| POWDER, 
              LA NOVELA ROCKER QUE CUENTA LA VERDADERA HISTORIA DE LAS BANDAS 
              INGLESAS DISPARADAS AL ESTRELLATO Si 
              viste Casi famosos, te habrás acercado a la trastienda del rock 
              and roll. Ahora podes llegar mas cerca: desde Inglaterra y escrita 
              por un crítico musical, acaba de aparecer en la Argentina la historia 
              de una banda ficticia, Los Grams, que bien podría ser cualquiera 
              de las que ya están en la cúpula ¿Oasis? ¿The Verve? ¿Travis? ¿Coldplay? 
              Todas y ninguna , protagonistas de esta ficción realista que el 
              No te presenta en tres fragmentos.  El contratopag. 57
 Los chicos bebían Saint Michael y pedían algo de comer 
              cuando Guy cruzó la calle en dirección al Don Pepe. 
              Se había planteado celebrar la reunión en Purvert; 
              sin embargo, a pesar de su interés en que cuajara la relación 
              entre Jeff y la banda, no habría sido muy sensato para tratar 
              una cuestión como aquélla en la oficina del más 
              locuaz de los agentes. El Don Pepe, vacío antes de la afluencia 
              masiva de las seis de la tarde, era tan buen sitio como cualquier 
              otro para sus propósitos.
 Beano y Tony lo saludaron con amplias sonrisas y apretones de manos, 
              todavía encantados con su nuevo aliado de la alta sociedad 
              y muy dispuestos a complacer.
 Bueno, Guy, man dijo Beano a bocajarro, ¿conocés 
              algún remedio para las hemorroides?
 Todos se echaron a reír. El problema de Al con las hemorroides 
              era ya famoso. No perdía ocasión de hablar del tema, 
              e invitaba a las chicas con quienes se acostaba a acariciarle su 
              clítoris.
 No pases tanto tiempo sentado contestó Guy sin 
              inmutarse, arrancando nuevas carcajadas.
 Eh, Guy, ¿dónde está Ticky? preguntó 
              James con una mirada llena de ternura. Había empezado a pronunciarlos 
              Gui, como Ticky y Hannah, que se habían pasado 
              un par de veces por el estudio de grabación y los había 
              acompañado a Farm Place a fumarse unos porros.
 Hannah era lo más. Los Grams la adoraban. Wheezer no le quitaba 
              ojo. Le recordaba a Tara. Pero Hannah nunca se fijaría en 
              él. Era una chica con clase.
 James tenía motivos para estarle agradecido a Hannah. Ella 
              misma consumía con moderación, pero le había 
              presentado a mucha gente que podía proporcionarle lo que 
              quería. Y lo que quería era cocaína. En Liverpool, 
              durante mucho tiempo, James había tenido que conformarse 
              con un poco de marihuana, una raya aquí, un gramo para el 
              fin de semana allá. Pero las cosas habían cambiado. 
              Ahora estaba en Londres. Era James Love, el guitarrista, y ése 
              era un dios que requería carburante. Ese era un dios que 
              requería coca. Mucha coca.
 Mientras Héctor era embromado por sus compañeros, 
              Guy pidió otra ronda. Wheezer los hizo callar a fuerza de 
              codazos y muecas. Guy le dirigió un gesto de agradecimiento 
              y tomó la palabra.
 Vamos, chicos. En la vida pasarán un rato más 
              aburrido que éste en un bar, pero les aseguro que será 
              también uno de los más importantes. En muchos sentidos, 
              esto es el todo, aquello por lo que han luchado durante tres años 
              y medio: el contrato de grabación guardó silencio 
              por un instante para mayor efecto. Nadie despegó los labios. 
              Pero ahora mi intención es convencerlos de que el contrato 
              de grabación no es ni mucho menos por lo que han luchado. 
              En sí, no es nada. Es un punto de partida. Sin embargo, sé 
              por experiencia que es un fundamental, importantísimo, que 
              la banda conozca hasta el último detalle del acuerdo. Quiero 
              que comprendan el verdadero carácter de nuestra relación 
              comercial en profundidad.
 Guy advirtió que Wheezer empezaba a irritarse. Si era la 
              clase de manager que pretendía dejar al grupo al margen de 
              los pormenores, las opciones, los contratos, Guy dudaba que la relación 
              soportara grandes tensiones. Daba igual. Lo que tuviera que pasar, 
              pasaría.
