CIENCIA › DIáLOGO CON SYLVIA FISCHER, DOCTORA EN BIOLOGíA, INVESTIGADORA DEL CONICET

El mosquito transmisor del dengue, en la ciudad

 Por Leonardo Moledo

–Vamos a hablar un poco de la biología del mosquito.

–Cómo no.

–Cuénteme qué es lo que hace.

–Nosotros por un lado trabajamos en temas de investigación sobre Aedes aegypti. Desde hace muchos años venimos describiendo la dinámica espacio-temporal del mosquito en la ciudad de Buenos Aires. Hacemos el monitoreo de las abundancias del mosquito a través de un método (el de ovitrampas) que aplicamos en toda la ciudad.

–¿Qué es eso?

–Las trampas son muy sencillas: frascos de mermelada pintados de negro por afuera. Adentro va un bajalenguas de madera como los que usan los médicos agarrado con un clip de oficina y con dos centímetros de agua. El mosquito Aedes aegypti pone sus huevos en recipientes que tienen agua, pero no los pone adentro del agua, sino en el borde de los recipientes, justo un poquito por arriba de la superficie del agua. La ovitrampa lo que hace es, como el frasco es de vidrio y la superficie es muy lisa, que el mosquito aproveche la madera más rugosa como un sustrato perfecto para poner sus huevos. Está pintado de negro, de modo que sea un entorno sombrío y oscuro, atractivo para la hembra. Esas trampas se ponen en lugares sombreados, debajo de las plantas, en toda la ciudad, y se dejan expuestos durante una semana. A la semana, uno retira el sustrato y están los huevos.

–¿Y cuántas trampas ponen?

–Tenemos 217 trampas repartidas a razón de una por kilómetro cuadrado. Una vez por semana recorremos toda la ciudad recambiando los sustratos, llevamos las maderitas al laboratorio y contamos la cantidad de huevos que hay en cada uno. Con eso podemos saber en qué momento del año hay mayor actividad de oviposición y en qué zonas hay mayor actividad. Así, tenemos desde hace más de diez años, cuando empieza la temporada (a principios de octubre y hasta aproximadamente fines de junio), datos de cómo va aumentando el ciclo de oviposición hasta marzo y cómo, desde entonces, comienza a bajar de nuevo.

–¿En qué zonas hay mayor abundancia?

–Hace muchos años lo que vemos es que es más abundante en la franja más alejada del Río de la Plata: Saavedra, Villa Devoto, Liniers, Barracas.

–Qué raro...

–Sí, y una de las grandes preguntas que estamos tratando de responder es por qué pasa eso. No es una pregunta sencilla de responder.

–Pero tendrá alguna teoría.

–Tengo varias.

–A ver...

–La primera que barajamos, a partir de un análisis espacial que se hizo con los datos de los primeros años, era la estructura urbanística. En las zonas con casas con jardines y con mayor cobertura vegetal había más abundancia que en las zonas más densamente urbanizadas. Eso tiene una explicación, porque este mosquito es domiciliario, en general sus criaderos son recipientes artificiales que se llenan con agua, y por lo tanto se crían habitualmente en el fondo de nuestras casas. En las zonas que tienen jardines es más probable que exista el entorno adecuado. Eso, por un lado. Por el otro, piense que en el centro hay pocos lugares que puedan disponer de esas características, pero aún si los hubiera el mosquito estaría confinado al centro de la manzana. Le costaría muchísimo llegar hasta la vía pública y poder expandirse y mantener su población. Esa fue una de las primeras explicaciones: las zonas muy edificadas con paredes muy altas le impiden al mosquito moverse con libertad. Pero luego vimos que en zonas con similar estructura urbanística, como por ejemplo Belgrano y Mataderos, había diferencias importantes en cantidad de mosquitos con el microcentro. Y todos los otros indicadores nos daban muy parecidos. De modo que empezamos a pensar en otras alternativas.

–¿Por ejemplo?

