CONTRATAPA

Realitymente...

 Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO El otro día leí el “concepto” de un nuevo reality-show a estrenarse próximamente en España. Las “ideas” para este tipo de programas, pienso, ya casi son un género en sí mismo. Un género infantil: a ver a quién se le ocurre la idea más absurda y original y espantosa y etc. Poluciones mentales originadas o inspiradas en los dictados de Endemol: corporación holandesa fundada en 1994 y hoy con sucursales en 23 países que –en los filos del milenio– lanzó al aire y al abismo aquello de Big Brother. Desde entonces, todas esas cosas flotando en lo que alguna vez fue la caja idiota y hoy es la caja sádica. Y aquí viene la novedad: encadenar a tres personas durante 72 horas para que hagan todo juntos. Pierde quien pide ser liberado, pero –atención– también hace que pierdan los otros dos felices de ir al baño, montar en bicicleta y dormir juntos. Los organizadores del asunto han declarado: “La idea es que la gente se divierta. Buscamos adultos equilibrados”.

DOS Mientras tanto, al otro lado de las cámaras, acaban de precipitarse y venirse abajo los ratings de un reality de gran éxito en España durante los últimos diez años llamado Big Boom. Adiós a la especulativa fiebre inmobiliaria. Las obras se cancelan y se interrumpen y nada se vende y hay que pagar créditos y se vencen las cuotas de las hipotecas y... se impone un nuevo reality: Big Crisis. Los primeros concursantes involuntarios son los inmigrantes: buena parte de ellos llegó a España, consiguió establecerse con gran esfuerzo y papeleo, obtuvo sucesivos trabajos en la construcción y ahora, parece, llega el momento de las eliminaciones, de abandonar la casa, del sálvese quien pueda. Ya no se envía tanto dinero a la familia en los países de origen, suben velozmente los índices de desocupación y se experimenta la paradoja terrible de haber dejado el lugar de origen en busca de una mejor vida para comenzar a descubrir que la mejor vida (muchos de ellos están endeudados, tienen que pagar las casas de este viejo Nuevo Mundo) se convierte en una versión potenciada de la mala vida anterior. Y los paranoicos xenófobos ya tiemblan pensando en la mano de obra desocupada que se lanzará a robar y asesinar por las calles de Europa y piden mayor velocidad a los procesos de detención y expulsiones de inmigrantes en situación irregular. Agentes inmobiliarios y empresas constructoras ya han descubierto el nuevo filón: comprar terrenos y proyectar barrios en los suburbios de las grandes ciudades latinoamericanas: amigo, te ofrecemos la posibilidad de volver vencido a la casita de tus sueños luego de tu paso por el reality europeo. La idea es que la gente se divierta. Buscamos adultos equilibrados.

TRES Lo que nos lleva al gran reality de la política española. Todos los indicios apuntan a años difíciles y moviditos y no hay semana en la que no se descubra una preocupante vía de agua en un buque que hasta hace muy poco se decía imposible de hundirse y naufragar. Lo último fueron los números del parón burocrático en la Justicia: miles y miles de sentencias sin ejecutar y demasiados culpables que deberían estar entre rejas dando vueltas por ahí porque nunca les llegó la cartita que los invitaba a participar en el Big Brother de la cárcel más cercana.

