Desde diciembre de 2015, la nueva gestión presidencial definió un rumbo económico diferente al que existía, tomando medidas que permitieron generar enormes rentabilidades en la intermediación financiera, en sectores vinculados a la exportación de productos primarios, en empresas proveedoras de servicios públicos, servicios sociales y de salud. Esa política tuvo sus perdedores. El sector industrial, especialmente las pymes, y la construcción han retrocedido. Luego de un año y medio existe una estructura económica que se primarizó, con menos trabajo, con menor generación de valor agregado y basada en la especulación financiera.

Resulta importante plantear que la evolución de los distintos sectores de producción no fue homogénea hacia el interior de la industria manufacturera. A partir del Valor Agregado Bruto (VAB), indicador que mide el valor generado por el conjunto de los productores de una rama particular, se puede evaluar como mutó el aporte que cada rama realiza a la producción industrial. 

El desempeño más relevante se observa en Elaboración de Alimentos y Bebidas, que pasó de representar el 28,89 por ciento de la producción industrial medida en términos de valor en 2015 a explicar el 30,02 por ciento en 2016. Por otro lado, la mayoría de los sectores vió retroceder su participación, destacándose la industria textil, reflejada en dos rubros que se vieron particularmente afectados: Confección y Productos Textiles. Ambos vieron reducir su participación en el total del valor generado industrial en 0,42 y 0,08 puntos porcentuales, respectivamente.

Causas

En primer lugar, el sector textil tiene una estrecha relación con el mercado interno. Comenzó un espiral descendente en la producción sin que hasta ahora haya encontrado un piso por la caída de la masa salarial. Esto facilita entender históricamente el desempeño y desarrollo de esa industria. 

El salario mínimo vital y móvil y el salario promedio de los trabajadores registrados tuvieron una fuerte caída con el consiguiente retroceso del poder compra real. Esto impactó con intensidad en el consumo. Este proceso tiene como consecuencia una abrupta caída de las ventas. El comercio minorista en su conjunto viene registrando caídas consecutivas desde diciembre de 2015, siendo el vinculado a los textiles el más golpeado. La Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) evaluó que el rubro textil–blanco y textil–indumentaria en 2016 y en lo que va de 2017 se encuentra muy por debajo de años anteriores.

En segundo lugar, la política comercial aperturista contribuye a que ingresen bienes finales con salarios con los cuales la industria local no puede competir. En este contexto, se observa que las importaciones del complejo textil aumentaron 29,5 por ciento entre 2015 y 2016, y 37,9 por ciento cuando se compara el primer trimestre de 2017 con igual período del año anterior. Cuando la comparación es entre 2015 y 2017, el crecimiento de las importaciones es aún mayor: 49 por ciento. Solo en el primer trimestre del corriente año las importaciones ascendieron a 212 millones de dólares. 

Esta situación pone de manifiesto que se están importando cada vez más bienes que compiten directamente con la producción local. En este sentido, si las empresas nacionales del sector textil –en su gran mayoría pymes– tienen que competir con, por ejemplo, la industria filipina, sus costos laborales tienen que asemejarse a estos países. En 2013, la hora de trabajo industrial en este país fue 2,1 dólares mientras que en Argentina fue de 20 dólares. Imposible de equiparar.  

En tercer lugar, otro factor importante que castiga a los textiles es el aumento de los costos internos debido al incremento de las tarifas de servicios públicos. Estas subas generaron que, pese a la baja del consumo energético por la menor actividad, los importes a pagar se multipliquen generando costos muy difíciles de absorber. La industria enfrentó tarifazos entre 95 y 105 por ciento en la provincia de Buenos Aires, cercanos al 210 por ciento en Santa Fe y del 100 por ciento en Córdoba. 

Estos tres puntos tuvieron como consecuencia la generación de una situación crítica para el sector textil que, como se manifestó, no es ajena a la crisis de la industria manufacturera ni a la situación macroeconómica general. 

