ECONOMíA › LA INDUSTRIA DE BIENES DE CAPITAL, UN SECTOR ESTRATEGICO PERO DESPROTEGIDO Y OCULTO

Los olvidados del modelo industrial

Tiene una mayoría de pymes y se queja por la falta de atención. “Hasta las autoridades elogian que aumente la importación de bienes de capital”, reclaman desde Cipibic, la cámara que agrupa a la industria nacional del sector. Reportaje a sus autoridades.

 Por Raúl Dellatorre

Tradicionalmente se los asocia con grandes capitales, pero son en su enorme mayoría pequeñas y medianas empresas, con más trabajo en productos de diseño que en artículos de producción en serie. La industria de bienes de capital en Argentina es, para muchos, un misterio, un lugar estratégico en la cadena de valor pero poco cuidado. Con una entidad que los representa, que entre otras particularidades, tiene la de asociar exclusivamente a empresas de capital nacional, muchas de origen familiar. “A veces, parece que ni las autoridades del Gobierno nos ven, no conocen lo que representamos, cuando por ejemplo elogian que suban las cifras de importación de bienes de capital, sin advertir que eso también representa pérdidas de oportunidad o el desplazamiento liso y llano de la industria nacional”, se quejan, casi a coro, Luis Manini y Rubén Fabrizio, presidente y gerente de la cámara que agrupa a las industrias de proyectos e ingeniería de bienes de capital, Cipibic, en una charla con Página/12 junto al secretario de la misma entidad, Juan José Paravisi, y a Alberto Naisberg, miembro de la Comisión Directiva.

Actualmente, el sector de bienes de capital se compone de 3500 empresas que distribuyen 85 mil empleos directos. Un promedio de 24 empleados por planta. Pero los valores que se manejan son más impresionantes: exportan por 1100 millones de dólares, pero a la vez se importan productos del sector por 5500 millones de dólares al año.

“En el sector participa mucha mano de obra muy calificada, los que fabrican los productos y los que los proyectan”, describe Manini. Sin embargo, apunta Rubén Fabrizio, “la legislación nos equipara a empresas inmensamente más grandes, al nivel de Ford, General Motors, Techint o Monsanto, pero no recibimos subsidios de nadie, sufrimos una competencia externa totalmente desleal y siendo un sector estratégico para el desarrollo tecnológico no estamos en el discurso de nadie”.

–No son inmensamente grandes, pero trabajan con los grandes –interrogó Página/12 a los representantes de Cipibic.

–Hacemos productos de altísimo valor agregado y con mucha tecnología incorporada, desde maquinaria agrícola a grupos electrógenos. Casi todas las centrales a gas en el país fueron diseñadas y fabricadas por argentinos. Diseñamos y producimos desde equipos petroleros a piezas y partes de centrales nucleares. El problema es que las grandes empresas para las que trabajamos son las que tienen más posibilidades de ir a buscar los mismos productos al exterior. Y para el país y el desarrollo industrial, no es lo mismo comprar tecnología que generarla.

–Parece un concepto propio de un modelo de desarrollo independiente. ¿Por qué, entonces, no reciben un respaldo más explícito de sectores, diríamos, que en general se oponen a la libertad absoluta de mercado como determinante de la economía?

–Esa es otra lucha. Se necesitan políticas activas para defender el desarrollo tecnológico. Y se necesita decisión política. El tema industrial así, tratado profundamente, no está en la agenda de los políticos. El sector de bienes de capital no existe sin un ámbito que lo contenga. Hoy esta industria, como sector, no está en el discurso de nadie. En otra época, una empresa que estaba ligada a una empresa de punta por lo menos recibía el beneficio de las políticas de desarrollo de proveedores estratégicos (por las cuales la propia empresa líder financiaba y apoyaba el desarrollo de sus proveedores). Pero la globalización cambió las reglas de juego.

–¿En qué sentido las cambió?

–La globalización no fue neutra. Hoy las empresas líderes, sobre todo si son extranjeras, tienen sus propios proveedores internacionales de tecnología y equipos. Eso facilita la transferencia de utilidades al exterior, y como no son productos estándar tampoco es fácil determinar si los precios declarados son reales. Encima, por el poder que tienen esos sectores, las empresas en posición dominante tienen una especie de poder de veto sobre las políticas industriales e imponen reglas en su propio beneficio, obteniendo ventajas adicionales. Ahí es donde tiene que aparecer el Estado con decisión política de defender el sector y el desarrollo industrial nacional.

–¿El crecimiento de los últimos seis años mejoró la situación?

–En otros sentidos, sí. Pero en nuestro sector, incluso en sectores de producción a gran escala, la participación nacional decayó. Un ejemplo es el de maquinaria agrícola, que creció a la par de la producción agrícola pero cada vez con más participación de maquinaria de origen importado. Hoy el 60 por ciento del equipamiento interno de productos metalmecánicos en Argentina, y no sólo en maquinaria agrícola, es importado. Por eso nos duele que desde las más altas esferas oficiales se elogia que aumente la importación de bienes de capital. Se ignora que ese dato oculta la destrucción o el desplazamiento de una parte estratégica de la industria nacional. Y significa el bloqueo a la posibilidad de crecimiento tecnológico.

–Tampoco se oyó una reacción del sector industrial por este crecimiento desequilibrado. Ustedes están en Adimra, que a la vez está en la UIA...

–Porque estábamos en piloto automático. Tras la crisis y la devaluación, la cuestión era recuperar trabajo. Ahora nos encontramos con que la dificultad aparece en el horizonte, por problemas estructurales no resueltos. Faltó debate político. Y sigue faltando. Todos los sectores afectados deberían estar discutiéndolo. Pero no tenemos un ámbito para eso.

–¿Cómo ven posicionado al gobierno nacional frente a estos planteos?

–En el Gobierno vemos que hay una voluntad de avanzar en políticas de desarrollo industrial. Pero en el nivel de concreción eso no se ve. Como industriales, deberíamos aportar a ese espacio, pero falta identidad de los mismos industriales y no hay una búsqueda para ver cómo nos ponemos de acuerdo y obtenemos expresión en ese sentido.

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Luis Manini, titular de Cipibic. Un sector estratégico, pero que “no está en el discurso de nadie”.
Imagen: Rafael Yohai
 
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