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Copa Televisadores de América

 Por Juan José Panno

Primero empezaron con las sociedades anónimas y nosotros miramos para otro lado.
Después vendieron el alma a la televisión y pactaron con las barras bravas, y nosotros no nos sentimos involucrados.
Más tarde les cerraron una tribuna a los hinchas de Talleres que querían venir a Buenos Aires, pero nosotros no somos cordobeses.
Ahora inventaron los partidos sin hinchas visitantes y no decimos nada.
En cualquier momento nos afanan definitivamente el folklore, la ilusión y la pureza de la pelota, y cuando salgamos a patalear va a ser tarde.
Bertold Brecht, que en esto del fútbol también la sabía lunga, tenía razón: parte de la culpa la tenemos los periodistas, los técnicos y los jugadores y los pacíficos amantes del fútbol que asistimos con alguna indiferencia a la consumación de estos absurdos que genera el poder.
Uno tiene la sensación de que no se ha tomado verdadera conciencia –todavía– de lo que significará que mañana en la Bombonera no haya hinchas de River. Con oscurísimo humor se podrá decir que lo único extraño será que nadie cantara “esa tribuna se parece una postal” o “hijos nuestros”, y será casi estúpido, por lo obvio, cantar “hinchada, hinchada, hinchada hay una sola”.
Pero lo cierto es que el partido perderá la gracia y el encanto natural propio de un enfrentamiento de esta naturaleza. Si un Boca-River está entre las maravillas del espectáculo, como lo catalogan desde otros puntos del planeta, es precisamente por el marco, por el colorido ida y vuelta tribunero y no sólo por el juego propiamente dicho.
Pero todo esto no parece importarles demasiado a los señores encargados de la seguridad, que han bajado todas las banderas en la lucha contra los violentos mientras izan impunemente las del poder de la televisión. El problema no pasa por definir si se juega de tarde o de noche, sino por garantizar la seguridad de los espectadores. Se dijo que de día se aseguraba la paz, pero basta recordar lo que ocurrió en la tarde de hace diez años, en las cercanías de la Bombonera, cuando dos hinchas de River fueron emboscados tras un superclásico.
El paliativo que parecen haber encontrado los dirigentes de River es abrir el Monumental y poner una pantalla gigante para que los hinchas que se quedaron con las ganas de ir a la Bombonera lo vean por TV. Algo así como hacer el amor por Internet, una verdadera masturbería.
Lo único que falta, entre tanto despropósito, es que la Copa de la que participan Boca y River se termine llamando “Televisadores de América”.

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