Durante más de cinco siglos la figura de la Malinche ha generado polémica. Princesa de Paynala, "arquetipo femenino de la mujer bisagra entre las culturas mesoamericanas y la de la conquista española" -según la dramaturga Cristina Escofet-, proclamada madre del México mestizo por dar a luz al primogénito de Hernán Cortes, fue (y es) cuestionada por traidora y admirada por superviviente. En La Malinche, Escofet y Andrés Bazzalo -director- ofrecen una pintura sobre este controvertido personaje, en un espectáculo que combina las poderosas actuaciones de Ana Yovino y Maia Mónaco (quien también canta), música en vivo y proyecciones. Los artistas definen a la puesta como un "ritual". La obra se presenta de jueves a domingos a las 19.30 en el Teatro Cervantes (Libertad 815).

La pieza, de carácter "confesional" según la autora, recorre el lapso transcurrido entre el 1500 (el nacimiento de la princesa Malinalli) y el 1523 (reconquista de Tenochtitlan por los españoles). Se centra en la biografía del personaje, de origen noble, que por determinaciones familiares -y por ser mujer, por supuesto- deviene esclava a la edad aproximada de ocho años, cuando es vendida a unos mercaderes. "Cuando Cortés toma Tabasco se la regalan como una ofrenda. Es una figura presionada por su familia, regalada, traicionada, vendida como esclava y esclavizada. Para sus pares, las etnias de esas regiones, ella ya era una extraña. A ella no la traicionan los dioses; tiene una traición de origen, de su propia familia. Luego le queda la astucia de sobrevivir. Como sobreviviente es la traductora de las lenguas oriundas al español", completa Escofet, quien pasó cuatro años investigando el tema para la escritura del texto, terminado en 2020, plagado de  detalles e imágenes.

Yovino se luce al retratar toda la complejidad que entraña la Malinche; Mónaco, por su parte, representa a una mujer de más de 400 años, La Huesera, quien "encarna la historia que La Cantora lee a través de los granos de maíz". "Cada rubro ha trabajado con intensidad para generar algo envolvente", dice Bazzalo. Maximiliano Más hace música en vivo, compuesta por Gerardo Morel. Los videos, que llenan de color el escenario, son de Lucio Bazzalo. Completan el equipo Soledad Ianni (diseño de iluminación), Adriana Dicaprio (vestuario) y Alejandro Mateo (escenografía). 

"La obra impregna con la fuerza del arquetipo. Sumerge al espectador en algo muy onírico. Hay imágenes que impactan arquetípicamente en la psique del individuo. Puede suceder cuando vas a un templo o ves un monumento con una carga fuerte de imagen. La puesta tiene algo de impregnación ritual. Me impactó la interactividad de todos los componentes. La totalidad es superior a cada una de las partes", define la dramaturga. 

La actriz Ana Yovino se luce al retratar toda la complejidad que entraña la Malinche. Imagen: Gentileza Ailén Garelli. 

Escofet y Bazzalo son amigos desde hace más de 40 años (ver aparte), pero sólo dos veces se unieron en escena. Vienen de hacer juntos otro trabajo destacado, muy distinto en cuanto a lo formal al nuevo, Yo, Encarnación Ezcurra, con actuación de Lorena Vega. Lo que sí hay en común entre ambos espectáculos es que son la materialización del gusto de Escofet por la Historia y de su inclinación al feminismo. De su tendencia a poner a las mujeres al frente, dándoles el lugar que merecen en la revisión de los hechos, como ya lo hizo, también, con Eva Perón y tantas otras.

A Bazzalo le interesa especialmente lo que fue ocurriendo con "la imagen histórica" de la Malinche, protagonista de espectáculos de diversa índole en México al día de hoy. "Esta princesa, considerada la amante de Cortés y la madre del primer mestizo americano, fue además considerada la Virgen María de la conquista durante generaciones", explica el director. "Cuando viene la revolución mexicana se empieza a hablar de ella como una traidora hacia sus congéneres, los pueblos originarios. Con los movimientos revolucionarios de los sesenta y setenta se profundiza esta imagen de traidora, al mismo tiempo que el feminismo empieza a tener una mirada que se detiene en el hecho de que ella pertenecía a una tribu sojuzgada por los aztecas, un imperio terrible, patriarcal. Los pueblos que rodean a ese imperio son los primeros en levantarse contra los españoles. Ahora sigue siendo para una buena parte de la población mexicana una traidora. Ella odia a los aztecas por sobre todas las cosas." 

Escofet reflexiona: "Es muy profundo todo esto: somos hijos de una tierra a ser conquistada. Somos los nadies, escribió (Martín) Caparrós. Hay tal cruza de sometimientos y etnias... La nuestra es una tierra descubierta ignorando que existían imperios y contradicciones propias. Hay un imperio montado sobre el sometimiento de la propia contradicción de los habitantes originarios. ¿Qué significan las identidades construidas en base a la opresión de la identidad de origen? Estamos en un continente edificado sobre todo esto. Repensar la historia te tiene que hacer replantear al otro, el tema de la otredad". "Entre una raza oprimida a la cual ya no pertenece y una raza dominadora que la tendrá como principal aliada" por su rol de intérprete, la Malinche es emblema de esto. 