A Zapatero –solito en una Europa de derechas– se le viene una segunda legislatura compleja y en la que habrá que gestionar más y soñar menos con cosas como la “Alianza de Civilizaciones”. Cuatro años en los que las medidas vistosas y cosméticas ya no despertarán tanta simpatía entre los televidentes. No alcanzará ya con el detalle curioso de Carme (así, sin n) Chacón, la flamante ministra de Defensa embarazada. Y es que Carme y su panza no dejan de viajar –con pasión digna de Tintín– para visitar a las tropas españolas repartidas por Afganistán, Líbano, Sarajevo y más allá del universo. Ahí está siempre ella, con voz grave y todo lo firme que le permiten estar sus casi ocho meses de gravidez recibiendo regalitos para el bebé de parte de tropas soñando con volver a la Madre Patria y con cara de “¿no necesitará usted de un tutor para el niño?”. El asunto ha sido muy comentado. Están los que se entusiasman ante “una imagen que ha dado la vuelta al mundo” (la de la ministra pasando revista), los que se preguntan quién le paga el trío médico que la acompaña a todas partes en caso de que rompa aguas mientras se agacha para depositar alguna ofrenda floral, los que lo consideran una jugada maestra de Zapatero y los que no pueden dejar de pensar, preocupados, en que se trata de una de esas ideas que se le ocurren a un publicista argentino bien ubicado o a un machista a la hora de demostrar su feminismo. Viendo que estaba todo bien pasé a enterarme de las últimas declaraciones de la nueva portavoz del Partido Popular, la joven Soraya Sáenz de Santamaría (la encarnación física de la metafórica “Niña de Rajoy” con la que el candidato hizo campaña), acerca de las últimas novedades del Partido Popular. Desde el pasado marzo, cuando perdieron las elecciones por segunda vez –pero aún así, según su estilo, convencidos de que en realidad habían vuelto a ganar–, el PP ha venido presentando una serie de intrigas palaciegas dignas de vaudeville rojo de Agata Christie. Puñaladas por la espalda en los pasillos, no hay día en que no desaparezca alguien o aparezca un cadáver político en la biblioteca. Esas cositas. Y Soraya –rebautizada por algunos como “Pitagorina”, por su aspecto de alumna estrella un tanto repelente– es la encargada por estos días de informar (o de desmentir) acerca de quién odia a quién y quién aspira al trono del Rey Mariano. Y se viene el congreso en junio, donde correrá la sangre y la mala sangre. Rajoy se justifica diciendo que –como Zapatero– él quiere contar con el poder necesario para hacer y deshacer. “De acuerdo”, le contestan. “Pero Zapatero no lleva, como usted ahora, dos elecciones perdidas.” La política es el canal donde los reality –desequilibrio, distracción– juegan a la irreality.

CUATRO Mientras tanto, en Austria, el desequilibrado Josef Fritzl, orgulloso, continúa explicando a la divertida audiencia cómo construyó la casita de Big Father. Y en Delaware, USA, se visitan los crematorios para perros y gatos donde –se supo– el Pentágono quemaba los cuerpos de soldados muertos en Irak: una Gran Animalada.

CINCO Y mientras escribo todo esto, en Barcelona, por fin ha llegado la lluvia. Van casi tres días que no para de llover y la gente –como al final de un reality– mira al cielo y agradece al cielo el premio que, se supone, viene a solucionar los problemas ocasionados por la sequía más bestial de los últimos sesenta años. Aquí y ahora está prohibido lavar el auto, llenar la pileta, regar el jardín y los noticieros no dejan de informar sobre la guerra líquida que ha estallado entre diferentes comunidades por el trasvase de emergencia de ríos. Así que voy a comprar el diario ilusionado por leer los titulares donde se informará que todo va bien, que la cosa está mejor, que diques y embalses vuelven a respirar aliviados. Pero no. El agua caída supone, apenas, un moderado alivio pero, eso sí, causó muchos daños estructurales en numerosas comarcas y playas. Así no hay quien concurse, me digo. Y en una de las últimas páginas, unas pocas líneas informan que el hijo de Vladimir Nabokov finalmente se ha decidido a publicar The Original of Laura: las 138 fichas de una novela inconclusa que su padre escribía en el momento de ser eliminado del concurso de este mundo. Una parte mía se alegra y otra (Nabokov había pedido que se quemara todo eso) se entristece por lo poco que se respeta la voluntad de los muertos. Falta menos para que se estrene un reality donde –una cámara dentro del ataúd– se muestre cómo volvemos al polvo mientras, afuera y arriba, desequilibrados y aburridos, encadenados y juntitos, cada vez son menos los que descansan en paz.

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