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Jueves 13 de Septiembre de 2001

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RADICADO EN HOLLYWOOD, RICHARD COLEMAN RELANZA A LOS 7 DELFINES

“Un dark, pero no tan tortuoso”

La reconversión glam de su banda de diez años, la vida en Los Angeles, lo que quedó de su generación, los tiempos en que se creía una estrella y terminó estrellado. Con un nuevo disco entre manos, el príncipe oscuro del rock de los ’80 y ’90 revela algunos misterios alrededor de su figura.

POR PABLO PLOTKIN

Es lunes a mediodía y las torres gemelas siguen en pie. Richard Coleman, amo y señor de sus emociones, bebe cerveza tirada en una zona de Palermo Viejo donde hasta el carnicero de la cuadra podría ser diseñador de indumentaria. Coleman parece descontracturado en una especie de camperita deportiva, pantalones de aviador y las puntas del pelo azabache teñidas de fucsia. “Por ahí estoy más tranquilo, menos estresado. Tal vez por eso se me ve mejor, o distinto”, comenta el líder de Los 7 Delfines, afincado desde el año pasado en Hollywood.

Está por aparecer Aventura, el nuevo álbum de una banda que zigzagueó los noventa como una embarcación bien diseñada, pero de tripulación dispersa. Siempre cambiante, siempre a punto de desaparecer, siempre a flote. Con una formación consolidada, el grupo se propuso empezar el nuevo siglo con un disco que sintetizara su sonido y espíritu, echando mano a ciertos recursos de alta tecnología y con una premisa en mente: “Cuando hablamos con Tweety (González, el productor), le pedimos que pensara que éramos una banda nueva que grababa su primer disco. Teníamos 36 canciones, trabajadas durante dos o tres años. Sin tener un disco de estudio en el medio, era una posición bastante lógica: somos una banda nueva que está por sacar su primer disco y le quiere romper el culo a todo el mundo”. Por eso Coleman detesta que le mencionen la palabra adultez. “Es un disco de espíritu adolescente, más que de madurez”, asegura. “Es travieso: tiene zonas de densidad muy épicas y a la vez es desfachatado”.

Velvet Coleman
No es que Richard haya torcido drásticamente el rumbo de L7D, pero el factor glam cobró mayor protagonismo en el proceso creativo. “Inmediatamente después de Dark, empezamos a orientarnos hacia el glam. Lo había probado con la otra formación de la banda y no había salido. Faltaba esa caradurez, una histeria que no tenía la formación previa. Y con una loca sola adelante no alcanzaba.” Los nuevos compañeros de Coleman lo comprendieron bien. Repasaron los discos decisivos de la época –T. Rex, el primer Bowie, Roxy Music– y se dispusieron a elegir una versión. Una era “Mujeres de Atenas”, un tema de Chico Buarque que cantaba Ney Matogrosso (“ella es el glam tropical”, define). La otra era “Street Life”, de Roxy Music, que finalmente cierra el disco. “En vivo se convierte en un momento casi punk”, asegura Richard, que hace un tiempo cantó esa canción en el Teatro de la Ribera bajo una lluvia de papel picado metalizado. “Con el dark está todo bien, pero mezclarlo con un poquito de glam es todavía mejor. Si hay un fondo de oscuridad, los brillitos se notan más”, explica. Por eso, el avance del glamour en la estética delfina no supone la abolición de su imagen vampírica. “Se trata de potenciar todo eso hacia un lado humorístico: un dark, pero no tan tortuoso. Hasta mis letras más dramáticas tienen siempre un guiño, un chiste en el medio. No te vas a ahorcar porque te dejó tu novia. Eso ya lo hizo el cantante de Joy Division, y ahí fue que empezó toda esta historia.”
En efecto, las canciones más melodramáticas de Aventura –un disco de guitarras aplastantes, por momentos casi heavy metal– tienen su relectura paródica. “Garden” husmea en el pensamiento de un asesino serial para revelar un secreto vergonzante; “Vendado y frío” (compuesto especialmente para el largometraje homónimo de Alexis Puig) cuenta en primera persona el despecho de una momia codiciada por su féretro; “Sentimiento Storni” se entretiene con los impulsos suicidas. “Me influyeron mucho los libros de William Burroughs”, cuenta Coleman. “Antes de los veinte años, cuando todos leían Castaneda, yo leía a Burroughs. Siempre me interesó esa cosa medio densa, medio sci-fi, y la manera de manipular el discurso.” Radicado en Los Angeles, Coleman se dedicó a producir el primer disco de Karina & Shine Junkies, el proyecto solista de su mujer (para el que trabajó con John Chamberlin, ingeniero de sonido de Tori Amos), y a revisar el panorama de rock en castellano en la costa oeste. “Están como nosotros hace quince años”, apunta. “Trabajan con presupuesto cero, no tienen apoyo de las compañías, excepto los números grandes que no son rock. Para ellos Shakira es rock en español. Escuchan una guitarra eléctrica y una cantante con carácter y creen que es rock.”

