Homenajes 
          Cazuza, el gran olvidado
         
          Rock in Rio
        A 
          comienzos de los 80 lideró Barao Vermelho, una banda que renovó 
          el parnaso de la música popular brasileña. Caetano lo 
          llamó el mejor poeta de su generación. Músicos 
          como Renato Russo, María Bethania, Gilberto Gil y Elis Regina 
          profesaron una devoción religiosa por sus canciones. Cada uno 
          de sus recitales desataba una ola de comentarios que recorría 
          Brasil de punta a punta. Sin embargo, en julio de 1990 Cazuza murió 
          víctima del sida y en medio de una feroz campaña política 
          en su contra desatada por su peor pecado: haber escupido sobre la bandera 
          brasileña. Radar rinde homenaje a un de los músicos más 
          iluminados y olvidados de los últimos tiempos.
        Por 
          Javier Piedra 
        Amanece 
          en Río. En lo alto de un morro, el Cristo de los brazos abiertos 
          bendice la ciudad. Edinha camina cabizbaja, con las mejillas surcadas 
          por lágrimas. Dice que Cazuza ha desmejorado notoriamente, que 
          no orina y se niega a airearse la espalda y las nalgas. Joao escucha 
          atento, mientras una mueca comienza a dibujarse en su rostro. Edinha 
          vuelve al cuarto. Con pulso endeble transcribe la presión arterial: 
          siete de máxima, cuatro de mínima. Verifica por enésima 
          vez el suero, las sondas, prepara el oxígeno y ajusta el elástico 
          de la máscara para efectuarle la primera de las cuatro nebulizaciones 
          indicadas. Cazuza se resiste. Edinha le susurra al oído, le dice 
          que son necesarias si por la noche quiere asistir al show de la Legión 
          Urbana. Cazuza se arranca la máscara con furia, mientras sus 
          labios ajados deslizan una leve sonrisa entre la súplica y la 
          bronca. Era el 7 de julio de 1990. Cazuza tenía 32 años, 
          pesaba 38 kilos y hacía tiempo que padecía sida.
         
          NO SE QUIÉN SOY 
           Hijo único del matrimonio de Joao de Miranda Araujo, empresario 
          de la discográfica Odeón y de Lucinha da Silva, una joven 
          costurera oriunda de Vasouras, Cazuza nació el 4 de abril de 
          1958 y anotado con el nombre de Agenor debido a la insistencia de la 
          abuela paterna en mantener viva la memoria de su esposo fallecido. En 
          la escuela siempre fue difícil identificarlo. Nunca respondió 
          al llamado de Agenor. No sabía que ése era 
          su verdadero nombre.
          A los cinco años, fue inscripto en el colegio jesuita San Inácio, 
          uno de los más importantes y tradicionales de Río de Janeiro. 
          Los requisitos: un examen de admisión cuya exigencia mínima 
          era que el alumno supiera leer y escribir. Joao y Lucinha buscaban en 
          Cazuza a un niño prodigio, un genio de raza. Entre 
          más de mil candidatos alcanzó un puntaje final de 9.50 
          que decepcionó a su madre. Una relación especial con sus 
          padres condicionaría su vida.
          Desde muy temprana edad tuvo una prodigiosa imaginación: creaba 
          historias de familias con destinos diferentes para cada uno de sus integrantes. 
          Amores, desamores, tradiciones, muertes y bigamias formaban parte de 
          las tramas. Después se deslumbró con la arquitectura y 
          el urbanismo. Pasaba días enteros armando grandes ciudades con 
          fósforos usados. Pero, a pesar de su creatividad (o precisamente 
          debido a ella), el rendimiento escolar era pésimo. Del San Inácio 
          fue expulsado por continuas fumatas de marihuana en los baños. 
          Desde entonces el peregrinaje de escuela en escuela fue interminable.
          La profesión de su padre Joao lo hizo crecer rodeado de músicos. 
          Su casa era un cenáculo normalmente visitado por deidades como 
          Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa y Elis Regina. Pero aunque toda 
          su pasión se concentrara en la figura de Rita Lee, Cazuza nunca 
          tuvo mitos, precisamente porque convivía con ellos.
