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ITALIA
Las ruinas de Pompeya

La ciudad desnuda

Como un viaje al pasado, una visita a Pompeya, la ciudad donde la vida quedó petrificada hace 20 siglos cuando la erupción del volcán Vesubio la sepultó bajo un manto de lava. Casa por casa, una mirada a la intimidad de sus antiguos habitantes. Calle por calle, la revelación del último instante en que la tragedia apagó para siempre el esplendor de la veraniega villa del Imperio Romano.

Por Julián Varsavsky

Al curiosear entre las casas de Pompeya, es casi irresistible imaginar que la ciudad se mantiene en una misteriosa impasse, como si sus 20.000 habitantes durmieran una larga siesta. Uno espera que en cualquier momento se reanude la frenética actividad y que la gente salga a caminar por las estrechas calles en busca del mercado, el teatro, la lavandería, o alguno de los 35 burdeles que hacían furor entre los pompeyanos.
Al trasponer el atrio de cualquier casa –la mayoría lleva el nombre de su antiguo dueño–, podría pensarse que alguno de sus habitantes va a salir a recibirnos vistiendo una túnica blanca y sandalias romanas. Quizá nos esperen Popidio Prisco, Marco Lucrecio (Comandante Decurión y sacerdote de Marte) o Juana Felicce, una aristócrata venida a menos que ha puesto un cartel ofreciendo cuartos en alquiler para enfrentar la crisis. Pero al ingresar descubrimos que todos se han ido. Modesto, el panadero, dejó las puertas abiertas y 81 hogazas de pan recién cocinadas que perduraron hasta nuestros días. En otras casas se ha dejado la mesa servida con un recipiente de cerámica lleno de huevos. En la casa de Lucio Jocundo, el banquero, se encontró la caja fuerte abarrotada de riquezas, y en otra un cirujano dejó 40 piezas de bronce cuidadosamente ordenadas para la próxima operación.

El ultimo gesto Pompeya –junto con Disneylandia– es una de las atracciones turísticas más visitadas del planeta (4 millones de visitantes por año). Pero la diferencia es abismal. Allí donde la feria de las vanidades nos ofrece un mundo escenográfico a ultranza, con castillos, ciudades y bosques decorativos, en Pompeya todo es absolutamente real. Y atroz.
En lugar de sonrientes figuras de cera, aquí hay imágenes de yeso -también de tamaño natural y expresivos rostros–, pero esculpidas por obra de un cruel arcano de la naturaleza. Cuando un infierno de lava desató su furia sobre Pompeya, aquellos que no lograron escapar perecieron sepultados bajo una hermética mortaja volcánica. La lava se enfrió y con los años los cuerpos se desintegraron, dejando grabado en un espacio vacío la posición en la que estaban cuando los dejó la vida. Los arqueólogos no tuvieron más que ubicar esos fantasmales espacios mediante resonancia, y rellenarlos con yeso líquido que al endurecerse dio como resultado unas estatuas esculpidas, de alguna manera, sobre el contorno del propio cuerpo ya desintegrado.
Alrededor de 2000 víctimas se encontraron por toda la ciudad. Algunas realizaban esfuerzos sobrehumanos por ponerse de pie en medio de la calle. Otros murieron bajo los escombros de sus mansiones, como la dueña de la Casa del Fauno, que fue petrificada cuando se aprestaba a salir a la calle portando una bolsa con sus pulseras de oro, los espejos de plata y cuantiosas monedas. En la soledad de un cuarto, una niña ocultaba la cabeza bajo una túnica, y en el Huerto de los Fugitivos un hombre corpulento murió sentado junto a una bolsa con sus pertenencias. Además se encontraron varios gladiadores encadenados, imposibilitados de escapar. Las imágenes de las víctimas se pueden ver en el Anticuarium, junto a la entrada principal, o en las cajas de cristal instaladas dentro de las Termas Stabianas.
“Los frescos que decoran las paredes se parecen a cadáveres maquillados”, dijo una vez el príncipe Maximiliano de Austria luego de visitar las casas de Pompeya. La violenta exactitud de esta frase puede verificarse en un nítido retrato encontrado en la casa de Paquio Próculo, a quien se lo ve posando en el cuadro con su joven esposa, poco antes de que un apocalipsis de fuego se abatiera sobre ellos.
En Pompeya el irremediable espectáculo de la muerte ha dejado una huella salvaje. Quien quiera evitarlo, simplemente debe pasar por alto el Anticuarium y las Termas de Stabianas.

La democracia En el centro de Pompeya están los restos de las columnatas que formaban un perímetro cuadrangular encerrando al Foro, que medía 142 metros de largo y 38 de ancho. Está elevado sobre una baja plataforma, frente a la cual se reunía a veces el pueblo para decidir por aclamación sobre alguna propuesta de los magistrados. Aquí y en los alrededores transcurría la vida política, religiosa y social de la ciudad. A un costado, en la Basílica, se administraba la Justicia y tenían lugar las transacciones comerciales más importantes. Al fondo de su nave principal, aún se mantiene en pie una tribuna desde la cual se expresaban los oradores.
En el extremo oriental del Foro está el “macellum”, que era el gran mercado alimenticio de Pompeya (allí se descubrieron restos de cereales y espinas de pescado). Sobre la calle de la Abundancia, el edificio del Comisio albergaba los actos electorales que inspiraban las campañas de graffitis callejeros que se pueden leer en muchas paredes de la ciudad. Al oeste del Foro, el Templo de Apolo deslumbra con su gran pórtico, que custodiaba una estatua de la divinidad mayor de Pompeya.