 Querés, ¿qué? saltó James, 
              y se echó a reír, mirando alrededor en busca de apoyo.
 Todos hicieron caso omiso. Guy sacó unos papeles de su cartera.
 Esta pila de folios es su contrato de grabación, si 
              bien...
 Traelos y te los firmaremos y volveremos al estudio. No puedo 
              perder el tiempo con una estupidez.
 ¡Cerrá la boca de una puta vez, Héctor! 
              ¡Un poco de respeto! dijo Keva entre dientes.
 ¡Y dejá de hablar así! añadió 
              Wheezer. ¡Cuidá el vocabulario! ¡Al 
              carajo! replicó James. Guy, hermano, no lo tomes 
              a mal, pero yo toco la guitarra en una banda de rock. Paso de todo 
              lo demás de la relación comercial. ¡El dinero 
              me importa un carajo! Me fío de vos. Me caés bien. 
              ¡Hagamos música!
 El resto del grupo se dispuso a arremeter contra él, pero 
              Guy levantó una mano para pedirles calma.
 No hay problema, James. Pero quedate y escuchá, ¿no 
              me harías ese favor? Procuraré aligerar, pero esto 
              requiere su tiempo. De buena gana se los ahorraría, pero 
              es demasiado importante para ocuparme yo solo. Los artistas deben 
              saber adónde se meten, qué compromisos asumen. Créanme: 
              lo es todo.
 James hizo un gesto de indiferencia y tomó un trago de cerveza. 
              Guy empezó de nuevo.
 Inevitablemente me dejaré en el tintero aspectos esenciales, 
              así que interrúmpanme si no entendiesen algo.
 Todos asintieron.
 Sin dudan, ustedes conocen ya los puntos básicos de 
              los contratos de
  grabación 
              entre las grandes compañías discográficas y 
              los artistas. La compañía adelanta el dinero para 
              cubrir los sueldos y los costos del estudio presupuestados. Paga 
              la comercialización del disco: anuncios, posters, videoclips, 
              agentes de prensa, etcétera. Con las ventas, recupera esos 
              costos y una proporción acordada de los gastos de promoción. 
              Si hay superávit, la compañía discográfica 
              paga al artista una parte... un porcentaje, unos derechos... generalmente 
              alrededor del 14 por ciento. Para justificar el pago de un porcentaje 
              tan bajo al artista, suele aducirse que el costo de su lanzamiento, 
              el costo que representa introducir una nueva banda, es tan elevado 
              que el margen de la compañía debe reflejar el riesgo. 
              Se alega asimismo que las distribuidoras, las editoras, las distintas 
              sociedades de derechos, todos quieren participar en los beneficios, 
              pero en muchos más casos la compañía discográfica 
              es filial de la distribuidora, y en muchos casos también 
              lo es la editora, de modo que contemplan la posibilidad de unas 
              ganancias nada despreciables si colocan uno de sus productos. Si 
              recuperan la inversión con el primer disco, tienen todos 
              los números para hacer un negocio redondo. ¿Me siguen 
              hasta el momento? El New 
              Musical Express pag. 143
 Con Patt todos se sintieron a sus anchas inmediatamente. Era un 
              tipo legal. Durante los diez minutos iniciales, mientras subían 
              por Mount Pleasant y atajaban por una travesía hasta el Pilgrim, 
              dejó claro que era un admirador, que consideraba a los Grams 
              una ocasión única en su vida, sabía lo que 
              se proponían y quería verlos alcanzar su objetivo. 
              Incluso se ofreció a ir a la barra para la primera ronda. 
              Cuando Keva insistió en su derecho como nativo para pagar 
              la bebida, Hannah le tiró de la camisa desde atrás.
 Esto va a ser pan comido dijo. Quiere hacerse 
              amigo de ustedes. Para él, esto es, o sea, mucho más 
              que un simple trabajo. Es un honor. O sea, viene a ser como si hiciera 
              la primera gran entrevista a los mismísimos Beatles. Está 
              en Liverpool y, o sea, se siente como si fuera 1963, ¿ok?, 
              y estuviera a punto de sentarse a tomar una copa con John Lennon 
              en persona. Así que no lo defraudes. Tampoco le des demasiada 
              confianza. No digo que te pongas jodido con él, eh, pero 
              no vayas de incauto. Espera encontrarse con una estrella. ¿Me 
              explico, Keva? ¿Sí o no?
