DEPORTES › LA PARTICULAR RELACION ENTRE EL TITULAR DEL PRO, MAURICIO MACRI, Y EL ENTRENADOR DE SAN LORENZO, RAMON DIAZ

La política que une lo que el fútbol no puede

El equipo del riojano puede conseguir hoy el título del Clausura si derrota como local a Arsenal, con lo que postergaría al Boca del ingeniero. Sin embargo, el mensaje exitista de ambos y sus coincidencias políticas lograron que el fútbol se volviera a nutrir del espíritu de los ’90.

 Por Gustavo Veiga

Aquello que el fútbol desune, la política lo puede juntar. Concluida la primera vuelta de las elecciones en la Capital Federal, Mauricio Macri le dijo con una sonrisa cómplice a Ramón Díaz: “Con cuatro puntos de ventaja están como nosotros en el ballottage con veintidós”. El presidente de Boca y candidato del PRO deslizaba así cómo imaginaba su profecía autocumplida: San Lorenzo, campeón del torneo Clausura –su club tendrá una especie de segunda vuelta en la Copa Libertadores– y él como jefe de Gobierno porteño. En ese mensaje exitista y las coincidencias políticas de ambos personajes, los discursos del fútbol volvieron a nutrirse del espíritu de los años ’90. El entrenador ya había hecho su aporte durante la semana con el clásico sorteo de camionetas 4x4 entre sus jugadores.

Antes de que finalizara ese diálogo que transmitió Telefé el lunes 4, cuando todavía no se habían escrutado todas las mesas, el bueno de Ramón se atrevió a vaticinar la victoria del ingeniero el 24 de junio, pero no la de su propio equipo en el campeonato: “Va a ganar Macri, gana lejos...”, dijo muy suelto de cuerpo. La política y el fútbol volvían a mimetizarse sin necesidad de que alguien se sorprendiera.

El ahora riojano más famoso sabe que, hablando del juego que más le gusta a la gente, también puede filtrar bocadillos electorales. Sus lisonjas sonaron tan dulces a los oídos del ingeniero (“La gente quiere un cambio”) como incómodas le habrán resultado las felicitaciones de Carlos Menem, de quien intentó despegarse con la misma rapidez que muestra Rodrigo Palacio en la cancha. Los pronósticos de Díaz son los de un hombre exitoso, carismático pese a sus ideas conservadoras, idolatrado en River por la mayoría y adoptado como propio en San Lorenzo.

En cambio, cualquier aproximación de su comprovinciano a Macri es un contrapeso. En esta etapa se impone renegar del pasado. Cuando el ingeniero se reunía con Menem y el controvertido Francisco Ríos Seoane en la quinta de Olivos para adquirir al Deportivo Español (hoy Social Español) era porque los negocios imponían su propia lógica. En aquella época necesitaba del ex presidente. Como se comprobaría una y otra vez.

Que el técnico respalde las ideas de Macri o sortee lujosas camionetas valuadas en alrededor de 50 mil dólares nada tiene de indebido. Sí exalta un modo de relacionarse entre ricos y famosos, que fue un paradigma en la década del ’90, aquella de la fiesta menemista alimentada con pizza y regada con champagne. Curiosamente, hay jugadores de Ramón Díaz en este San Lorenzo a un paso de salir campeón que hablan de una revolución. Quizá tengan una pizca de razón.

Cuando el entrenador llegó al club en el último verano, casi todos –dirigentes, jugadores e hinchas– estaban desahuciados. Oscar Ruggeri se había alejado de su puesto como DT empujado por el clamor popular; de la cabeza del presidente Rafael Savino para abajo, se pedían todas y el plantel recibía amenazas en el Nuevo Gasómetro donde hoy es glorificado. En agosto de 2006, un 7-1 que le propinó Boca jamás hubiera permitido un intercambio de alabanzas con el máximo dirigente xeneize. Sin embargo, en otro contexto, Ramón lo hizo posible con su habitual desenfado. Sus dirigidos le reconocen que absorbió las presiones que antes recaían sobre sus espaldas.

El miércoles pasado, durante el acto en que rifó la camioneta 4x4 Volkswagen que ganó el lateral–volante y capitán del equipo, Adrián González, el técnico siguió recibiendo elogios. “A Ramón le tenía fe, es un ganador absoluto”, confesó Marcelo Tinelli, el hincha más famoso, fogonero del proyecto para que San Lorenzo crezca y se consolide más allá de un título circunstancial. De su boca partió el pedido para que el riojano continúe después de diciembre, cuando vence su contrato. Porque el equipo jugará la próxima Copa Libertadores.

A fin de año también habrá elecciones en el club y Savino podría volver a postularse. Su resistencia a que llegara Díaz todavía se la reprochan sus detractores. El presidente había amenazado con renunciar si el resto de la comisión directiva no aceptaba su pedido de contratar a Leonardo Astrada. Y esta semana señalaron cómo llegó una hora tarde al sorteo de la suntuosa camioneta. Analizaron su actitud como un desplante y hasta comentan en voz baja que “si se fuera Ramón no lo lamentaría tanto”.

Tinelli, Macri y el técnico, cada uno en lo suyo, son hombres públicos que modelaron sus trayectorias durante una década que todavía mantiene vigentes sus usos y costumbres. La fiebre por la búsqueda del éxito, tanto en San Lorenzo como en Boca, no sería lo único que sobrevive. También el modo de alcanzarlo. Ese que puede permitir ganar elecciones invocando la gestión en un club de fútbol –como si el Estado fuera lo mismo– u obtener un título de campeón haciendo derroches. Y pensar que los viejos entrenadores, tan docentes como sabios consejeros, estimulaban en sus jugadores la idea de comprar el techo propio antes que adquirir el auto último modelo.

Ahora los títulos vienen en camionetas 4x4 y los votos pueden compararse hasta con los puntos del campeonato. Jorge Valdano diría, alegando en su defensa, que “el fútbol es inocente”.

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Ramón Díaz y Tinelli en el sorteo de la camioneta 4x4, un símbolo de los ’90.
 
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