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Un mundo feliz

La revista francesa Technikart reunió a dos autores ya instalados como referencia de la nueva literatura francesa (Guillaume Dustan, Michel Houellebecq, ver Radarlibros del 20-8-2000) y los puso a conversar sobre la vida que tenemos y a la que podemos aspirar en este nuevo milenio. A continuación, una versión de esa charla explosiva y anticipatoria.

Por Guillaume Dustan y Michel Houellebecq

Pasado y presente
Guillaume Dustan: –Antes, todo estaba prohibido. Y luego la gente fue un poquito más libre.
Michel Houellebecq: –La liberación sexual es un proceso muy lento: la píldora anticonceptiva en el ‘67, la aparición de los primeros sex shops en los 70, el Canal + de películas porno en los 80.
GD: –Los fist fucking fueron inventados en los años 50.
MH: –La gente debió pensar en eso desde principios de la humanidad...
GD: –No, parecería que no. Cuando uno cree que hay cosas que no puede hacer, no las hace. El público se enteró de esa práctica durante un congreso médico en los años 50, cuando un doctor contaba la experiencia de uno de sus pacientes homosexuales.
MH: –Antes, se hacían cosas que nos habían enseñado a hacer, es decir acostarse con una mujer cuando se era un hombre y ser violada cuando se era una mujer. Con esta liberación, la gente exploró todas las prácticas.
MH: –Las relaciones se vuelven muy competitivas y eso es agotador. Mirando películas porno de los años 70, por ejemplo, me di cuenta de que las chicas eran mucho menos lindas que en las pornos de los 90. Mi punto de vista es que antes las chicas que actuaban en esas películas eran la que aceptaban hacerlo. Ahora, como todas aceptan, hacer porno ya no está al alcance de todos.
GD: –La gente es también más linda.
MH: –No.
GD: –Sí. Durante en la época de Luis XVI, las duquesas tenían jorobas.
MH: –Es cierto. Hubo un ligero progreso. Hoy, las mujeres de 40 son más cogibles que las de los años 70. Es lento. Es una cuestión de régimen alimenticio.
GD: –Nosotros, los gays, vivimos en perpetua competencia. Tenemos aventuras sexuales todo el tiempo. Estamos ahí, con nuestras fichas. En el ambiente, tener un gran sexo es el must.
MH: –Objetivamente, no sirve de mucho un gran sexo. En mi novela Las partículas elementales, Bruno está obsesionado con el tamaño de su pene. Se equivoca. Está contaminado por una visión publicitaria de la sexualidad. Para los homosexuales, la competencia es todavía más dura. A los 25 años, su valor en el mercado ha disminuido bastante.
GD: –Es cierto, hacemos todo lo posible para no envejecer. Tendría que haber un gran movimiento científico para mejorar las condiciones de vida de la raza humana de manera sistemática. No esta bien que haya que ir al Gymnanse Club (nombre de la más importante cadena de gimnasios de Francia) para tener un lindo cuerpo. Yo, el año pasado, tomé esteroides. Funciona. El problema es que es muy difícil de conseguir.
MH: –Ah...
GD: –Pero, por el otro lado, te arruinan el hígado. Uno debería poder hacerse cambiar el hígado cada diez años. No debería ser normal envejecer y descomponerse.