 Keva asintió con la cabeza. Hannah los dispuso en torno a 
              una mesa del patio de modo que Pat se sentara junto a ella y enfrente 
              del cantante. Los otros deberían inclinarse y levantar la 
              voz si querían intervenir. Pat, bandeja en mano, subió 
              con cuidado los escalones y expresó su satisfacción 
              por haber recordado correctamente lo que le había pedido 
              cada uno. Hurgó en su bolsa y sacó una diminuta grabadora. 
              ¿Alguien tiene inconveniente en que grabe la conversación? 
              preguntó, mirando a Hannah.
 Ella le dio autorización con una sonrisa y empezaron.
 Las horas fueron pasando, y a media tarde continuaban en el bar, 
              sin el menor deseo de marcharse. Wheezer llevaba ahí casi 
              una hora, insinuando con delicadeza que quizás les apetecería 
              asistir a su propia fiesta, pero nadie se movía. Estaban 
              aturdidos, perezosos y contentos pero, sobre todo, extenuados de 
              tanto reír. Después de una hora de interrogatorio 
              intensivo acerca de conceptos tales como el destino, la eternidad, 
              la cosmología y el alma, Pat tomó un largo trago de 
              cerveza y preguntó:
 ¿Cuál es la situación más disparatada 
              en que se han encontrado hasta la fecha?
 Tony ofreció un irónico relato del show de diciembre 
              en el Gathering Hall de la isla de Skye, parte de una gira de cuatro 
              conciertos por las tierras altas y las islas de Escocia que había 
              patrocinado Potters Whisky. Allí se dio la circunstancia 
              de cuatro chicas que acompañaron al grupo de regreso a la 
              pensión para proseguir con sus procacidades.
 Probablemente teníamos la esperanza de que nos prodigaran 
              ciertos favores, pero no podía darse por seguro ni mucho 
              menos. Pensábamos sólo que eran de lo más cachondas 
              y queríamos seguir bebiendo. Bueno, como decía, volvimos 
              a la pensión y nos encontramos con que Margaret la Negra 
              nos esperaba levantada. Margaret la Negra vestía siempre 
              de negro, como una de esas presbiterianas del Nuevo Mundo, y era 
              una psicópata de remate, la jodida. Era dueña de la 
              pensión, la oficina de correos, la cafetería del puerto 
              y, como pronto averiguaríamos, nada escapaba a su influencia. 
              Lanzó una mirada a las chicas y soltó: ¡Son 
              de las tierras bajas! ¡Putas de las tierras bajas! ¡Largo 
              de esta isla!. Y los ojos se le pusieron de color verde y 
              blanco, como a la reina malvada de La bella durmiente. Las chicas 
              se echaron a reír, y una de ellas la mandó a la mierda, 
              en voz muy baja, casi un susurro, y al instante la chica empezó 
              a ahogarse. Te lo juro, no podía respirar, estaba asfixiándose 
              delante de nuestras narices. Margaret la Negra, muy digna ella, 
              se marchó escaleras arriba. Estaba ya en el pasillo, y la 
              cola del vestido, metros y metros de tela negra, continuaba aún 
              al pie de la escalera. Y de pronto la chica volvió a respirar... 
              Increíble.
 Aunque... interrumpió Keva.
 ¿Sí? dijo Pat con vivo interés.
 Keva habló de la vez que Cindy Hogan fue a Blackpool para 
              entrevistarlos y confundió a los Sensira con los Grams. Dirigió 
              una furtiva mirada a Hannah. Ella lo eludió. Contar aquella 
              anécdota a Pat era un riesgo calculado, pero acaso, sospechaba 
              Keva, despertara la rivalidad entre Melody Maker y el NME. Quería 
              animar a Pat a comprometerse con los Grams como contrapartida al 
              descarado apoyo que Cindy ofrecía a los Sensira.
 Surtió efecto. Por lo visto, Pat McIntosh aborrecía 
              a los Sensira por las mismas razones por las que Keva los encontraba 
              tan detestables. Durante una hora, con la entrevista suspendida 
              al parecer definitivamente, Pat amenizó la tertulia con anécdotas 
              sobre las recientes historias de Helmet. Un cronista 
              de Select le había explicado que un par de semanas atrás, 
              al entrar a las cocinas del hotel Columbia para ver si había 
              vino frío en los frigoríficos, descubrió a 
              Helmet llenándose de comida.