-Cristina, ¿por qué te interesó trabajar con este tema?
Cristina Escofet:- Una sola respuesta seguro que no hay. Hay una que me va a gustar decir, que es que mi hermana del alma, que partió, adoptó México como su segunda patria, vivió allí durante 40 años. Era una gran conocedora de la literatura y la historia mexicana. La Malinche era un tema de conversación permanente. Por otro lado, creo que hay un ADN de origen que quizá me venga por el lado de mi madre: era una maestra pampeana que fue castigada por un inspector porque había llevado a sus alumnos a hacerle una nota al último cacique araucano, que vivía en una cueva. Le hicieron una especie de juicio por lo que había hecho. Y ella dijo: "Simplemente quise que mis alumnos conocieran el color de los dueños de esta tierra". Creo que me viene de ahí el respeto por ese otro. Mi madre, hija de inmigrantes, sabía lo que es ser el otro, el desplazado. Mi hermana cantaba además de ser una gran bióloga. La Malinche nos juntaba, y ella decía "pero, híjole, esta chava" (risas).

-¿Y cómo llegás al proyecto, Andrés?
A.B:- Cristina vino a casa a verme, con el material. Yo estaba tratando de versionar -cosa que no pude aunque me queda pendiente- una novela de Alejo Carpentier. Tenía ganas de asumir el barroco del teatro; no le encontraba la vuelta porque es meterse con un monstruo enorme. Cristina viene y me lee eso. Material barroco y exhuberante. Muy difícil. Y le dije "¡ah, este es el Alejo Carpentier que tengo que hacer!". Como autora, Cristina tiene mucha relación entre el teatro y la literatura. Esto hace que sus materiales sean fascinantes y muy complejos. Como director, si me pasa algo con un material, no resuelvo enseguida cómo se realiza. Simplemente digo "vamos", y en la medida en que la producción se arma descubro cómo contarlo. La Malinche era una figura que me parecía fascinante desde toda la vida, desde Amparo Ochoa cantando el famoso tema de la Malinche, en el que por supuesto la demoniza. Todavía hay una parte de la cultura mexicana que la considera la Virgen María de la conquista y otra parte que dice que es una traidora. Esa polémica está vigente.

-Teniendo en cuenta tal dicotomía, ¿cómo presenta la obra al personaje?
Andrés Bazzalo:- Cristina es una persona interesada por figuras femeninas y contradictorias. Camila O' Gorman, Eva, Frida Kahlo, Ezcurra, la Malinche... Es bastante coherente con el recorrido, y en lugar de ponerse específicamente a hablar del derrotero de estas heroínas o antiheroínas, ellas sirven como excusa para hablar no sólo de la Historia sino más bien sobre cómo lo ocurrido resuena en nuestro proceso histórico y en la actualidad. Cristina evoca figuras históricas para interpelarnos ahora, figuras de las que heredamos la continuidad, la cultura... Somos hijos de esas grandes figuras, contradictorias y complejas. Cristina las cuenta de forma nada maniquea. La Malinche, además de seguir la historia cronológica, personal, emotiva de ella en las distintas etapas, es un material súper polisémico. Reflexiona sobre la conquista; el imperio azteca, el español; la historia de la humanidad, que no ha dejado de reproducir conquistas, sometimientos, imperios, pensamientos imperialistas, lo antihumanista. La obra es sobre todas estas cosas al mismo tiempo que es la historia sensible de una mujer que va pasando por esos lugares tratando de resolver qué hacer. Como con Encarnación Ezcurra no contamos si ella es buena o mala. La vida es compleja. Y las civilizaciones son espantosamente complejas y contradictorias. 

-Traer la Historia a la escena es un gesto a contramano de la época. ¿No?
C.E.:- La Historia, no sé quién lo dijo, es la novela más apasionante que podés leer. Ahí te encontrás con todo. La construcción de personajes de la Historia tiene que ver con una voluntad de ese "había una vez" de los cuentos, de recrear eso como si estuviera sucediendo y que sirva para repensarse. Estamos en un momento en el cual la Historia parece comenzar "cuando a mí se me antoja". La Historia comenzó hace muchísimo tiempo, y tal vez, en otro cosmos. Hay un autor que leo -me encanta la filosofía-, Byung Chul Han. Tiene un libro reciente que se llama La crisis de la narración. Nos han prohibido narrarnos. A partir de que te convierten en un algoritmo la narración no es posible. Entonces él se pregunta qué es lo que nos está faltando. El fogón, el alrededor del fogón, el "había una vez", y aquél que se narra y narra su historia invita a otro a que también se narre. Andrés trae el fogón, el "había una vez" y este suceder escénico, diría Kantor, que te permite narrarte porque hay alguien que se está narrando.
A.B.:- La Historia sigue influyendo sobre nosotros. No obstante, yo quise hacer un espectáculo contemporáneo. La música es con instrumentos contemporáneos, mezclados con la investigación de las sonoridades mesoamericanas, donde están las aves, esa cosa impresionista. Hay guitarra española, laúd, y sin embargo también sintetizadores. Las imágenes que se proyectan son dibujadas, cuentan un cuento. La Historia resuena ahora. Esta es una mirada sobre la sociedad, sus distintos niveles de poder, esquemas de los que no podemos escapar, sobre cómo todavía el mundo sigue siendo profundamente patriarcal, cómo la mirada está muy impregnada de lo patriarcal, cómo las guerras se suceden con un sentido imperialista y cuando no hay guerras hay otras formas de invasión y sometimiento que son lo mismo, cambiando las formas.

