ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: CRECIMIENTO E INSERCIóN INTERNACIONAL

Consejos para despegar

Argentina logró desde 2003 elevadas tasas de crecimiento del Producto, que superaron en promedio a las economías avanzadas y al resto de las emergentes. Los especialistas afirman qué hay que hacer para consolidar este proceso en el mediano y largo plazo.

Producción: Tomás Lukin

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El equilibrio justo

Por Alejandro Robba *

A partir del año 2003, la economía argentina viene registrando elevadas tasas de crecimiento del Producto, que superaron las observadas en promedio tanto en las economías avanzadas como en el resto de los países de mercados emergentes. Ese comportamiento estuvo asociado a la implementación de un nuevo esquema macroeconómico, caracterizado por la vigencia de un tipo de cambio real competitivo, fuertes estímulos a la demanda doméstica y la recuperación del poder adquisitivo de la población, lo que posibilitó la reindustrialización del aparato productivo y la consecuente suba de la demanda de empleo industrial. Ello denota un cambio estructural del actual período histórico: se ha detenido el proceso de primarización de la economía argentina. Este crecimiento, empujado básicamente por el mercado interno, fue acompañado por un fuerte aumento de las exportaciones tanto primarias como industriales, signo de otro cambio estructural de esta etapa: el crecimiento equilibrado entre demanda doméstica y externa.

En este contexto, el desempeño de las ventas externas no ha sido examinado por los analistas con la debida profundidad, existiendo un consenso equivocado acerca de que, desde el 2003, no están ocurriendo cambios importantes en el patrón de inserción internacional argentino. En primer lugar, el balance comercial entre 2003 y 2009 se caracterizó por registrar saldos positivos promedio de alrededor de 13.100 millones de dólares anuales. Las exportaciones se expandieron de manera significativa, mejorando tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Es decir, no es verdad que Argentina sólo exporta commodities, ya que las ventas de bienes industrializados han mostrado un dinamismo inusual dentro de la oferta exportadora.

El fuerte impulso dado por la demanda externa (asociado a la expansión de la economía mundial y, en particular, de los principales socios comerciales de la Argentina, donde el Mercosur ocupó un rol destacado como demandante de manufacturas de origen industrial) y el incremento del precio internacional de las commodities, explican en parte estas tendencias.

No obstante, un factor fundamental en la mejora de la competitividad del país fue la vigencia de un tipo de cambio real competitivo y del fomento a la reindustrialización, lo que centralmente propició la mejora del desempeño exportador industrial argentino. Así, el perfil de las exportaciones se caracterizó por el avance predominante de las ventas externas de manufacturas (entre 2003 y 2009 pasaron de representar del 60 al 72 por ciento) y, dentro de éstas, de las de origen industrial (cuya participación creció del 27 al 34 por ciento, siendo este rubro el que más creció durante el período). Mientras tanto, las exportaciones de productos primarios mantuvieron su peso relativo, aunque con oscilaciones, y las de combustibles perdieron participación.

A un nivel desagregado, un conjunto de productos y ramas observó un desempeño más dinámico. Esto se manifiesta tanto en el caso de las manufactureras de origen agropecuario como en las de origen industrial. Dentro de estas últimas, se destacan plaguicidas, pinturas, productos farmacéuticos, jabones y detergentes, productos de plástico, productos metálicos de uso estructural, tanques y recipientes, generadores de vapor, motores, generadores y transformadores eléctricos, aparatos de control y distribución de energía, tubos y válvulas y vehículos automóviles, sus carrocerías y partes.

Por lo tanto, el desempeño de las exportaciones de 2003 a la actualidad se explica tanto por el contexto internacional como por las medidas que se han venido implementando, que contribuyeron a la reindustrialización del país y, en particular, a una nueva política comercial externa, donde se afirma una inserción internacional definida por las relaciones tanto con socios tradicionales como no tradicionales, donde la integración regional (Mercosur + Unasur) y la integración Sur-Sur han sido agenda fundamental para diversificar destinos, productos y cantidad de firmas exportadoras.

En este marco, se abre el desafío de seguir profundizando la incorporación de tecnología a la producción y a las exportaciones, así como de estimular el desarrollo de actividades capaces de traccionar la demanda de empleo y la mejora de los salarios, lo que redundará en el sostenimiento del superávit comercial y su mejora cualitativa, como fórmula para seguir alejando la restricción externa y así extender este proceso histórico de crecimiento sostenido y persistente por muchos años más.

* Subsecretario de Coordinación Económica del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas de la Nación.