          A los 12 años abandonó junto a sus padres el departamento 
          de Copacabana, donde había nacido, por uno en el Bajo Leblón 
          rodeado de restaurantes y bares con intensa vida nocturna. Un lugar 
          más que apropiado para que despertara su curiosidad voraz, donde 
          comenzaría a delinear esa personalidad que años después 
          pasaría sin problemas de la seducción a bravuconada más 
          desafiante, que lo llevaría de la timidez más obstinada 
          a la impudicia de relatar a absolutos desconocidos sus experiencias 
          enviciadas en ácidos y heroína.
          Todavía adolescente, y después de pasear unos meses por 
          Europa, viajó a los Estados Unidos, donde se anotó en 
          un curso de fotografía y artes plásticas en la Universidad 
          de Berkeley que nunca terminó. De vuelta en Brasil, consiguió 
          un empleo como fotógrafo free-lance en la discográfica 
          RGE y alquiló un departamento en Ipanema que al poco tiempo tuvo 
          que abandonar debido a las reiteradas denuncias de los vecinos por tráfico 
          de cocaína. Joao, que había oficiado como garante, 
          no quería que su promisoria carrera en la discográfica 
          quedase trunca por las locuras de su hijo. Estimulado por las videncia 
          del astrólogo Bola (que le había profetizado: Pronto 
          habrá una transformación y tu lado más oculto va 
          a brotar de forma casi inconsciente), Agenor se matriculó 
          en el curso de teatro que Perfeito Fortuna montó en Circo Voador. 
          El trabajo final con el grupo Nossa Senhora Dos Navegantes consistió 
          en una parodia de La novicia rebelde. Su rol consistía en cerrar 
          el espectáculo con una canción. Cazuza estremeció 
          a todos interpretando Odara de Caetano.
        CAZUZA 
          EN BANDA 
           Corría el año 1981 cuando se presentó en un 
          garaje de Praça Del Vecchio, en Rio Comprido, ante un grupo de 
          jóvenes que buscaban un vocalista para una banda de rock. Hasta 
          ese día, Roberto Frejat en guitarra, Mauricio Barros en teclados, 
          Dé en bajo y Guto Goffi en batería conformaban las partes 
          de Barao Vermelho. Cazuza llegaba para darle vida.
          La presentación oficial de la banda se realizó en un cancha 
          de Barra de Tijuca, ante unos pocos conocidos que escucharon atónitos 
          a un adolescente excitado, con la bragueta abierta y los dedos enredados 
          en sus genitales. Enfrentar el escenario para mí es todo 
          un asunto sensual medio incontrolable. A veces entro con una erección. 
          Siento el sexo aflorando, miro a las personas y siento que tienen también 
          una cosa que vuelve en respuesta. Es mucho placer: yo y el público 
          teniendo sexo.
          Desde entonces desfilaron por todos los escenarios disponibles de Río 
          y poco a poco desplazaron de la escena carioca a los mitos ya consagrados 
          que Cazuza conocía de su infancia. En noviembre de 1982 salió 
          a la calle el primer LP del grupo: Barao Vermelho. El trabajo contó 
          con el beneplácito inmediato de la crítica especializada: 
          A partir de ahora están dinamitadas las fronteras que separan 
          lo elemental de lo profesional. Barao prueba eso, en un escenario musical 
          repleto de artistas maduros cayéndose de podridos.
          A pesar de las pocos discos vendidos, el lanzamiento oficial del disco 
          se realizó a sala llena sobre las tablas del Circo Voador. Caetano 
          dijo: Escuché Carta Azul y lloré y lloré. 
          Y quedé apasionado, maravillado. Cazuza es un romántico 
          auténtico. Un año después, el mismo Caetano, 
          en la presentación de su disco Uns, cantó un clásico 
          de Barao: Todo el amor que existe en esta vida. Al finalizar, 
          elogió a Cazuza llamándolo el mejor poeta de la 
          nueva generación. Barao crecía a la velocidad de 
          los escándalos. Cazuza provocaba arriba y abajo del escenario. 
