DEPORTES › PUSO VIGOR, CORAZÓN E INTELIGENCIA EN PELEA CERRADA

Omar Narváez ganó de contra

Segunda defensa del campeón mundial mosca de la OMB. En buena pelea, batió en Cagliari al local Andrea Sarritzu en fallo dividido.

Por Daniel Guiñazú

Omar Narváez retuvo por segunda vez su título mundial mosca de la OMB. En el Palazzetto Comunale Via Beethoven de Quartu Santa Elena, en Cagliari, Italia, derrotó por puntos en fallo dividido al local Andrea Sarritzu y le dio un buen cierre de temporada al boxeo argentino. No fue sencilla la victoria del zurdo chubutense. Sarritzu complicó con su estilo veloz y de buena línea técnica, pero Narváez cambió su planteo a tiempo y en la segunda mitad del combate, encontró la efectividad que necesitaba para ganar sin discusiones y mantenerse invicto en 14 peleas.
Narváez (50,700 kg.) empezó plantado en ataque. Activo, rápido y movedizo, salió a dominar el centro del ring y en los dos primeros rounds, llegó con golpes curvos sobre el rostro del italiano. Pero ese dominio no pudo sostenerse demasiado tiempo. Sarritzu (50,200 kg), en base a la agilidad de sus piernas, fue encontrando ángulos nuevos desde donde pegarle a Narváez y, trabajando sobre los envíos del chubutense, ganó las vueltas 3º y 5º, equilibró el pleito y obligó a Narváez a reformular su estrategia. Del ataque pasó al contraataque y un nuevo escenario se planteó del 5º asalto en adelante.
El campeón del mundo lo dejó venir a Sarritzu. Y Sarritzu se vino sorprendiéndolo al chubutense con su derecha en partida y con unas piernas que no se paraban nunca. El desarrollo estaba para cualquiera de los dos y en más de un momento la tendencia parecía favorecer al sardo, porque a Narváez le costaba afirmar su ataque. Pero en el 6º, el chubutense ubicó una buena derecha en contra y de allí en más inició su mejor ciclo en pelea.
Fue en los rounds 8, 9º y 10º aquellos en los que Narváez acumuló las diferencias que le permitieron el triunfo. En esos nueve minutos, creció y se multiplicó en la misma medida que Sarritzu se fue achicando, quizás invadido por la fatiga. De contragolpe, la modalidad que más lo favorece y en la que más se destaca, Narváez acomodó buenas manos, sobre todo su derecha cruzada, y aprovechó a fondo que el italiano había perdido aquella movilidad que tantos problemas había causado en la primera mitad.
El final del 10º fue el mejor momento de Narváez. Puso manos plenas y hasta llegó a derribarlo a Sarritzu con una derecha abierta que lo tomó mal afirmado y que el árbitro estadounidense Joe Cortez interpretó como un tropezón que no merecía la cuenta. En el 11º, el argentino pareció sentir esa exigencia y perdió claridad. Pero el cierre fue a toda orquesta. En el último round, pegó más y mejor y ni siquiera le permitió a Sarritzu achicar la distancia y meterse de la media a la corta para tratar de acortar ventajas que, a esa altura, resultaban nítidas. Dos tarjetas, las del alemán Kurt Jacobsen y las del francés Robin Belpierre, lo vieron ganador a Narváez por cuatro puntos (116-112). El estadounidense Chuck Giampa lo dictaminó perdedor por la misma diferencia.
Cabe destacar, fuera de toda duda y más allá de la eventual paridad que supondría un fallo dividido, que resultó bueno el debut de Narváez en Europa. Ganó de visitante una pelea cerrada, sin dejar dudas y mezclando ciencia y corazón. Cuando hizo falta, el chubutense puso su inteligencia al servicio de la victoria. Cuando no tuvo más remedio, la respaldó con la fibra de un campeón. Que quede claro: no dio cátedra Narváez, no deslumbró, no compuso una actuación para el recuerdo. Pero, en tierras últimamente hostiles, terminó con los brazos en alto y le permitió al boxeo argentino cerrar bien un año en el que las sonrisas fueron lo de menos.

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Narváez elaboró una victoria inteligente porque supo cambiar.
 
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