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BARILOCHE
Refugios de montaña

Un hogar en las alturas

Una de las maneras más intensas de admirar la extrema belleza de las montañas de Bariloche es el trekking hacia los refugios en las alturas, pequeños .hogares. donde se puede comer, dormir y ¿porqué no? recibir el 2002 al filo de las nubes. Cuatro rumbos para caminar entre picos nevados, verdes valles, ríos y arroyos, lagunas azul hielo y bosques de pinos, lengas y coihues hacia esas casitas en los cerros.

Texto y fotos:
Florencia Podestá

Uno de los sitios clásicos, preferidos por los caminantes y andinistas del país y del mundo, es Bariloche, y la zona de montañas adyacente en el Parque Nacional Nahuel Huapi. Acá va esta propuesta de un Año Nuevo diferente, la invitación a empezar el año en un refugio de montaña, donde un grupo de seres humanos, sabiéndose únicos y solos en muchos kilómetros a la redonda, se abren a amigos y a extraños con el fluido amarillo de la luz de las velas, bajo el cielo más estrellado del hemisferio Sur.
Estas grandes cabañas a prueba de viento y nieve sirven como único albergue en lo alto de cerros, en parajes elegidos estratégicamente por su belleza. El acceso no es difícil, pero sí trabajoso: frecuentemente hay que caminar montaña arriba durante algunas horas. Están a cargo de una o varias personas, los legendarios “refugieros”, que por alguna razón suelen ser personas especiales. Ellos se encargan de ofrecer, cada uno a su estilo, una cena y fiesta de fin de año para los huéspedes eventuales, y una estadía agradable en cualquier momento del verano. No hace falta invitación ni reservas; los refugieros siempre suponen que habrá visitantes y tienen en la despensa los elementos necesarios para organizar un ágape admirable a esas alturas.
La montaña nos enfrenta con nuestro “valor exacto”; no permite autoengaño ni ilusión, porque allí nuestro único recurso es nuestro ser desnudo, sin pantallas ni ortopedias sociales. Si nos abrimos a ella, tiene la cualidad de revelar la verdad de lo que somos.

Por el filo del Catedral El Refugio Frey (1700 mts.) se ubica en el “lado oscuro” del Cerro Catedral, del otro lado de las pistas de esquí: el lado virgen desde donde son visibles las famosas torres afiladas de granito dorado que dan nombre a la montaña. Hay dos rutas alternativas (para ambas nos deja bien el colectivo de Bariloche que va a Catedral). La ruta más difícil es también la más espectacular (5 horas). Una “trampita”: esta ruta no asciende sino que desciende hacia el Refugio Frey, porque el punto de partida está unos 500 mts. más arriba, en el Parador Lynch, confitería perteneciente al complejo de esquí Catedral, accesible por cablecarril y aerosilla (desde Villa Catedral).
Una vez en el Lynch nos espera una picada de roca desnuda en las alturas, bien señalada con marcas de pintura amarilla y roja. La caminata en sí no es cansadora, porque avanza casi horizontalmente en una altura constante de 2000 mts. a lo largo del filo del cordón Catedral, hacia el sur. Lo que puede llegar a ponernos los pelos de punta es que andamos más arriba del cielo, sobre la arista donde se unen las dos pendientes, con una vista que abarca todos los puntos cardinales. El sendero no es más que un escaloncito labrado en una pendiente rocosa que cae a pico cientos de metros, y nosotros, diminutos sherpas latinoamericanos en nuestro techo del mundo.
Comenzamos a avistar, más adelante en el filo, las tenebrosas agujas de granito dorado; un par de horas después se yerguen justo sobre nosotros como torres góticas de un castillo surrealista. La trotamundos inglesa Hillary Bradt, escritora de viajes, relata su impresión: “Me habían dicho que esta travesía era espectacular. Después una de las caminatas más salvajes de mi vida descubrí cuán insuficiente resultaba esta descripción”. Con un cosquilleo de vértigo en el estómago y en el espíritu, pronto tenemos la certeza de que toda persona debería ir, al menos una vez en la vida, a la montaña.
Justo entonces aparece una señal milagrosa en aerosol: “FREY” escrito sobre una roca. Subimos hasta el col entre dos torres; del otro lado hay un terrenito plano apodado “Cancha de Fútbol” porque lo rodean “tribunas” de roca. Desde el col el panorama es fantástico: incontables picos nevados, y la cercana laguna de altura Jakob –adonde está el Refugio San Martín– bajo el cerro Cuernos del Diablo. Del otro lado bajamos una pendiente nevada y en el fondo del cuenco blanco, una lagunita azul hielo, Laguna Schmoll. De allí bajamos hasta la Laguna Toncek; en la orilla máslejana está el Refugio. Contorneando la laguna frente a él, un semicírculo de torres impresionantes, las famosas catedrales de piedra. En el Refugio Frey nos reciben con mate y la salamandra prendida. Empieza a anochecer y afuera sopla un vientito frío.
La otra ruta al Frey, la más sencilla, asciende al cerro por el sur y comienza cerca de Villa Los Coihues, sobre el Lago Gutiérrez (de 4 a 6 horas). La picada orilla el agua, con hermosas vistas del Lago Gutierrez. Y luego se interna en un valle remontando el río Van Titter, bajo un bosque de lenga y coihue.