Consecuencias

Este panorama generó una crisis textil expresada en, al menos, tres consecuencias.

Primero, despidos y suspensiones de personal. Según datos del Ministerio de Trabajo, el rubro Confección de Prendas de Vestir redujo personal en 3,39 por ciento, mientras Productos Textiles lo hizo en 1,48 por ciento. De todas formas cabe resaltar que dado los altos niveles de informalidad con los que trabaja este sector, y que el dato analizado solo contempla trabajadores formales, es importante la comparación con otras fuentes. Según un estudio del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) del sector textil, se suspendieron desde diciembre 2015 a la actualidad 11.820 personas. Esta nueva realidad pone más tensión dado que, si bien todavía conservan el puesto, muchos trabajadores debieron afrontar suspensiones o recortes de horas que termino afectando la estabilidad laboral.

Segundo, una fuerte caída de la producción. En base el Estimador Mensual de Actividad (EMI) se observa que mientras en 2015 la actividad Hilados de Algodón fue positiva en 3,9 por ciento y la de Tejidos fue del 2,7 por ciento con respecto al año anterior, en 2016 se registro una caída de 8,1 por ciento y un crecimiento de apenas el 0,4 por ciento, respectivamente. En 2017 se termina de manifestar una crisis textil de dimensiones muy importantes, al registrarse un retroceso de la actividad para los primeros tres meses del 29,8 por ciento en Hilados y 13,3 por ciento para Tejidos. Este panorama también se corrobora analizando la capacidad instalada. En 2015 fue de 69,5 por ciento, mientras que en 2016 se redujo a 64,4.

Desarrollo    

La industria textil es una de las más castigados por el gobierno de Macri. El Ministerio de Producción planteó en su Plan Productivo Nacional que la industria textil está en una situación sensible y que es necesario su reconversión. Este enfoque oficial pierde de vista el contexto histórico nacional:

  • Una industria textil con posibilidades de desarrollo necesita un mercado interno fortalecido para estimular su consumo y producción.
  • Dada sus características de mano de obra intensiva, aporta a sostener un mercado laboral dinámico y robustecido.
  • Necesita de una fuerte intervención estatal para garantizar su maduración productiva con políticas proteccionistas aduaneras, antes de abrir indiscriminadamente las importaciones y competir con salarios notoriamente menores.

El sector no puede ocupar un rol central en la estructura productiva del país y tampoco puede tener un enfoque exportador del estilo “sudeste asiático”. Las grandes potencias textiles que logran competir en el mercado mundial lo hacen en base a salarios extremadamente bajos, lo cual es incompatible con un modelo de desarrollo económico con inclusión social. 

Es posible apuntar a la promoción y desarrollo de ciertos aspectos que hagan al sector más sustentable en términos de divisas y armónico en su vinculación con la industria nacional.

En primera instancia, se debería incentivar desde el Estado el desarrollo de los eslabones anteriores a la confección y producción de prendas. De esta manera, la industria textil, al reemplazar productos finales traídos desde otros países, se convierte un promotor de sustitución de importaciones y del ahorro de divisas.

Al mismo tiempo, es vital que el sector textil sea protegido en sus eslabones finales para lograr un ambiente que posibilite su desarrollo. El Estado debe impulsar políticas crediticias vinculadas al consumo de producción nacional con precios accesibles. A su vez, se debe impulsar a diseñadores locales para que puedan participar de ferias internacionales, generando mayor valor agregado y posibilidades de exportación.

Por último, fomentar la formalización de trabajadores de manera de reducir los niveles de informalidad y precarización laboral. Esto se logra a través de mayores controles y de incentivos impositivos. En este sentido, es necesario planificar un modelo industrial que pueda ofertar trabajo para las futuras generaciones y la industria textil es una pieza central de ese modelo.

El sector textil tiene un rol importante en la estructura productiva del país. Ahora bien, el mismo no será consecuencia de la liberalización de la economía sino de una fuerte y decidida planificación estatal que proponga el desarrollo económico.

* Integrantes del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).