BUENOS
AIRES
El nuevo puerto
Al
este de la ciudad
Todavía es
un secreto, pronto será una explosión. Cruzando las dársenas de Puerto
Madero ya toma forma Puerto Madero Este, una ciudad planeada al detalle,
con el Hilton como referente físico y un excelente abanico de restaurantes.
Texto: S.K.
Fotos: Gonzalo martinez
Todavía
no está en el mapa anímico de los porteños como
ya están los docks de ladrillo antiguos del vecino más
promocionado. Es, por así decirlo, una explosión que espera
ocurrir. Puerto Madero Este es la otra banda de la serie de dársenas
donde antiguamente paraban los buques de carga y donde ahora es señor
la fragata Sarmiento. Es, justamente, la banda que da al río,
al horizonte, al cielo enorme.
Los silos siguen marcando esta franja que ni parece parte de Buenos
Aires, uno antiguo de ladrillos, otro de principios de siglo el
de Molinos Río de la Plata en su época de gloria, tan
italiano y elegante que todavía, cachuzo y maltratado, sigue
siendo un ejemplo de proporciones y elegancia, otros más
utilitarios y modernudos, olvidables. Sobre la calle Macacha Güemes,
la continuación de Perón que, como todas las calles de
acceso al Puerto, es de doble mano, se alzan el hotel Hilton y a un
lado, frenteando el agua, el pabellón de acero y vidrios llamado
Porteño 1, con una planta baja ocupada completamente por restaurantes.
Más atrás, ya están casi terminados un edificio
de oficinas -originalmente planeado para ser el apart del Hilton
y el Porteño 2. Por abajo, una gran cochera de alta seguridad,
comunicada con pasillos y ascensores a los lobbies de la superficie,
cosa de no mojarse si llueve. Hacia el sur, se alzan el Porteño
3, separado de sus hermanos por la obra donde se alzará un shopping
y un multicine de 21 salas, demorados por problemas contractuales y
recesivos.
Tal vez sea la falta de estas atracciones masivas y de servicios la
que hace que el Este sea todavía un secreto bien guardado. Desde
antes de cruzar la continuación de Belgrano Azucena Villaflor
ya se alzan los edificios de viviendas a estrenar, en altura y proporciones
idénticos a los silos: es el nacimiento de un barrio paquete,
de un silencio que sorprende, a metros de la city y con vistas que literalmente
la ciudad nunca tuvo.
El lugar fue planificado al milímetro desde la altura de Córdoba
hasta la de Brasil, con 2800 cocheras, espacios verdes, puntales hacia
el cielo las dos torres Riverview, de 30 pisos cada una, el nuevo
cuartel general de YPF Repsol, de 50 tránsito manso, una
avenida principal paralela a las aguas y un interesante proyecto de
lofts que servirán para preservar los silos viejos, evidente
patrimonio histórico y arquitectónico.
Una de las características del Este es que aprendió de
los errores de su predecesor, saturado casi hasta el exceso de oferta
de bares y restaurantes, y orientado hacia la calle, no hacia las aguas.
Del lado oriental, se midió con más cuidado el mix, se
privilegiaron ambos lados de las fachadas, lo que en el caso de los
restaurantes significa accesos equivalentes por el agua y por la peatonal.
Y hablando
de restaurantes, hace falta destacar la mudanza de Il Gran Caruso al
nuevo proyecto. Hace cosa de seis meses, en junio, la casa de Alfredo
Scrimaci y Norberto Saulino abrió la flamante sucursal, confiando
en que la explosión del nuevo barrio es cuestión de tiempo
y listos a tomar su capitanía. El Caruso inspira una lealtad
notable entres sus habitués Maradona, sin ir mal lejos,
es número puesto cuando está en Buenos Aires bien
justificada por su especialización en lo italiano, en lo mediterráneo,
en la santísima trinidad de la pasta, el arroz y el pescado.
Es evidente que ya hay gente que cruza el puente el de autos,
porque el bello Puente de las Mujeres, ese esbelto arco blanco peatonal
de Calatrava, todavía no está habilitado especialmente
para ir al Caruso. Con 19 tipos de pasta seca importada de Italia, que
reciben 19 salsas especialmente creadas por el inquieto Saulino, que
se hacen en el momento, que por lo tanto son sarteneadas y al plato,
que se adaptan al gusto del comedor, quitando o agregando por pedido,
no extraña la audacia. Si sesuman los risottos, los peces que
viajan desde Mar del Plata tres veces por semana para estar frescos,
y la langosta, se tiene un panorama.
Y los domingos es día de concierto. José González
Cuevas luce su tenor y, de cinco a nueve, el público acompaña
en un happy hour de champagne en botellita individual y dos ostras,
por seis pesos.
Nada mal. Y eso que el barrio no está terminado.