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ESCAPADAS II
Capilla del Señor, un pueblo bonaerense

Viaje en globo por el campo

A 80 kilómetros de Buenos Aires, Capilla del Señor es un antiguo poblado ideal para pasar un día de campo y volar en un globo aerostático, donde aún perduran costumbres de antaño como el reparto del carro lechero. En este lugar de curiosos rincones y larga historia, una visita al inesperado Museo del Periodismo Bonaerense.

Al soltar amarras, una subida rápida. Después, un vuelo muy plácido sobre el campo bonaerense.

Por Julián Varsavsky

Los preparativos para volar en globo tienen algo de ritual. Un integrante del equipo de apoyo coloca una rodilla sobre el césped y acciona pacientemente una palanca que permite salir el gas concentrado en un tanque especial. Los fogonazos provocan rugidos que parecen brotar de las fauces de un dragón, y un gran ventilador empuja el aire caliente al interior del globo, que yace tendido a medio inflar sobre el parque de la Posada de Campo La Encantada.
Luego de una hora de estoico trabajo, el gigante de color está a punto para volar atado al paragolpes de una camioneta y tironeando con impaciencia a centímetros del suelo. Al treparnos a la barquilla de mimbre se liberan en algún recoveco de la memoria los recuerdos de las lecturas de la infancia, y aparecen las imagénes de “Cinco se-manas en globo”, de Julio Verne. Al soltar amarras el globo sube de golpe 50 metros, y los espectadores y los árboles quedan reducidos a su mínima expresión.

Esquinas sin ochavas y colores coloniales prevalecen en algunas calles del pueblo.

El globo se estabiliza a los 200 metros de altura y avanza suavemente. Vamos en el interior de una cesta de mimbre colgada de un gran bola de aire caliente, donde cada 30 segundos el piloto lanza fogonazos hacia el interior del globo para no perder altura. Los movimientos son tan sutiles que uno no se entera cuándo está subiendo o bajando. Como un juguete del viento, el globo viaja siempre en línea recta, y nunca cambia de curso a menos que las brisas lo decidan. Ni siquiera es posible planificar un lugar exacto para el descenso.
El paisaje parece un mosaico de retazos cuadrados con diversos tonos de verde, según los cultivos de las estancias que sobrevolamos. Caminos de tierra, acequias, riachos y molinos forman parte del panorama. La gente de campo sale de sus aisladas casas para saludar con sincera alegría, mientras volamos 20 metros por encima de la copa de esas extrañas arboledas que aparecen solitarias en la inmensidad de la pampa.
Lo más curioso de observar es la actitud de los animales. Las liebres salen despavoridas al divisar a ese monstruo volador que se acerca lanzando rugidos, y se escapan corriendo a los saltos hasta desaparecer en la lejanía. Los perros, muy desconcertados, divisan en el suelo una sombra redonda proyectada por el globo, y ladran hasta el cansancio justo debajo nuestro. En cambio, las vacas, tardan un poco en reaccionar. Primero levantan la cabeza hacia el cielo y se quedan estupefactas por unos instantes sin dejar de rumiar. De repente, la más atemorizada huye con sumo pánico y las demás la siguen formando una estampida que retumba aun en la altura. Pero la carrera se detiene en forma abrupta, y los rumiantes vuelven a levantar la cabeza, pero esta vez con curiosidad. Convencidas de que no hay peligro, y presas de un extraño encantamiento, ahora son ellas las que nos persiguen a nosotros.
Luego de una hora de travesía hay que buscar algún sembradío en desuso para el descenso, que suele resultar un poco aparatoso. La barquilla se arrastra unos metros sobre la tierra y finalmente se voltea. Todos quedamos horizontales, pero bien sujetados.

Museo del Periodismo Bonaerense: Un patio con aljibe y a la derecha, la antigua impresora traida desde Paris en 1871

