Desde Río de Janeiro
La semana empezó con dos dudas flotando en el aire brasileño. Una: ¿habrá nuevos escándalos relacionados a Jair Bolsonaro y su pandilla familiar y de ayudantes? La otra: ¿cuándo lo llevarán a la cárcel?.
Hubo una denuncia anterior indicando que su secretario personal, el teniente-coronel Mauro Cid, militar activo del Ejército que está preso desde mayo, intentó vender un reloj incrustado de diamantes que el desequilibrado ultraderechista recibió cuando ocupaba el sillón presidencial. En un primer momento no se supo si logró éxito en su misión.
Pero ahora se supo, y con pruebas, que no ha sido el único caso de desvío de valores que deberían, acorde a la legislación, ser incorporados al patrimonio público brasileño.
Al contrario: hubo varios otros intentos y casi todos han sido bien concretados. Todavía no se sabe el valor exacto de las ventas, pero supera los 200 mil dólares.
La ex primera dama, Michelle Bolsonaro, participó del esquema criminal, y la Policía Federal pidió la quiebra de sus secretos bancario y fiscal. También anunció que ella será convocada para prestar declaraciones.
La historia detectada hasta ahora contiene ingredientes que podrían hacer parte de algún guión de Woody Allen.
Por ejemplo: un reloj de alto valor recibido por Bolsonaro fue vendido a una tienda de joyas en Nueva York.
Por orden expresa del Tribunal de Cuentas de la Unión, debería ser de inmediato registrado e incorporado al patrimonio público.
¿La salida? Despachar de urgencia a Nueva York a uno de los abogados de Bolsonaro para comprar de vuelta la joya. Pagando, por supuesto, un precio más alto de lo que había recibido.
Hay una verdadera avalancha de denuncias, casi todas ya comprobadas. El pasado 30 de diciembre, cuando faltaban dos días para que Lula da Silva asumiera su tercer mandato, su antecesor, acompañado de la esposa y parte de sus asesores directos, embarcó en el avión presidencial rumbo a Orlando, Florida, en una fuga que duró tres meses.
En el equipaje presidencial había una valija que contenía joyas recibidas tanto de Arabia Saudita como de Bahrein.
Más que recuerdos sentimentales de sus tiempos de presidente, tenían un destino establecido: ser vendidas.
También se supo ahora que el viaje realizado a Washington en julio del año pasado, más que para participar de una reunión con Joe Biden, tenía como verdadero objetivo vender joyas.
¿Más novedades alarmantes? Claro.
El padre del teniente coronel Mauro Cid, un general retirado de gran prestigio entre sus pares, y que se llama Mauro Cesar Cid, fue responsable directo de varias ventas de algunas joyas desviadas por Bolsonaro.
En una de esas ventas fue fotografiado por el sistema de seguridad de la tienda en Miami. En ese momento él ocupaba el puesto de representante comercial del gobierno brasileño en Florida.
Hubo un estruendoso silencio de parte del exmandatario. Sus abogados se apresuraron a afirmar que Bolsonaro puso a disposición de la Justicia sus datos fiscales y bancarios.
Olvidaron un pequeño detalle: en todos los mensajes captados por la Policía Federal en el celular del teniente coronel detenido, se resalta siempre la determinación expresa de que ningún centavo sea depositado en bancos. Que todas las transacciones se hicieran en efectivo.
En uno de esos mensajes, se confirma que el general retirado Mauro Cesar Cid tenía en manos 25 mil dólares para entregar a Bolsonaro.
Así, mientras se trata de revelar todos los robos y desvíos del ultraderechista – que, vale reiterar, ha sido el peor y el más corrupto de todos los presidentes brasileños – queda la duda de cuándo será detenido.
Uno de los integrantes del Supremo Tribunal Federal, instancia máxima de la Justicia en Brasil, ya declaró que sobran indicios de desvío de patrimonio público.
A tiempo: para ese delito la pena prevista es de tres a veinte años, de acuerdo a la gravedad.