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Música Las mejores tapas de discos según Q

EL LADO DE AFUERA

Caras anónimas que de un día para el otro aparecen en las disquerías de todo el mundo. Tipos con la espalda en llamas. Bebés a punto de morder el anzuelo del dólar. Diseñadores de todas partes. La revista inglesa Q decidió homenajear en su última edición especial a los perfectos desconocidos detrás de ese arte que tanto ha hecho por el rock: el arte de tapa.

POR RODRIGO FRESAN

Wish You Were Here, Pink Floyd
Quintaescencia del estilo Hipgnosis, equipo de diseñadores conformado por Storm Thorgerson y Aubrey Powell. Formidable diseño que, para desesperación de la compañía, venía escondido adentro de un sobre oscuro. “Todavía hoy pienso que es una gran tapa”, dice el guitarrista David Gilmour. Y está hecha, atención, antes de que llegara el Photoshop: al hombre en llamas se le quemó el bigote.

Bringing It All Back Home, Bob Dylan
Courtney Love dice que se metió en el rock porque quería ser como la gente de esta foto. La foto es de Daniel Kramer y desborda símbolos para dylanólogos de ayer y de siempre: disco de Robert Johnson, la mujer de su manager, símbolo de refugio atómico y Bob en el foco y en el centro mientras todo gira a su alrededor. Poco ha cambiado la cosa.

Remain in Light, The Talking Heads
El primer diseño del desaparecido húngaro Tibor Kalman para la banda de Byrne: la alienación devoradora de lo computarizado y todo eso. En la contratapa, foto de aviones desaparecidos en el Triángulo de las Bermudas. Esfumarse es el Verbo. Kalman reincidiría, más tarde, con la tapa naïve de Little Creatures.

London Calling, The Clash
Reinterpretación gráfica del histórico y fundacional Elvis Presley. Las mismas letras con los mismos colores para otra foto histórica en blanco y negro. Jones y Strummer no dudaron de que ésa y así tenía que ser la tapa del disco. Ahí, señores, el instante preciso en que Jones rompe su guitarra favorita pensando que era la de repuesto. “Todavía hoy llora cuando se acuerda”, dice Strummer. Sticky Fingers, The Rolling Stones


Nevermind, Nirvana
La foto es de Kirk Weddle –especialista en fotografía bajo el agua– y el diseño es de Robert Fisher, quien luego diseñaría nuevas rarezas como el Odelay de Beck. “No envejeció nada”, se maravilla todavía hoy. La banda, agradecida, le regaló al bebé un disco de platino.

A Night At the Opera, Queen
El isotipo horoscópico diseñado por Mercury –y pasado en limpio por David Costa– que representa a los diferentes miembros de la banda: el canceriano Brian May, los leos Roger Taylor y John Deacon y las dos hadas que equivalen al virgo Freddy. El ave fénix surgiendo del fuego representa el surgimiento de Queen a partir de las cenizas de bandas anteriores como Smile y Wreckage. No es kitsch, es camp.

The World Won’t Listen, The Smiths
Morrisey salía a la caza de viejas fotos –de películas, de lo que fuera– y se encargaba de las tapas. “Yo nunca tuve nada que ver con eso y me alegro. Era como recibir un regalo sorpresa”, recuerda hoy el guitarrista Johnny Marr a la hora de recordar las coordenadas de “la iconografía de un mundo creado por Morrisey”. “Es arte autobiográfico”, investiga Jo Slee en su libro de 1994 Peepholism: The Art of Morrisey. Y tiene razón.

Diseño de Andy Warhol –quien también se ocuparía del isotipo de labios y lengua– y entrepierna de Jed Johnson, uno de los tantos protegés de The Factory que, dicen, estaba especialmente bien dotado. La gran idea es que tuviera un cierre de verdad. Y lo tuvo, para desesperación, como suele ocurrir, de la discográfica.

Sgt. Pepper’s, The Beatles
El Big Bang del diseño discográfico y prueba de que los tiempos estaban cambiando: a partir de aquí, los músicos tendrían ideas cada vez más “divertidas” y, por supuesto, difíciles de realizar. La foto se tomó el 30 de marzo de 1967. Adolf Hitler fue eliminado del grupete de asistentes a la sesión porque John ya había causado suficientes problemas con eso que dijo sobre Jesucristo, ¿recuerdan?

War, U2
La tapa de Boy, con Peter Rowan luciendo un casco, fue cambiada para la edición norteamericana por una foto de la banda porque alguien temió que se la interpretara como una incitación a la pedofilia. Tres años después, Bono y sus amigos volvieron a meter a Peter en la tapa de War. Y esta vez, con el labio partido.

