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NOVELA, MITO Y FANTASMA EN LOS RELATOS DE PACIENTES EN PSICOANALISIS
Unas historias duras y frágiles como cristal

Cada persona tiene su propia novela, en el estricto sentido literario del término. Y en cada novela �lo supo Freud� somos hijos de otro padre. Pero, para algunas personas, la novela cristaliza en un mito que no admite cambios ni tolera cuestionamientos.

Por Pablo Fuentes * y Mónica Veli **

Hay pacientes que dan consistencia al peso de su historia, haciendo de ello una novela que obtura toda posibilidad de implicación subjetiva. Es el caso de quienes llegan a la consulta con la certeza de que su historia, tal como la narran, explica sus desdichas del presente. Les es difícil la entrada en análisis porque no aparecen dudas o interrogantes; no hay vacilaciones en esa historia tan cristalizada. Su presente se explica de manera excesiva por su pasado y lo que narran, en rigor, no es historia sino mito: ya que el relato mítico es sin fisuras, sin enigmas, mientras que la narración de la historia está llena de enigmas y ambigüedades.
Si bien la realidad es siempre fantasmática, ocurre a veces que la función de barrera que cumple el fantasma, frente aquello de lo que la angustia es señal, aumenta su espesor y cobra valor de obstáculo en la dirección de la cura. El papel orientador que la angustia tiene para el analista se ve limitado al verse coartada su aparición, y resulta complicado encontrar una forma de intervención eficaz. Sólo hay un mínimo de malestar que se mantiene estable y que alcanza para que el sujeto haga una consulta pero no permite ir mucho más allá.
La novela, a diferencia del relato mítico –que la comunidad se cuenta a sí misma–, constituye una estructura dialógica: “El sujeto de la narración, por el acto mismo de la narración, se dirige a otro, y es respecto a ese otro que la narración se estructura” (Julia Kristeva, El texto de la novela). El autor de la novela (sujeto de la enunciación) queda mediatizado por otra figura, el personaje o héroe (sujeto del enunciado).
Esta estructura dialógica permite la instalación de la pausa discursiva necesaria para una distancia entre el autor y su relato, esto es, la construcción de la figura del narrador: alguien que cuenta la historia, un “yo” que desde un lugar imaginario anude las peripecias del héroe por medio de una identificación fantasmática con ese mismo protagonista y, a la vez, instaure una distancia (el narrador como personaje ausente de su relato) que permita la mutación de las cualidades míticas del héroe.
Se puede establecer, por principio, que todo texto novelesco reproduce un fantasma donde puede leerse el deseo, dado que, como plantea Marthe Robert: “(...) en lugar de reproducir un fantasma en bruto según las reglas establecidas por un código artístico preciso (la novela) imita a un fantasma, novelesco de entrada, un esbozo de relato que no es sólo el inagotable depósito de sus futuras historias, sino también la única convención cuyos límites acepta” (“Novela de los orígenes, orígenes de la novela”, Ed. Taurus, España, 1973). Esta reproducción implica que, en toda novela, los contenidos son míticos porque remiten a la ficción originaria.
La novela (literaria, familiar) se presenta, por ese mismo carácter de sumisión al fantasma originario, como la realidad misma y no como una representación de la realidad. Queda así instalado un juego paradójico entre lo verdadero y lo falso. El despliegue de la ficción originaria (y sus diferentes reproducciones) como proyección fabuladora de lo imaginario supone un proyecto de actuar sobre la realidad para modificarla. Aquí se instala la otra cara del juego de verdad-falsedad que es el par de lo mismo y lo diferente; se trata de recrear otra vida a partir de lo mismo.
Sigmund Freud se ocupa en diversos textos de lo que llamó “actividad fantaseadora” y la ubica alrededor de dos ejes fundamentales: el deseo y la pulsión, calificándola en reiteradas oportunidades de “mítica” y “novelada”. Esta actividad, que incluye siempre una pregunta acerca del origen, participa en la constitución de la respuesta fantasmática del sujeto frente al deseo del Otro y en la formación de síntomas.
En “La novela familiar de los neuróticos” (1908-1909), Freud describe una actividad fantaseadora del niño que, en la prepubertad, se apodera deltema de las relaciones familiares. En estas fantasías noveladas suele incluirse una idea de sustitución de ambos padres o de uno de ellos por otros, habitualmente “personas más grandiosas” y “nobles”. Freud observa que esta sustitución, más que eliminar al padre lo enaltece, ya que la figura que lo sustituye aparece dotada de rasgos provenientes del verdadero. La novela familiar viene entonces al lugar de la falla estructural del padre e intenta repararla.
En “Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad” (1908), Freud se ocupa de los sueños diurnos y dice que “se los cultiva con esmero y la más de las veces se los reserva con vergüenza. Este texto es el más claro antecedente freudiano de la conceptualización lacaniana del fantasma. En el Seminario XIV, “La lógica del fantasma” (clase del 21 de junio de 1967), Jacques Lacan lo ubica alrededor del concepto lógico matemático de axioma, atribuyéndole una “significación de verdad”. Dice también que consiste en una frase en la cadena de enunciados. El fantasma es cuando se dice. El axioma es una construcción a posteriori que no es ni verdadera ni falsa.
Como señalara Roberto Harari en ¿De qué trata la clínica lacaniana?, Freud califica al fantasma como novela, diferenciando entre roman y nouvelle, es decir entre novela y novela breve. El fantasma adopta la estricta condición de la novela breve, donde se representa y relata en forma abreviada un acontecimiento.

