertidos cuando afirma, armado hasta los dientes con la fe rastafari: “A Marley lo envenenó la CIA”. La ciencia y la historia oficial hablan de un tumor maligno. Si se permite un ligero sincretismo entre verdades científicas y verdades religiosas, puede decirse que Marley (cuya prédica ayudó a liberar al pueblo de Zimbabwe) era visto, por ciertos gobernantes africanos, como un tumor que, al expandirse, despertaba y agitaba conciencias. “¿Te imaginás lo que era, man? Un rasta moviendo a las masas mundialmente”, se agita aquí y ahora Fidel. La realidad, siglo XXI, muestra ¿con resignación? ¿con esperanza? que Marley es, para millones de personas, una remera. Como el Che. Fidel (era inevitable) establece una diferencia: “En una cosa fueron muy distintos: el origen. Marley era hijo de pobres, y era negro. El Che era hijo de blancos ricos”.
Al margen de estos detalles, Fidel es terminante en cuanto a posiciones políticas: “Comunismo y fascismo son lo mismo. Ni izquierda ni derecha: Selassie”. Esta radicalización no sólo dejó atrás su viejo espíritu anarco, sino que, por un camino distinto del que hubiese imaginado, se fue alejando cada vez más de la ideología paterna. El padre debió exiliarse durante la dictadura. Se fue a Europa, junto a Amílcar (hermano de Fidel y también músico, con el que integró el grupo de reggae Lumumba), mientras Fidel se quedaba con la madre, escondiéndose de los militares, perseguido, cambiando permanentemente de barrio y de colegio. Las discusiones políticas entre padre e hijo fueron cambiando de eje: “Antes, cuando discutíamos, él ganaba siempre. Claro, tenía una formación intelectual que hacía que siempre tuviera a mano una respuesta para lo que yo le dijera. Después, cuando crecí con la fe de Selassie I, él me seguía criticando, con argumentos teóricos. Hasta que un día le dije: Yo sigo a un dios negro de Africa. Vos, también siendo negro, seguís a un dios blanco de Alemania (obvia referencia a Karl Marx). ¿O es que acaso los negros no tenemos filósofos, pensadores, con nuestra visión de la historia, de la política, de la economía? Y por primera vez se quedó callado”.

¿QUÉ TENGO YO QUE VER CON AMÉRICO VESPUCIO? Dos cosas: 1) nada enfurece más a Fidel que insinuarle que Selassie fue un cruel dictador africano, según consignan algunas crónicas; 2) dentro de la cultura negra, Fidel tiene referentes que no necesariamente están abonados a la cultura rasta. Defiende, por ejemplo, a Malcolm X (“un pilar en la lucha contra la opresión”), pero cuando se le nombra a Martin Luther King, espera dos minutos antes de responder: “No lo admiro, pero tampoco podría hablar mal de él”. El rap: “Me gusta musicalmente pero no encuentro un mensaje en el rap norteamericano. Parece que lo que ellos anhelan es vivir como los blancos. Puro materialismo y ninguna conciencia de repatriación, de búsqueda de lo africano. Igual, no soy tan ciego como para no diferenciar, si la alternativa es Wu Tang Clan o Eminem... Pero entiendo el proceso por el cual el rap norteamericano piensa como piensa. Lo que yo digo es que una misma historia, un mismo proceso, nos trajo tanto a Spike Lee como a mí... Me encantan sus películas, que desenmascaran el fraude del cinenorteamericano. Hay cosas que indignan, pero causan gracia: como que en Cleopatra el faraón haya sido ¡Yul Brinner! y Cleopatra Elizabeth Taylor, o que ¡Robert Powell haya sido Jesús! Eso pasa en toda la cultura occidental y cristiana. Argentina es un país lleno de héroes, y todos son blancos, como estatuas. Detesto que a los negros que viven en Norteamérica les digan afroamericanos. Es como cuando a mí me dicen latinoamericano... ¿Qué tengo que ver yo con Américo Vespucio? Yo no soy pariente de él. Latinos son los europeos”.
Podría agregarse que Fidel estuvo en Jamaica, compartiendo días con la comunidad rasta Shashamani, cantando salmos en las montañas (donde la leyenda dice que vive gente que no baja nunca a la ciudad, gente que sigue el precepto levítico de no cortarse ni el pelo ni las uñas ni la barba y que no manda a sus hijos al colegio para que no “desaprendan”, gente que es capaz de fumarse 110 porros por día y seguir hablando como si nada hubiese pasado), que su casa está embanderada de imágenes de Selassie I, que el próximo 31 de marzo actuará con Anbessa (que significa León) en el pub Hillock, que está a favor de la legalización de la marihuana (“la hierba santa que crecía en los jardines del rey Salomón”) pero no se aviene a la utilización que hizo el rock de esa hierba santa (“mezclan la marihuana con el reviente, como si fuera vino de cartón, y no saben que tienen ante sí algo digno y sabio, pero es lo que logró el sistema con el rocanrol: tener calladas a las generaciones más activas y encima hacerles creer que tienen voz”), pero hay algo más que supera todo lo dicho: el apellido. “Yo no soy Nadal. Ése es el apellido de mi abuela. Yo ya soy la quinta generación de mi raza en Babylon (Argentina, en este caso) y no pude rastrear mi origen, porque entre tantos asesinatos, nos quitaron la identidad. Ni siquiera voy a cambiarme el apellido, porque no lo considero. Además, ¿dónde debería cambiarlo? ¿en las oficinas de ellos?”.
Por eso, dice, su sueño es irse a vivir al Africa. “En realidad no es un sueño sino una visión que tengo. Y es uno de los motivos que me hacen seguir vivo”. ¿Y Todos Tus Muertos? Fidel no duda: “Ya lo dijo Peter Tosh: dejen que los muertos entierren a los muertos”.

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