DEPORTES

Hay muchos euros para distribuir

Historia, por momentos oscura, del gran negocio que significa la organización de la Copa del Mundo por parte de Alemania.

 Por Gustavo Veiga

Alemania reunificada acaba de dar una pequeña muestra de lo que es capaz y del objetivo que la guía con la organización del Mundial 2006. El presidente Horst Koehler y la nueva canciller, Angela Merkel, siguieron las alternativas del sorteo desde Leipzig, la ciudad de la ex DDR en que se realizó una ceremonia que vieron por TV unos 320 millones de personas. Rolf Schumacher, el embajador germano en la Argentina, observó el espectáculo desde la sede diplomática del barrio de Belgrano, donde definió el torneo como “un evento que impulsa a todo el pueblo alemán, porque nosotros somos tan locos por el fútbol como los argentinos, y en cierto modo esto cambia a la sociedad por el entusiasmo que el deporte genera”.
En efecto, el Mundial del año próximo, puede que se coma todo (así lo canta León Gieco en su tema La memoria”, refiriéndose al del ’78). Y, si como se estima, Alemania es visitada por millones de personas –1.500.000 extranjeros asistirían a los 64 partidos– , si en cincuenta ciudades se transmite semejante cantidad de encuentros en pantalla gigante y al aire libre, si Berlín y Munich organizan las grandes fiestas populares que están previstas, si todo funciona bien, el estado alemán cumplirá con la parte que le toca. La otra le corresponde a la FIFA y al Comité Organizador que preside Franz Beckenbauer, el hombre clave del Mundial.
Como fuere, hay que recordar de qué modo se llegó a esta instancia. El 6 de julio de 2000, cuando Joseph Blatter pronunció aquellas cuatro palabras que alegraron a los alemanes y entristecieron a los sudafricanos (“El ganador es Deutschland”), en la FIFA se había cocinado el despojo. Las sospechas de que hubo una abstención decisiva pagada en miles de dólares, enturbiaron la votación. Todos repararon en Charles Dempsey, el representante de Nueva Zelanda, un país sin tradición futbolística.
Desde ese momento, hace cinco años y medio, Alemania, con todo su poderío económico, se puso a hacer lo suyo. Blatter y Beckenbauer intercambiaron varios elogios con algunos denuestos. El suizo reconoció que el Comité Organizador “nos proporciona respuestas a preguntas que ni siquiera hemos formulado”, y prometió que luego de la final del 9 de julio de 2006 –que curiosamente se disputará en nuestra fecha patria–, se tomaría “una buena copa de vino tinto” con el Kaiser. Sin embargo, entre tantas flores, se arrojaron algunos cardos. Como sucedió con el valor de las entradas y de la cantidad disponible para el público alemán. Esas ríspidas discusiones hoy parecen superadas.
Es que son demasiados los euros a repartir. Sólo en merchandising, la Copa Mundial, según la FIFA, le permitirá embolsar 600 millones de euros. Las cifras por patrocinio se duplicaron desde el Mundial de los Estados Unidos en 1994. Quince son las empresas oficialmente reconocidas como sponsors del torneo: Adidas, Avaya, Anheuser Busch, Coca Cola, Continental, Deutsche Telekom, Emirates, Fuji, Gillette, Hyundai, MasterCard, McDonald’s, Philips, Toshiba y Yahoo. Cuando presentó a estas compañías, Blatter manifestó: “Ya hemos alineado al primer equipo de estrellas para la Copa Mundial...” La embotelladora de gaseosas y la conocida marca de hojitas de afeitar son las dos socias más antiguas de la FIFA. Están desde el Mundial ’78.
A las empresas que no se encuentran en aquella lista y usufructuaron ciertas marcas del Mundial, el departamento de Marketing de la FIFA las denunció porque no tienen “escrúpulos”. Un tribunal de Hamburgo acaba de fallar a favor de la federación internacional y en contra de la compañía Ferrero, por utilizar la inscripción “Deutschland 2006”. En este terreno, Blatter y los dueños del negocio deportivo más rentable que haya existido hasta hoy, llevan las de ganar. Pero habrá que esperar a 2006 para saber si pueden afirmar lo mismo ante los jueces de Suiza que investigan el pago de sobornos en la quiebra de ISL, la multinacional que fuera socia de la FIFA y que desapareció como las cifras millonarias que manejaba. Jans Weinreich, un periodista alemán, calificó el caso “como el mayor escándalo de corrupción en la historia del deporte mundial”. El proceso se ventilará el año próximo en la nación donde se encuentra la sede de la FIFA y fronteras de por medio con una Alemania unida que, a diferencia del Mundial ’74, hará su primer gran torneo sin el muro que la separó hasta 1989.

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Cada grupo, cada país representado con las caras pintadas.
 
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