“El nombre “Ubre” se le ocurrió a mi hermana en el cumpleaños de mi sobrina, a mi me pareció perfecto, hice un flyer con mi foto, mi número de teléfono y empecé a compartir”, así surgió el nombre que Solange Barroso le dio al emprendimiento de transporte para mujeres que creó en Febrero de este año. Un mes después, la represalias por utilizar la estrategia narrativa del anagrama vinieron por correo a la puerta de su casa en forma de carta documento, el remitente era de un representante legal con domicilio en la Ciudad de Buenos Aires de Uber Technologies: desde San Francisco directo a La Tablada, lugar en donde reside Solange con su hija Almendra: “Yo pensé que era Movistar o alguna empresa de esas que te mandan carta documento por cualquier cosa. Cuando la abrí y la leí sentí como si me hubiera caído un yunque en la cabeza”. La carta argumenta que la empresa Uber, presente en más de 10 mil ciudades del mundo y 70 países, no solo en la industria de vehículos autónomos a través de aplicaciones de teléfono, si no también en el mercado gastronómico, podría ser confundible con el emprendimiento de una profesora de teatro de 35 años. Solange había tomado medidas porque para ella el nombre estaba muy bueno: “Lo registré en el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial, yo cuido mucho a mis clientas, de hecho tengo algunas que son fijas, entonces quería proteger la marca” . Ubre tiene más o menos tres viajes por día, Solange hace la mayoría acompañada de su hija Almendra que tiene 3 años en la silla de atrás. Si los viajes son de noche, tiene que organizar con quien dejarla. Las clientas están avisadas que el viaje es de a tres, así recorren el partido de La Matanza y algunos viajes programados más largos.
¿Quién se atreve a buscar las siete diferencias entre la empresa que cotiza en wall street y el emprendimiento de la teta mamífera?
Uber fue ideada en 2009 por dos señores que vivían en una San Francisco donde escaseaban los taxis: “Qué lindo sería tener una app, apretar un botón y tener un vehículo”, pensaron. En un abrir y cerrar de ojos pasaron de tener un servicio de autos premium a bajar la calidad de los autos para llegar a la expansión global que solo tardó tres años. La primera ciudad de destino por fuera de Estados Unidos fue la capital británica, desbordada de los omnipresentes y simpáticos black cabs (taxis negros). El primogénito nombre de la empresa fue ÜberCab, la palabra uber, con diéresis, en alemán significa “encima de” pero colocado como prefijo de una palabra su significado cambia a “super”, es decir, supertaxis.
Solange se separó del padre de su hija Almendra a finales de 2020, la reestructuración familiar y la escasez de alumnxs en sus grupos de teatro la llevaron a pensar en posibles salidas laborales para afrontar la precariedad. Ya lo había hecho en otras ocasiones: un emprendimiento de comida vegana llamado “Vaca madre” y otro llamado “Tetas tejidas” dedicado a la venta de objetos de apego para recién nacides. Pero a fines de febrero de este año un amigo y su novio publicaron en un grupo de Whatsapp que necesitaban transporte, ella se postuló: “Mi primer viaje fue fallido, hubo un malentendido con la hora y tuve que ir y venir dos veces” . El percance no la desmotivó, hizo la cuenta de lo que cobran las apps de transporte de autos por kilómetro, imitó esas tarifas y lo difundió entre amigas: “No quería y no quiero correr riesgos llevando hombres, después me di cuenta que para muchas también es un riesgo subirse a un auto con un chabón. Entendí que era un servicio que nos beneficiaba a todas, a mi y a las que se suben a mi autito”. A través de la viralización del flyer, a Solange le llegaron varios mensajes de varones: “Decían cosas como ‘que linda que sos’ lo típico, a esos los bloqueo enseguida, con un pequeño intercambio de palabras ya me doy cuenta si puedo confiar o no, y del otro lado creo que pasa lo mismo”
El entrevero judicial entre la empresa de los super taxis y Ubre está en la etapa de negociación, Solange entiende que es una lucha en donde las condiciones son muy desiguales, sin embargo reconoce que tiene un gran apoyo de sus clientas a través de las redes sociales, soltar el nombre y acatar la demanda de los abogados de la multinacional no le parece justo: “En este tiempo que fue muy vertiginoso, yo empecé a dimensionar sobre lo necesario que es un servicio así. Tuve pasajeras que me contaron que tuvieron secuencias con conductores y que fueron situaciones de riesgo, valoran un montón el servicio que yo les brindo y no me parece justo tener que cambiar el nombre. Sobre todo frente a una empresa de esa magnitud ¿Quién soy yo?” dice Solange que a través de Ubre pudo estabilizar su situación económica en un contexto hostil trabajando por su propia cuenta.
La distancia geográfica entre La Tablada y las oficinas legales de Uber en Estados Unidos es muy parecida a la distancia que hay entre una multinacional y una emprendedora mujer. Sobre estas distancias desopilantes parece girar la rueda del dinero. Juan Manuel Vaquer es un empresario argentino que se dedica al negocio agropecuario. Durante la semana pasada afirmó que ya había pagado el impuesto a las grandes fortunas que le corresponde a quienes tienen activos por más de 200 millones de pesos, pero que estaba sorprendido que su patrimonio sea considerado una “gran fortuna”. Indagando sobre la pobreza y las desigualdades en nuestro país y en el mundo este empresario que además es el ex presidente de Dupont se hace la pregunta ¿Cómo hacemos para agrandar la torta, generar más y repartir mejor?
Cuando los mordiscos vienen de la gente poderosa, se comen hasta la teta de la vaca.