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Sin reservas morales

 Por Alfredo Zaiat

El encadenamiento de crisis financieras es un antídoto eficaz ante el desfile de analistas y políticos que interpelan con la frase presuntuosa “Argentina tiene que regresar al mundo”. Si el boleto de ingreso es lo que se observa en ese “mundo”, con cortesía, lo mejor es rechazar el convite. Quienes convocan a ese fantasioso retorno, como si el país estuviera aislado en sus vínculos comerciales y diplomáticos, aspiran en realidad a volver con políticas que sumergen en debacles financieras, además de confundir el debate en el espacio público. No deja de ser peculiar la idea de ese grupo influyente de exigir identificación del país con una parte del mundo que se está desmoronando. Resulta conmovedora la crisis existencial de economistas a sueldo de bancos, financistas y políticos militantes de la corriente ortodoxa y voceros que amplifican sus ideas. Se formaron en la concepción neoliberal, ocupan espacios relevantes en sus ámbitos de participación social y laboral, son expresión del poder y detentaron la hegemonía durante décadas. Hoy toda esa estructura está crujiendo y no tienen otras respuestas más que las de ofrecer la conocida receta económica del fracaso sin reservas morales. Esto no significa que ese entramado de poder se haya replegado; sigue siendo el dominante y no tiene ninguna intención de emprender la retirada. Esa resistencia es el marco para comprender la profunda crisis de la actual fase del capitalismo global en Estados Unidos y Europa, cuyas repercusiones padece en diferente medida el resto del planeta. Cada vez queda más en evidencia que la escala y la velocidad de los flujos financieros han provocado una serie de crisis importantes que ocurren con perturbadora frecuencia.

La desconexión financiera de Argentina no fue premeditada, puesto que se produjo por la declaración del default en 2001, la fuerte quita de capital en la renegociación de la deuda en 2005 y el prolongado período hasta comenzar la segunda etapa de esa operación, que recién ahora está en marcha y pretende cerrar ese capítulo luego de casi diez años. El castigo del mundo financiero por ese repudio a la deuda se tradujo en la reducción de los usuales canales de especulación global. Esa sanción ha sido una bendición en esta etapa de turbulencias internacionales debido a que ese descalabro financiero no está impactando en forma considerable en el mercado local. Los principales efectos negativos se encuentran por el lado de los flujos comerciales, por el riesgo de un retroceso de la economía mundial, como se verificó a partir del último trimestre de 2008 y a lo largo del año siguiente.

La crisis griega con la mecha encendida recorriendo otros países vulnerables, como España y Portugal, expone nuevamente la característica de potente desestabilizador macroeconómico del capital financiero. La desconexión de ese circuito no implica autarquía en cuanto a la disminución de los intercambios comerciales, financieros y tecnológicos con el exterior. Tampoco se trata de definir un crecimiento autocentrado o de aislamiento internacional, sino de ganar espacios de autonomía que la dependencia del capital financiero internacional reduce. Cierto grado de desconexión en estos años ha sido en definitiva un aspecto positivo, porque implicó en estas circunstancias no someter la estrategia nacional de desarrollo a los dictados de una lógica financiera global en crisis.

En esa instancia emerge el debate sobre recursos y vías alternativas para cubrir vencimientos de capital e intereses de los próximos años. Aquí se revela cuál es el sentido que tiene ese pedido de “regreso al mundo” propuesto por fuerzas conservadoras. Pretenden reiterar la subordinación al mundo financiero para conseguir fondos no sólo para el pago de la deuda, sino como un canal de financiamiento al sector público con el objetivo de reiterar ese ciclo perverso de endeudamiento. Uno de los principales factores de los desequilibrios internos ha sido la apertura y desregulación al capital extranjero. Cuanto más dependiente de los dólares especulativos para refinanciar deuda más inestable se convierte la economía y, por lo tanto, más vulnerable se vuelve. La cuestión remite a plantear acerca de para qué buscar la aceptación del capital financiero si es, como se prueba una y otra vez, un potente desestabilizador macroeconómico.

La opción de utilizar una pequeña porción de las reservas para hacer frente a una parte de la deuda a vencer es un oportuno sendero para evitar caer en esa trampa. La extensión de la discusión sobre ese tema ya arrastra cinco meses. Como se mencionó al comienzo, la hegemonía financiera está herida pero no rendida. Las escasas muestras de profesionalidad técnica, encubierta en posiciones políticas, del ex presidente del Banco Central han precipitado ese debate que se ha prolongado en forma innecesaria, con elevados costos financieros. Ninguno de los riesgos con que amenazaba si se implementara esa medida se verificó: embargo de reservas, fortalecimiento de los fondos buitres, inestabilidad cambiaria. Ya se cancelaron casi 1900 millones de dólares de vencimientos de deuda con reservas, sin afectar el stock total, puesto que el Central ha estado adquiriendo dólares en cantidad durante estos meses.

El país estuvo pagando deuda con reservas desde el mismo momento en que quedó fuera del circuito financiero global. El Tesoro adquiría esas divisas con recursos del superávit fiscal y ahora, por la pérdida de ese excedente al utilizarlo para amortiguar la crisis, pretendía hacerlo de la misma forma sólo que a cambio de un pagaré a diez años entregado al Banco Central. La repentina resistencia de Martín Redrado de una operación que durante los cinco años y medio de su gestión (no pudo completar los seis porque fue despedido) realizó sin quejarse provocó erráticos movimientos financieros en el primer bimestre del año, además de demorar el proceso de implementación de la segunda vuelta del canje de bonos en default. La rebeldía oportunista de Redrado generó más consultas de las habituales por parte de los organismos de regulación de los mercados bursátiles estadounidense y europeo, que derivó en que el canje se atrasara y finalmente comenzara en una pésima semana financiera.

La crisis europea debería saldar esa polémica por la fuerza de los hechos: el canje no debe convertirse en la puerta para regresar a ese mundo financiero en crisis, a la vez que la utilización de las reservas debería considerarse como una política alternativa para evitar, precisamente, el círculo perverso de las finanzas globales.

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Imagen: Alejandro Elías
 
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