CULTURA › ARGENTINA SE FUE DE SAN SEBASTIAN SIN PREMIOS MAYORES

Las tortugas vuelan y también ganan

Una coproducción entre Irán e Irak sobre los sufrimientos del pueblo kurdo se llevó ayer la Concha de Oro de la muestra vasca.

 Por Horacio Bernades

Página/12 desde España
Desde San Sebastián

Una premiación menos discutida de lo que marcan las costumbres de San Sebastián y una reducida presencia argentina en el Palmarés resultaron los hechos más destacados, en el cierre del festival donostiarra. El film iraní/iraquí Las tortugas también vuelan –que había generado un impacto mayúsculo entre todos los asistentes al festival– recibió la Concha de Oro, premio mayor de San Sebastián. Otros favoritos, como la irlandesa Omagh y la serbiomontenegrina Sueño de una noche de invierno, tuvieron también lo suyo, dando por resultado una de las premiaciones menos abucheadas que se recuerden aquí, donde el pataleo es una costumbre tan arraigada como los toros o las tapas. Por otro lado, la cosecha argentina –reducida a premios de jurados paralelos para El perro y El cielito– suena escasa, en un evento en el que nuestro cine aportó más de un diez por ciento del total de la programación.
El cine argentino jugaba con cartas fuertes, incluso desde antes del comienzo del festival. Con tres películas en competencia oficial y más del 50 por ciento de la programación de la paralela “Horizontes latinos”, la presencia gaucha en esta 52ª edición del Nazioarteko Zinemaldia (nombre en vasco del festival) estaba en boca de todo el mundo. Si se considera que dos de las tres que competían por las Conchas eran de directores que aquí juegan de locales (Roma, de Adolfo Aristarain, y El perro, de Carlos Sorín), se comprenderá que ese vicio argentino llamado triunfalismo parecía justificado, por una vez. Vista desde esta perspectiva, la derrota del seleccionado dirigido por Jorge Coscia resulta concluyente, pudiendo exhibir apenas el premio Fipresci (de la crítica internacional) para el film de Sorín (que aquí ha sido rebautizado Bombón, el perro) y cuatro premios menores para El cielito, la muy buena película de María Victoria Menis, que resultó así la más galardonada del festival.
La sensación de fracaso se acentúa, si se tiene en cuenta que los nombres de Susú Pecoraro y de Leonardo Ramírez (excelente protagonista de El cielito) sonaban para sendas Conchas a la mejor actuación femenina y masculina. No sólo en el campamento argentino se barajaban esas apuestas: el diario El País había abogado públicamente por un premio para Ramírez. Pero el cine no se maneja, por suerte, en términos deportivos, y la única derrota posible en este terreno es la de traer malas películas. Cosa que, puede afirmarse sin temor al error, no ocurrió: con más o menos premios, el cine argentino honró su prestigio internacional en San Sebastián. Por lo demás, el jurado oficial, presidido por Mario Vargas Llosa, produjo una premiación irreprochable. Si a este enviado Las tortugas también vuelan –protagonizada por niños kurdos refugiados y mutilados, poco antes de la guerra Bush vs. Saddam– le pareció llena de golpes bajos, debe reconocerse que no fue ésa la opinión generalizada. Muy por el contrario, todo el mundo estaba genuinamente impactado por el film, y en la tabla de calificaciones que cotidianamente publica el Diario Vasco –que recoge los votos de los críticos locales– el que no le ponía un 8 o un 9, se jugaba con un 10 liso y llano.
Es justamente aquí donde aparece un inesperado ganador argentino, el distribuidor Pascual Condito, que no conforme con hacer un papel en la película de Sorín, demostró rapidez de reflejos y ya compró Las tortugas..., para estrenarla en nuestro país. De los cuatro premios recibidos por El cielito, particular relevancia tiene el otorgado por la prestigiosísima cadena de televisión francoalemana ARTE, que adquirió la película para su difusión, pagando por ella la elevada suma de 92.000 euros. No menos importante es el premio con que la Confederación Internacional de Cines de Arte y Ensayo discernió a la película de Menis, garantizando su exhibición en esa clase de salas, en toda Europa.
Volviendo a las Conchas de esta edición, si las destinadas a Las tortugas también vuelan, Omagh y Sueño de una noche de invierno honraron la corrección política que dominó la programación de la competencia oficial, las otorgadas a los dos magníficos protagonistas del film danés Brödre, a la fotografía de la británica 9 Songs, dirigida por Michael Winterbottom, y, sobre todo, el premio a la Mejor Dirección para la realizadora china Xu Jinglei –por su exquisita traslación de Carta de una desconocida, de Stefan Zweig– prueban que el jurado presidido por Vargas Llosa no ignoró que el cine es, además de todo, un arte con lenguaje propio.

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El director kurdo Bahman Ghobadi, con la Concha en la mano.
 
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