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SUPLEMENTO DE HUMOR DE PAGINA/12

 

 

El gran monólogo nacional

Santiago Varela

Los últimos veinte años de la historia argentina, relatados en forma de monólogo por Santiago Varela, a quien nuestros lectores recordarán, por ser, entre otras cosas, el autor de los monólogos de Tato, desde 1987 en adelante. Editorial Planeta los publicó, y nosotros lo presentamos, en estreno simultáneo con las librerías. El fragmento que publicamos pertenece a 1999, cuando la historia parecía otra, pero...

XII. En el que se narra el fin de la fiesta de unos pocos y el comienzo de algo que se vislumbra como una nueva fiesta para los mismos pocos.

Uno no se da cuenta de lo dependiente que es de las cosas hasta que las cosas de las que uno depende dejan de funcionar. Por eso, cuando a comienzos del ‘99 se produjo un gran corte de luz en Capital Federal todo el mundo se dio cuenta, en carne propia, de que era electrodependiente.
–Vivir en un departamento sin luz es imposible –se quejaba la gorda del 7º B–, es como querer hacer windsurf en una bañera.
–Esto es un infierno –se quejaba el viejo del 5º C–, primero nos quedamos sin ascensor, y luego, cuando se vació el tanque, al no andar las bombas, también nos quedamos sin agua.
–¿Y por qué no hacemos algo inteligente y ponemos el tanque de agua en planta baja? –preguntó la rubia teñida del 8º B.
–Compañeros –pidió atención Don 1º A que era menemista de la primera hora–, recuerden que Menem dijo que privatizaba los servicios con la idea de que la competencia mejoraría la prestación, bueno, ese momento ha llegado.
–¿Qué momento?
–El de la libre competencia, acabo de llamar a Edesur, renuncié como cliente y luego llamé a la competencia, Edenor, y les pedí que ellos me conectaran la luz.
–¿Y qué te dijeron?
–Que sí, por supuesto, porque para eso están las leyes del mercado; pero que, por cuestiones técnicas, tenía que dejar mi casa en Montserrat y mudarme a Martínez.
–Una pavada.
–Por supuesto.
Lo cierto es que la gente estaba podrida, angustiada, no podía vivir en su casa y nadie les daba una solución.
–Yo tengo una solución –exclamó un muchacho pelilargo–, aprovechemos esto para no mirar televisión, leer libros, tocar guitarra y en lugar de un consorcio hacer una comunidad hippie: paz, amor y velas.
–Eso, velas –dijo un tipo que se presentó como un exitoso fabricante de velas que estaba vendiendo más que en la época de Manuelita Rosas–, por suerte vivimos en el Primer Mundo y la fabricación de tecnología de punta nos puede convertir en millonarios. Mientras que en el norte Bill Gates fabrica chips, yo aquí, en el sur, fabrico las ultramodernas velas Com Light 4.2 con el exclusivo pabilo scan.pabil.pro, que, con gusto, continúo entregando.
Lo dejé a éste llenándose de guita con la tecnología de punta y volví a conectarme con el tema fundamental de este año: las elecciones y la rereelección.
Si bien Carlos Saúl había jurado y rejurado que no insistiría con el tema, lo cierto es que vía amigos y parientes, insistía con el tema.
–Yo quiero creer que el tema está terminado –opinaba un señor acostumbrado a pensar que las palabras tienen un significado preciso–. Elya juró sobre los palos de golf que no va a ser candidato ni aunque se lo soliciten encarecidamente Clinton, el Papa y Ramón Díaz o se lo pida de rodillas Monica Lewinsky.
–Eso no tiene nada que ver –le contestó un señor acostumbrado a las palabras de los gobernantes–. Menem puede decir una cosa y al rato otra distinta o decir que no dijo lo que dijo, o aceptar que lo dijo pero después hacer todo lo contrario... y después cambiar y volver atrás, o no, o tal vez o en una de ésas o andá a saber.
–Lo que pasa –intervino un biógrafo no autorizado– es que él cree que no está obligado a largar prenda de sus intenciones y mucho menos de los acuerdos, pactos, componendas y tranzas varias que se están cocinando. Es más, ni se le pasaría por la cabeza decir lo que realmente piensa y comunicárselo a la gente.
–Al final, a los que estamos fuera de la carpa del poder siempre nos tiran cualquier bolazo –se quejaba uno que casualmente había quedado afuera de la carpa.
–Lo que no entiendo es ¿para qué se quiere quedar si ya vendió todo? -preguntaba un experto en racionalidad.
–Mire –contestó un experto en explicaciones–, el hombre se puede querer quedar por varios motivos: para quedarse realmente, porque si se va terminan todos en cana; para no quedarse, pero joderlo a Duhalde y poder volver como salvador en el 2003; o bien para cualquier otra variante fundada o infundada, lógica o ilógica, real o imaginaria. Acuérdense que todo vale y los motivos son simples detalles, porque lo importante, no lo olviden, es salvar a Racing y que los/las travestis no nos caminen por las veredas –dijo, y repartió unas obleas que decían: “Adopte un jubilado como mascota, siempre es una compañía”, y se las tomó.

DANIEL PAZ

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