          Se exponía frente a cada micrófono: se definía 
          apólogo de los excesos y destacaba abiertamente su ambigüedad 
          sexual: Yo no soy ni una cosa ni otra, porque nada es definitivo 
          en la vida. Ustedes pueden decir que yo soy bisexual. Es verdad. Un 
          día me puede gustar un hombre como otro día una mujer. 
          Cojo con todos, sin nostalgias de un romance. El hombre tiene sexo por 
          placer. Cuando aparece el deseo, ¡vale todo!. Sus reflexiones, 
          por supuesto, erizan la piel de los censores que promueven una persecución 
          constante, que casi siempre concluye con la detención de la banda 
          y la posterior libertad condicionada de sus integrantes. El eco de los 
          escándalos cruza Brasil de punta a punta. Cada show depara nuevas 
          sorpresas a una multitud delirante bajo el efecto de un soberbio cóctel 
          de rock, alcohol y drogas.
        BARAO 
          ABANDONAO 
           A partir de la musicalización de la película Bete 
          Balanco e Amor Amor (1983) de Lael Rodríguez, Barao se convirtió 
          en top-ten en las radios y las revistas juveniles reflejaban el éxito: 
          Una banda en expansión que se va transformando en la voz 
          de una generación anfetamínica. El suceso era tal 
          que el lanzamiento de su segundo disco (Barao Vermelho 2, 1983) en un 
          teatro de Ipanema reunió a muchas de las máximas figuras 
          de la música popular brasileña en la primera fila. Pero 
          el gran reconocimiento llegó en 1985, durante las dos presentaciones 
          en el megafestival Rock en Río compartiendo escenario, entre 
          otros, con Nina Hagen, Kid Abelha, Yes, B52 y AC/DC. De esas dos noches 
          quedó registrada una contundente demostración del rock 
          frenético que desataba en el público una histeria desenfrenada. 
          Aún se recuerda a Cazuza envuelto en unainmensa bandera brasileña 
          comunicándole al público que Tancredo Neves era el presidente 
          electo del Brasil y su despedida diciendo: Que el día nazca 
          lindo para todo el mundo, un Brasil nuevo.
          Pero a pesar de que Maior abandonado, el tercer disco de la banda, superó 
          los 100 mil discos vendidos, Cazuza decidió seguir su propio 
          camino. Solía decir que el grupo limitaba su composición: 
          En la banda está todo muy perfecto y yo no tengo nada que 
          ver con eso. Me gustan las cosas para descolgar de las paredes, odio 
          las instalaciones. Obviamente, ser hijo único lo había 
          convertido en dueño de su propio territorio y lo empujaba a no 
          compartir decisiones, pero la idea de alejarse del grupo lo llenaba 
          de inseguridad. Frejat todavía recuerda aquel final turbulento: 
          Faltaban cinco minutos para salir a escena y un muchacho, que 
          yo ya había visto un par de veces antes, entró al baño 
          de nuestro camarín. No era difícil imaginarse a quién 
          venía a ver y para qué. Empecé a golpear la puerta. 
          Cuando Cazuza me abrió, le pegué una trompada. Recuerdo 
          que se tomaba la cara mientras en posición fetal dramatizaba: 
          ¡Ay mi Dios, ustedes me odian, ustedes me odian! El espectáculo 
          fue demorado por más de una hora y tuvieron que coserle el labio. 
          Desde ese día las presentaciones eran cada vez más problemáticas 
          abajo del escenario y horrorosas sobre él. Finalmente, las extravagancias 
          de Cazuza terminaron por incomodar al resto de la banda y la separación 
          fue inevitable.
        NI 
          SIQUIERA LAS MADRES SON FELICES 
           Ya durante los últimos shows de Barao Cazuza sufría 
          continuas fiebres que reducía a fuerza de aspirinas y vodka. 
          Con el tiempo, los picos de temperatura se tornaron constantes. El primer 
          estudio médico reveló mononucleosis. El segundo, una infección 
          bacteriana que vagaba por los pulmones.
