DEPORTES › OPINIóN

Un conflicto que puede abrir muchas puertas

 Por Luis Bruschtein

Ayer, en la 9 de Julio y Carlos Calvo, a pocas cuadras de Canal 13, cuando el semáforo se ponía rojo, un grupo atravesaba la avenida con un gran cartel que decía “Grondona ladrón”. En el paredón que sube a la autopista en ese lugar había otro cartel que decía: “Fútbol gratis para todos”. El entredicho planteado por los cartelones va más allá de esa pasión de multitudes y podría estar anunciando un fenómeno casi tan impactante como una reforma agraria pero en la información.

La pelea por los derechos de transmisión de los partidos de fútbol se ha convertido en sí misma en el gran partido. “Un clásico por TV tira más que una yunta de bueyes”, diría el dicho, porque el fútbol arrastra un público de millones de personas que definen el rating, que deciden las empresas de cable o el canal de aire que van a utilizar o que eligen así las propagandas y los contenidos en general que van a absor-ver.

En una sociedad como la argentina, tan hiperinformada que termina desinformada –una sociedad de la información que tiende a confiar en lo virtual y sospechar de lo real–, es sabido que la propiedad de los medios está muy concentrada, pero también que la distribución de los contenidos de los medios es desigual.

El fútbol es una de las pocas actividades humanas donde la Argentina es potencia mundial. Además es el deporte más popular y sus protagonistas provienen por lo general de los sectores más humildes, que son los que no pueden ver en directo los partidos más importantes porque en la actualidad se pasan en canales de cable codificados a un costo bastante alto. Por dar un ejemplo: el pibito Maradona de Villa Fiorito hoy no podría ver los partidos de Boca, aunque mañana fuera a ser su superestrella. Tiene un sentido democrático plantear que el fútbol debería financiarse con formas que no limiten su difusión con un sentido monetario elitista.

Es interesante preguntarse la forma en que se dará este debate cuando el principal afectado es también el principal soporte de la información en este país, el principal formador de opinión pública, y ver hasta qué punto sus contenidos son definidos por este conflicto con la AFA y el Gobierno. Un sector de la oposición reaccionó tratando de congraciarse con un multimedia que tiene el poder de definir candidaturas y elecciones o de legitimar o desgastar. Para el anterior concesionario, el fútbol fue un gran negocio de más de 800 millones de pesos por año, y parece dispuesto a disputarlo a todos los niveles. Y sin embargo ya se dice que el Gobierno haría un pésimo negocio si pagara 600 millones por esos derechos, de los cuales la mitad corresponde a deudas de los clubes con el Estado.

Se habla de que es un mal negocio para el Estado, que los chicos se mueren de hambre porque el Gobierno se gasta la plata en el fútbol, que con la plata del fútbol se acabaría el hambre o se construirían ferrocarriles, y por supuesto también que se trata de un atentado contra la libertad de prensa.

Hasta ahora hubo pocas voces que hablaran de democratizar la información. Nadie dice qué hacer en una sociedad donde la información es tan decisiva y donde a su vez los medios están tan concentrados y la difusión de sus contenidos es tan desigual. Inesperadamente, el conflicto entre la AFA y TSC abre muchas posibilidades para diversificar y democratizar ese ámbito por la gran cantidad de público que moviliza ese reacomodo.

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