Devenir sexuado

En el Seminario IV, “Las relaciones de objeto”, Lacan define el mito como un relato atemporal que, si bien tiene un carácter de ficción, posee una estabilidad tal que hace pensar en una estructura. En “El mito individual del neurótico”, lo define como “lo que da forma discursiva a algo que no puede ser transmitido en la definición de la verdad (...). En este sentido puede decirse que aquello en lo cual la teoría analítica concretiza la relación intersubjetiva que es el Complejo de Edipo, tiene valor de mito”: la verdad, pudiendo expresarse sólo de modo mítico.
Verdad, mito y ficción aparecen enlazados. Pero si la verdad, con estructura de ficción, se hace presente en el mito, habrá que poder aprovechar las construcciones que aparezcan en el decir de los analizantes. Hablar de mito individual supone reconstruir la constelación que preside al nacimiento de un sujeto, teniendo en cuenta fundamentalmente el relato acerca de lo que originó la unión de los padres.
La trama de un devenir semejante y extraño (lo mismo y lo diferente) es correlativa a un devenir sexuado: a esto apunta la elaboración de la novela familiar. El trabajo de la novela familiar pone en juego –según Freud– la oposición de las generaciones. Al cambiar los padres de origen y sustituirlos, el mismo niño ocupa el lugar de un “extraño”. El primer tiempo de esta “metáfora de lo extraño” que la novela familiar reporta se implementa mediante una operación de sustitución que, por su mismo carácter discursivo es, justamente, metafórica. A partir del conocimiento de la diferencia de los sexos de parte del niño –en el estadio sexual de la novela familiar– la legitimidad del padre entra a ser cuestionada dado que, si bien hay mater certissima, el padre es siempre incierto. El padre podría ser cualquier otro, mejor que el propio, alguien a quien una madre deseante ha señalado.
La novela familiar comporta, entonces, una supuesta pérdida y la nostalgia de un tiempo mítico (o sea, fuera del tiempo) que permite marcar un origen alternativo, diferente. Este trabajo de sustitución señala un desfallecimiento parcial del Otro que se presentifica como un lugar vacío en el que se anuda el deseo propio del sujeto. Lacan, en el Seminario XI, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, señala que un tiempo lógico de la separación se marca cuando el niño aprehende el enigma del deseo del Otro a través de las faltas del discurso o de los intervalos que cortan los significantes. El proceso de separación está apuntalado en una duda sobre lo que desea aquel que le habla. Precisamente, el enigma en la novela es el punto de anclaje de la pregunta por el deseo del Otro. En la novela familiar, el sujeto surge como efecto de un interrogante sobre el padre y, paralelamente, reingresa al mundo gracias a la novela que narra un nuevo origen.
El origen, al no ser directamente accesible, es construido por una ficción en su dimensión mítica. La novela familiar otorga la posibilidad de una versión diferente –nueva– de la relación sexual que causó el nacimiento del sujeto; el revestimiento novelesco simboliza la relación con el origen.
La novela familiar abre este espacio doble de lo semejante y lo extraño: desdoblado en narrador y protagonista de la historia, el niño no coincide ya consigo mismo, como los padres son discrepantes entre sí. El propio discurso narrativo –sus imágenes y significantes– lo separa de sí mismo en función de representarlo. Los intervalos de la construcción narrativa delimitan entonces tres tiempos: actual, ideal y mítico; en esos intersticios se constituye el sujeto en su devenir.
Pero, en algunos pacientes, la novela fracasa: se revela en su discurso un desanudamiento de las secuencias de la historia, y todos los padres de la construcción novelesca se aglutinan en uno solo. La dificultad para hacer del padre una serie sucesiva y diferenciada (función estructurante de la narración) se manifiesta en esos discursos en frases coaguladas, casi slogans, repletas de certeza imaginaria. Bulímicos de palabras y autores de un drama donde no terminan de inscribirse, en estos sujetos las cristalizaciones imaginarias aparecen adosadas a un relato que nunca cesa de narrarse y en donde se reconocen con demasiada fijeza. Atados al cuento del origen (mítico) les cuesta el comienzo, o sea, historiar.
Todo relato es posible porque hay un enigma en su centro, una zona oscura e incomprensible que se manifiesta como una falla en el sentido. El narrador –que sabe lo que ignora– pone en juego ese secreto que le permite contar. Hay fracaso de la historia (del relato) cuando esa zona oscura está rellena con la argamasa del sentido, cuando el enigma central no se deja ver en el relato y no hay titubeo por donde asome lo innominado.