Actually, The Pet Shop Boys
“Nuestra imagen definitiva. Yo aparezco bostezando. Nos sacaron la foto a las dos de la mañana y estábamos los dos de pésimo humor”, dice Neil Tennant. Una de las célebres y clásicas “tapas blancas” de los Pet Shop Boys como reacción pasiva a “la estupidez grandilocuente de las tapas de discos durante los 80. EMI gastó dinero en una encuesta explicándonos por qué no nos convenía tanto blanco. La leímos e hicimos la de Discography. Con más blanco todavía”, sonríe Tennant.

Green, R.E.M.
A la hora de firmar su primer contrato R.E.M. aceptó un menor porcentaje a cambio del control gráfico del asunto. Michael Stipe es el que se encarga de las tapas. El chiste es hacer una tapa naranja cuando el disco se llama Verde y, de paso, aludir al tóxico Agent Orange utilizado en Vietnam. Sobre la letra R de R.E.M. puede adivinarse la sombra de un 4: error de tipeo de Stipe. ¿Queda lindo, no? Sí, Michael.

Banana, The Velvet Underground
Otra de Warhol. En la edición original –rescatada para la caja recopilatoria de la Velvet–, la banana puede pelarse para mostrar un fruto rosado. La idea original de Andy había sido la de usar fotos de pacientes antes y después de someterse a la cirugía plástica. Después, a Warhol se le ocurrió reproducir la horribles críticas que solían aparecer sobre la banda. A la discográfica, por supuesto, el asunto no le causó la menor gracia. Vamos con la banana, entonces.

Definitely Maybe, Oasis
Reinterpretación simbolista y beatle de la foto que aparecía en la contratapa de la antología de 1966 Oldies But Goldies de los cuatro de Liverpool. La idea fue de Noel G. La película que están mirando en la tele es El bueno, el malo y el feo. El globo terráqueo girando no significa otra cosa que –Noel otra vez– “dominación mundial, cosa que ninguno de nosotros dudaba que conseguiríamos”. Oh.

Mechanical Animals, Marilyn Manson
M. M. como el alien Omega cortesía del designer Paul Brown y del fotógrafo Jonh Cultice. La cadena Wal-Mart se negó a exhibirlo y venderlo, lo que significa que salió todo bien y según lo planeado. Los números 1 y 5suplantan a las letras I y S y dan cuenta de la fecha del cumpleaños del cantante. La mano izquierda tiene seis dedos, por las dudas.

Country Life, Roxy Music
Se sabe que Brian Ferry es un bon-vivant de aquellos así que vamos a poner chicas en la tapa. Supervisadas por Ferry, claro. A estas dos alemanas las conoció en un bar de Portugal y qué hacen esta noche, nenas. En Estados Unidos se vendió cubierta y escondida. Las feministas las quemaron con gran entusiasmo y un poco de envidia.

¿Habrá un destino más terrible que el de ser mundialmente famosos y que nadie conozca nuestro nombre? Estamos aquí reunidos, entonces, para honrar las vidas y las obras de los héroes anónimos Ronnie Rondell, Peter Rowan y Spencer Elden.
En 1975, el doble de riesgo Ronnie Rondell fue citado en los estudios de la Warner Brothers en Burbank, California. Allí lo prendieron fuego y le dijeron que tenía que estrecharle la mano a un tal Danny Rodgers. Con los años, Rondell cubriría las espaldas y los huesos de varios actores en situaciones mucho más peligrosas en los sets de películas como Terminator y El último gran héroe, pero nada iguala ni igualará a ese segundo de fuego y gloria.
Hoy Peter Rowan –luego de trabajar en una tienda vendiendo skates y aparecer como extra en The Commitments– se dedica a sacar fotos. Pero lo importante son las fotos que le sacaron a él. En 1980 y en 1983. Ahí está, mirando a cámara con ojos nuevos primero y con ojos que han visto demasiado después. La leyenda –imposible de confirmar– dice que le pagaron con un chocolate Mars. Los responsables lo niegan, claro.
Spencer Elden no había cumplido dos meses de edad en 1991 cuando a alguien se le ocurrió tirarlo a la pileta. Quedó finalista entre cuatro bebés y, al principio, hubo problemas con la exhibición de su flamante órgano sexual. Alguien pensó en aerografiarlo, alguien se negó y ahí estuvo, ahí está, ahí seguirá estando. El suicida en potencia que tuvo la idea –y casi enseguida llevó la teoría a la práctica y se convirtió en suicida activo– propuso que la foto fuera acompañada de una calcomanía donde se leyera: “Si a usted le ofende esta imagen, entonces seguramente usted es un pedófilo latente”. Todos se rieron mucho. Hasta baby Spencer se rió.
Para ponerlo más claro, para que todos lo sepan de una buena vez por todas: Ronnie Rondell se quema en la tapa de Wish you Were Here de Pink Floyd; Peter Rowan mira fijo en las tapas del single de título Three, los álbumes Boy y War y en la recopilación The Best of 1980-1990 de U2; y Spencer Elden flota en la tapa de Nevermind de Nirvana.