Los paraísos artificiales
MH: –Es un escándalo que no haya más científicos que trabajen sobre la muerte...
GD: –Para ser seropositivo desde hace diez años y seguir vivo, hay que amar la vida. Es cierto que la idea de mortalidad es insoportable. Es por eso que vamos a las discotecas y tomamos drogas. Cuando uno está bajo hipnosis, se olvida de que va a morir. Es un alivio. Los trabajos científicos sobre las drogas fueron interrumpidos a finales de los años 60. Por eso tomamos drogas de mierda, llenas de efectos negativos. Hoy podríamos tener sustancias contra la tristeza, los dolores... MH: –A mí, las drogas me decepcionaron bastante, quizás no tomé las adecuadas. Mi droga es la creación artística. Hacer el amor también, lo confieso. Pero no dura demasiado. Eyacular tiene algo de deprimente.
GD: –Es el fin del sueño. Es por eso que hay que drogarse. Yo practico el sexo tecnológico. Fumo caños, tomo ecstasy.
MH: –Hay momentos en que la sexualidad no me interesa para nada. Soy extremadamente ciclotímico. Es bastante misterioso. Francamente, si hubiese necesitado ir al gimnasio para tener una vida sexual, no habría aguantado quince días. El esfuerzo no me causa ningún placer. Lo que importa es tener ganas de hacer el amor. Es el aspecto moral de la sexualidad. Cuando uno le toma gusto, se termina siendo bueno. Nada reemplaza una verdadera motivación.
GD: –Hacer el amor es uno de los pocos momentos en que uno está obligado a ser uno mismo. Nos construimos, nos descubrimos. Se trata de un acto esencial de la vida humana.
MH: –Es cierto que la procreación está muy lejos de ser un sistema ideal para reproducir la humanidad. Por otro lado, he observado que les hace mucho bien a las mujeres. No vamos a privarlas de eso. Entre los primeros tres y seis meses, están muy contentas.
GD: –Largan hormonas a lo loco.
MH: –La fecundación artificial, me parece, tiene un gran futuro. Una modificación fundamental.
GD: –De todas formas, es idiota ligar procreación y sexualidad. El sexo está hecho para gozar y pasar un buen momento. Cada vez que uno coge, no nace un pibe. Y cuando se es puto, claro que no nace nunca. Ese es el gran problema.
MH: –No sé qué pensar de la fecundación asistida...
GD: –Yo estoy a favor. Estoy a favor, además, de la cirugía estética, la paja, la píldora. Me parece superevidente. Son años de vigilancia policial que están volando en pedazos. Basta de sábanas agujereadas que pican y pensar en Dios para no acabar. No queremos más ese mundo. Es un mundo que valorizaba el sufrimiento. Queremos un mundo que haga feliz a la gente.
MH: –La procreación clínicamente asistida tiene la enorme ventaja de eliminar un gran número de enfermedades genéticas atroces.

Ser gay
GD: –Para alcanzar esa plenitud, hay que aceptar la idea de que la gente haga lo que quiere. Uno tiene el derecho de cortarse las bolas o de maquillarse, mientras no lastime a nadie. Tomamos en cuenta el imperativo moral kantiano. La humanidad se salva porque todo el mundo tiene el derecho de hacer eso. Si fuésemos libres, habría probablemente un 50 por ciento de heterosexuales y un 50 por ciento de homosexuales.
MH: –No estoy muy cómodo con los temas gays porque realmente no entiendo nada del asunto. La única breve experiencia que tuve concluyó en un fracaso patético. Tuve la impresión de estar en una posición inédita. La de una chica que no desea al tipo que la desea. Más tarde, haciendo el amor, volví a pensar en ello, en el hecho de estar ahí y sentir que “la chica” no tenía ganas. Antes, siempre me había visto como alguien muy deseable.

Las mujeres
MH: –El hombre suele ser pesado y decepcionante, me resulta muy irracional y conmovedor que las chicas no se conviertan más en lesbianas. A fin de cuentas, en la cama, se las arreglan muy bien sin nosotros. Me pregunto seriamente para qué pueden servir los hombres. Trabajan mal, hacen guerras...
GD: –La razón es simple: como las mujeres tienen chicos y tienen una responsabilidad sobre la especie humana, están formateadas para hacer el bien.
MH: –Deberíamos hacer una petición para prohibir el ejercicio del poder a los hombres durante veinticinco años. Habría que intentar volver al matriarcado. Que los hombres se contenten con ser objetos sexuales y las mujeres, con ocuparse de los asuntos importantes.
GD: –Es una cuestión grave. Los hombres han sido educados para no ser penetrados. No saben tomar el mundo dentro suyo y brindar placer al mundo.
MH: –Ser pasivo, eso me encanta. Ser considerado como un objeto sexual es mi sueño. Pero sigo convencido de que las mujeres se las arreglarían muy bien sin los hombres. Después de todo con un buen vibrador...
GD: –No, todavía no son tan buenos los vibradores...
MH: –Usted es más competente que yo. Entonces, ¿el sexo masculino es irremplazable?
GD: –Sí, por ahora.
MH: –Esa es la buena noticia de esta conversación.
GD: –Pero las cosas están cambiando. En París, las lesbianas adoptaron la cultura de los putos. Se juntan en los backrooms para chicas, es sexo anónimo entre mujeres. Y ahí está pasando realmente algo.

