CIENCIA › DIáLOGO CON ALBERTO CASELLI, DOCTOR EN GEOLOGíA, JEFE DEL GRUPO DE SEGUIMIENTO DE VOLCANES ACTIVOS, FCEN

El estudio de los volcanes activos

A lo largo de la Cordillera de los Andes hay un buen número de volcanes en actividad. Para poder monitorearlos es necesario investigar sus particularidades y poder interpretar las señales que anticipan una erupción, porque cada volcán funciona de una manera distinta.

 Por Leonardo Moledo

–Cuénteme.

–Nosotros lo que hacemos es investigación con volcanes activos. Nosotros somos geólogos: lo que hacemos es estudiar los volcanes desde el punto de vista de la sismología volcánica, de la geoquímica de los fluidos (o sea, de los gases fumarólicos y de las aguas termales que hay generalmente alrededor de los volcanes). Y por otro lado, también estamos trabajando en deformación.

–Deformación...

–Sí, deformación superficial de los volcanes. Los volcanes suelen tener procesos de inflación y deflación vinculados justamente con la inyección de magma o a procesos vinculados con perturbaciones en la cámara magmática, que generan estos procesos de deformación. Como estamos trabajando principalmente en esas tres líneas, lo que nos permite es combinar interdisciplinariamente la sismicidad con la deformación y con los cambios geoquímicos.

–¿Para averiguar qué?

–Cada volcán funciona de una manera distinta. Nosotros tratamos de estudiar volcanes particulares para ver cómo es su comportamiento a lo largo del tiempo. Lo que nos permiten estas técnicas es descubrir, trabajando desde la superficie, qué es lo que está pasando en la profundidad.

–El volcán, en el fondo, es un tubo que conecta con el manto, ¿no?

–Eso no es tan así. En la zona del manto se genera la fusión de roca. Una serie de procesos que se generan en algunos lugares del interior del planeta hace que se fusionen rocas, y esos fundidos comienzan a ascender hacia la superficie, alojándose, a veces, cerca de la superficie terrestre.

–¿El manto no es roca fundida en general?

–No. Hay una parte que está en un estado plástico, que está muy cerca de ser un fundido. Pongamos el ejemplo de los Andes: tenemos una placa que subducta debajo de la placa americana. A partir de cierta profundidad, se dan las condiciones de presión y temperatura para que la placa que se introdujo debajo de la sudamericana comience a generar pérdida de agua, de volátiles, por deshidratación. Esos volátiles, esa agua, se traslada de alguna manera al manto en esa posición y hace que baje el punto de fusión de la roca. Esa roca, si estuviera en seco, no fundiría a esa temperatura y presión, pero con el aporte de los volátiles y agua, funde. Entonces comienzan a fundir los minerales, se va generando un líquido fundido que tiene menor densidad que la roca de alrededor y, entonces, va a ir ascendiendo.

–¿De qué profundidad hablamos?

–Entre 100 y 200 kilómetros.

–Va ascendiendo, entonces, y se acerca al cono del volcán.

–Se va a alojar cerca de superficie, pero para poder llegar a superficie lo que necesita es una fractura. Ese conducto del que usted hablaba son en realidad fracturas que hay sobre la superficie de la tierra que son las que van a alimentar a los volcanes.

–¿Qué profundidad tiene?

–Esa cámara magmática puede estar a unos 10 kilómetros.

–Cerca. Y entonces, cada tanto, la presión es suficiente como para que...

–Sí, es un porcentaje muy chico, de todos modos, el que puede lograr ascender y salir a superficie.

–O sea que los volcanes andinos están alimentados por la subducción de la placa del Pacífico.

–Exactamente. Genera fusión y ascenso. Hay a lo largo de la Cordillera, entonces, toda una serie de cámaras magmáticas que suben por alguna fisura. Cuando se inyecta magma nuevo a esas cámaras magmáticas, les genera una serie de perturbaciones que pueden disparar una erupción.

–¿Cuál es el mecanismo que produce la subducción?

–De alguna manera, el propulsor son esas convecciones dentro del manto y la diferencia de temperatura que hay: la alta temperatura del núcleo que de alguna manera, al ser liberada hacia la superficie, genera esas corrientes...

–Esas temperaturas del núcleo, ¿se deben a la desintegración radiactiva?

–Al enfriamiento del planeta.

–¿Y cuál es el peligro de los volcanes en la Argentina? ¿En qué situación estamos?

–Todo a lo largo de la Cordillera de los Andes tenemos volcanes activos; algunos dentro del territorio chileno (la mayoría), muchos localizados en el límite y unos pocos dentro del territorio argentino, que ya no están vinculados tanto al arco sino más bien a una posición de lo que se denomina como retroarco: es una zona de extensión detrás del arco volcánico propiamente dicho, que es la línea donde están todas las cámaras magmáticas. Por lo general, los más activos que tenemos están en la zona limítrofe. Nuestros mayores exponentes son el Peteroa, al sur de Mendoza, el Tupungato, el San José...

–No se producen, sin embargo, esas explosiones históricas, como la del Vesubio, la del Etna.

–Bueno, las erupciones que hemos tenido de El Chaltén y del Puyehue han sido erupciones importantes. Hay otras de mucho mayor índice de explosividad, que generan grandes cráteres, que eso históricamente no se observó. Pero en el año 1931 hubo una erupción, la del Descansado, que arrojó cenizas que llegaron hasta Río de Janeiro, y devastó el sur de Mendoza y gran parte de La Pampa.

–¿Se puede prevenir algo?

–Sí, siempre y cuando uno pueda monitorearlo. Esa es siempre una discusión que tenemos que dar. Nosotros estamos haciendo investigación, y para hacer un monitoreo se necesita esa investigación. No se puede monitorear un volcán si no se investiga.

–¿Por qué?

–Porque cuando empieza con un proceso eruptivo ya ha dado un montón de señales. Esas señales hay que poder interpretarlas. Yo puedo tener un montón de terremotos aislados, pero tengo que poder determinar cuál es su fuente, cuál es su origen. ¿Es el magma que está ardiendo? ¿Son simplemente gases que están ascendiendo hacia la superficie? Ahí es donde uno empieza a combinar todo. Vamos a dar un ejemplo: el volcán Copahue. En un principio –y esto dio lugar a tesis doctorales– el volcán Copahue tenía un proceso de deflación y lo que estaba generando era una perturbación geoquímica de superficie producto de la salida de gases que se generaba en la cámara magmática, con una sismicidad que tenía ciertas características. A partir de cierto momento, fin del año pasado, cambió, como producto, para nosotros, del terremoto de Chile. Lo que vimos, entonces, es que empezó a haber fumarolas muy importantes en el cráter. El volcán Copahue tiene un lago en el cráter; el lago tiene un PH cercano a 1; ahora pasó casi a 0. La temperatura, que medimos entre 13 y 30 grados durante las perturbaciones que hubo, ahora está en 60 grados y comienza a haber mucha actividad sísmica. Y lo que vemos es que ya no hay un proceso deflacionario sino uno inflacionario. Yo con todas esas herramientas tengo que determinar qué está pasando en profundidad. Cada señal sísmica que tengo, entonces, tengo que tratar de determinar a qué se debe: si es magma que se está inyectando, si fue magma que inyectó en la cámara y está generando una perturbación... A partir de todos estos elementos, uno tiene que tratar de hacer una deducción. Cada volcán tiene un respuesta distinta, que es la que nosotros buscamos.

–Si decido ir a vivir cerca de un volcán, lo llamo antes.

–Le conviene.

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Imagen: Rafael Yohai
 
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