* Psicoanalista. Miembro del Círculo Psicoanalítico Freudiano y del Foro Reanudando    con Joyce.
** Psicoanalista. Miembro del Foro Reanudando con Joyce.

 


 

PARA UNA “PSICOSOCIOLOGIA DE LA INSENSATEZ HUMANA”
El demonio son los otros, en la guerra

Por José Luis Cao *

Luego del ataque terrorista a Estados Unidos asistimos a la inundación mediática de la palabra “guerra” hasta constituirse en el significante más utilizado, no guardando relación la liviandad de su enunciación con la magnitud de su significado. Pronunciada por atracción o para conjurar el miedo que provoca se habla de la “guerra” sin tener en cuenta el sentido devastador que encierra dicha palabra puesta en acto.
Basada en la amenaza a la preservación de una identidad social peculiar “propia”, se suele legitimar la guerra contra un “ajeno” que la cuestiona demonizándolo a fin de facilitar su exterminio sin culpa, anulando de ese modo la dialéctica del Otro. En los comienzos de casi todas las guerras se nota un estado maníaco acompañado de un doble discurso: invocación a la no violencia, desmentido por el entusiasmo bélico de un colectivo que sin reflexionar corre tras los acontecimientos.
La maquinaria del mito de la guerra es sostenida por un prolijo ritual impregnado de marcialidad: banderas y estandartes al viento, arengas que exaltan el fervor patriótico o la guerra santa, pedidos de lucha hasta la victoria final, exhibición bendita de hombres y armas relucientes. Mito que exalta el narcicismo a ultranza representado por el triunfo sobre un Otro derrotado. Siendo el miedo a la aniquilación del yo el combustible que alimenta la guerra.
Durante la contienda las resignadas víctimas (muertos, heridos, refugiados, huérfanos) sufren consecuencias que si bien no quisieron tampoco pudieron detener a tiempo, ya que los seres humanos suelen darse cuenta de su accionar absurdo cuando pueden ver a sus pares mutilados en cuerpo y espíritu.
Luego de la práctica catártica de las fantasías más horrorosas que se puedan imaginar, el impulso y el discurso de la guerra desaparecen en forma tan subrepticia como aparecieron. Cansados de la acción guerrera los pueblos suman voces que claman por una paz que termina imponiéndose. Tras los víctores y lamentos, aparece la condena a toda violencia y el retorno a una paz supuestamente anhelada desde el principio. Los ex adversarios recién entonces manifiestan tener cosas en común, expresadas a través de pactos, devolución de cautivos y ayuda “humanitaria” a las víctimas. Esperanzada en un mundo mejor, la humanidad atenúa las antiguas pasiones destructivas y se dedica con fruición a reconstruir lo devastado. Luego del juego de la guerra nada será igual que antes, pues el mapa social del poder ha sido modificado para dar lugar a nuevos modelos culturales. Los antiguos enemigos que se aniquilaron con saña suelen aliarse y complementarse en nuevas relaciones identificatorias, convirtiendo en chatarra de museo los ideales de aquellos que ofrendaron su vida por ellos.
¿Por qué los protagonistas no suelen darse cuenta anticipadamente de la violencia agazapada que empuja al conflicto? ¿Por qué necesitan llegar hasta los límites que impone la muerte? Hay opiniones pesimistas y optimistas en relación con el tema: las primeras remiten al inevitable dominio de las pulsiones instintivas (amor/odio) constitutivas de la naturaleza humana, las segundas confían en la posibilidad instituyente de la cultura para generar organizaciones que resuelvan los conflictos de necesidades de cambio, ansias de poder, desigualdad social e ideologías de intolerancia. Siendo éste un desafío actual para quienes analizan la psicosociología de las producciones humanas, ya que conociendo sus mecanismos significativos se podría no sólo ayudar a las víctimas, sino encontrar formas de prevención institucional y comunitaria antes que se produzcan.
En ese sentido Freud le responde en 1932 a Einstein que la única posibilidad de menguarlas es oponer a las pulsiones destructivas el amor (al prójimo) y la identificación con el otro: “La situación ideal sería, naturalmente, la de una comunidad de hombres que hubieran sometido su vida instintiva a la dictadura de la razón”. Enmendando a Freud, preferimosreferirnos a la posibilidad de instituir instancias reflexivas, ya que en nombre de la dictadura de la razón se produjeron no pocas guerras. Pero acordamos con el maestro vienés su pretensión de transformación del narcicismo y la lucha por las “pequeñas diferencias” en un amor que tenga en cuenta la natural diversidad de los sujetos, incluyéndolos en la construcción de una sociedad que tenga como premisa la sensatez y no la locura.

