Un foco de luz y un objeto que tapa los rayos crean una forma concreta: la sombra. Sobre los seres que carecen de luz, las entidades oscuras, Mariana Enriquez pone su mirada y ejerce su escritura, para iluminarlos.

Pero ¿quiénes son esos fantasmas? ¿Ellos o nosotros? Su ausencia, ese espacio en blanco que su presencia ha dejado como un velo, les inyecta una intensidad y una potencia mayor que la que poseemos los mortales.

Nos preguntamos: ¿qué pasaría si esa sombra inherente a quienes no están desapareciera? Algo es cierto, por más empeño que le pongan algunos, la huella de los desaparecidos, esos espectros que acechan; los miserables de la democracia, fragmento de realidad frente a los contenedores de basura de la clase media, y la violencia del patriarcado que deja a miles de niños en estado de orfandad, están. Por más que se los ignore en los canales de televisión y se los intente silenciar.

Sobre esta complejidad, tramada con la fantasía del gótico, entreteje sus redes Enríquez, como otras veces, antes, en los doce cuentos que integran su nuevo libro, Un lugar soleado para gente sombría. El terror que emana de sus textos, ese que nos seduce, nos envuelve y nos atrapa, no viene de lejos. Habita en cada lector o muy cerca suyo. Estos relatos fluídos exorcizan el pánico social y personal de quienes habitamos un mundo que no nos deja tranquilos, inquietante.

Lo insoportable surge en cada historia que escribe Enriquez: una mujer que le pone límite a los fantasmas que vagan sueltos por la periferia porteña; una pareja que va a una exposición en una estación abandonada y lo aterrador será conocer al artista; chicos de pavorosos ojos negros que persiguen a unos voluntarios que reparten comida.

La autora de esa novela grandiosa que es Nuestra parte de noche vuelve al horizonte de eventos de los agujeros negros argentinos, el hábitat de los traumas nacionales. Enríquez nació en Buenos Aires, en el 73. Es licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata. Edita y escribe en el suple Radar y en las revistas TXT, La Mano, La Mujer de mi Vida y El Guardián. También participó en el programa Gente de a pie, de Radio Nacional.

Publicó su primera novela, Bajar es lo peor, a los 21 años. Luego llegaron Cómo desaparecer completamente (2004), Chicos que vuelven (2011), y Los peligros de fumar en la cama (2009). Sus ensayos son Mitología celta (2007), Alguien camina sobre tu tumba: Mis viajes a cementerios (2013) y La hermana menor, un retrato de Silvina Ocampo (2014).

Fue galardonada en 2017 con el Premi Ciutat de Barcelona en la categoría «Literatura en lengua castellana» por su libro Las cosas que perdimos en el fuego. En 2019 ganó el Premio Herralde de la Editorial Anagrama con su novela Nuestra parte de noche.

Confesa admiradora de Stephen King, Thomas Ligotti, Silvia Plath y David Lynch, deudora de Lovecraft, la escritora que usa un anillo de San La Muerte como evidencia de su compromiso emocional con lo esotérico oscuro, ama las historias de vampiros y ocultismo, colecciona y despliega aquí sus obsesiones. Obsesiones que son -considerando las cifras siempre crecientes de sus lectores- imanes para quienes se sumergen en sus libros.

Sus personajes, criaturas que visitan familias disfuncionales al extremo, son monstruos que emergen de la vida cotidiana y van surgiendo de ese manantial de miedos colectivos al pasado, la enfermedad, la vejez, lo desconocido.

Con cada cuento de Enriquez es como si abriéramos la caja de Pandora o el Necromicón que no nos llevarán a la locura ni a la muerte, sino a un espacio en el que es posible suspender las leyes de la física universal para deleitarnos con el placer de la mejor literatura.