El fin de la familia
MH: –Me parece evidente. Lo que desaparece no reaparece jamás. Soy un poco nostálgico.
GD: –El modelo familiar de los años 50, tipo Christine Boutin (diputada
conservadora), es un lindo sueño. Salvo que ese modelo excluía un montón de gente, y sobre todo los homosexuales. Felizmente, ahora logramos un
reconocimiento. Con el PACS (ley impulsada por los homosexuales para obtener derechos similares a los que otorga el casamiento), por ejemplo, la cultura gay será finalmente reconocida.
MH: –La cultura pertenece a una época, a una sociedad. ¿Existe realmente una cultura gay? No me importa que los tabúes desaparezcan y, al mismo tiempo, no tengo nada en contra de los tabúes. Me parece una idea muy rara hablar de cultura gay. A mí no me interesa el PACS, es algo que no me concierne.
GD: –Hay muchas culturas, una de ellas es la cultura gay. No lo podemos negar. De todas formas, a usted sólo le interesa su propio sufrimiento, pero no el de los demás.
MH: –No, creo que, globalmente, la gente está demasiado sola. Vive en
departamentos chicos y caros; las mujeres tiene problemas para encontrar baby sitters... Cuando los países se enriquecen, las relaciones humanas se vuelven menos simpáticas. Se necesita un sistema cualquiera y la familia es uno de ellos.
GD: –No, hay que olvidarse de la familia.
MH: –Sin embargo es un sistema que funcionó relativamente bien.
GD: –Sí, salvo que había locos, cárceles, y todos los que no entraban en este esquema eran excluidos.

El individualismo
MH: –Es difícil encontrar algo que una a los seres humanos entre sí. Había una expresión elemental y poderosa, los “lazos de sangre”. Mi hijo, mi padre, un lazo elemental y muy fuerte.
GD: –Hay que ir hacia algo simple y objetivo: los lazos del gusto. Las afinidades electivas, como en Goethe. Ahí llegamos. Habrá grupos de pintores, de obsesos sexuales, de escultores...
MH: –Sí, pero los gustos pasan y cansan.
GD: –Quizás, pero por lo menos somos libres. MH: –No hay que confundir libertad y placer. El individualismo es globalmente boludo. La gente se imagina que es un individuo cuando en realidad es un producto. No tiene ningún sentido hablar de un individuo que vive fuera de la sociedad. Lo que te hace humano es sobre todo lo que uno recibe de los demás.

Sueño tecno
MH: –A mí, la idea de un único sexo me resulta bastante buena. No habría diferencias. Clítoris y glandes repartidos por todo el cuerpo, como captores de placer. Sería un mundo más armonioso.
GD: –Estoy de acuerdo, pero no estoy a favor de que tengamos derecho a ambos sexos. Mejor ser hermafrodita, como los caracoles. En el siglo XXI, no sólo todas las drogas serán legalizadas, sino que además habrá clonesimágenes. Esto es capital. Los clones-imágenes tienen la apariencia de humanos, pero no lo son. Podremos aplastar gente contra la pared de la cocina sin dejar manchas.
MH: –Yo estoy absolutamente en contra del sufrimiento.
GD: –Entonces debería estar a favor de los clones-imágenes.
MH: –No, estoy moralmente en contra del sadismo.
GD: –Yo también, pero la destrucción puede ser también una alegría. Es natural querer romper juguetes. Me gustaría también que un capital genético mínimo fuera instaurado para el conjunto de la humanidad. Aristóteles lo dijo muy claramente. Hay normas para la raza humana. Por ejemplo, algunos son rechazados por la comunidad humana (las personas pequeñas, los homosexuales...). Cuando se es feo o enano, se sufre, cuando se tiene un sexo muy pequeño, se sufre.r
trad. Alejo Schapire

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