          De entre el material compuesto para el cuarto disco de Barao, Cazuza 
          seleccionó algunas canciones y lanzó Exagerado, su primer 
          trabajo como solista, del que fue prohibida la difusión del tema 
          Sólo las madres son felices, debido a su corrosiva 
          composición: ¿Usted nunca soñó ser 
          comida por animales, / no transó con cadáveres? / ¿Nunca 
          traicionó a su mejor amigo, / no quiso cogerse a su madre? / 
          Sólo las madres son felices.
          Al poco tiempo grabó Sólo si fuera de a dos bajo el sello 
          Polygram. Un mes antes de iniciar la gira por Brasil, las gripes y las 
          fiebres se transformaron en incontrolables. La ignorancia hizo que los 
          antibióticos no dieran el resultado esperado. Los fantasmas del 
          virus rondaban por su cabeza: Cuando leí por primera vez 
          un artículo hablando de la enfermedad, pensé que era exactamente 
          eso lo que yo tenía. Tras una sensación repentina 
          y premonitoria, en 1985, solicitó hacerse un test para detectar 
          el HIV. El diagnóstico lo embarcó en sucesivos viajes 
          al Boston Medical Center de Estados Unidos, en busca de una droga experimental, 
          que, al parecer, ofrecía mayores expectativas que el resto.
        ES 
          PARTE DE MI SHOW
           Repuesto de las primeras dosis de AZT, renovó energías 
          y buscó un modo diferente de pensar la vida. Paradójicamente, 
          atrapado por un sentimiento de pérdida, tomó a la muerte 
          como punto de partida. Escribe y compone compulsivamente. Le envía 
          canciones a Joao Donato, a Fagner, a Joanna, a Lobao, a María 
          Bethania. Una tregua del virus le permite grabar Ideología, en 
          el que realiza devastadoras observaciones del Brasil de Sarney y retrata 
          los síntomas de decadencia y soledad que presentan las generaciones 
          posdictaduras: Mis héroes murieron de sobredosis. / Mis 
          enemigos están en el poder. / Ideología. Yo quiero una 
          para vivir. / Mi placer ahora es riesgo de vida. 
          Con Ideología encontró las fuerzas necesarias para enfrentar 
          la encrucijada y se lanzó a la guerra contra la enfermedad con 
          un inolvidable recital en el teatro Aeroanta de San Paulo. Desde que 
          había abandonado Barao Vermelho, el cantante Ney Matogrosso soñaba 
          con producirlo. La oportunidad surgió con este show: Cuando 
          me lo pidió presentí que sería nuestro último 
          gran encuentro. Ney se preocupó de todos los detalles:contrató 
          enfermeras, alquiló tubos de oxígeno y dispuso de una 
          ambulancia, que aguardaría en la puerta del teatro. No 
          hay nada más importante que tu historia y tu pensamiento. Nada 
          debe preocuparte. Nada de bailar, ni de andar de aquí para allá. 
          Trata de mantenerte parado y canta, canta.
          Con un conjunto de pantalón y blusa de seda blanca, y un turbante 
          palestino sobre la cabeza se paró rígido en el vértice 
          del escenario, como al borde de un acantilado, y durante más 
          de dos horas su cuerpo menudo, frágil, casi invisible fue un 
          destello sobre los infinitos rascacielos paulistas. Por momentos, de 
          su boca florecieron palabras que estallaban de abstracción y 
          fantasía: Para qué usar tanta educación. 
          / Para qué mostrar terceras intenciones desperdiciando la miel 
          / despacio de flor en flor. / Entre mis enemigos, eres Picaflor. / Yo 
          protegí tu nombre por amor / con un alias, Picaflor. Otras 
          eran filosas, de una crudeza nunca antes escuchada: No me convidaron 
          a esta fiesta pobre, que armaron para convencerme sin ver / toda esa 
          porquería con la que me machacaron aún antes de nacer. 