 Vaya, piensa nuestro hombre de Select, ¿que tenemos 
              aquí? Un ligero trastorno alimentario. Pobre Helmet. No obstante, 
              seré discreto. Me marcharé sigilosamente antes de 
              que se dé cuenta de que lo han visto. Así que vuelve 
              al bar principal. Casi de inmediato, Helmet aparece en el mismo 
              bar con los ojos en blanco, gimiendo, desvariando en latín. 
              De pronto se interrumpe, mira a los presentes como si acabara de 
              despertar de una pesadilla, sonríe y se vomita encima. Luego 
              entra su manager y, a gritos, hace salir de allí a todo el 
              mundo. Pero no sin antes dirigirse a todos los periodistas uno por 
              uno para pedir disculpas y explicar que últimamente Helmet 
              está tomándose las cosas demasiado a pecho, que va 
              allevárselo a algún sitio a descansar, a ponerle en 
              forma de cara al concierto de Reading.
 Cuando remitieron las risas, Beano preguntó:
 ¿Por qué se recrean tanto con él, pues? 
              ¿Por qué lo presentan en las revistas como a un mesías 
              si saben que es una mierda, un fantoche?
 Vende bien.
 ¿Cómo?
 Un momento, un momento. Yo no suscribo todo eso. De hecho, 
              somos cada vez más lo que, por no darle, no le daríamos 
              ni la hora. Pero ya saben cómo funciona. Helmet es famoso. 
              Más famoso cada día. Ponele un micrófono adelante 
              y tenés aseguradas unas jugosas declaraciones. Sacalo en 
              la tapa y agotás la tirada. La prensa musical atraviesa una 
              época difícil. Hemos de agarrarnos a lo que podemos.
 Estados 
              Unidospag. 366
 Wheezer pidió otro tazón de la famosa sopa del Carnegie 
              Deli. Aquel ligero caldo de pollo con raviolis y sabrosos pedazos 
              de jamón era justo lo que necesitaba. Le había gustado 
              Nueva York, le había gustado mucho, pero le alegraría 
              verse en el avión camino a Boston esa tarde. Se sentiría 
              más tranquilo cuando dejara atrás Nueva York: Myra, 
              Katie, la locura... Los otros, entre risas, hablaban aún 
              de sus experiencias de la noche anterior. La de Beano había 
              sido la más insólita.
 Y entonces, al acabar, la chica se echa hacia atrás 
              y se relame, mirando al techo como si intentara recordar algo. Luego 
              mueve la cabeza y dice: Mmmmm....
 James empezó a reír. ¡Vaya locura!
 Beano, todavía borracho, eufórico, acelerado, miraba 
              a los otros con los ojos muy abiertos, impaciente por contarles 
              su anécdota.
 Esperá, ¿querés? Eso no es nada. Ahora 
              viene lo verdaderamente increíble, man. Después de 
              relamerse, agarra su bolsito y saca una libreta. Como lo oís, 
              una libreta. Una auténtica libreta, pequeña y negra, 
              y escribe algo. Se los juro... Nada, una simple nota. Yo, claro, 
              le pregunto: ¿Qué es eso?. Y ella se queda 
              mirándome, con las mejillas rojas. La jodida, sin maquillaje, 
              no aparentaba más de diez años... se interrumpió, 
              incapaz de aguantar la risa.
 ¡Vamos! instó Wheezer, dándole un 
              codazo. Si has empezado, no podés dejarnos con la miel 
              en los labios.
 ¡Es increíble de verdad! No lo van a poder creer...
 Keva, con un gesto, le pidió que continuara.
 La mina va y me suelta prosiguió Beano, adoptando 
              una voz chillona, con la de esas adolescentes de las películas 
              ambientadas en colegios: Mmmm... Es salado. Más 
              salado que el del baterista de los Sensira, pero no tanto como el 
              del cantante de Macrobe. El lo tenía muy salado. El del baterista 
              de los Sensira era bastante líquido. Vos tenías más 
              semen que ellos. El tuyo también era más espeso. Espeso 
              y salado. El más espeso, diría....
 pag. 428El guardia de seguridad explicó el problema con la mayor 
              cortesía posible dadas las circunstancias. Los ascensores 
              no funcionaban a causa de una batalla con extintores entre los roadies 
              rivales de las tres bandas alojadas en el hotel. Eso planteó 
              un serio dilema a James, que no era precisamente el más atlético 
              de los hedonistas indolentes. Se agachó junto a la silla 
              de ruedas.
