ECONOMíA › EL PENSAMIENTO ECONóMICO DEL PRESIDENTE DE ECUADOR, RAFAEL CORREA

Apuntes para la transformación

Economista de profesión, egresado en 1987 de la Universidad Católica de Guayaquil, Correa ofrece en el libro que presentó el viernes en Buenos Aires su mirada sobre diversos temas vinculados con la economía de América latina.

 Por Javier Lewkowicz

“Indignémonos con lo que pasó en América latina”, sintetizó Rafael Correa en la presentación de su libro Ecuador: de Banana Republic a la No República, el viernes pasado en el Centro Cultural de la Cooperación. El presidente de Ecuador ofrece en ese trabajo su mirada sobre diversos temas vinculados con la realidad de la economía y del pensamiento económico en América latina. Entiende que la era actual es la del capital financiero, que determina tanto los planes económicos que buscan introducir los países industrializados en los subdesarrollados a través de los organismos de crédito, como la propia actividad académica de la ciencia económica. Entonces llama a dejar de lado “mitos” como la independencia de los bancos centrales, la idea de combatir la inflación cueste lo que cueste y el libre comercio. También a desandar el camino de la flexibilización laboral y a plantear, a contramano de las distintas escuelas tradicionales de la economía política, no tomar al trabajo como un factor más de la producción, sino postular su “supremacía sobre el capital”. Pone el acento en la importancia de los mecanismos de integración regional para alcanzar alguno de estos objetivos, y en recuperar el pensamiento económico latinoamericano.

Economista de profesión, egresado en 1987 de la Universidad Católica de Guayaquil y con varios títulos de posgrado encima, Correa suele remarcar su pertenencia a la “vida académica”, en la cual se desarrollaba, hasta hace sólo algunos años, como profesor de economía. Su matriz de pensamiento retoma conceptos del estructuralismo latinoamericano de los años ’50 y ’60, aunque con algunos elementos singulares propios de la experiencia de los nuevos procesos de izquierda en la región, uno de los cuales, la llamada Revolución Ciudadana, él encabeza. “El desarrollo es un asunto político. Detrás de todo esto hay relaciones de poder. Aquí ha habido un dominio absoluto del capital financiero a través de Estados burgueses, ‘aparentes’, no populares. Tienen que cambiar las relaciones de poder, de unas pocas elites a las grandes mayorías. Eso es lo que está pasando en América latina, por eso los perros ladran”, indicó.

El mandatario describe en su libro la etapa iniciada en los ’70 en América latina como “la larga y triste noche neoliberal, la total entrega”, que dejó como saldo un fuerte empobrecimiento en los países, polarización social y una distribución del ingreso mucho más regresiva. La tercerización laboral, los contratos por horas y la apertura de la economía con destrucción de puestos de trabajo y producción nacional, son algunos puntos salientes que destaca sobre esta etapa. Correa entiende que el neoliberalismo es producto del cambio en las relaciones de poder luego del ascenso del capital financiero. De ahí la importancia que le otorga al tratamiento de la deuda externa pública.

Describe que la deuda de Ecuador entre 1970 y 1980 se multiplicó diecinueve veces, impulsada por el excedente de liquidez derivado del boom de los precios del petróleo, que la banca internacional buscó colocar en plazas del “tercer mundo”. Como en muchos puntos de la región, también en Ecuador se “estatizó” la deuda privada a fines de los ’80. “Se prestó a dictaduras sin el aval de nuestros pueblos y en complicidad con la burocracia internacional, bajo la teoría del ‘endeudamiento agresivo’. La deuda nació ilegítima, pero luego se volvió más ilegítima aún, porque se comenzaron a capitalizar intereses sobre intereses. Y las diversas renegociaciones eran puro cuento, transferíamos millones de dólares hacia los acreedores. Una estafa permanente”, detalló Correa.

El análisis sobre la deuda está en la auditoría que el presidente de Ecuador mandó a hacer. “Rompimos con todo lo que estaba prohibido, todos los mitos, y decidimos no pagar. Hierve la sangre al ver el entreguismo”, indicó. Su gobierno terminó abonando sólo un 35 por ciento de la deuda. Al analizar este proceso, ponderó también la reestructuración de deuda realizada por el gobierno de Kirchner, que si bien no incluyó una auditoría, logró una quita de unos 60 mil millones de dólares, ante el mayor default de la historia.

Entre los más relevantes legados del modelo neoliberal, Correa destacó la supuesta autonomía del Banco Central, un concepto inexistente antes de mediados de los ’90. En esa época, una serie de estudios matemáticos encontraron una relación positiva entre el desempeño macroeconómico y la independencia de la banca. “El Banco Mundial, como siempre tan agencioso ante cualquier novelería funcional al paradigma dominante, inmediatamente organizó seminarios a lo largo y ancho de América latina para difundir los nuevos ‘descubrimientos’ y presionar por la independencia de los bancos centrales de la región, logrando que la mayoría de éstos se convirtieran en autónomos”, dice Correa.

Sin embargo, indica que los bancos centrales comprometidos con políticas de crecimiento jugaron un rol fundamental en el desarrollo de países “exitosos” como Japón o Corea. De hecho, hasta los años ’70 la Fed estadounidense tenía el objetivo de generación de empleo y crecimiento. “Ahora los bancos centrales son independientes de nuestros pueblos, pero dependientes del poder internacional. Esa premisa de la independencia sólo forma parte del ‘bombardeo ideológico’”, agregó.

El dogma por detrás de la independencia del Banco Central es el control de la inflación. “Por detrás hay intereses. ¿Quién paga el mayor costo de la inflación? Es el sector financiero, quien conserva activos líquidos, el que tiende a descapitalizarse con la inflación, y transfiere valor hacia la autoridad central”, explica en el libro. Considera que una inflación alta es mala, pero algo de ella es tolerable, con los adecuados mecanismos de compensación para los trabajadores. “Aumentemos el desempleo, la pobreza y la exclusión y seguramente no habrá inflación”, dice Correa.

Ecuador quedó atrapado en las soluciones extremas cambiarias que propone el establishment, ya que en enero de 2000 perdió su moneda, el sucre, y su economía se dolarizó. Correa recuerda que la propuesta de dolarización que circulaba en la región en los ’90 utilizaba como justificativo supuestos “excesos” por parte de los bancos centrales. “Han existido abusos, pero muchos de ellos financiaban déficit fiscales provenientes del insoportable peso de la deuda externa. Es casi tan deshonesto como encontrar un ahogado con cemento en los pies en el fondo de un lago... ¡y llegar a la brillante conclusión de que se ahogó por no saber nadar!”, grafica en su libro.

Correa considera que “salir de la dolarización voluntariamente es imposible”. Aunque para paliar sus efectos, aplica protección a las importaciones y controles a la salida de capitales. También admite que la actual debilidad del dólar les favorece. Pero la solución de fondo que postula es la creación de bloques monetarios de mayor tamaño, una moneda regional, el Banco del Sur y un fondo regional de reservas.

Involucrado en el plano de las ideas, Correa sostiene que “el pensamiento económico dominante disfraza como ciencia pura ideología. Pero haber adoptado esos postulados no sólo es culpa de los países industrializados, sino también del insoportable entreguismo de las élites locales que hablan en español pero piensan en inglés, cuando piensan...”, dijo en su presentación este referente de la nueva América latina.

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“Están cambiando las relaciones de poder en América latina, por eso los perros ladran”, dijo Correa.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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