DEPORTES › UNA AFLUENCIA MULTITUDINARIA DE CHILENOS PARA VIVIR UNA OCASIóN HISTóRICA

La marea roja que invadió Río

Viajaron entre cinco y siete mil kilómetros, cruzando la Argentina, para alentar a su seleccionado. Muchos de ellos se alojan en carpas o duermen en autos. Una consecuencia de su fervor: la policía volverá a controlar el interior de los estadios.

 Por Eric Nepomuceno

Desde Río de Janeiro

La finca Fiorella queda en Itaboraí, una ciudad a 60 kilómetros de Río. Hay alrededor de tres mil chilenos acampados en carpas, o en combis adaptadas. Algunos viajaron cinco mil kilómetros, otros siete mil, para acompañar a la selección de su país. La mayoría vino en buses, pero muchos vinieron en coche. Cada uno de ellos paga 65 dólares diarios al dueño de la hacienda. Hay –precios aparte, desde luego– desayuno, almuerzo y cena. Una pareja gasta un promedio de 200 dólares por día, en el caso de optar por una comida en el campamento. Es mucho menos de lo que costaría hospedarse en un hotel de Río y comer una vez al día en un restaurante barato.

Otra concentración de chilenos que prefirió escapar del exceso de movimiento (y de los precios galácticos) de Río recaló en la playa de la Macumba, vecina a la ciudad. Allí, las instalaciones de un camping son más precarias que las de la hacienda Fiorella, pero el precio compensa: alrededor de 20 dólares per cápita.

Las distancias kilométricas entre las ciudades donde se disputan los partidos hicieron que muchos sudamericanos llegaran a Brasil en coche. Hoy, una caravana de chilenos sale de Río rumbo a San Pablo, a 450 kilómetros, para acompañar su selección, que el lunes tendrá por delante a los holandeses.

Hay chilenos por todas partes. Ayer, en el Maracaná, había una marea roja. Y para que la invasión chilena no se quedara en figura retórica, unos cien de ellos invadieron –literalmente– el estadio, tumbando un alambrado e invadiendo el centro de prensa, destrozando vidrios y asustando a los periodistas. Para contenerlos ha sido necesario llamar a la policía, y 90 fueron arrestados. Se les dio 72 horas para abandonar el país. Se calcula que otros 20 tuvieron mejor suerte y pudieron mezclarse con los que habían comprado entradas.

Resultado: una reunión de emergencia, en Brasilia, entre los responsables por el esquema de seguridad de los estadios y representantes de la inevitable FIFA. Había quedado establecido –otra de las exigencias absurdas de la misma FIFA, y que el gobierno brasileño absurdamente acató– que la seguridad en el interior de los estadios quedaría en manos de empresas privadas del ramo. Resultado: 30 por ciento de los contratados no dieron el aire de sus gracias, hubo invasiones en varios estadios y lo de ayer, en el Maracaná, ha sido considerado grave. A partir de ahora, la policía estará dentro de los estadios. Así de simple.

Los chilenos son fiesteros. Para prepararse como se debe, centenares de ellos le dieron vuelta a la noche en barrios bohemios de Río, demostrando un formidable aguante para cervezas, caipirinhas y lo que más hubiese a su alcance. La victoria contundente sobre España, en la tarde de ayer, reforzó la fiesta. Río, mientras tanto, es una ciudad copada por turistas. No se camina una cuadra de Copacabana e Ipanema sin tropezar con croatas, argentinos, australianos, holandeses. Hay un clima amigable y alegre entre los latinoamericanos. Lo que soñó Bolívar se hace realidad –al menos por esos días, claro– gracias a la Copa. A ver si, según se avance en las fases eliminatorias y los países queden por el camino, esa integración resiste...

Al mismo tiempo, la vida insiste en seguir. Ayer, por ejemplo, el gobierno anunció algunas medidas fiscales destinadas a beneficiar a la industria, y a mejorar el mal clima entre el empresariado y la presidenta Dilma Rousseff. Se supo también que los primeros estudios indican que en junio la inflación sigue bajando y se anunció que el 30 de junio el principal candidato de la oposición para las elecciones de octubre definirá quién será su vicepresidente. Pero, sinceramente, ¿a quién le importa? El país está totalmente volcado a la Copa. Por eso, mucho más impactante ha sido la medida adoptada por la Cámara de Concejales de San Pablo, que rechazó un decreto del alcalde, que pretendía declarar feriado los días de juego de la selección brasileña. ¡Vaya falta de sensibilidad cívica! Y luego se quejan cuando la población desprecia a los políticos...

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La alegría roja desatada en la playa de Copacabana.
Imagen: AFP
 
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