No parecía importar en el clásico como llegaba cada equipo. Ni la mejoría que Brasil experimentó con Tite, que le permitió pasar en cuatro fechas de la sexta posición en la tabla a la primera, ni el flojo e inexpresivo presente de la Selección que, como si se tratara de un espejo, pasó en las últimas cuatro fechas de la primera posición a la sexta. El clásico fue intenso al principio y parecía estar para cualquiera de los dos, eso hasta que se descomprimió con dos genialidades de Coutinho y Neymar, en la primera parte, y un tanto de Paulinho, en el complemento, y terminó siendo una derrota por 3-0, inapelable, dolorosa para una selección argentina que sigue penando en estas Eliminatorias rumbo al Mundial de Rusia 2018.  
El encuentro tuvo desde el arranque ese condimento especial que se puede sentir cada vez que Argentina se enfrenta con su máximo rival. Trabado, intenso en la marca, cortado a más o no poder por el árbitro chileno Julio Bascuñán –que no parecía querer ocultar su estrategia para controlar las tensiones del trámite–, el partido pasó su primer cuarto de hora casi sin emociones, con el juego concentrado en el mediocampo.
En la Selección se notaba el nerviosismo generalizado y salvo por algunas intervenciones de Pérez y Messi, la producción del equipo estaba lejos de conformar: flojo en la salida, porque no resolvía bien ante la presión rival, y con problemas con la recuperación en la zona de volantes. Sin embargo, eso no le impidió dar una muestra de presencia cuando, a los 16, Messi habilitó Pérez, quien en inmejorable posición para definir dentro del área se demoró y lo terminaron cerrando. 
Entonces reaccionó Brasil, que tampoco terminaba de imponer su penetrante juego por las bandas desde donde Neymar y Coutinho debían abastecer a Jesus. De hecho, la primera clara para la verdeamarela fue un remate desde afuera del área de Renato Augusto, que se fue por arriba del travesaño. 
El partido se terminó de encender con un buen remate de derecha de Biglia, a los 22, habilitado con un pase de atrás de Zabaleta, que obligó al arquero Alisson a una buena intervención. Y apenas unos minutos después, a los 25, luego de cambiar la franja derecha por la izquierda, Countinho tomó la pelota y en un arranque explosivo recorrió el frente de la defensa, se perfiló y sacó un tremendo disparo que Romero no pudo contener y puso a su equipo en ventaja. Fue un duro golpe para la Argentina, porque si bien esgrimió una leve reacción se terminó desmoronando anímicamente.  
Brasil encontró entonces los espacios que necesitaba para arremeter. Neymar se fue agigantando, primero estrelló a los 37 un remate contra el palo izquierdo de Romero, y a los 45, picó habilitado por Coutinho a espaldas de Zabaleta y con un toque de izquierda a derecha puso el 2-0.
Para la segunda parte, Bauza mandó a Agüero (por Pérez) y Brasil se propuso, más modestamente, jugar con la evidente desesperación de la visita. Los espacios en el fondo de la Selección no tardaron en aparecer.  Por ahí se imponían los delanteros de la verdeamerela, que hacían gala de su cambio de ritmo y velocidad frente a los laterales argentinos. Paulinho tuvo una oportunidad para ampliar, tras abrirse espacio y definir con Romero ya vencido, pero apareció Zabaleta y, en la línea, le ahogó el grito. Y la Selección respondió con un disparo de Di María, habilitado por Messi, que dio contra la red lateral del arco. 
Los minutos corrían y desde el banco de Argentina no llegaba ninguna solución. Para colmo, a los 58, tras un centro de Marcelo y un cabezazo atrás de Coutinho, la pelota le quedó servida a Paulinho quien remató con el arco de frente y, tras un rose en Funes Mori, estiró la ventaja. Mejor dicho, terminó de liquidar el trámite. 
La sola presencia de Messi no alcanzó anoche en Belo Horizonte para lavarle la cara a un equipo desgastado y con pocas ideas, que parecía querer irse de la cancha cuanto antes, salirse de la pesadilla para comenzar a pensar en su futuro, inmediatamente.