* Psicoanalista. Profesor Universitario de Psicología Social e Institucional.

 

POSDATA

Acto. Mañana a las 10.30 en la puerta del Borda, Ramón Carrillo 375, psicólogos y médicos concurrentes y becarios denunciarán la pérdida de cargos profesionales.
Clínica. Jornadas del Centro de Salud Mental Nº 3 Arturo Ameghino: “La clínica en el hospital público. Consecuencias psíquicas de la devastación del lazo social”. Del 21 al 23 desde las 8.30 en el Cultural San Martín, Sarmiento 1541. Ejes temáticos: “Políticas en salud mental”, “Epoca, pulsión y subjetividad”, “El psicoanalista en el hospital público: responsabilidad y ética”, “Fragmentación y desamparo”, “Saber hacer con el malestar”. 4862-1202, 4861-1442.
Real. Jornada de Suteba “El sujeto ante lo real”. Con Stella Maldonado, Beatriz Morero, María Pons, Zulema Bongiovani, Marcela López, Elida Muñoz, Mabel Ojea (“Salud mental y educación”); Ricardo Seijas (“Psicoanálisis y política”), Mariana Fillat (“Actualidad del psicoanálisis”), Jacquie Lejbowicz (“Los lazos en estos tiempos”), Gustavo Slatopolsky, Graciela Llopis y otros. El 3 de 9 a 17 en Piedras 736. Gratuito. 4300-6711 int. 211.
Cultura. “Psicoanálisis de la cultura/Cultura del psicoanálisis”, con Bleichmar, Brück, Etchegoyen, De Santos, Vegh y otros. El 9 y 10 en Museo de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473. Gratuito. Universidad de Nueva York y Proyecto al Sur.
Poética. Presentación del libro Poética de la cura de Mario J. Buchbinder, el 6 a las 19.30 en Uriarte 1795 con Lucrecia Riopedre, Yago Franco y Patricia Mercado.
Social. “Abordaje a la realidad social. Psicólogos sociales trabajando”, el 24 de 9 a 20. Asociación Psicólogos Sociales de la Argentina (Apsra: 4958-3912, [email protected]
Clínica. “Jornada Clínica Psicoanalítica” con H. Heinrich, E. Jabif, L. Donzis, C. Sáenz, S. Scribano, I. Vegh, M. Aguirre, R. Sacchetti. Reuniones Zona Sur. 4201-7476.
Cuña. “Cuña y red. Estrategias para el cambio”, con Adriana Schiera en Sociedad de Terapia Familiar, el 6 a las 20. Gratuito. 4962-4306.
Huntington. Seminario “Fukuyama con Huntington: fin de la historia y choque de civilizaciones”, por Rubén Ríos. 4863-0193. [email protected]
Bioética. Jornadas de Bioética en Salud Mental, 5 y 6 desde las 8.30 en el Alvear, Warnes 2360. Gratuito.
Maternidad. “Maternidad, derechos humanos y bioética”, con Mirta Videla, Silvia Di Biasi, Mabel Da Cruz y Viviana Tobi, el 3 de 9 a 11 en APBA. 4345-7422. Gratuito.
Pública. Clase pública de Fernando Ulloa, el 5 a las 20 en Independencia 3065. "Cátedra Abierta en Defensa de la Universidad Pública".

Mail de estas páginas: [email protected] . Fax: 4334-2330.

 

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