-En cuanto a los temas que toca, el espectáculo también va a contramano del paradigma de la época. ¿Cambió su percepción en relación al sentido del teatro, en momentos en que, por ejemplo, el feminismo es discutido?
A.B.:- Lo voy a contestar en base a lo que vi que le pasó al público que hasta ahora vio la obra. El público se impactó doble por las circunstancias que estamos viviendo. Le generó una nueva significación. El teatro genera algo. Uno le pone amor, es conciente de estar trabajando desde allí. Pero el que resignifica es el espectador. Me dijeron que el espectáculo les revitalizó la importancia de la cultura. Esto estaba muy potenciado por tener un Presidente que da la espalda al Congreso y a la cultura. 
C.E.:- A mí me pasó que la obra me rompió un sollozo que tenía atragantado. Cuando llegué a mi casa después de verla me puse a llorar. Tenía ganas de llorar y la obra me lo permitió.
A.B.:- Si este espectáculo fuera sobre cualquier otro tema, como una disputa matrimonial, no hubiera levantado lo que levantó.

Entre director y autora

 

-Dijeron que tienen una relación larga. ¿Cómo se conocieron?
C.F.:- Yo estaba en un momento muy duro de mi vida, muy difícil. En dictadura vine a esconderme a Buenos Aires. Empecé a trabajar como actriz y dar clases, alguien me dijo "hay una muestra en el Teatro IFT, te invito a verla". Y me encontré con unas personas, actores muy jóvenes, Andrés y Adriana (N. de R.: pareja de Andrés, vestuarista de La Malinche), envueltos en una red. Trataban de salir de esa red y no podían. La red, si bien les permitía amplitud de movimientos, los atrapaba. Sentí que dos personas que no conocía me estaban diciendo lo que yo estaba experimentando habiendo dejado mi territorio que era La Plata, la universidad; yo era muy joven, dejé todo por razones obvias. Lo que sentí es "tienen que ser mis amigos". Fue un amor a primera vista. A la vez tenía que pelear con algo que me había autoimpuesto, que era que yo iba a contar mi historia recién después de tres años de estar en Buenos Aires. Muy estoica. Mi base es la filosofía. Se las conté a ellos. Cuando se las conté nos entendimos, y me ayudó mucho en una etapa de mi vida. Cuando los conocí sentí una sana envidia por cómo dos seres tenían la libertad de manifestar lo que es la opresión. Yo no lo podía decir, no podía hablar, tenía miedo de ir presa.

Proyectos paralelos

Otro proyecto de Bazzalo es la obra El sentido de las cosas. Se trata de un texto de Sandra Franzen. Actuarán Víctor Laplace y Gastón Ricaud, y Gonzalo Domínguez será el músico en escena. "Empecé a ensayar el año pasado. Si bien las autoras de las dos obras con las que estoy son mujeres, La Malinche abre un mundo muy femenino, y en ella he tratado de poner todo mi aspecto femenino; en cambio la otra es sobre un mundo muy masculino", anticipa el director. "Es acerca de la relación entre un viejo poeta y un joven poeta a partir de una anécdota verdadera, tomada por Sandra. Un poeta vive en una cama colgada entre dos árboles, en una isla del Paraná, y mandan enmascarado a un joven poeta a convocarlo para hacerle un homenaje. La obra trata de la relación entre ellos, en medio de la inundación, hundiéndose y saliendo del agua en las islas. De la relación de intercambio y amistad que se establece entre ellos." El estreno será el 17 de marzo en el CCC. Por su parte, Escofet terminó un texto al que llamó Ancestras, con la búsqueda de su propio origen como disparador. "Una mujer se narra a través de imágenes y escenas que ve a través de una piedra de cuarzo. Estoy en un viaje de descenso, descendí lo máximo posible a través de los arquetipos hasta llegar a mi propia estructura arquetípica", resume. También adelanta que reestrenará Padre Carlos, el rey pescador, dirigida por José María Polantonio, sobre la vida y la obra de Carlos Mugica, al cumplirse 50 años de su asesinato.