Mi generación
Como personalidad fundamental de la escena rockera de los ochenta, Coleman conserva los buenos recuerdos de entonces, pero es consciente de todo lo que quedó en el camino. “De los más importantes de mi generación, la mitad se murieron. Federico Moura y Luca, junto con Gustavo (Cerati), fueron lo más importante. Los ochenta están empezando a ser una década mítica. Eso siempre pasa, cada veinte años. En los noventa se empezó a renegar de la década anterior, como ocurre siempre, pero todavía no pasó en el 2000.” En ese sentido, Coleman considera que la década pasada todavía está “en una zona de sombras”. “Las cosas buenas fueron cercenadas. La muerte de Cobain fue un desastre en cuanto a una posibilidad artística y masiva. En el último fragmento de los noventa, la música se estandarizó mucho, y eso es peligrosísimo. Creo que la maldita globalización tiene mucho que ver: se pierde el carácter genuino de las expresiones de cada lugar.”
Coleman, un guitarrista al que Charly García, Andrés Calamaro y Cerati llamaron alguna vez para que se uniera a sus bandas, supone que nunca tendrá una carrera solista, pues no le interesa eso de “andar contratando músicos para que obedezcan órdenes”. “No soy un frontman escandaloso. Lo fui, pero creo que en la época de Fricción me vacuné contra eso. Mi trabajo de histeria y performance se limita al show, y creo que me gané un lugar en los escenarios que me permite hacerlo bien.” ¿Cómo es eso de que se curó contra la histeria estelar en tiempos de Fricción? “Sentí que se nos había sobrevalorado”, confiesa. “Había tan pocas cosas, que parecía que lo que yo hacía era buenísimo, que era un capo. Me la empecé a creer, totalmente. Y en un momento me di un buen porrazo, porque me costaba sostener la identidad de la banda, me peleaba con los chicos porque salía siempre yo en las fotos... Era un quilombo. Me rodeaba de un grupo de estrellas de rock y nos creíamos el olimpo. Y de golpe me encontré con que en el momento en que salía Para terminar, que era un discazo, la discográfica quebró y no hubo ningún tipo de apoyo. Era una pesadilla, porque no era un error de la banda. Pero después me di cuenta de que yo estaba tan... tan estrellado, que no tenía tiempo de estar en contacto con la realidad. Después de eso casi me mato con el auto, y entonces bajé de verdad. Cuando se desarmó Fricción estuve un año y medio sin hacer nada de rock, casi sin salir de mi casa. No quería empezar una banda nueva, no quería hacer nada. Quería ver si podía cambiar, una vez más, la dirección de mi vida. Al final me encontré que para el final de ese año ya había compuesto diez canciones con la guitarra acústica. Lo conocí a Gamexane, que se había ido de Todos Tus Muertos y también tenía un puñado de canciones. Nos propusimos empezar algo juntos. Eramos el día y la noche, así que algo bueno tenía que salir. Armamos Los 7 Delfines, pero entonces ya estaba vacunado. Nunca perdí el contacto con la realidad.”
Desde entonces, Coleman no volvería a sentirse molesto dentro del rock. “No me meto donde no me interesa, no soy cholulo de nadie y nadie es cholulo de mí. Estoy en un lugar de tranquilidad que me lo he laburado. No hice tanto bardo, tampoco. Me pasaron cosas que le pueden pasar a cualquiera que vive la vida de manera un poco excesiva. La famosa máxima de William Blake: ‘El camino de los excesos conduce al palacio de lasabiduría’. El tema es no ir hasta el final”, se ríe. En ese plan, la ciudad de Los Angeles, con sus autopistas, sus célebres colinas y sus setos de 20 metros tras los que se ocultan mansiones inalcanzables, parece ser un lugar perfecto para pasar inadvertido. “Allá el anonimato es total”, confirma Richard, aplastando un cigarrillo. “El glam está tan arriba en Hollywood... Yo apenas vivo al pie de las colinas, a dos cuadras del Teatro Chino, con mi señora y mis dos gatos.”

Los 7 Delfines tocarán este sábado a las 22 en Niceto Club (Niceto Vega 5510), con Tweety González, Gillespi, Roli Ureta y Karina Coleman como músicos invitados. Aventura se venderá a 15 pesos en el show.