En la laguna Jakob. El Refugio San Martín, en Laguna Jakob, es otra excursión para no perderse. El colectivo a Llao Llao nos dejará en Puerto Moreno. Allí nos internamos en el valle del arroyo Casa de Piedra, y caminamos bajo el bosque a la vera del idílico río de aguas cristalinas y tenuemente azules, durante 4 horas. Algunos pozones calmos y turquesas sumados al calor invitan al chapuzón. Lástima que sea agua de deshielo: los tímidos nos conformamos con sumergir los pies. El último tramo sube bruscamente en un caracol empinado y cruza el nacimiento del río en una cascada caudalosa. Después, sólo unos pocos minutos más de ascenso y de repente nos asomamos al magnífico valle verde de Laguna Jakob (1600 m.). Contemplamos todo el esplendor de la laguna Jakob, de un azul zafiro, cabeza del valle que desciende surcado por el arroyo Casa de Piedra.
Estratégicamente ubicado en una península de roca que se adentra en la Laguna, el Refugio está a metros del agua cristalina y frente a los diabólicos Cuernos. Un poco más espacioso que el Frey, allí se comparten las mesas de madera y el calor de “la económica” por la noche, además de las historias truculentas del refugiero sobre accidentes fatales ocurridos a andinistas imprudentes. En la “biblioteca”, entre otras cosas, está la misteriosa obra de culto de René Daumal, “El Monte Análogo”. El baño queda afuera y tiene nombre propio: “Winchester Cathedral”.

A Laguna Negra. El Refugio Menfredo Segre se encuentra Andes adentro a 1500 m de altura, a la vera de la Laguna Negra y junto al pico del Cerro Negro.
“A Colonia Suiza”, indicamos al conductor del “10” que sale de Bariloche. Luego de andar unos kilómetros y de atravesar bosques poco habitados llegamos al pequeño pueblo en donde parece que casi todas las casas son también Casas de Té.
La picada, bien marcada en su totalidad, comienza como un paseo por bosques, primero de pino forestado y luego de centenarios coihue y lenga nativos. No es fácil perder el rumbo porque todo el tiempo se camina junto al maravilloso arroyo Goye, de aguas cristalinas (y potables) a la sombra y azules al sol.
Se asciende casi imperceptiblemente durante tres o cuatro horas, hasta llegar a un claro frente a una pared de roca, junto a la enorme “Piedra Vivac”. Este es un buen momento para descansar, hacer picnic o dormir una siesta junto al arroyo; aquí comienza “el caracol”; hay sólo una hora hasta el refugio, pero es una hora de subida ininterrumpida en zig zag por la pared de roca. No hay que apurarse, siempre se llega; es cuestión de encontrar el paso de cada uno (por esto se aconseja salir bien temprano).
Al subir por la pared no se tiene ninguna perspectiva de lo que hay arriba; por eso es una sorpresa cuando, pasada la última formación de roca, aparece frente a nosotros lo que técnicamente se llama circo glaciario: una vasto valle con forma de palangana rodeado por picos de roca negra, y en el centro la Laguna Negra, que no es negra sino más bien un zafiro cristalino con diferentes tonos de verde en las orillas. El Refugio se levanta sobre una roca junto al agua, a la sombra del imponente Cerro Negro. Una pequeña obra humana entre tanta naturaleza poderosa, el Refugio hace honor a su nombre.