 Vamos.
 Ella se dejó caer sobre la espalda. Pesaba lo suyo.
 Subió los primeros tramos de la escalera con relativa facilidad, 
              deteniéndose de vez en cuando para tomar aliento y volviendo 
              después a la brega. A cada peldaño, notaba más 
              el cansancio en los muslos y en laspantorrillas. Cada paso era más 
              mecánico. Cuando llegó a su piso, ya no podía 
              más con su alma, y la chica, colgada de sus hombros, se sostenía 
              por su propia fuerza. James contempló el largo pasillo. Su 
              habitación se hallaba al final de todo, frente a la de Marty. 
              Tuvo una idea. Tendió a la chica en el suelo, boca arriba.
 No te importa, ¿verdad? preguntó con voz 
              entrecortada mientras la llevaba a la rastra, tirando de sus tobillos. 
              Un poco impropio de una dama, pero así es mucho más 
              fácil.
 A ella le rebotaba la cabeza en cada bulto de la alfombra.
 ¡Eh, cuidado!
 Tambaleándose, James pasó junto a las toallas de baño 
              amontonadas en el suelo y se desplomó en la cama de Keva, 
              jadeando, dejando a la chica allí tirada. Ella lo miraba, 
              esperando.
 ¡Loco, deberías hacer un poco más de ejercicio! 
              comentó con una sonrisa.
 Ah, eso me propongo respondió James. Observó 
              sus piernas inservibles, inútilmente enfundadas en unos 501 
              negros. La compadecía. De todo corazón. Veamos, 
              pues, ¿cómo te gustaría que la pasáramos?
 Billy el Breve, dormido como un tronco, se volvió del otro 
              lado y se tapó con la toalla, captando sus sentidos vagamente 
              una voz masculina en las inmediaciones. James apoyó a la 
              chica contra la cama, los brazos y la cara sobre el colchón, 
              arrodillada en precario equilibrio.
 Aguantá un momento dijo con un cigarrillo en 
              la boca mientras intentaba bajarle los jeans con una mano y la sujetaba 
              con la otra, hincándole una rodilla en los riñones 
              para mayor estabilidad. Se rindió al cabo de un momento, 
              la levantó y la echó en la cama, donde pudo quitarle 
              el pantalón más fácilmente. Ante sus ojos apareció 
              un bonito culo, aguardando sus caricias.
 ¡Vaya, nena! ¡Esto es precioso, cariño! 
              exclamó, palpándole el culo, asombrado por la 
              flexible resistencia de su carne. Sin pérdida de tiempo, 
              se despojó de sus propios Levis y se provocó 
              una plena erección. Guiándose y empujando hasta penetrarla, 
              susurró: Todos tus placeres te llegarán por 
              detrás.
 ¡Dios! ¡Sí, joder! ¡Sí! ¡OoOoooooooooh! 
              ¡Me la has metido por el culo! ¡Dios! ¡Dios mío! 
              ¡Me está dando por el culo!
 Así es observó James con satisfacción.
 
               
                | KEVIN 
                    SAMPSON, EL AUTOR   Oportunista, 
                    no estúpido Kevin Sampson (Liverpool, 
                    1963) se dedicó a la literatura de  cerveza, 
                    fútbol y rock and roll mucho antes de que Nick Hornby, 
                    la última estrella de la narrativa popular británica, 
                    publicara Fiebre en las gradas, su debut. En 1982, cuando 
                    era un estudiante de 19 años, Sampson escribió 
                    Awaydays, una novela que transcurre en 1979 que trata sobre 
                    los días de Joy Division, los hooligans de un equipo 
                    pueblerino de tercera división y las consecuencias 
                    del primer gobierno de Margaret Thatcher en pleno período 
                    post-punk. Pero, más allá de eso, relata el 
                    momento de las grandes, traumáticas decisiones de Paul 
                    Carty, el adolescente que la protagoniza. La novela fue rechazada 
                    por las editoriales, y la decepción que sufrió 
                    Kevin fue tal que no volvería a escribir ficción 
                    durante los siguientes dieciséis años. Se desempeñó 
                    como periodista de música en diversas publicaciones 
                    NME, Time Out, The Face, Sounds, fue asistente 
                    de cultura joven en el prestigioso Channel Four y, en 1986, 
                    la revista Cosmopolitan lo eligió la mejor escritora 
                    joven del año en un concurso al que se había 
                    presentado con el seudónimo de Jane White. Recuperado 
                    del rechazo editorial de principios de los 80, y luego 
                    de un lustro como manager del grupo de Liverpool The Farm, 
                    Sampson volvió a enfrentarse a la máquina de 
                    escribir y cayó en la cuenta de que entretanto había 
                    aparecido Trainspotting, de Irving Welsh, y que todas las 
                    clases del Reino Unido habían podido husmear en las 
                    alcantarillas de la sociedad. De pronto había 
                    un montón de gente joven escribiendo sobre la cultura 
                    que yo conocía y entendía. Y pensé: Tal 
                    vez tengo algo para decir, después de todo, 
                    recuerda Sampson. Nutrido de su experiencia como periodista 
                    y manager de rock, se dedicó a narrar la explosión/implosión 
                    de The Grams, banda ficticia que protagoniza su segunda novela, 
                    Powder (1998), cuyo éxito le abrió el camino 
                    para publicar la hasta entonces inédita Awaydays y 
                    ponerse a trabajar rápidamente en sus dos obras siguientes. 
