ITALIA
Bolonia en Emilia-Romagna
La ciudad
docta
Capital
de la región de Emilia-Romagna, Bolonia es una ciudad de rica tradición
universitaria en cuyo centro histórico se levantan dos curiosas torres
inclinadas. Guido Guittone d�Arezzo, Giosuè Carducci, Gioachino Rossini
y otros personajes fundamentales de la cultura italiana vivieron en
Bolonia y contribuyeron a su fama.
Por Graciela
Cutuli
Bolonia suele
quedar un poco al margen del circuito turístico más tradicional
de Italia, que pasa inexorablemente y con toda justicia
por Venecia, Florencia y Roma. Sin embargo, esta ciudad de la Emilia-
Romagna, una de las regiones más famosas de la península
por la buena mesa, atrae desde hace siglos a otra corriente de visitantes:
los estudiantes, que se concentraron desde la Edad Media en torno a
una de las universidades más antiguas y prestigiosas de Europa,
y desde entonces no la han abandonado. A diferencia de otras ciudades
vecinas, Bolonia no tuvo que recurrir ni a condottieri ni a banqueros
para ser rica y cosmopolita: siempre la alimentó el faro de la
cultura. Y si en otros lugares eran los obispos y papas los merecedores
de fastuosas tumbas con bajorrelieves en mármol, en la docta
Bolonia los homenajes eran para profesores universitarios que día
a día contribuían desde las cátedras hasta el desarrollo
cultural y económico de la ciudad.

La ciudad
antigua Bolonia era un centro urbano ya en tiempos de los etruscos.
Un yacimiento arqueológico cercano, el de Villanova di Castenaso,
prácticamente a las puertas de la ciudad, ha dado nombre a una
civilización prehistórica, la villanoviana,
con orígenes que se remontan hasta unos mil años antes
de Cristo. Más tarde, los caminos romanos fomentaron en la creación
de una colonia que se convertiría en capital de lo que hoy es
la región de Emilia Romagna, tan rica que pudo superar la posterior
invasión longobarda y mientras media Europa se debatía
entre guerras e invasiones se dio el lujo de empezar el nuevo milenio
fundando una Universidad, en el año 1066.
La familia dominante los Bentivoglio, que fueron para Bolonia
lo que los Malatesta para Rímini, los Medici para Florencia o
los DEste para Ferrara atraía con su corte a artistas
y poetas en busca de mecenas bien dispuestos. Del flujo de población
y el movimiento comercial que les dieron los estudiantes derivan algunas
características de su arquitectura, que perduran hasta hoy: fue
buscando nuevas soluciones habitacionales que nacieron los pórticos,
un sistema arquitectónico que permitía extender los pisos
altos de los edificios manteniendo a la vez el paso peatonal por debajo,
al nivel del piso.
El patrimonio histórico de Bolonia no está tan concentrado
como en otras ciudades medievales italianas sino un poco más
extendido y disperso. Este fenómeno que parece no favorecerla
a nivel turístico es sin embargo de una enorme riqueza, ya que
el verdadero tesoro de Bolonia reside justamente en su valor de conjunto,
en un complejo urbanístico y arquitectónico que ha sobrevivido
intacto al paso de los siglos y sabe ponerse al servicio de aquello
que más buscan sus visitantes: ambiente universitario, una variada
oferta en materia de ferias de distintas especialidades, y una riqueza
gastronómica casi sin par, todo acompañado por una cordialidad
encantadora, tal vez definida por su posición central en el mapa
de Italia, que deja atrás esa cierta frialdad del norte para
contagiarse de la expansiva hospitalidad del sur.

Historia
y monumentos La planta urbana del centro histórico es netamente
medieval. Lo revelan las calles principales que parten como rayos desde
un eje central (el decumano romano, que hoy son las calles Ugo Bassi
y Rizzoli) hacia la periferia, cruzando en el camino el cinturón
de murallas del siglo XIV y sus doce puertas de acceso, nueve de ellas
todavía bien visibles y conservadas.
Una de sus plazas principales es la de Neptuno, bordeada por los característicos
edificios de ladrillo rojo que distinguen a Bolonia(aunque se la considera
roja no por la arquitectura sino por sus más modernas
tendencias políticas), y en cuyo centro se destaca una fuente
de 1563, obra del escultor flamenco Jan Boulogne. El diseño de
la base, con sus ángeles y sirenas de bronce, pertenece al italiano
Tommaso Laureti. Frente a la cercana Plaza Mayor se levanta el Palacio
Comunal, que engloba la Torre degli Accursi, sobreelevada en 1444 para
albergar el reloj público boloñés.
Hace siglos, más de 200 torres se disputaban las alturas del
cielo de Bolonia, testimonio de que la ciudad también se había
contagiado de una de las modas más exóticas de la alta
Edad Media y el bajo Renacimiento. De ese enjambre hoy quedan dos, las
más famosas, convertidas en distintivo de la ciudad, en la Plaza
de Porta Ravegnana. Las torres inclinadas degli Asinelli e Garisenda
son sin duda una curiosidad que merecería ser más conocida
extramuros: construidas a principios del siglo XII, fueron evocadas
por Dante en la Divina Comedia. Es sorprendente pararse al pie de ambas
la de Garisenda, rebajada en el siglo XIV por miedo a un derrumbe,
mide 48 metros, y la degli Asinelli llega a los 98 metros y comprobar
sus respectivas inclinaciones (2,3 y 3,2 metros). Largas y delgadas
como flechas, parecen la ilusión óptica de un gran angular,
y aunque les faltan unos cuantos metros para llegar a la pendiente de
la Torre de Pisa, el efecto no deja de ser asombroso. Más aún
lo es subir los 500 escalones que llevan a la cima de la torre degli
Asinelli, desde donde el paisaje urbano de Bolonia resulta sencillamente
espectacular.
