Desde Base Marambio, Antártida
En una jornada histórica, las autoridades de todo el sistema científico y tecnológico se reunieron en la Base Marambio. Es la primera vez que los y las representantes de los diferentes organismos de CyT se encuentran en el escenario más emblemático que el país tiene en la Antártida. Con impronta federal y bajo la consigna “Ciencia es soberanía”, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación planificó la ruta de acciones a realizar en uno de los puntos más australes del planeta. El Consejo Interinstitucional de Ciencia y Tecnología (Cicyt), el principal organismo de coordinación del sector, sesionó en el continente blanco, donde Argentina tiene presencia desde hace 118 años.
“La Antártida, por sobre todas las cosas, es un ámbito de investigación científica y tecnológica. El mundo la considera un espacio de preservación y de futuro. Tenemos una responsabilidad enorme vinculada a aportar conocimientos que mejoren las posibilidades de desarrollo. El futuro de la humanidad dependerá de las reservas que tengan lugares como la Antártida; y si no la preservamos a partir de más conocimiento, estaremos en dificultades”, señaló el ministro Daniel Filmus. En esta línea, el titular de la cartera de Defensa, Jorge Taiana, afirmó: “Nuestra mirada está colocada en el Atlántico Sur porque se trata de uno de los últimos reservorios pesqueros. Es una decisión estratégica correcta, que implicará tiempo y mucho trabajo, pero sabemos que su cuidado será cada vez más relevante. Por eso estamos aquí”.
Acompañando al ministro Daniel Filmus, que ofició de jefe de ceremonia, también participó la titular de la cartera de Salud, Carla Vizzotti, y los presidentes y las autoridades de las 18 instituciones que componen el CICyT, que mes a mes realizan sus jornadas de intercambio y articulación. La presencia de la comitiva en el continente antártico buscó poner en valor la presencia científica del país en el lugar y su relevancia para la agenda de la próxima década. “Sesionar en la Antártida sirvió como una muestra de soberanía, la presencia en un territorio en el que muchas naciones solicitan su porción”, sostuvo Filmus.
Es que la Antártida funciona como un laboratorio natural, que exhibe a las claras dos de los problemas más acuciantes que la humanidad enfrentará en las próximas décadas: el cambio climático (retroceso de glaciares, aumento de temperaturas medias y acidificación de los océanos) y acciones directamente humanas (contaminación con microplásticos y sobrepesca). En esta línea, ¿de qué manera el MinCyT busca impulsar soluciones? De la única manera posible: a través de fondos.
“Pasamos del discurso de la articulación a la articulación real. La única manera para hacerlo es con fondos que permitan actividades conjuntas. Hemos anunciado inversiones por más de 1.000 millones de pesos, que incluyen la construcción de tres nuevos laboratorios que ampliarán la investigación científica a tres bases en las que previamente no había”, expresó el funcionario. Y luego continuó: “Vamos a generar oportunidades de trabajo científico”. La referencia es para la construcción de tres laboratorios de 120 metros cuadrados cada uno en las Bases Orcadas, Esperanza y San Martín.
Conocer, ocupar, transformar
En las diversas bases de la Antártida se realizan investigaciones científicas con múltiples líneas de trabajo: actividades vinculadas al cambio climático y el manejo del agua, la biología y la meteorología, la geología y la paleontología, la física de partículas y hasta la puesta en marcha de desarrollos espaciales. Las acciones, coordinadas por el Instituto Antártico Argentino (IAA) dirigido por el biólogo Walter Mac Cormack, comprenden tareas que apuntan a conocer el origen y la dinámica del continente antártico; desentrañar los organismos que lo habitaron en el pasado y el presente; así como la dinámica de los océanos, la geología y la atmósfera. Incluso, hay aportes de las ciencias sociales que abordan cómo se produjo la ocupación en uno de los territorios más australes del globo.
Los organismos bajo la órbita del Ministerio de Defensa también contribuyen con actividades científicas en la región. “Todo el despliegue antártico y la logística corren por cuenta de las Fuerzas Armadas. Por un lado, estamos reactivando la Base Petrel, que se quemó en 1977 y nunca fue restaurada. Será muy grande y está en un lugar favorable, a nivel del mar y con buena pista de aterrizaje”, explicó Taiana. Y completó: “Los nuevos laboratorios significarán un salto cualitativo de nuestra presencia. Además, en la Base Belgrano II, estamos trabajando en una antena que captará las señales de los satélites Saocom, que tienen mucha utilidad para la economía y la productividad argentina. Lo que aún significa más, hay investigaciones propias de nuestro Ministerio”. Taiana resalta el trabajo realizado desde el Servicio de Hidrología Naval, el Instituto Geográfico Nacional, el Servicio Meteorológico Nacional y el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa.
Un aspecto importante a considerar es la propuesta conjunta de Argentina y Chile para el establecimiento del Área Marina Protegida en la Península Antártica Occidental. El objetivo es preservar el ecosistema marino y su diversidad frente a la amenaza del calentamiento global y las acciones humanas como la depredación pesquera y la contaminación por microplásticos.
“Por primera vez, el Programa Pampa Azul que coordina el MinCyT realizará expediciones para estudiar a conciencia el tema de la pesca. Antes de fin de año, tendrá lugar la primera expedición de bandera a las Islas Georgias por este tema. Con esto, se espera que nuestro país disponga de más herramientas en las discusiones internacionales. La depredación es muy fuerte”, comentó Filmus al respecto, en la jornada de la que participaron autoridades del Consejo Interuniversitario Nacional, el Conicet, la Comisión Nacional de Energía Atómica, la Comisión Nacionales de Actividades Espaciales, el INTI y el INTA, entre otros.
La base está… desde hace 118 años
Argentina registra una actividad científica en el continente antártico de larga data. De hecho, desde hace más de un siglo, investigadores e investigadoras se desplazan hacia el fin del mundo con el propósito de desplegar diversas líneas de trabajo. El primer paso se concretó en 1904, al instalarse el Observatorio Meteorológico Antártico Argentino en Orcadas del Sur. En aquella ocasión, se izó la bandera Argentina y se constituyó la primera base antártica permanente del mundo. A comienzos de siglo XX, fue Julio Argentino Roca quien firmó la autorización y subrayó la “conveniencia científica” de ocupar este territorio. El protagonismo argentino se revitalizó en 1951, cuando Juan Perón creó el Instituto Antártico Argentino. En 1969, la presencia doméstica adquirió un nuevo vigor con el establecimiento de la Dirección Nacional del Antártico.
Doce países firmaron el Tratado Antártico en 1959 y en 1991 se prorrogó el protocolo de Madrid, que prohíbe por medio siglo la explotación de recursos naturales no renovables y promueve la preservación del ambiente. Fue firmado con un objetivo subyacente: mantener la paz y favorecer los lazos de cooperación internacional. Hoy son 54 las naciones que firmaron el instrumento, que se mantiene abierto a la firma de otros países. Además de Argentina, Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y Reino Unido presentaron reclamos territoriales. A ellos se suman, Estados Unidos y Rusia, que se reservaron “el derecho de efectuar reclamos en el futuro”.
En el presente, la nación cuenta con 13 bases: 11 administradas por el Comando Conjunto Antártico (Ministerio de Defensa) y 2 por la Dirección Nacional del Antártico (Cancillería). Seis son permanentes y se realizan tareas todo el año, y las restantes son temporarias.
Científicos, infraestructura, líneas de desarrollo, presencia militar ininterrumpida y voluntad política: Argentina tiene todo para diferenciarse como nación pujante en la Antártida. Este encuentro podría ser el primer paso hacia el objetivo.