Salamandras en el Tronador. Después de bordear por un camino de ripio el turquesa imposible del Lago Mascardi, llegamos a Pampa Linda, base del Cerro Tronador, la montaña “estrella”. Justamente la zona fue el escenario natural elegido este año para la durísima competencia internacional EcoChallenger, que combinó trekking, escalada en roca y hielo, kayak y cabalgatas, durante la primera semana de diciembre de 1999.
El plan es subir al Refugio Otto Meiling, ubicado a 2000 mts. sobre el Tronador (3550 mts.). Preguntamos al guardaparque por el comienzo de la picada, y muy pronto cruzamos el Río Castaño Overa, cuyas aguas nacen del Glaciar Castaño Overa del Tronador. Después, todo es ascenso. Podemos hacerlo a pie, o alquilar caballos en Pampa Linda. Los caballos van por una senda ancha para jeeps con muchas curvas, mientras que los caminantes cortamos camino por un sendero más empinado; el entorno del bosque da otro sentido a la caminata, que serpentea entre raíces gruesas y arroyitos; seguramente veremos –y oiremos– al pájaro carpintero patagónico, enorme y de cabeza roja con penacho, y un canto igual al del Pájaro Loco. No importa tanto un óptimo estado físico, porque después de todo, los senderos de la montaña se disfrutan poco a poco.
Por fin llegamos al Descanso del Potro, un llanito a 1700 mts. donde el bosque se acaba. De ahí en más subiremos lentamente a lo largo de un filo rocoso con valles a ambos lados. Adelante tenemos un panorama formidable de los glaciares Manso y Castaño Overa desmoronándose en el abismo con truenos que hacen temblar.
Por fin divisamos el Refugio justo en la línea donde empiezan las nieves eternas que cubren la porción superior de los glaciares y la cumbre. Como fondo del Refugio, el manto blanco y los tres picos del Tronador. Construido en el promontorio rocoso que separa el Glaciar Alerce del Glaciar Castaño Overa, la ubicación es inmejorable: de un lado, nos asomamos al abismo donde el glaciar Alerce se extiende a nuestros pies, varios cientos de metros más abajo, un mar de hielo azul que se vuelve rojo en el atardecer; del otro lado, el Castaño Overa está tan cerca que podemos tocar sus grietas y torres de hielo milenario.
Adentro del Refugio el aire es cálido, gracias a la salamandra que está casi siempre prendida. El refugiero nos habla de las condiciones para subir mañana al filo La Motte.
La noche termina a las dos de la mañana. Sobre largas mesas de madera las velas chorrean en botellas de vino tinto –de alto consumo aquí arriba lo mismo que cualquier otra bebida espirituosa–, los vidrios están helados y empañados, y fluyen discusiones sobre la vida, sobre andinistas tragados por el glaciar o por tormentas, y otras leyendas de montaña.

El Filo de la Notte. Para los que no escalamos, la caminata al Filo de la Motte (2400 mts.) es sin duda la excursión más popular, dado el espectáculo que nos espera arriba. Pasamos la línea de la nieve y subimos por la suave pendiente nevada del filo glaciar que divide las cuencas de los glaciares Castaño Overa y Alerce. Después de dos horas, la pendiente de nieve llega a su fin, y nos asomamos a lo que hay del otro lado. El lugar es estremecedor: las nubes pasan a toda velocidad por debajo de nosotros; a nuestra izquierda está el Pico Argentino del Tronador, de 3300 mts.; a nuestros pies hay un abismo blanco, un glaciar colgante de unos 500 mts. de desnivel y 50º de inclinación. La parte inferior del Glaciar colgante se precipita a la cuenca del Glaciar Casa Pangue, casi 1000 mts. más abajo. Es “la otra cara” del Tronador, la que mira al Oeste, a Chile: frente a nosotros se extienden las cumbres nevadas de los Andes chilenos, y a la vista están los volcanes Osorno, Puntiagudo, Villarrica. A lo lejos, casi una bruma, una enigmática línea horizontal azul: es el Océano Pacífico.
Otra excursión desde el Otto Meiling es ir hasta el Refugio Tronador Viejo, para lo cual atravesamos caminando –encordados y con equipo de hielo– los glaciares Castaño Overa y Manso. Muchos opinan que estatravesía es la más comprometida y espectacular expedición de baja complejidad en hielo que ofrece el Parque; pero no es apta para neófitos, salvo que vayan con un guía de Alta Montaña. Por eso, para los grupos sin experiencia ni equipos, la gente del Refugio Otto Meiling organiza éstas y otras salidas guiadas.

Datos útiles

Cómo llegar: Los vuelos en oferta a Bariloche valen alrededor de 80 $. De allí a los refugios se llega en transporte público regular que sale del centro, salvo para subir al Otto Meiling. Para esto debemos ir a Pampa Linda, base del Tronador, con la línea regular de buses que sale del Club Andino Bariloche a las 9 de cada día (en temporada de verano), llegando a las 12. ($24 ida y vuelta).
Alojamiento: En los Refugios se duerme por 7 $ por noche, y el uso de cocina –si llevamos nuestra propia comida– cuesta 3 pesos. Además hay servicio de comidas tipo desayunos y “plato fuerte”.
Informes: Club Andino Bariloche, tel. 0944-424531 (www.clubandino.com.ar). En Buenos Aires 4371-5599.