Rincones de otros tiempos Capilla del Señor es un pueblo que aún mantiene cierto aire colonial en algunos rincones. En las partes más alejadas del centro hay casas viejas semiderrumbadas que dejan traslucir sus ladrillos chatos y alargados, típicos del siglo XVIII y XIX. Las estaciones del Ferrocarril Urquiza (abandonada) y del Mitre son verdaderas reliquias centenarias expuestas a cielo abierto, junto con la torre El Mirador de 1860 que se erige frente a la Plaza San Martín. Allí funcionó un hotel casino que solía visitar Faustino Sarmiento en compañía del embajador inglés.
La Iglesia de la Exaltación de la Cruz es una de las mejor decoradas de la provincia. El altar mayor está rodeado de columnas laminadas en oro, y una capilla protege una talla de La Dolorosa enmarcada en un fino retablo labrado de origen jesuítico. En 1735 había un oratorio en el lugar dondeestá la iglesia, que fue construida en 1750, alrededor de la cual creció el pueblo de Capilla del Señor.
Frente a la Plaza San Martín, se encuentra una casa del siglo XIX que perteneció a Manuel Cruz, quien fundó en 1871 el Monitor de la Campaña, el primer periódico de la provincia con corresponsales en cada uno de los 36 pueblos cercanos a los que llegaba. No es casual entonces que allí funcione desde 1972 el Museo del Periodismo Bonaerense, un lugar donde también se reproduce el ambiente de la época. Alrededor de un patio central con piso de ladrillo y un aljibe en el centro se levantan diversos cuartos y una cocina con su correspondiente fogón y una mesita con una botella de granadina, donde se exhibe uno de los objetos más llamativos de la casa: un primitivo lavarropas de madera con un rodillo para escurrir la ropa y una palanca para batir el tambor y centrifugar su contenido.
Al fondo de la casa está el taller donde se imprimía el semanario, con su maquinaria original. Podía producir 400 impresiones en una hora y funcionaba con dos operarios; uno colocaba el papel y otro hacía girar una palanca. Previamente había que componer el texto letra por letra con un sistema de sellos metálicos. La pieza mayor es una imprenta construida en los talleres Marinoni de París, que fue recibida en la plaza del pueblo el 19 de mayo de 1871 entre cohetes y bombas de estruendo. La imprenta recorrió luego casi todo el país imprimiendo periódicos y libros tales como El Alfabeto Moral de los Argentinos, y El Catecismo del Padre Astete, cuyas tapas se exhiben en el museo.
El paseo por la historia local no está completo sin una visita al viejo cementerio –se creó en 1838–, cuya entrada está detrás de una gran plaza con un monte de eucaliptos y casuarinas. Lo primero que llama la atención al recorrer la parte antigua es la cantidad de lápidas con apellidos irlandeses: “A la memoria de John O’Brien, nativo de Irlanda, quien murió en 1858”, reza un texto cincelado en la puerta de mármol de una bóveda. También abundan apellidos como Murray, McGuire, Lennon, Dillon de Bird... cuya profusión se explica porque algunos de los prisioneros de las Invasiones Inglesas se quedaron a vivir en el pueblo. Algunos mausoleos parecen capillas góticas de estilo inglés, decorados con estatuas de ángeles con alas muy largas, oscuros monjes cubiertos con una capucha, y una misteriosa lechuza de piedra posada sobre un reloj de arena.
Como un corto viaje a tiempos más lejanos, en Capilla del Señor hoy en día es común ver gente a caballo por la calle y paisanos en sulky vistiendo parte de la indumentaria gaucha. Inclusive todavía pasa el carro del lechero. En las veredas hay algunas argollas para atar a los animales, y en épocas de cosecha se ve por doquier la maquinaria agrícola lista para partir hacia las chacras y estancias que rodean el pueblo.

El canto de una posada

Quien no quiera pagar los 120 pesos que cuesta un viaje en globo por el cielo de Capilla del Señor, quizá esté dispuesto a pagar lo mismo por un fin de semana completo con todas las comidas en la Posada La Encantada, o gastar mucho menos por un día de campo en su extenso parque. El casco principal, con gruesas paredes de ladrillo y adobe, data de 1856. La fachada presenta un estilo italiano, y las tejas de Marsella son las originales del siglo XIX, cuando funcionaba aquí la feria de remates de hacienda “Pedro y Antonio Lanusse”.
Un gran parque con un molino y un bosque de eucaliptos centenarios de 35 metros circunda el casco. Rodeados de un césped digno de un campo de golf, crecen árboles de cítricos junto a un pequeño cañaveral, y numerosos pavos reales, vacas lecheras, ovejas y caballos retozan en libertad. Durante el verano algunos visitantes vienen atraídos por la piscina rodeada de pinos,y los chicos disfrutan de diversiones tan a su medida como pasear en pony. Una huerta a salvo de productos químicos es el orgullo de La Encantada, y sus vegetales acompañan las comidas del restaurante, cuyos enormes ventanales ofrecen una panorámica de todo el parque. La gastronomía de esta posada la distingue particularmente de otras, a tal punto que mucha gente viene exclusivamente a comer. Su dueña, Marcela Grinberg, se encarga personalmente de la cocina, y se especializa en platos como pollo con salsa de naranjas (ambos ingredientes producidos en la chacra propia), lomo al champiñón (los hongos crecen naturalmente en los jardines) y diversos platos de carne blanca rociada con salsas de hierbas aromáticas como el azafrán. Y como en toda estancia que se precie, los asados al aire libre son un clásico. Para los postres se puede paladear una marquise de chocolate, crêpes de ricota, tarta de manzana o un vaso de yoghurt fresco (todo de producción casera).

 

Datos útiles

Cómo llegar (desde Capital): En auto se llega por la Ruta Panamericana (Ramal Pilar). Luego se debe tomar la Ruta 8 hasta el kilómetro 68,5 y allí doblar a la derecha en la Ruta 39 hasta Capilla del Señor. También se llega en tren desde Retiro ($ 3.50 ida y vuelta). Para ir directamente a La Encantada: La empresa Trébol Express ofrece un servicio de combis. El pasaje cuesta $ 8 y parten desde Marcelo T. de Alvear y Callao los sábados y domingos a las 8.45; 10.15; 11;45 y 13.45. Reservas: 4774-5633 y 02323-492471.
Para ver todos los horarios consultar www.trebolexpress.com.ar
E-mail: [email protected]
Tarifas: Pasar un día de campo en La Encantada cuesta $ 30 (menores de 10 años $ 15) incluyendo almuerzo, merienda, cabalgata y acceso a la pileta en verano. Pasar el fin de semana (con una noche de alojamiento y pensión completa hasta el domingo a la tarde) cuesta $ 120 (menores de 10 años $ 60). Incluye dos almuerzos, una cena, dos meriendas y cabalgata. Alojarse con pensión completa de sábado a la mañana a domingo a la mañana cuesta $ 90. Los días de semana la opción anterior cuesta $ 75. Tel.: 02323-492063
E-mail: [email protected]
Vuelo en globo: El vuelo se puede reservar en La Encantada o al teléfono 4205-2680. E-mail: [email protected] Sitio web: www.promaer.com.ar
Cada uno paga $ 120 y los menores de 10 años $ 60. Se recorren unos 20 kilómetros a 18 km/h.

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