                    Leisure, la tercera, relata los contratiempos de una pareja 
                    que intenta salvar su matrimonio con una semana de vacaciones 
                    en la Costa del Sol. Outlaws, la más reciente, es una 
                    historia de debilidad humana narrada en el contexto de la 
                    guerra de pandillas en Liverpool. Mientras tanto, el autor 
                    se lamenta por los años perdidos por el desaliento 
                    y reniega del subgénero laddism (término acuñado 
                    por la prensa inglesa para designar a la literatura rockera 
                    y futbolera de Hornby y Cía.). Eso fue inventado 
                    por gente que mira desde afuera la cultura masculina de clase 
                    trabajadora, observa. Hay un mundo de diferencia 
                    entre esa gente y la que yo conozco. Es la misma diferencia 
                    que hay entre la gente que sigue al Liverpool y los que siguen 
                    a la selección inglesa. Los hinchas de Inglaterra la 
                    van de callejeros; los del Liverpool tiene la sabiduría 
                    de la calle. Son oportunistas, no estúpidos; leen vorazmente, 
                    y pueden citar frases de las películas que aman. 
                    P.P. |    
               
                | PARA 
                    ENTENDERLA UN POCO MAS  Reparto Los personajes 
                    que protagonizan Powder suman cientos, seguramente. Pero los 
                    principales, mencionados en los fragmentos publicados, son: Keva. Mc 
                    Cluskey, el cantante, compositor y estrella de la banda. Melancólico 
                    y talentoso, dotado de la suficiente dosis de ego como para 
                    ser EL hombre. Con el correr del relato y a medida que Los 
                    Grams se elevan, reclamará para sí el total 
                    de las regalías de las canciones y asumirá el 
                    control total de la banda.  James. El 
                    guitarrista y, por tanto, la segunda estrella. Apodado James 
                    Love, en realidad se llama Héctor Lovett. Lo 
                    más gracioso es que su padre lo bautizó Héctor 
                    (una rareza en Inglaterra) en honor a Héctor Chumpitaz, 
                    zaguero central peruano, figura de su selección en 
                    los mundiales de 1970 y 1978. Tony y Beano. 
                    Baterista y bajista, respectivamente. Ocupan en verdad un 
                    rol bien secundario y no tienen muchas más ambiciones 
                    que ganar una buena cantidad de libras para irse de vacaciones, 
                    drogarse y pasarla bien. Guy. El 
                    dueño de la compañía Rehab, la que lanza 
                    a la fama al grupo. Joven de clase alta inglesa, ex ejecutivo 
                    de Universal y junkie recuperado (de ahí lo de Rehab, 
                    rehabilitación), consigue el dinero para lanzar a la 
                    banda con una parte de la herencia familiar. Wheezer. 
                    El manager. Proveniente de una familia de clase media-alta 
                    venida a menos, fan del grupo de la primera hora (a veces 
                    suele suceder así con los managers) y adicto al placer 
                    solitario de los videos porno. Helmet. 
                    Cantante y líder de The Sensira (el grupo rival de 
                    Los Grams), una verdadera obsesión para Keva y los 
                    demás. Al comienzo de la novela es quien alcanza la 
                    fama, pero luego es derrotado. |     |