Industrializar la tierra

Por José Luis Nicolini Llosa *

Nuestro héroe nacional murió en exilio; eso marca. Desde su inicio, la nación fue devastada por fratricidios, dictaduras, fraudes y proscripciones. La mala administración del generoso erario se tornó endémica. Desde hace décadas y más allá de banderías políticas, el gasto público no se refleja en servicios de calidad. Como buen (o mal) economista supondré arbitrariamente que este problema se soluciona, por ser esto requisito para el crecimiento con equidad que trato aquí. La Argentina tiene costos de producción agropecuarios marcadamente menores que los industriales, la prueba es su centenario liderazgo como exportador de alimentos. Dicha marcada diferencia tiene dos consecuencias importantes.

La primera es que determina dos tipos de cambio de equilibrio muy diferentes: aproximadamente 2,50 pesos el agropecuario y 4 pesos el industrial, por dólar, respectivamente. Definiendo tipo de cambio como el que iguala costos internos con los internacionales. Con dólar barato en los noventa las exportaciones agropecuarias crecieron muy rápido a pesar de la existencia de precios internacionales desfavorables, de modo que podemos tomar aquel como el tipo de cambio de equilibrio agropecuario –a precios de hoy, 2,50 pesos por dólar—. Las exportaciones industriales crecieron lento en esos años, aunque más rápido que en épocas de dólar cerca de su precio promedio histórico –hoy 4 pesos– como en 19671970; 1972-1975 y desde 2003.

Sí, el tipo de cambio industrial es casi el doble del agropecuario. Esta marcada diferencia generó la histórica inestabilidad del tipo de cambio de mercado en Argentina con efectos recesivos, inflacionarios y de distribución regresiva del ingreso. Las retenciones contribuyen a compensar, al menos en forma temporaria, dicha dualidad estabilizando el tipo de cambio y la inflación que sin ellas serla hoy más alta.

La segunda consecuencia de sus menores costos de producción es que el sector agropecuario ocupa muy poco capital y trabajo por unidad de producto. Además, es evidente que en el mundo el mercado aglomera capital y trabajo en grandes ciudades aún, como en Argentina, con costos de producción más ventajosos en el campo. Esto genera, desde la década del ’30, nuestros crecientes bolsones de pobreza urbana.

Antes de analizar la solución consideremos que desde hace siglos (ya lo observaba Adam Smith coincidiendo también Raúl Prebisch y Paul Krugman), la demanda mundial de manufacturas crece el doble de rápido que la de alimentos y que repetidas veces a períodos de precios altos como el actual le sucedieron los opuestos. En 1970-2009 las exportaciones argentinas de alimentos incluidas las mal llamadas “manufacturas” de origen agropecuario crecieron en volumen al 4 por ciento y a nivel global subieron al 3,2 por ciento anual en promedio. Las exportaciones argentinas de manufacturas de origen industrial, por su parte, crecieron al 9,2 por ciento y las mundiales al 6,5 por ciento. También en dólares corrientes (o sea incluyendo aumentos de precios) las exportaciones argentinas industriales crecieron el doble de rápido que las agropecuarias –incluyendo las MOA, según datos de la Organización Mundial de Comercio—.

La solución es crecimiento con equidad mediante la industrialización del recurso argentino por excelencia, la tierra fértil, mediante:

a) Masiva inversión en infraestructura rural, en educación, caminos, transporte aéreo y ferroviario, comunicaciones, salud, riego, energía y agua corriente.

b) Producción para la exportación de biotecnología y genuinas manufacturas agropecuarias de alto valor agregado, alto valor proteico y alta demanda externa como, por ejemplo, leche en polvo, quesos de alta gama, vinos finos, aceites vegetales de baja acidez y cortes vacunos de calidad.

Dicho desarrollo rural relativamente más intensivo en trabajo, se financiaría mediante retenciones a las exportaciones primarias que, por un lado, mantendrían bajos los precios de alimentos y de insumos de la industria rural y, por el otro, desincentivarían las exportaciones primarias. Además, los abultados aumentos de productividad rural tenderían a aumentar sensiblemente el precio de la tierra, por lo que se cobrarla un impuesto nacional a la tierra (de hecho un impuesto a la renta ricardiana de la tierra) que mantendría bajo el precio de su alquiler para producción.

Aumentarían así sensiblemente las exportaciones de genuinas manufacturas agropecuarias relativamente más trabajo intensivo, induciendo crecimiento del PIB y el empleo. El desarrollo rural atraería migración masiva de las ciudades al campo, asegurando trabajo y prosperidad también a quienes hoy viven en pobreza. Todo lo cual requiere que los contribuyentes perciban que los impuestos vuelven transformados en servicios públicos de calidad, si no es utopía.

* Economista FCE-UBA.

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Imagen: Alejandro Elias
 
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