Tarde de gladiadores El Anfiteatro de Pompeya, similar al Coliseo Romano, es el más antiguo que llegó hasta nuestros días. Se mantuvo prácticamente intacto, y aún se ingresa por las mismas galerías empedradas que una vez transitó Espartaco antes de salir al ruedo. Al pararnos en el centro, vemos la elipsis perfecta que forma este anfiteatro de 135 metros de largo, que podía albergar a 20.000 personas. Aquí comenzaba por la mañana un circo sangriento donde se enfrentaban numerosos elefantes, rinocerontes, tigres, leones e hipopótamos, enfurecidos a fuerza de flechazos. El Anfiteatro se iba llenando de a poco con gente llegada de otras ciudades, y los días de calor o de lluvia se extendía en la parte superior el “velarium”, que era un techo de tela que se ataba a unos anillos que aun se pueden ver en lo alto de las gradas.
La tarde era el momento de los gladiadores, reclutados entre esclavos y prisioneros de guerra para enfrentarse a las fieras en medio de un decorado con árboles y grandes rocas. Cada combate derivaba en una verdadera orgía de sangre cuyas salpicaduras a veces caían sobre las primeras filas. Durante la celebración de la victoria de Trajano sobre los dacios, 11.000 animales se despedazaron unos a otros o murieron atravesados por el acero en una sola jornada, provocando la extinción del hipopótamo de Nubia y el elefante norafricano.
En ese escenario, es posible comprender que la violencia se extendiera fácilmente a las gradas. En el año 59 d.C. una reyerta entre pompeyanos y sus vecinos nucerianos derivó en una masacre con infinidad de muertos; un episodio que enfureció al colérico Nerón, quien desde el Senado de Roma decidió suspender estos espectáculos por 10 años. El violento episodio está descripto con lujo de detalles en una pintura encontrada en la casa de Aczio Aniceto, que hoy se puede ver en el Museo Nacional de Nápoles, donde están los mejores tesoros artísticos de Pompeya.
Un gran mosaico No existe en el mundo otro viaje tan genuino a un pasado milenario. Estamos ante un destino que debe ser subrayado en el itinerario de todo “viajero de ley”. Pompeya es además el sueño máximo de todo arqueólogo. Aquí el registro arqueológico quedó intacto, y bastó con el paciente trabajo de varios siglos para ir descubriendo centímetro a centímetro una ciudad entera de la época de Cristo. Aparecieron entonces las calles con su empedrado, las casas manteniendo el color de las paredes y sus prodigiosos mosaicos intactos, las fuentes en condiciones de funcionar, dos teatros semicirculares con sus gradas, un burdel con camas de piedra y cuadros eróticos en las paredes, las sofisticadas termas acumulando agua, templos y plazas.
Las murallas de Pompeya encierran 70 hectáreas densamente edificadas. Ya transcurrieron dos siglos y medio desde las primeras excavaciones quevolvieron a colocar piedra sobre piedra con rigurosa paciencia. Pero los empecinados arqueólogos continúan desenterrando signos, recopilando extrañas huellas. Han reconstruido ya las cuatro quintas partes de la ciudad; un mosaico gigantesco al que no le falta una sola pieza, por pequeña que sea. Sin embargo, la tarea de concluirlo es tan vasta como el tiempo.

El día del volcán

24 de agosto del año 79 d.C., cerca de la una de la tarde. Todos descansan después de la comida y no existe presagio alguno de lo que se avecina. Nadie sospecha que esa montaña de 1270 metros que se levanta al fondo del paisaje es un volcán a punto de despertarse. Entonces, en un instante, la calma se fragmenta y estalla como un cristal. La tierra tiembla y un bramido descomunal baja por la ladera hasta los muros de Pompeya. Trae consigo un aliento de fuego surgido de las fauces de un monstruo que impulsa a los pompeyanos a huir despavoridos. Muchos logran escapar, pero una lluvia de piedras y cenizas que cae a más de 150 kilómetros por hora deja poco margen de escapatoria. Una nube de polvo blanco de piedra pómez y gases tóxicos hacen el aire irrespirable, y los sobrevivientes mueren de asfixia. Ríos rojos de lava burbujeante descienden a 80 kilómetros por hora arrasando con todo, y en el transcurso de pocas horas Pompeya está sepultada bajo una capa de 6 metros de ceniza y piedra. La pálida luz del alba del día siguiente sólo alumbró la humeante aridez que cubría como una inmensa lápida a la ciudad romana.

 

Datos útiles

Cómo llegar: Alitalia tiene una promoción para volar a Roma durante octubre y noviembre con una tarifa de $ 699 más impuestos. Calle Suipacha 1111, piso 28. Tel.: 4310-9999. La base para visitar Pompeya es la sureña ciudad de Nápoles, adonde se puede llegar en tren desde Roma. Pompeya queda a 45 minutos de autobús desde la terminal napolitana (hay numerosos horarios diarios). La visita a Pompeya requiere un día entero. Los tours armados desde Nápoles cuestan alrededor de $ 75. La entrada cuesta $ 6.
Dónde informarse: Ente Italiano de Turismo (ENIT) en Buenos Aires. Av. Córdoba 345. Lunes a viernes de 11 a 13 y 15 a 17 horas. Tel.: 4311-3542 Sitio web: www.enit.it
E-mail: [email protected]