          / No me ofrecieron ni un cigarrillo. / Me quedé parado en la 
          puerta, estacionando autos. / No me eligieron jefe de nada. / Y mi tarjeta 
          de crédito es una navaja.
          Esa noche, Cazuza se desbordó de palabras de amor, de sufrimiento, 
          de bronca y locura, provocando un inmenso desarreglo de todos los sentidos: 
          Las noches de frío mejor no nacer, las de calor se escoge 
          matar o morir. / Y así nos hacemos brasileños. / Nos llaman 
          ladrones, maricas, drogadictos, / y ellos hacen del país un puterío 
          así ganan más dinero.
          Entre las bambalinas, Ney festejaba viendo a la multitud aullar. Todo 
          salió como lo habían previsto. El final con El tiempo 
          no para era una síntesis y una despedida perfectas. Pero 
          a Cazuza no le alcanzaba. A paso lento volvió para el bis y arrodillado 
          al borde del acantilado hizo pública su herida secreta: Te 
          busco en la escuela, te hincho las bolas, con todo mi amor. / Te llevo 
          a la fiesta, testeo tu sexo con aires de profesor. / Te hago promesas 
          relocas, tan cortas como un sueño bueno. / Si te escondo la verdad, 
          nena, es para protegerte de la soledad. El final con Es 
          parte de mi show fue un retrato íntimo con el que firmó 
          su testamento.
          La crítica consagró Ideología como su mejor trabajo. 
          El disco vendió 500 mil copias y obtuvo el Premio Binual Sharp. 
          El tema Brasil se alzó con dos galardones a la mejor 
          composición y a la mejor interpretación, esta última 
          en la voz de Gal Costa, quien la incluyó en su repertorio, además 
          de ser cortina de la popular telenovela Vale todo. También se 
          llevó el premio Vinicius de Moraes como mejor cantante pop/rock 
          y mejor música.
          Ideología siguió sus presentaciones por todo Brasil. En 
          Belem, Cazuza debió soportar la fiebre hasta casi el final de 
          la función. Después de la última canción 
          se desplomó sobre el escenario. Yo no creo que haya vida 
          después de la muerte. Así que si algo me pasa, que sea 
          sobre el escenario, dijo una vez trasladado de urgencia hasta 
          un centro asistencial.
        COBAYO 
          DE DIOS 
           Con un Brasil vapuleado por una hiperinflación del 900 por 
          ciento y las secuelas del asesinato de Chico Mendes a flor de piel, 
          grabó en vivo el disco El tiempo no para. Una selección 
          de temas que despotrican contra un país decadente, rancio y terminal. 
          Fue en uno de los shows de lanzamiento que tomó una bandera brasileña 
          arrojada desde la platea y la escupió en dos oportunidades. Su 
          actitud se transformó en escándalo nacional. Al día 
          siguiente todos los medios publicaron opiniones en favor y en contra. 
          Harto de la polémicas, escribió una carta defendiendo 
          su postura: Realmente escupí la bandera dos veces y no 
          me arrepiento. Sabía muy bien lo que hacía. Entiendo que 
          la bandera brasileña es la que simboliza nuestra historia. Pues 
          muy bien, yo escupo en esa historia triste y patética. 
          Sus declaraciones no cayeron muy bien entre los distintos sectores políticos 
          que a través de los principales diariosiniciaron una intensa 
          campaña en su contra, acusándolo de antinacionalista.
          Mientras tanto, los dosajes de AZT se tornaron brutales (doce por día), 
          algo que, sumado al desmedido consumo de alcohol y drogas, lo atrapaba 
          en irrefrenables raptos de locura. Bebía vodka desde la mañana, 
          mientras desfilaba por los pasillos de la clínica con un turbante 
          en la cabeza autoproclamándose príncipe árabe. 
          Otras veces se dedicaba de lleno a la fotografía. Veinte rollos 
          diarios no le resultaban suficientes para registrar todo lo que estaba 
          a su alcance: pies, cabellos, puertas, enfermeras, médicos. También 
          se había obsesionado con la higiene de sus manos: Esto 
          es maravilloso, repetía mientras pasaba horas y horas enjabonándolas. 