LADO UNO
De todos ellos y de muchos más habla la reciente edición especial de la revista inglesa de rock Q que –con formato long-play y bajo el título de The 100 Best Record Covers of All Time– homenajea a la vez que descubre historias curiosas del mundo de las tapas de discos y compacts. Historias importantes y tapas trascendentes; porque está claro que si bien no se puede juzgar un libro por su cubierta, con los discos el tema se hace más complejo y se aleja del dicho. El hecho es otra cosa y –si bien la tapa de un disco puede ser traje de emperador o seda de mona– también es cierto que, a partir de determinado momento, la música se continúa en la tapa o, lo que es mejor, la tapa es lo primero que oímos de un disco o de un compact.
El Día D a la hora del arte discográfico seguramente haya sido el jueves 1º de junio de 1967 cuando salió a la venta Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles. Grandes canciones pero, reconozcámoslo, lo más fuerte de todo era la tapa: doble, repleta de cositas recortables, con -por primera vez– las letras para cantar todos juntos ahora y, oh, toda esa gente posando más que conscientes de que se trataba de un momento único e irrepetible. A la EMI –acostumbrada a gastar hasta entonces unas 75 libras por tapa– la cuenta de 2867 libras no le causó la menor gracia. Pero ya estaba hecho. A partir de entonces, toda banda de rock que se respetara tenía que preocuparse, también, por el papel –o el cartón– que envolvía al paquete. La bomba atómica by design había estallado y ya nada volvería a ser lo mismo: las tapas de los discos eran, de golpe, el sitio donde hacer arte y allí venían Andy Warhol (con sus diseños banana para la Velvet Underground y cierre relámpago para los Rolling Stones), el dominiodel estudio Hipgnosis durante los 70, el isotipo de Queen diseñado por Freddie Mercury, la reina Elizabeth con alfiler de gancho en el God Save the Queen de los Sex Pistols y las esclavas sexuales de Roxy Music, el uso de los fondos blancos en la imagen de los Pet Shop Boys, Morrissey buscando viejas fotos de películas viejas para The Smiths, y el alienígena bisexual hermafrodita de Marilyn Manson en Mechanical Animals declarando: “Digo más en esta tapa que en toda una novela”. Y, probablemente, tiene razón.

LADO DOS
Las cien tapas escogidas por la revista Q –varias de ellas ilustran esta doble página y van de Sinatra a Radiohead– acaban ordenando una antología caprichosa como todas las antologías, pero alcanzan y sobran para dar una idea de la importancia de un medio cada vez más importante. La tapa de los discos –y de los compacts, a partir de una jibarización que obligó a nuevas búsquedas y renovados hallazgos– es el sitio desde el que se dispara el primer cañonazo y se consigue la primera sangre.
Peter Saville –diseñador de tapas para Joy Divison, New Order, Peter Gabriel, Suede, Pulp y prologuista de esta edición especial de Q– explica que, cuando le preguntaron cuál era su propósito como diseñador de tapas de discos-compacts, contestó: “Mi ambición es hacer que el Reino Unido luzca un poco mejor de lo que luce”. El comentario –aunque un tanto rimbombante– no deja de tener su parte de verdad y es cierto que gente como Alejandro Ros –top-designer vernáculo del asunto– mejora al menos un poquito la sufrida imagen de nuestro país a lo largo y ancho de cuadernillos Argentina potencia.
Una cosa es cierta: el envoltorio de esos objetos mágicos que vienen con música en las tripas es uno de los territorios artísticos que más han evolucionado en los últimos cuarenta años.
De ahí que –en más de una ocasión– uno se haya comprado música desconocida a partir de reconocerse en la gráfica que viste a esa música.
Y que no se haya arrepentido nunca de haberlo hecho.
Y que está bien que así haya sido y que siga siendo, por lo menos hasta que el bebé Spencer Elden, el chico Peter Rowan y el arriesgado Ronnie Rondell convenzan por fin a sus amigos, novias y vecinos de que, te lo juro, yo soy ése, yo soy el que salió en la tapa de ese disco.

 

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