En enero de este año y bajo el título “Ajedrez con psicópatas”, en esta columna explicamos cómo funcionan los tipos que se adueñaron de la Argentina, y cuál es el grado de daño que pueden causar (www.pagina12.com.ar/15729-ajedrez-con-psicopatas). Ahora los estamos viendo en acción, casi en el ápice de su delirio, operando a mansalva e invisibilizando todo como estrategia para desmovilizar y desmoralizar. 

Nadie habló durante años de la Constitución Nacional. Era algo que estaba ahí, en algún papel. Los últimos debates fueron por pretendidas re-reelecciones. Nada profundo, nada que cuestionara o modernizara el acuerdo social (toda Constitución lo es) firmado por liberales y conservadores en 1853. Intocable y momificada, se fue invisibilizando al punto que hoy muy pocos conocen sus cualidades y defectos. El pueblo argentino “pasa” de la CN y así nos va.

Lo mismo sucede con la tierra, invisibilizada tras la organización nacional y la llamada “Conquista del Desierto”. Que fue un genocidio aunque fijó nuestras fronteras, porque la oligarquía roquista parece que al menos tenía un ideal de patria previo a los negocios, ideal chiquito y colonizado, obvio, pero mejor que el de sus hijos, nietos y biznietos. El hecho es que desde finales del Siglo XIX la cuestión de la tierra fue invisibilizándose hasta que no se habló más. Especialmente en los últimos 60 años, desde la caída de Perón en el 55 y la anulación de la Constitución de 1949 por un “bando revolucionario” firmado por Aramburu y Rojas en abril de 1956, aquí no se habla más de la tierra. Ése fue, como dice Pedro Peretti, experto agrario de El Manifiesto Argentino, “el gran triunfo de la oligarquía terrateniente”. 

No pagan impuestos, crecen sus latifundios, la Sociedad Rural los protege con fastos y exposiciones dizque camperas, y 20, 40 o 100 familias y sociedades (muchas de ellas extranjeras) hoy son el poder mas concentrado de este país, al punto que los dueños de las grandes empresas se afirman económicamente comprando campos. Hoy hay por lo menos 20 latifundios superiores a las 150 mil hectáreas, y van por más. Pero de esto no se habla. Sus diarios y su telebasura cuidan el silencio de cementerio.

Con la salud acaban de hacer lo mismo: ya empezó la reconversión que restringe el sistema a una canasta básica de prestaciones médicas bajo la tramposa sigla CUS (Cobertura Universal de Salud), que en realidad encubre un ajuste fenomenal (rechazado por médicos sanitaristas y trabajadores de los hospitales públicos) y un encuadramiento obligatorio de la sociedad que impondrá severas restricciones para el acceso al sistema público de salud y profundizará la inequidad. Empezaron en Mendoza, una de las provincias más conservadoras. Y el pueblo argentino ni se enteró. Ni una palabra. Pareciera que lo hicieron pasar de noche y cuando todo el país dormía. 

Y ya sabemos que van por la educación, con el objetivo de privatizarla. El futuro para ellos es un empresariado educativo. Con el cuento del “emprendedorismo”, la “calidad educativa”, la “salida laboral” y otras basuras hoy la educación ya no es sólo cuestión pedagógica, ni política, sino económica. Basta leer a los columnistas que a diario bajan línea educativa en La Nación: el 90% de ellos son economistas. La escuela OCDE y su “informe” PISA dan sus frutos, primero, enmascarando la cuestión.

Ni se diga la deuda. La toman, la aumentan y multiplican pero no entra un mango al país. Nos endeudan por generaciones mientras “blanquean” dineros negros. Y mienten al fisco del presidente para abajo, como viene probando Horacio Verbitsky en estas páginas. La furia del Sr. Macri parece obvia respuesta al resquebrajamiento de esta invisibilidad.

Las comunicaciones, por su parte, hoy son en realidad incomunicación. Como sociedad estamos cautivos de la más perversa y perfecta máquina de embrutecer. El sistema multimediático enferma a padres, madres y docentes de todos los niveles, las 24 horas del día, diciéndoles que es más fácil y mejor vivir en la sociedad del espectáculo que en la del conocimiento. Propone ignorancia y hedonismo por vía de lo “fácil” y de la velocidad que “entretiene”, con lo que invisibiliza el lugar del saber y el conocimiento, que implican esfuerzo y trabajo.  

La víctima directa es nuestro pueblo y en particular nuestros chicos, sometidos a ésta que se llama a sí misma “sociedad del conocimiento”, presunta sucesora de la sociedad industrial, y de la pos-industrial, posmoderna o como se la llame académicamente, cuando la pura verdad es que es una sociedad que estimula la ignorancia en lugar del saber, el sometimiento silenciado antes que el cuestionamiento. Con lo que anula, ferozmente, el “pensamiento lento” bourdiesiano que además es el que va en profundidad y abre las puertas a la información, el conocimiento y la visión inclusiva de la sociedad universal.

Este columnista debe ser uno de los pocos alucinados que cuestiona y denuncia desde hace años, en innumerables universidades, congresos y conferencias, que la llamada “sociedad del conocimiento”, o “sociedad de la información”, es un engaño. Una vil mentira.

En un mundo que quintuplicó su población desde la 2ª Guerra Mundial, y todos los problemas sociales se han agravado, hoy el conocimiento no es democrático y la información está hiperconcentrada. El saber está de hecho privatizado y es imposible democratizar el conocimiento, que funciona más bien como un gigantesco sistema de control social. En lugar de “sociedad del conocimiento” hoy la planetaria es una “sociedad de sometimiento”, donde las mayorías populares están cada vez más invisibilizadas y controladas por esa especie de Gran Hermano que prefiguraron en la literatura autores como Orwell, Bradbury, Lem, Ballard, LeGuin y tantos más.

Insensibles y cínicos, estos tipos que se han hecho de la Argentina provienen (o pretenden ser parte) de una oligarquía hiperpoblada de cipayos, colonizados y corruptos. Además soberbios, mienten y engañan sin ponerse colorados y causando enorme daño y dolor con psicopáticos desinterés y egoísmo. Los psicópatas son peligrosos, además, porque pasan sin transiciones de la simpatía a la violencia.

En aquella nota decíamos que hay muchos estudios en el mundo que muestran que los psicópatas, en la política, los negocios y el mundo empresarial, son mucho más comunes que lo que suele creerse. 

Así funciona la invisibilización contemporánea: como estrategia para desmovilizar y desmoralizar. Saberlo es el primer paso para remover psicópatas en las urnas. Ése es nuestro futuro.