          Si no, deambulaba enropado en una tristeza endémica y casi siempre 
          lo encontraban solo y pensativo en el banco de una patética plaza 
          al final de Leblón, refugio de maloucos que escapan del sol.
          Durante los shows entablaba tediosas discusiones con el público 
          que, cada vez más seguido, se transformaban en agresiones. A 
          sus asistentes les resultaba imposible dominarlo y menos controlar su 
          lengua: Cuando estaba ahí arriba me venía un sentimiento 
          extraño. Todos los que estaban enfrente mío estaban ahí 
          porque me amaban. Pero yo quería que las personas me odiaran, 
          no quería que el mundo fuese bueno conmigo. Entonces comencé 
          a hacer cosas para incomodar.
        VIDA 
          LOCA, VIDA BREVE 
           Dos meses antes de cumplir los 31 años Cazuza le concedió 
          un reportaje exclusivo al diario Folha de Sao Pablo. En un intervalo, 
          los periodistas le preguntaron por qué no reconocía su 
          enfermedad. De inmediato respondió con otra pregunta: ¿Tienen 
          el coraje de beber de mi vaso? Escriban que tengo esa cosa maldita. 
          ¿Acaso no es lo que todos ustedes querían saber? Pongan 
          que tengo sida y no aguanto más. Los periodistas asombrados 
          registraban a un Cazuza que no paraba de hablar y beber. Estoy 
          con una salud óptima. De verdad. Es como si recién descubriera 
          que soy portador del virus. Yo no voy a parar de beber por el sida. 
          Bebo, fumo y hago lo que quiero. No voy a desaprovechar ni un segundo 
          de mi vida. Además, el AZT con vino es una delicia.
          Después de reconocer públicamente la enfermedad, el consulado 
          norteamericano no revalidó su visa, debiendo continuar el tratamiento 
          en Brasil. El mismo día que recibió el alta transitoria 
          de la clínica Sao Vicente llegó a las disquerías 
          El tiempo no para, que en menos de una semana agotó las miles 
          de copias distribuidas. Con 40 kilos, serias deficiencias cardiorrespiratorias 
          y con un intenso tratamiento psiquiátrico se encerró a 
          grabar Burguesía, un furioso repertorio de 20 canciones que reflejan 
          su desesperada agonía: Vida loca, vida breve, / ya que 
          no te puedo llevar, / quiero que me lleves a mí. / Vida loca 
          vida, vida inmensa. / Nadie va a perdonarnos, nuestro crimen no compensa. 
          Acosado por una euforia creativa, llegaba a los estudios en silla de 
          ruedas y grababa tirado en un sofá, a veces en jornadas de 12 
          horas con 39 grados de fiebre. Señores dioses, protéjanme 
          de tanta magia. / Estoy pronto a ir a su encuentro. / No quiero, no 
          voy, no quiero. / No quiero, no voy, no quiero.
          La prensa dijo que el disco no era bueno: Como dice el propio 
          Cazuza, su canto es el que lo mantiene vivo. Si él quiere continuar 
          vivo tiene que esforzarse más. Su público espera más 
          de él, escribió André Forastieri para Folha 
          de San Paulo.
          A modo de promoción, decidió otorgarle una entrevista 
          al semanario Veja, el más importante del poderoso grupo editorial 
          Civita. La periodista Angela Abreu, vieja conocida de la familia, fue 
          la encargada del reportaje tomando anticipadamente todos los recaudos 
          necesarios para no incomodarlo. La tirada de 800 mil ejemplares apareció 
          la mañana del 26 de abril de 1989 con una tapa arrasadora: el 
          título Una víctima del sida agoniza en plaza pública, 
          acompañada de una foto malintencionada de un Cazuza cadavérico. 
          La tapa obligó a la periodista a renunciar a su trabajo e inmediatamentese 
          sumó a una solicitada de protesta junto a Gal Costa, Chico Buarque, 
          Caetano Veloso, Tim Maia, María Bethania y otros artistas por 
          la mala fe de los directivos de la editorial.
