El sábado 27 de enero de 1988, Carlos La Mona Jiménez llegaba para formar parte de la grilla del 28° Festival Nacional de Folklore de Cosquín. Luego de su paso por Cuarteto Berna y Cuarteto de Oro, la carrera solista de Jiménez experimentaba un crecimiento vertiginoso. Con éxitos como “Agujita de Oro” y “Quién se ha tomado todo el vino”, La Mona multiplicaba sus seguidores y sus shows movían multitudes cada fin de semana.
La presentación de Jiménez en Cosquín generaba mucha expectativa ya que era apenas la segunda vez que se convocaba a un artista de cuarteto. Desde el orígen del Festival, allá por 1961, habían desfilado los más diversos géneros y artistas, incluso el rock había tenido su espacio; el cuarteto había sido el gran ausente hasta el verano de 1987. En aquella oportunidad, el tunga tunga fue incluido de la mano del mítico “Cuarteto Leo”. La noche fue un éxito. A pesar de la resistencia por parte de cierto sector del público, evidentemente había algo del cuarteto que generaba incomodidad, la organización designó el lugar principal de la noche a La Mona para la siguiente edición.
El furor por Carlitos hizo colapsar la ciudad. Cerca de 100.000 personas llegaron a Cosquín, sobrepasando toda proyección y capacidad de los locales. Al cabo de unas horas se habían agotado bebidas, alimentos y los micros que llegaban tuvieron que parar a más de veinte cuadras de la plaza debido a la cantidad de gente aglomerada. La Plaza Próspero Molina tenía una capacidad de poco más de 10.000 personas. Sin embargo, se sobrevendió cerca del doble de entradas, en una muestra de irresponsabilidad. La mala organización generó que tanto gente que tenía su entrada, así como público que quería comprarla en el momento, se acumulara en el ingreso. El malestar, los empujones y la represión por parte de la policía ocasionó un desborde, con un show que ya había comenzado. A la cuarta canción Jiménez decidió dar por terminado el espectáculo. Fiel a sus convicciones, puso por delante el cuidado del público, a pesar de que la organización era responsabilidad del Festival.
Además de cuidar a su gente, La Mona, que desde el escenario todo lo ve, decidió poner punto final pensando en no reforzar el prejuicio que se tenía con el cuarteto como expresión popular. Y no se equivocaba, porque finalizada la presentación, desde el Festival se señaló a Jímenez como responsable y vetaron al artista de cara a futuras ediciones (volvería recién a pisar el escenario del Festival en el año 2012). Por su parte, los medios de comunicación denominaron este episodio como La Noche Negra, como al día de hoy se sigue (mal)utilizando el término para referirse a todo aquello que es negativo, estigmatizando al cuarteto y su gente como salvajes. La expresión “música de negros” no es una casualidad sino una construcción de sectores que pretenden mantener sus privilegios a expensas de mayorías negras.
El racismo por parte de los medios y el festival era evidente. En palabras de Jiménez “Invitaban artistas de todo el país menos a los cuarteteros”, “Había una discriminación para el cuarteto”. Un género que llevaba veinte años sonando y creciendo de manera exponencial tenía recién en 1988 por segunda vez un espacio en el festival de folklore más importante de su provincia. La marginación del cuarteto, la falta de proyección y la irresponsabilidad de los organizadores empañaron la fiesta. Pero no pudieron frenar al cuarteto. Lo que se vivió esa noche fue una manifestación genuina de negritud, del pueblo acompañando a uno de sus referentes en un fenómeno sin precedentes hasta ese momento. “Fue una demostración de que Córdoba era cuarteto” dijo La Mona.
“Yo sé que hay gente que rechaza la verdad / y se avergüenza de esta pura realidad / al ritmo nuestro no lo van a sepultar / por que es muy puro, tiene estilo natural / Y defendemos con orgullo y mucho amor / aquella herencia que mi Córdoba me dio / y desde entonces late en mi corazón / y lo percibe una nueva generación (...) Al Tunga Tunga Tunga, no lo van a sepultar / el ritmo del cuarteto nunca, nunca morirá" (Nuestro Estilo Cordobés, del álbum Bien Ahí!, 1999).
El hecho cobró tal magnitud que distintos medios fuera de Córdoba hicieron eco de lo sucedido. El país pasó a conocer de manera masiva de qué se trataba este género que, de novedoso no tenía nada, pero sin dudas traía vientos de cambio para la música nacional. “La música de cuarteto era para negros, para gente humilde, y ellos no querían eso. Yo siempre le canté a la gente más humilde” recuerda Jiménez cuando le preguntan por aquella noche. Una noche negra, de orgullo negro.
*Artista y activista antirracista afroargentino de DIAFAR.