San Petronio
y Santo Stefano Uno de los mayores edificios medievales de Italia
se encuentra en Bolonia. Es la iglesia de San Petronio, sobre la plaza
Mayor, una de las más vastas de la cristiandad, que según
el proyecto original debía sobrepasar las dimensiones del Vaticano,
pero terminó resultando más pequeña porque parte
del dinero de la obra se usó para levantar el palacio Archiginnasio.
La obra, que comenzó en 1390, fue enriquecida por los bajorrelieves
de Jacopo della Quercia, sobre el Viejo y el Nuevo Testamento, en el
Portal Central. Bajo las arcadas de 40 metros de altura de la nave central
sesionó alguna vez, a mediados del siglo XVI, el Concilio de
Trento, que escapaba así a los estragos de la peste. Entre otras
curiosidades, una línea interior trazada en 1655 por el astrónomo
Cassini sigue el meridiano 60.
Otros dos complejos religiosos son dignos de visitarse. Uno es Santo
Stefano, formado originalmente por siete edificios yuxtapuestos bajo
un mismo techo, de los que quedan sólo cuatro. Los edificios
simbolizaban los lugares de la pasión de Cristo: resultan especialmente
significativos la iglesia del Calvario, con la reproducción del
sepulcro de Jesús, que en realidad encierra el cuerpo de San
Petronio, y la Adoración de los Magos en la iglesia de la Trinidad.
Dice la leyenda que la Fuente de Pilatos, en uno de los corredores,
es aquella en la que Poncio Pilatos se lavó las manos después
de condenar a Jesucristo. Finalmente, la iglesia de San Domenico está
dedicada al monje español fundador de los dominicos, que murió
en Bolonia en 1221. En el interior se encuentra la tumba del santo,
el Arca di San Domenico, que incluye algunas esculturas realizadas por
Miguel Angel.
Cerámicas
de faenza
Muy cerca de Bolonia
y de Rímini, la pequeña Faenza es la capital italiana
de la cerámica. Aunque hoy día sirve de cuartel
general a los fanáticos de la Fórmula Uno que van
en masa al circuito de Imola, desde hace seis siglos su nombre
está asociado con las típicas piezas de cerámica
y loza decoradas en esmaltes azules y ocres (en francés,
el término faience, derivado de Faenza, designa justamente
un tipo de porcelanas). Museos, talleres e incontables negocios
de recuerdos mantienen vivo un arte exquisito cuyas máximas
manifestaciones están resguardadas en las vitrinas del
Museo Internacional de la Cerámica. Sin embargo, las colecciones
también incluyen desde obras locales hasta piezas internacionales
de autores contemporáneos.
Museo Internacional de la Cerámica: Viale Baccarini 19.
Abierto de martes a domingo. Teléfono 0030 (05) 46-21240.
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Agenda
de visitas
San Petronio:
Piazza Maggiore, teléfono (051) 275805. Abierto todos los
días.
Torres Asinelli Garisenda: Piazza di Porta Ravegnana. Abiertas
en invierno de 9 a 17, en verano de 9 a 18. Entrada: $ 1,5.
Santo Stefano: Piazza Santo Stefano. Abierto de 9 a 13
y de 15.30 a 17.30. Visitas guiadas a pedido. Teléfono
(051) 223256.
San Domenico: Piazza San Domenico (051) 237017. Abierto
todos los días.
Aula Carducci: Palazzo Poggi, Via Zamboni 33. Abierto de
lunes a sábado de 9 a 13. El aula lleva el nombre del poeta
Giosuè Carducci, que dio allí clases de literatura
italiana desde 1860. Se conservan la cátedra y los bancos
originales de la época.
Basílica de San Luca: Via San Luca 36. Teléfono
(051) 412460. Posición panorámica sobre la colina
de la Guardia. En el interior se conserva un icono bizantino que
según la tradición perteneció el evangelista
San Lucas.
Casa Rossini: Strada Maggiore 26. La hizo construir entre
1824 y 1827 el compositor Gioacchino Rossini, que vivió
en ella durante unos 20 años.
Eremo di Ronzano: Via di Gaibola 18. Teléfono (051)
580338. Sobre una colina, entre la densa vegetación, este
lugar albergó al poeta Guido Guittone dArezzo y a
otros importantes personajes de su época.
Palazzo Bentivoglio: Via Belle Arti 8. Perteneció
a una poderosa familia boloñesa. Se destaca por la fachada
y la belleza de los patios internos.
Palazzo Bevilacqua: Via DAzeglio 31-33. Edificio
renacentista que albergó algunas de las sesiones del Concilio
de Trento.
Palazzo Orlandini: Via IV Novembre 7. En este lugar, donde
nació el 15 de abril de 1874 Guillermo Marconi, se encuentra
hoy el Instituto de Arqueología.
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