–Estudiamos la mortalidad invernal de los huevos, para saber si había diferencias entre zonas. Dado que toda la población son huevos en invierno, depende de cómo les vaya a esos huevos, cómo arranque su temporada a partir de la primavera. Si hubiera diferencias en la mortalidad de los huevos, si en una zona hubiera mucha mortalidad y en la otra menos, uno podría pensar que en la zona con mucha mortalidad hay extinciones locales y luego casi no va a haber mosquitos. Lo que vimos es que las diferencias en la mortalidad no son suficientes para justificar las diferencias en las abundancias que veíamos.

–¿Y entonces?

–Entonces nos planteamos una nueva hipótesis, que tiene que ver con las temperaturas. Como insecto, la actividad biológica del mosquito depende mucho de la temperatura. Cuando hace más frío todo va más lento y, con calor, se acelera. Si hubiera mucha diferencia entre la zona más cercana al río y las otras (Mataderos, por ejemplo), eso nos permitiría explicar las diferencias de distribuciones. Eso podría explicar en parte las diferencias. Y lo que encontramos es que efectivamente hay diferencias en las temperaturas en la época más crítica. Cuando empieza el incremento poblacional, alrededor de septiembre, hay diferencias de hasta dos grados en promedio por día. Ahí estuvimos trabajando en conjunto con un grupo de físicos que hace modelos para testear si esas diferencias de temperatura podían ser suficientes para explicar las diferencias en las abundancias poblacionales, y también verificamos si las diferencias en la mortalidad de los huevos servían. Y los resultados que tenemos indican que la temperatura efectivamente puede ser el causante de estas diferencias de distribución. Esas diferencias térmicas se explican por la masa del río, que actúa como moderadora de la temperatura.

–Claro. Y hay que tomar también la cuestión edilicia. En el centro la temperatura es mucho más alta por el cemento, ¿no?

–Sí, probablemente haya fluctuaciones térmicas importantes, porque cuando el cemento se enfría también se enfría mucho más. Hay menos posibles refugios. Los adultos se alimentan de jugos vegetales (además de la sangre) y en el microcentro eso está mucho más disperso. De modo que allí hay muchas condiciones que impiden el progreso del mosquito: temperatura, mayor control de los recipientes, edificios muy altos, poco alimento.

–Y sabiendo eso... ¿qué hacemos?

–Nuestra primera idea hubiera funcionado si hubiéramos encontrado diferencias en la mortalidad de los huevos, porque entonces se habría podido identificar cuál es el factor de mortalidad de huevos que actúa acá y no allá y ver si uno lo puede expandir. Eso no funcionó. Ahora estamos trabajando en pensar qué es lo que limita las abundancias durante la temporada cálida.

–¿No era la temperatura?

–La temperatura lo que limita es la cantidad de ciclos biológicos. Pero no es lo único. Nosotros trabajamos con la temperatura y asumimos que todo el resto es constante. La temperatura a nivel de la ciudad no la podemos cambiar; de hecho, es muy probable que con el tiempo vayamos teniendo temperaturas cada vez más altas, por efecto del calentamiento global y de la isla de calor urbana y todo eso. Uno debería pensar si existen otras cosas que regulen o controlen las abundancias del mosquito independientemente del factor climático. Dentro de eso, estamos trabajando con la alimentación de las larvas. Y lo que estamos viendo es que las larvas en la ciudad de Buenos Aires parecen estar limitadas por el alimento. Esta es una línea que recién empieza, de modo que los resultados todavía no los tenemos. Sea como fuere, siempre caemos en la misma conclusión: la clave está en eliminar los criaderos.

–¿Y por qué no llegan a los pisos altos?

–El mosquito Aedes es un mosquito que vuela muy poco, unos 80 metros como máximo. Lo más probable es que si está en el jardín de mi casa se quede para siempre allí, dando una que otra vuelta.

Compartir: 

Twitter

Imagen: Rafael Yohai
 
CIENCIA
 indice
  • DIáLOGO CON SYLVIA FISCHER, DOCTORA EN BIOLOGíA, INVESTIGADORA DEL CONICET
    El mosquito transmisor del dengue, en la ciudad
    Por Leonardo Moledo

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.