Ganaron siete premios Oscar. Una cifra más que respetable a la que ni siquiera acceden varios de los mejores directores del mundo. Y son “nada más” que dos dibujos animados. Las comillas, claro, están ahí porque no se trata de cualquier dibujito. Los multipremiados no son otros que Tom & Jerry, la célebre creación de William Hanna (1910-2001) y Joseph Barbera (1911-2006) para los estudios MGM, que cumplió esta semana 80 años de su primera aparición. Los personajes acumulan 164 cortometrajes animados -la mayoría de ellos para la pantalla grande- y en su época de oro le competían cabeza a cabeza a las creaciones de Disney.

Gato y ratón se perseguían con deleite en pantalla mientras del otro lado resonaban las risas. Pero como en muchos otros casos, la historia del éxito de Tom y Jerry es, también, la historia de una buena cantidad de fracasos previos. Hanna y Barbera no conseguían el “hit” que le exigían sus jefes con las ideas que les encargaban y perdían sistemáticamente contra el ratón Mickey y otros fenómenos del momento. Ya medio contra las cuerdas, la dupla inventó a los protagonistas que devendrían en íconos. El primer corto, “Puss Gets the Boot”, apareció en 1940 y fue nominado como mejor corto animado en los famosos premios de la Academia. Por entonces los personajes aún se llamaban Jasper & Jinx, pero MGM no sólo no le dio el crédito a la dupla creadora, tampoco los alentó a continuar su obra. Sólo aceptaron a regañadientes la producción del siguiente corto cuando recibieron una carta de un productor preguntando cuándo saldría el siguiente título. El humor oscuro y la mecánica de “slap ‘n stick” (bofetada y garrotazo) funcionó.

A los estudios siguió sin convencerle el negocio. Los cortometrajes salían “caros”. Hasta 50.000 dólares, que para la época era una pequeña fortuna. Y ese dinero se iba casi todo en animadores y musicalización, pues al tratarse de dibujos prácticamente mudos (apenas tenían líneas de diálogo algunos personajes secundarios), no había actores que pagar. El grito de dolor de Tom cada vez que fallaba alguno de sus planes o sufría sus propias trampas lo hacía el propio Hanna. Aún así, la dupla (la creativa) se salió con la suya: Hanna y Barbera hicieron más de 100 cortos durante 18 años hasta que el estudio cerró y fundaron su propia compañía. No les fue mal fuera del paraguas del estudio: su empresa es responsable de clásicos como Johnny Quest, Don Gato, Los autos locos, La hormiga atómica, el Oso Yogui, Scooby Doo, Los supersónicos, Los picapiedras o Josie y las pussycats, y otros más modernos, como Las chicas superpoderosas o El laboratorio de Dexter, entre otro sinfin de títulos.

Esa primera etapa de Tom & Jerry está considerada como la mejor y es ciertamente la más premiada. Tiene animación a mano más detallada y los mejores fondos. Aún hoy mantienen una vigencia de calidad notable y envejecieron muy bien, algo que no se puede decir de producciones más recientes de otros autores. Por eso se siguen reproduciendo. Al menos, gran parte de ellos: pese a su calidad muchos de esos cortometrajes circulan recortados, editados o directamente no se programan. Es que no dejan de ser típicos productos de su época y varios pasajes resultan ofensivamente racistas y clasistas. Y eso sin contar las críticas o quejas por la violencia entre los protagonistas, que los acompañaron desde la primera hora. En los años 70 los creadores retomaron el control de su creación y reinventaron su historia, los hicieron amigos, como para contrarestar las críticas. No funcionaron igual.

Además, Tom & Jerry también son un excelente ejemplo de porqué no es buena idea dejar el cine en manos de ejecutivos que toman decisiones artísticas con una planilla de cálculo en la mano. Varios de los principales traspiés para la dupla provienen de esa piedra. Por ejemplo, cuando el jefe de Hanna y Barbera se retiró y ellos quedaron a cargo, a mediados de la década del 50, la televisión estaba en ascenso. A la dupla creativa su ascenso les duró poco. Algún directivo se dio cuenta que en lugar de producir cortos nuevos para TV, ahorraba dinero relanzando los clásicos en pantalla chica. Cerró la división de animación y dejó en la calle a ambos. Fue en 1957. Pronto MGM decidió que necesitaba alimentar al monstruo televisivo y para eso hacían falta nuevos cortos. No podía llamar a los creadores de regreso, pero conservaba los derechos. Le encargaron el trabajo a Gene Deitch y, como el presupuesto era muy bajo, lo mandaron a Checoslovaquia con un equipo de animadores de Europa del Este, detrás de la cortina de hierro. Los amantes del cine de animación saben bien que esa época del cine animado europeo, sobre todo el de la esfera soviética, era de alto nivel. Pero no era el indicado para estos personajes porque los animadores jamás habían visto siquiera un capítulo de ellos. El resultado es inolvidable por el fracaso artístico. Deitch siempre reconoció que fue un trabajo espantoso. Entre otras anécdotas ridículas de este período se incluye la “americanización” en los títulos de los nombres de los trabajadores, no fuera cosa que los estadounidenses sintieran que habían entregado un ícono cultural a los comunistas.

Hoy, 80 años más tarde, Tom & Jerry siguen siendo un ícono cultural. No sólo se siguen proyectando con una vigencia envidiable (su app en China tiene más de 100 millones de usuarios), también son parte de la cultura universal, al punto que se los usa como metáfora al hablar de relaciones internacionales. El líder supremo iraní, por ejemplo, los usó para describir la relación de su país con Estados Unidos.

A fines de este año se lanzará una nueva película de los personajes. Originalmente estaba planificada para abril de 2021. No es frecuente que los estudios anticipen el estreno de un film (lo contrario, en cambio, sí es habitual). Ahí ya hay una señal de alarma, que se suma a otra: lo que originalmente iba a ser una película enteramente animada se convirtió en un híbrido con actores donde los animalitos compartirán el estrellato con la joven actriz Chloë Grace Moretz. Habrá que ver si, por fin, el gato atrapa al ratón.