CONTRATAPA

Desmentida de la desmentida

 Por Horacio Verbitsky

El capitán Adolfo Scilingo rectificó ante el juzgado español de Baltasar Garzón su relato de las atrocidades cometidas en la Escuela de Mecánica de la Armada y su participación en algunas de ellas. Dijo que se trataba de una “una novela carente de sustento”, inventada por él como venganza contra el ex almirante Emilio Massera y por el propio Garzón para forzar la derogación de las leyes de impunidad.
La retractación del ex jefe del taller automotor de la ESMA es falsa, pero no nueva. Scilingo ya la formuló hace cinco años, a raíz de lo cual el juez me citó como testigo. Durante una audiencia en noviembre de 1999 le entregué las pruebas que desbaratan esa ingenua estrategia defensista: copia de las cintas grabadas de las entrevistas que le realicé hace diez años y, más importante aún, de las cartas que el propio Scilingo dirigió desde 1984 a sus jefes en la Armada y al ex dictador Jorge Videla. En ellas se refería a los vuelos de exterminio de prisioneros que eran arrojados al mar y les reclamaba que asumieran la responsabilidad estatal por esos hechos.
Por entonces el juez Garzón no había posado su vista más allá de los límites de España y la única causa a la vista por la guerra sucia era la que instruía la justicia argentina. Nadie estaba proponiendo la derogación de las leyes de punto final y de obediencia debida, por la simple razón de que todavía no habían sido sancionadas. Recién empezaban los juicios. En esas cartas tampoco hay referencia alguna a Massera, sólo a la decisión de la Junta de Calificaciones de negar el ascenso a Scilingo debido a los desequilibrios psíquicos que sufría por haber participado en los vuelos de la muerte. El joven oficial decía que ya estaba restablecido, que había cumplido órdenes superiores y por lo tanto reclamaba que le permitieran continuar su carrera.
Por si faltara algún elemento, en abril de este año Scilingo me escribió desde la cárcel española de Carabanchel. Con su firma auténtica reiteraba todos los hechos que ya había desmentido, e interpelaba al actual jefe de la Armada, almirante Jorge Godoy, a raíz del discurso que pronunció el 3 de marzo. “¿Dónde estabas cuando en la ESMA se torturaba, se hacía desaparecer a miles de personas y se robaban niños? Te lo recordaré: en la misma Armada Argentina donde todos los oficiales tomamos conocimiento del Placintara 1976 en el que el entonces Comandante de Operaciones Navales, vicealmirante Luis María Mendía, ordenó, dentro de las llamadas operaciones militares especiales, esos aberrantes métodos, los cuales fueron detalladamente explicados por el propio firmante del plan”, decía.
Más allá del caso personal, lo que ocurre con Scilingo muestra el éxito de la Armada y el gobierno del ex presidente Menem en impedir que otros oficiales siguieran el camino de la verdad. Repudiado por sus ex compañeros, apresado durante dos años gracias a una causa inventada por una estafa que no cometió, secuestrado en la calle y lastimado en el rostro en cuanto recuperó la libertad, Scilingo viajó a España con la ilusión de conseguir el status de testigo protegido, pese a las advertencias de sus abogados: él no era un mero testigo sino un protagonista y corría el peligro cierto de ser detenido.
Cerrado el sumario se aproxima la elevación a juicio y los nuevos abogados defensores de Scilingo están quemando sus últimos cartuchos con tal de impedir la audiencia pública, en la que se repasarán los crímenes de la ESMA. Es una tentativa ineficaz porque las pruebas son contundentes. Dentro de pocos meses Scilingo tendrá la oportunidad de defenderse en un juicio justo que ni él ni sus compañeros de armas le brindaron a las personas que torturaron y mataron.

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