          Todo consuelo fue estéril. Cada una de las páginas, de 
          las nueve asignadas a la nota, fueron golpes demoledores. Burlado y 
          humillado lloró a chorros convulsivos, mientras sus defensas 
          se desmoronaban día a día. El virus no tardó en 
          lanzar su embestida final.
        
         CAZUZA POR CAZUZA
         Lo 
          que más placer me da además de la música es el 
          beso en la boca. En el beso comienza todo. En la boca comienza la relación: 
          es la primera vez que se entra en una persona. Para mí es algo 
          esencial. Soy capaz de tener una erección si beso a alguien.
          Mis padres fueron muy comprensivos cuando les dije que era bisexual. 
          Yo busco las respuestas a través de la vida. Cuando muera, nadie 
          se va a acordar de ese costado mío. Sólo mi música 
          va a quedar. Eso es lo único que el público se va a llevar 
          de Cazuza.
          Ser marginal fue una decisión poética, fue el único 
          camino que tuve.
          A veces me pongo triste, pero no consigo sentirme infeliz. Hay personas 
          que se irritan porque digo que ellos agarran sus portafolios en el mismo 
          momento en que yo me voy a dormir después de una noche agitada. 
          Pero la oficina o el tipo de trabajo diario que ahí se hace no 
          es algo poético: todo el mundo trabaja duro y a cada minuto es 
          atropellado. Entonces, por qué no transformar ese tedio. Leí 
          una vez que vives no sé cuántas miles de horas pero puedes 
          resumir todo lo bueno en sólo cinco minutos. Lo demás 
          es apenas lo de todos los días. Me parece que el 
          aburrimiento es el sentimiento más moderno que existe, el que 
          define nuestro tiempo.
          No veo al infierno como algo malo o el cielo como algo bueno. El cielo 
          puede ser muy aburrido y el infierno una cosa divertida. Además, 
          las imágenes que tenemos del infierno son siempre aquellas donde 
          colocamos al demonio, a las personas cogiendo y comiéndose. O 
          sea que, si no entendí mal, el infierno es un baile de carnaval 
          en el Monte Líbano.
          Mis experiencias con las drogas fueron fantásticas. Las drogas, 
          principalmente las lisérgicas, me ayudaron mucho en mi adolescencia. 
          Me ayudaron a entender el mundo, a ser una persona más segura. 
          
          Yo le pagué al analista para nunca más saber quién 
          soy.
          Siempre fui muy destructivo, yo quise tener sida.
          Existe una curiosidad un poco fuera de lo normal por parte del público 
          con relación a mi enfermedad. Especialmente las personas de las 
          primeras filas, que miran con espanto. Después aplauden y vibran, 
          pero siempre miro el espanto de la primera fila. El resto, no quiero 
          saber. No aguanto aquellos que van al camarín, que me esperan 
          a la salida para abrazarme y susurrarme al oído: Coraje 
          Cazuza, coraje, como yendo a un funeral.
          La última vez que fui a la clínica, vi la cara de la muerte, 
          entré en ella, y salí, no sé cómo. Es claro 
          que no quiero morir, tampoco quiero sufrir. Ya pensé en el suicidio, 
          pero no... Hablé con un médico y le dije: si algo me pasa 
          no quiero ver. Que me dé morfina, mucha morfina, porque quiero 
          irme dormido.
          Antes de hacerme el análisis nunca había ido al médico 
          y nunca había sentido nada. Entonces vi una señal que 
          me avisaba que tenía que cuidarme, que tengo un cuerpo y que 
          es preciso darle atención. Esa vez Jesús me llamó 
          y yo no fui. Le dije que era temprano y que él podía esperar.
          La canción Sólo las madres son felices es 
          un homenaje a los poetas malditos. A esas personas que en cierta forma 
          viven al lado de la vida, de los que prefieren cambiar el escritorio 
          por la calle. Los que decidieron vivir y escribir la vida. Personas 
          que son santos y demonios al mismo tiempo.
        
        
        
        
        
        
        
        
        
        
        
        
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